Entrevista a Inma Cuesta

Entrevista a Inma Cuesta, actriz de «La Novia». El encuentro tuvo lugar el miércoles 2 de diciembre de 2015, en los Cines Verdi Park de Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Inma Cuesta, por su tiempo, generosidad y simpatía, a Eva Herrero de MadAvenue, por su paciencia, amabilidad y cariño, a Lara P. Camiña de Betta Pictures, por su simpatía y distribuir un cine hermoso y necesario, y al equipo de los Cines Verdi Park, por la acogida y el cariño.

Entrevista a Paula Ortiz

Entrevista a Paula Ortiz, directora de «La Novia». El encuentro tuvo lugar el miércoles 2 de diciembre de 2015, en los Cines Verdi Park de Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Paula Ortiz, por su tiempo, generosidad y simpatía, a Eva Herrero de MadAvenue, por su paciencia, amabilidad y cariño, a Lara P. Camiña de Betta Pictures, por su simpatía y distribuir un cine hermoso y necesario, y al equipo de los Cines Verdi Park, por la acogida y el cariño.

Juana a los 12, de Martín Shanly

Juana_a_los_12-273733189-largeLA HUIDA INTERIOR.

Juana tiene 12 años y estudia en un colegio inglés exclusivo del norte de Buenos Aires. La niña se muestra indiferente a las clases y las materias. La madre, preocupada e instada por los profesores, decide llevarla a especialistas con el objetivo que encuentren a que se debe esa indiferencia en el centro educativo. El debutante Martín Shanly (Buenos Aires, Argentina, 1988) se pone tras las cámaras, después de haber interpretado algunos papeles, construyendo un relato sencillo en apariencia, filmado desde la honestidad y formalmente audaz, utilizando 4K con aspecto de 16mm (un formato parecido al empleado por Lisandro Alonso en Jauja). Shanly vuelve al colegio donde fue de niño, a los lugares que recuerda de su infancia, para filmar a su hermana Rosario y a su madre. Un retrato de una niña en plena pubertad, en ese estado de transición, un tiempo de incertidumbre, un tiempo de cambios donde dejará de ser una niña para convertirse en adulta. Juana se siente perdida, no encaja en ese mundo, no atiende en clase, explica que se interesa, pero no es verdad, sólo quiere integrarse en el grupo de niñas de su clase, ser una más, pertenecer al grupo, aunque sus intentos no obtienen el deseo esperado.

Frente a ella, tiene el colegio inglés, que en vez de tenderle una mano, se la corta, un espacio en el que todos visten el mismo uniforme, comparten el mismo escenario donde tienen que demostrar constantemente su validez, ser mejor que el otro, competir constantemente y no quedarse atrás. Juana ya no sigue el ritmo, ha generado su propio mundo, una isla emocional, vive preocupada en otras cosas, temas que considera más importantes que escuchar a unos profesores anquilosados, sólo pendientes de seguir una pedagogía caduca y detenida en el pasado. Juana no encuentra apoyo en su entorno familiar, su madre, no tiene tiempo de escucharla, y se muestra demasiado racional, la lleva a expertos que la estudien a fondo para descubrir esa apatía que le ha invadido. Shanly observa con su cámara, no se inmiscuye ni tampoco toma partido, retrata ese mundo encerrado en sí mismo, alejado de la realidad, una realidad que no es admitida, que pertenece a ese otro mundo que existe afuera, pero que se ha vuelto invisible para la enseñanza de otro tiempo, un método viejuno que continúa imponiendo a sus alumnos de familias ricas que pagan religiosamente cada mes.

Juana los 12El joven realizador argentino profundiza en el retrato psicológico de los cambios en las puertas de la adolescencia a través de una mirada inquieta y observadora. Su cámara inmóvil, observa y escruta la mirada de Juana, la luz etérea e indefinida que sigue a la niña por su deambular parsimonioso, dificultoso y ajeno por un mundo que sigue unas normas, y no permite que nadie se las salte, no comprende, y además rechaza impecablemente a todo aquel que no sigue lo establecido. Retrato sutil y demoledor sobre cierta educación que no permite a las personas realizarse de un modo humano y sobretodo, rechaza un modelo basado en las inquietudes personales de los individuos. Shanly se toma su tiempo en cada encuadre, en cada instante de su película, la desarrolla acariciando cada detalle, se muestra paciente en dar forma a la construcción de su relato, y cómo se manifiestan las relaciones personales en un entorno tan adverso y sumamente parapetado en conceptos cerrados y extremadamente conservadores. Una película que en su retrato de esa adolescencia perdida e indiferente a las normas de la sociedad y del mundo de los adultos, no andaría muy alejada de propuestas como Los rubios, de Albertina Carri o La niña santa, de Lucrecia Martel. Un cine vivo e interesado en las partes invisibles del relato, en el que se atrapa al espectador desde la incertidumbre e inquietudes de unos personajes que apenas hablan, que casi todo lo explican de forma no verbal, apoyados en sus miradas y gestos. Un film breve, apenas 75 minutos de metraje, y mínimo, se vale de pocos elementos y personajes, para contarnos una historia sumamente compleja y sincera, que nace desde lo más profundo del alma, en la que además se reserva un pequeño homenaje a Los 400 golpes, de Truffaut, una de las obras cumbres del cine, que retrató de forma magistral a esos niños que huyen de un mundo hostil a través de sus anhelos más profundos.

O futebol, de Sergio Oksman

O-Futebol(DES)ENCUENTRO CON EL PADRE

Después de 20 años sin verse, Sergio y su padre Simao vuelven a encontrarse en Brasil. Deciden que el año siguiente, el 2014, pasarán juntos el mes del Mundial viendo los partidos. Con esta aparente sencillez argumental, el director Sergio Oksman (1970, Sao Paulo, Brasil) periodista de oficio y cineasta de vocación, se traslada desde Madrid, donde reside, hasta la ciudad de su infancia, Sao Paulo, para estar un mes junto a su padre viendo futbol, como hacían antes. El leve prólogo con el que arranca la película, con esa imagen en el estadio Pacaembú, donde juega el Palmeiras, en el que padre e hijo miran de frente a la cámara, y empieza a llover, resume las ambiciones formales y artísticas de la propuesta de Oksman, que ya había dejado destellos de buen cine en sus anteriores trabajos tanto para televisión y cine, como Goodbye, América (2007), donde hacía un retrato del actor Al Lewis, conocido por ser el abuelo de la popular serie La familia Monster, en los cortos de Notes on the Other, realizado dos años después, en el que retrataba a uno de los dobles del escritor Ernest Hemingway, hacía una interesante reflexión sobre la identidad y ser otro, y en Una historia para los Modlin (2012), una excelente pieza de 26 minutos premiado en multitud de festivales, donde a través del descubrimiento de unas fotografías, fabulaba la biografía de una peculiar y extraña familia.

Ahora, nos llega esta película, a medio camino entre el documental, la ficción y el ensayo sociológico, en la que Oksman, vuelve a trabajar con su fiel amigo y colaborador Carlos Muguiro, como en sus anteriores trabajos, en labores de dirección, guión y montaje. O Futebol, traducida como El fútbol, es una pieza de orfebrería, honesta y sencilla, tallada a mano, como hacían antaño los artesanos, mantiene el mismo espíritu que recorría la película Avanti Popolo (2012), de Michael Wharmann, también filmada en Brasil, en la que también se explicaba el reencuentro entre un padre y un hijo, pero a diferencia de ésta, donde el fútbol es el elemento estructural, en aquella era el cine. Oksman filma con delicadeza, esos tiempos muertos o quietos, donde las conversaciones no fluyen y se imponen los silencios, en los que asistimos sentados en el asiento trasero del automóvil, que recorre las calles, que no parecen vivir la pasión del mundial, mientras somos testigos de las conversaciones sobre fútbol de padre e hijo, del mundial del 54, donde Alemania ganó a la Hungría de Puskas, el Brasil del 74, aquel Palmeiras del 79 que ganó al Corinthians con dos goles de Jorge Mendonça, que acabó sus días abandonado por sus hijos, o el árbitro que dirigió la final del mundial del 54, y otros momentos, donde Simao, sentado tras su mesa de trabajo, mira hacia otro lado, o en el bar, mientras escuchamos los partidos de fútbol, que siempre estarán presentes en la película, pero en off (en el estadio que vemos a lo lejos, o en las televisiones, y en las radios, de fondo), están ahí, como nos van anunciando, sobreimpresionados en la pantalla, a medida que avanza la película, aunque no son protagonistas, lo fueron antes, ahora ya no.

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Oksman ha realizado una bellísima película de detalles, de instantes ausentes y miradas perdidas, en la que un padre, – erudito del fútbol, que se acuerda de anécdotas que costaría encontrar-, explica su matrimonio y lo que hizo después de separarse, donde vivió, un padre con problemas de salud, un hombre cansado, en el que el fútbol ya no le emociona como antes, donde la copa del mundo se vive de lejos, sin inmiscuirse, casi sin querer, perdió la importancia que tuvo, no cómo se vivía antes, todo pasó. Un padre que vaticina el ganador del mundial, donde Brasil, sin el espíritu de antes, no le augura una gran actuación. Y en el otro lado, un hijo que lo escucha y lo filma, que teje con delicadeza y ternura los encuadres de su película, construidos sobre la desnudez y la distancia de sus personajes, donde aparte de filmar este encuentro con su padre, de tiempos vacíos, de inquietudes e incertidumbres, donde las cosas ocurren de otra manera, también se erige como un retrato humano y sincero del Brasil actual y sus gentes, de cómo viven la pasión del fútbol y su día a día, y los filma de lejos, observándolos como un forastero, contrastando las imágenes íntimas con su padre y el fervor de la hinchada tras los goles de su selección. Un mundo en el que se mezclan la vida y los sueños y las ilusiones, donde Oksman asiste con su cámara a este retrato sobre la intimidad, sobre la mirada hacía un padre y la relación que tuvieron y tienen, y sobre el tiempo que todo lo consume y lo cambia.

La Novia, de Paula Ortiz

023043EL AMOR QUE ARRASTRA Y DEVORA

“porque me arrastras… y voy… y me dices que me vuelva… y te sigo por el aire… como una brizna de hierba…”

La obra Bodas de Sangre, de Federico García Lorca, se escribió en 1931 y desde entonces, este poema trágico en 3 actos y 7 cuadros, escrito en prosa y verso, ha sido representada en infinidad de representaciones teatrales y es una de las obras más famosas y traducidas del autor. En cine, ha habido pocas adaptaciones, la más conocida es la que hizo Carlos Saura en 1981, basada en el ballet Crónica del suceso de bodas de sangre (1974) de Antonio Gades. Ahora, nos llega esta adaptación libre, escrita por la directora junto a Javier García Arredondo, también editor de la cinta, que recoge el espíritu de Lorca de un modo poético, magnético y evocador, dirigida por Paula Ortiz (Zaragoza, 1979) que ya apuntó maneras con su primera película De tu ventana a la mía (2011), premiada en la Seminci, donde a través de tres mujeres de diferentes edades y épocas, realizaba una obra de gran calado formal y estético, en el que construía un mundo muy personal y lírico.

En su segunda obra, se enfrenta al texto lorquiano, en el que en cierta medida, ya había acariciado en su anterior película, en uno de los segmentos, en el que se situaba a comienzos de los 40, donde Inés, una mujer que vivía en el campo, de la siega, que aparte de sufrir el sol abrasador y las dificultades de un mundo hostil, tenía que sobrevivir angustiada por tener a su marido preso. Ortiz nos envuelve en un mundo onírico, lleno de simbología y magnetismo, ya desde la primera imagen que vemos, donde una mujer enfangada con la ropa hecha jirones y el rostro oculto, lanza un alarido de auxilio o de rabia. Corta a un grupo de mujeres, y un hombre, todos de cierta edad, de espaldas a nosotros, en situación de espera. Aparece la novia, sucia y perdida, que camina hacia ellos, como un espectro, sin vida y sin alma. En ese instante, arranca la película, al inicio de todo, cuando se desata la tragedia que vamos a ver. Un joven novio, acaudalado y enamorado de la novia, que ahora rezuma azahar y jazmín y una belleza y una tez morena que hipnotiza y vuelve loco. Se van a casar, aunque ella quiere a otro, ama a Leonardo, pero éste se casó con su prima. Los tres, que fueron amigos de siempre, ahora distanciados, se ven inmersos en los odios ancestrales de sus familias, que arrastran el dolor por las muertes a navajas que hubo en el pasado.

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La cineasta aragonesa ha capturado de forma magnífica y poética el verso de Lorca, el cual transcribe de forma mimética en la película, no añade nada que no pertenezca al autor granaino, ha localizado los escenarios que se respiran en la obra en dos lugares lejanos entre sí, pero entrelazados en la película, la Capadocia turca (escenario de las películas de Nuri Bilge Ceylan) con sus caminos y casas tallados en la dura roca caliza, y en Los Monegros, ese desierto árido, de mala tierra, que hay que trabajarla y llorarla, de sol abrasador, que quema y no deja respirar, que mata el alma de los que andan por ahí, de ese calor agobiante que revuelve el estómago, que no deja vivir, que se clava en la garganta como puñales. Ortiz acoge los elementos lorquianos de forma magistral, cotidiana e hipnótica, el caballo de Leonardo (el único personaje con nombre), ese hombre que cabalga en libertad al acecho de la amada, la luna, que representa la noche, y la muerte, el momento que todo se revela, y la mendiga, que vaga sin rumbo con ese olor a podrido acechando a los que van a morir. Elementos lorquianos que Ortiz atrapa con delicadeza y soltura, de forma sencilla y honesta, formando su propio universo, caracterizado por una cuidadosa y trabajada forma donde cada plano vive en sí mismo, capturando la esencia y la emoción de los escenarios, y sobre todo, el interior de los personajes. Ortiz sale airosa de este viaje personal y emocionante en el que se ha embarcado, mira a Lorca y a su texto de frente, cuidando los detalles más íntimos, los objetos como el zootropo o los vidrios que nos dejan ver ese mundo que no vemos. La película respira ese aroma en el aire que corroe el alma de los gritos que no se escuchan, del dolor que revienta las sienes, de la pérdida y el recuerdo de los que ya no están, de la vida enfangada y mordida que no le deja a uno tirar hacía ningún lado, y del amor, ese amor fou, que tanto gustaba a Buñuel, ese amor loco, que atormenta, que no deja vivir, que te sucumbe en el abismo de la pasión y el dolor, que domina tu voluntad y te deja sin sentido, que se agarra en tus entrañas y no te suelta, y te convierte en quién no quieres y te mata lentamente.

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Una obra que hipnotiza por su bellísima factura visual, donde la luz cálida y penetrante, que sabe a sal y gloria, de Migue Amodeo, que vuelve a colaborar con la directora, se erige como una suave encantamiento que envuelve a los personajes y a los lugares de forma cadenciosa, la hermosísima música que nos atrapa del gran Shigeru Umebayashi (autor de la música de las películas de Won Kar Wai, entre otros), mezclada con canciones basadas en textos de Lorca como “Nana del caballo grande”, “La Tarara” o “Pequeño vals vienés”, entre otras, melodías que nos hacen vibrar y nos emociona. Ortiz ha sabido conjugar la compleja tarea de construir el universo lorquiano y colocar a sus personajes, unos personajes sin nombre, pero con vida, existencias a rastras, que huelen a tierra, de mujeres enlutadas, el aliento a odio, a alegría, a callarse, a no decir lo que les mata, y a cantar y bailar, a mirar y no hablar, a ver y sentir. Unos personajes interpretados por un plantel actoral que de gran altura que transmiten pasión, dolor y amor, que respiran esa tierra que tiene la culpa, que duele, que abrasa y ahoga, y acaba matando, unos secundarios de altura, como Luisa Gavasa, (que repite con la directora) de madre del novio, y Carlos Novoa, como el padre de la novia, con Leticia Dolera, Ana Fernández y Consuelo Trujillo, que sólo con la mirada componen sus papeles, y los principales, los dos chicos, Alex García y Asier Exteandía, pasión y razón, alma y bondad, las dos caras del interior oscuro de la novia, una inmensa y brutal Inma Cuesta, su interpretación más enérgica y apabullante de su carrera, una composición cargada de fuerza, belleza en la mirada y gesto delicado, esa novia que le mata el sol abrasador, que le asaltan las dudas, el miedo y la complejidad de amar y ser amada, y de dejarse llevar por lo que siente de verdad. Paula Ortiz ha construido una obra hermosa, de grandísima belleza visual y ritmo enérgico, que atrapa desde el primer instante, y nos arrastra a su mirada lorquiana a través de los deseos que nos hacen vivir, de lo que amamos y lo que sentimos, de lo que somos y anhelamos.

 

 

Phantom Boy, de Alain Gagnol y Jean-Loup Felicioli

untitledEL HÉROE ACCIDENTAL

Léo tiene 11 años y es ingresado en el hospital enfermo de cáncer. Allí, conoce a Alex, un inspector de policía, siempre metido en líos, que tras sufrir un accidente, se recupera de su fractura en la pierna, causada por un malvado que se hace llamar El hombre de la cara rota, un villano que amenaza a la ciudad de Nueva York con propagar un virus que acabará con todo. Alain Gagnol (1967, Roanne, Francia) y Jean-Loup (1960, Albertville, Francia), trabajando juntos desde el 1996, vuelven a ponerse tras las cámaras después de la fantástica Un gato en París (2010), presentada en la Berlinale y candidata a los Oscar. Si en aquella acometían el film noir en las calles de París a ritmo de jazz, que bebía del cine de los años treinta realizado por los Carné, Renoir… Ahora, viajan hasta la ciudad de Nueva York, y recuperan el aroma de las cómics de los 60 de Stan Lee, junto al policíaco y el fantástico para sumergirnos en el ambiente sesentero para desarrollar una película de gran energía, trepidante y oscura.

Desde los títulos de crédito, sorprendentes y llenos de ritmo (que recuerdan a La pantera rosa o Charada al ritmo de la música de Henry Mancini) y la secuencia inicial, a modo de prólogo, donde ya nos mezclan la cotidianidad de un cuento con lo fantástico, dos elementos que seguirán muy presentes durante todo el metraje. Los realizados franceses, que mezclan la construcción artesanal de la animación (pintando con lápices de cera sobre el papel) y las técnicas más avanzadas, consiguiendo un efecto cromático fascinante que recupera el cine de los ancestros con las historias más cotidianas y cercanas. La trama es sencilla y directa, de ritmo vertiginoso, donde los personajes y las acciones se van desarrollando de modo eficaz y con sabiduría. Nos muestran a Léo, un chaval que tiene que combatir en dos frentes, en el interior, contra la enfermedad que le acecha, y el exterior, colaborar con el policía, gracias a su don (salir de su cuerpo y convertirse en un fantasma que es invisible a los demás, con la capacidad de volar y traspasar todo tipo de muros y puertas) un atributo con el que ayuda a los demás, con el objetivo de acabar con ese hombre de cara rota (que parece una mezcla de El hombre invisible, el clásico del 1933, con el Joker de Batman y El fantasma de la ópera), a Léo y Alex (que parece el James Stewart de La ventana indiscreta, y necesitará de los demás para resolver el caso) se le suma Mary, la joven e intrépida periodista que arriesgará su vida para capturar y ayudar a Alex, que ama en secreto a Alex.

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Una magnífica película que recoge el mejor cine negro, junto al fantástico y el cine de superhéroes, que hace de lo cotidiano la mejor arma para luchar contra los poderes malignos. Una interesante mezcla de géneros, de estructura clásica, ritmo trepidante, gran audacia visual y composición pictórica, a los que hay que añadir una buena terna de personajes, bien diseñados, que nos atrapan a través de su humanidad y honestidad, sin olvidarnos de todos los secundarios, desde los padres de Léo y la hermana Titi, el jefe de Alex, que nos recuerda al jefe de Spiderman, los secuaces de Cara rota, y el diminuto y cascarrabias perro Rufus (que ya aparecía en Un gato en París). Elementos que ayudan a establecer un generoso microcosmos de esta inmensa aventura de animación, que andaría muy cerca de las fantasías humanísticas de Miyazaki y sus criaturas del Studio Ghibli, con la hermosa y sensible partitura del músico Serge Besset (que ya colaboró con los directores en el anterior film) que nos presenta a héroes de carne y hueso que, debido a las circunstancias, tienen que afrontar peligros y situaciones que los conducen a convertirse en otros y sobre todo, a superar sus miedos y dificultades personales para seguir creciendo.


<p><a href=»https://vimeo.com/144607020″>TRAILER PHANTOM BOY CAT amb sub CAT + Logos</a> from <a href=»https://vimeo.com/user34637086″>Pack M&agrave;gic</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>

Presentación del libro «EL CINE SEGÚN PHENOMENA»

Presentación del libro «El Cine según Phenomena. Un viaje a la ilusión en 40 películas», de Jordi Batlle Caminal, con la presencia del autor, junto a Nacho Cerdà, director del Cine Phenomena, y José Lopez Jara, editor del libro. El encuentro tuvo lugar el viernes 27 de noviembre de 2015, en el Cine Phenomena en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Nacho Cerdà, por su tiempo, generosidad y amistad, a Jordi Batlle Caminal, por dedicarle su tiempo y trabajo a este proyecto, a Anna Portabella de Prensa de la editorial Timun Mas, y a Sandra S. Lopera de Prensa de Phenomena, por su recibimiento, acogida y cariño, y a José López Jara, editor de Minotauro y Timun Mas, por implicarse en la idea.

Techo y comida, de Juan Miguel del Castillo

techo_y_comida_44131EL ROSTRO DE LA CRISIS

Nos encontramos en Jerez en el año 2012, el año donde la cifra de parados alcanzó casi los 6 millones de desempleados, el año donde se practicaron casi medio millón de desahucios y el año en que el gobierno recortó en sanidad y educación, y el año en que ese mismo gobierno recibió 100.000 millones de Europa para rescatar a la banca. En ese contexto brutal, inhumano y demonizado, el director Juan Miguel del Castillo (1975, Jerez) sitúa su opera prima. El director andaluz que se graduó en cinematografía en Barcelona, donde ya filmó un cortometraje Rosario, donde ya se interesaba por los problemas sociales, y con experiencia en Canal Sur como editor, se centra en la no existencia de Rocío, una joven de 25 años que malvive junto a su hijo Adrián de 8 años, en un barrio humilde Jerez. No tiene trabajo ni ningún familiar que los pueda ayudar, se gana cuatro euros mal hechos repartiendo publicidad. No tienen vida, la arrastran a su pesar, de vez en cuando, reciben la ayuda de María, una vecina solidaria. Rocío no encuentra un trabajo mejor y la escasez y la falta se han apoderado de su vivienda, roba en el supermercado, no duerme bien, se viste de cualquier manera, y muchas noches no cena porque no tiene. Las ayudas sociales tardan, y encima tiene que batallar con el aspecto social, su hijo necesita unas zapatillas de deporte par a jugar a fútbol, pero no puede comprárselas, se compara con su compañero de aula, el sí que tiene y pueden.

Rocío se muere cada día por dentro, tira sin saber cómo, se traga la vergüenza y la tristeza que la matan, no quiere estar así, pero tampoco lo cuenta, tiene miedo al qué dirán y se sentirse rechazada, hace tiempo que no pertenece a la vida, a la sociedad, se ha convertido en un fantasma, en un nadie, en alguien que ya no existe, que se muere por pedir comida, que se aguanta la rabia, la desesperanza y el miedo en la calle, y en casa, llora y se derrumba, y se hunde por no tener, por no saber cómo salir adelante, y cómo explicar a su hijo que todo cambiará a mejor, que las cosas se arreglarán. La orden de desahucio irrumpe como un disparo en su cotidianidad, lleva meses que no tiene para pagar su piso de alquiler, y su casero también anda con problemas. Rocío teme verse en la calle, sin nada, el miedo a perder a su hijo se apodera de ella, tirada en el fango, su cabeza le va a estallar, no puede más, está hundiéndose, si no lo ha hecho ya. Del Castillo parte de cientos de casos reales, una triste realidad, que es el pan de cada día de este país, una durísima situación por la que pasan tantas personas, que le ha llevado a mostrarla con toda su crudeza, sin adornos, ni subrayados emocionales, no hacen falta, todo es muy tremendo, la vida se ha convertido en un infierno cotidiano del que no se puede salir. No hay música, sólo para cerrar la película, como un mínimo aliento a la esperanza, o más bien, cuando se está al límite en algo habrá que creer para seguir levantándose cada día.

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El director jerezano sigue a sus criaturas con respeto y honestidad, no hay alardes técnicos, la película se fraguó desde la humildad, porque la película también padece la crisis, su presupuesto se consiguió en una campaña de micromecenazgo “Aporta tu granito de arena” mediante la plataforma de crowdfunding de verkami. Cientos de mecenas, futuros espectadores, se solidarizaron con la causa del cineasta andaluz y la productora Diversa Audiovisual para levantar un proyecto que no podía esperar, que tenía la necesidad de ser cronista de su tiempo, de explicar lo que estaba pasando, de la fuerza y el compromiso del “aquí y ahora”. Una película que recuerda al primer Loach y a ese cine social que mira de frente a las historias que narra, sin aparentar lo que no es. Del Castillo filma una historia de gran crudeza y amargura, donde se van acumulando las desgracias y el espiral de terror va en aumento, no hay tregua, todo se va sucediendo sin que nadie pueda parar lo peor. La película mantiene su pulso narrativo, aunque echa en falta algún ajuste dramático, algo que la haga parar un poco, aliviar tanto derrumbe, no obstante, la mirada humanista y personal de del Castillo es honesta y sencilla, no se detiene en nada que nos pueda apartar del camino, va a su tema. Una luz natural y realista hace el resto, y sobre todo, la maravillosa composición de Natalia de Molina, bien secundada por Mariana Cordero o Manuel Tallafé, entre otros, que realiza un trabajo magnífico, apoyada en esas miradas y gestos ausentes y muertos, tejiendo un registro dramático portentoso que deslumbra y conmueve, mostrando el deambular de esa madre que se come su vergüenza y su triste realidad para tirar pa’lante aunque a veces duela tanto que no den ganas de ná.

The Visit, de Michael Madsen

poster_castMIEDO A LO DESCONOCIDO

¿Qué ocurriría en la Tierra si nos visitasen los extraterrestres? A partir de esta cuestión, planteada en infinidad de libros y películas, el artista conceptual y cineasta Michael Madsen, nos va detallando una serie de conceptos donde nos vamos formulando preguntas y distintas reflexiones que van desde el ámbito político, sociológico y humano. La película parte de la situación hipotética que se produciría, ante la llegada de una nave alienígena y cómo reaccionarían los gobiernos y cómo sería su gestión. Madsen se nutre de los mejores especialistas en las diferentes materias a su alcance, y mediante entrevistas o conversaciones entre ellos, y siempre interpelándonos a nosotros, nos hablan de las infinitas situaciones que podrían surgir. Toman la palabra biólogos, militares, políticos, ingenieros, físicos o sociólogos, unos y otros, exponen los protocolos a seguir y ennumeran problemas que se originarían en este encuentro entre humanos y aliens. Todo se desarrolla bajo la premisa de una simulación, cómo nos advierten en el arranque de la cinta, tiene la apariencia de una película de ciencia-ficción, aunque con la salvedad de que los personajes que aparecen en ella, en realidad sí que son profesionales, unos en activo, y otros no, estudiosos y profesionales de las materias que hablan, en la película, se interpretan a sí mismos, y sobre todo, guiados de modo fidedigno bajo la batuta de Madsen, fabulan y reflexionan a través de sus conocimientos en todo lo que ocurriría y como se desarrollarían los acontecimientos.

Madsen, que ya nos deslumbró con su anterior película, Into eternity, del año 2010, donde exploraba el destino de los residuos radiactivos de las centrales nucleares, y nos sumergía en el lugar donde se almacenaban, un enorme depósito estructurado a base de túneles subterráneos situado en Finlandia. El cineasta danés nos vuelve a sorprender e inquietar en una obra que es en sí misma una fascinante experiencia visual, tanto física como psícológica, estructurada con buen gusto, que nos emociona y también nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos, sobre lo que somos y adónde vamos. Temas como el miedo a lo desconocido, la invasión extraterrestre y ser masacrados (cómo ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad, que unos pueblos han aniquilado a otros), el poder de la información, la actitud de los gobiernos, y la naturaleza humana, y su interior oscuro y terrible. La cinta se nutre de escenarios naturales, como hacía la inolvidable ciencia-ficción de los 50, para adentrarnos en unos paisajes, urbanos y naturales, filmados a cámara lenta, que consigue llenar el espacio de un ambiente que tiene a la rareza e irrealidad. Madsen mezcla con sabiduría su alucinada y científica propuesta, mientras escuchamos a los expertos exponer sus diferentes visiones de los hechos que se desatarían, y la respuesta de los gobiernos y cómo afectaría a los ciudadanos. Por otro lado, desarrolla cómo uno de estos científicos penetraría en la nave extraterrestre, mientras va informando de todo lo que va viendo y sucediendo.

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El realizador danés dinamita nuestras convicciones morales, extrae nuestro manera de ser y comportamiento ante amenazas desconocidas, se plantea cuestiones que siguen transitando y estando muy en boga en la actualidad, situaciones que se escapan completamente de nuestro control y poder, que nos llenan de incertidumbre al no ser capaces de entender y sobre todo, nos ahogan de miedo, un miedo irracional que nos contamina y nos lleva al caos y la pérdida de todo lo que somos. Madsen provoca una respuesta en todos nosotros, su película cuestiona el funcionamiento del mundo y cómo los ciudadanos se manifiestan ante lo que no sabemos, donde surgen las emociones negativas. Una película que también nos habla de nuestra evolución como especie y hacía donde nos dirigimos (aquí el director le hace un guiño a Kubrick y su 2001, Una odisea en el espacio, la parte de su absorbente y magnífico baile espacial con la nave, mientras escuchamos a Strauss). También, en otro tramo, nos invade con el tema de Bowie, Space Oddity, que nos contaba la odisea del mayor Tom, su supervivencia encontrándose sólo en la inmensidad del espacio, mientras viaja en un cubículo sin conexión con la Tierra, canción que vio la luz en 1973, el mismo año que se envío al espacio la nave Voyager con información de lo bueno de la humanidad en su interior, eso sí, obviando nuestras partes oscuras, como las guerras y la destrucción. Una cinta estimulante que mezcla con eficacia la ciencia-ficción interesante y brillante como El planeta de los simios, Solaris, La amenaza de Andrómeda Blade Runner, entre otras, con el documental reflexivo y pedagógico, que nos cuestiona lo que somos y nuestras propias vidas ante amenazas desconocidas, que nos ponen a prueba, no sólo como individuos, sino también como especie que hace lo indecible, en ocasiones cosas terroríficas, para sobrevivir.

 

22 L’Alternativa – LA RESISTENCIA COMO SEÑA DE IDENTIDAD

cartel-lalternativaEl pasado 22 de noviembre hecho el cierre la 22 edición de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona. Fueron 7 días, una semana, de cine combativo, militante, reflexivo y necesario. Un cine que nace desde los márgenes, ajeno a la industria, o podríamos decir, que la industria va por otro camino, diferente y alejada al cine de denuncia, de protesta, más cercano a la sociedad y sus problemas, que a otros menesteres, seña de identidad de este certamen. Un festival comprometido con su propuesta, que sigue año tras año, luchando lo indecible para mantenerlo en pie, y combatiendo contra la crisis económica que ha exprimido al máximo el volumen de ayudas, que la escasez y la falta no acaben con este sueño e ilusión emocionantes que respira cine por donde lo mires, y se ha ganado el respeto de todos, creciendo edición tras edición, a pesar de su presupuesto, que ha descendido dos tercios en cinco años, pero la fuerza y el combate titánico de todos aquellos que lo hacen posible, sigue con determinación, constancia e inteligencia para seguir soportando todos los envites a los que se enfrentan para mantenerlo en el camino y en la lucha. Este viaje arrancó con la sección oficial y la película MAURO, de Hernán Rosselli. Un retrato sobre un tipo que vive en los márgenes, ganándose la vida fabricando dinero falso con la ayuda de un amigo. Todo cambia, cuando conoce a una chica, que se convierte en su cómplice y amante. Una muestra del potente cine argentino de la actualidad, en la que la forma en la que está narrado el film, se convierte en sus señas y características, envolviendo a los personajes en un ambiente claustrofóbico, donde el espacio y los leves movimientos, se convierten en un enorme trabajo sobre el sonido y la cotidianidad en un entorno asfixiante y durísimo donde la única salida es la ilegalidad. Siguiendo con los largometrajes de la sección oficial me acerqué a LE RÉCIT DE MON PÈRE, de Philippe Van Cutsem. Cinta explicada a través de la contraposición de dos lenguajes, por un lado, las filmaciones de super 8 filmadas por el padre del autor, en el que se reflejan escenas familiares de tono alegre y distendido que fueron grabadas durante los 70 y 80, y por otro lado, la voz en off del director belga que explica todos los momentos difíciles y complejos que vivió junto a su padre. Cuesta entrar en la propuesta, y en ocasiones se muestra complicada seguirla, ya que las imágenes que vemos parecen ir por un camino, y la voz del director, va por otro diferente. Un experimento si más no, interesante, aunque quizás el resultado final, sea un mosaico atrayente, eso sí, pero que se pierde por caminos confusos.

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Una de las obras que más me emocionaron fue RABO DE PEIXE, de Joaquim Pinto, Nuno Leonel. Una película muy interesante sobre unos pescadores artesanales en una aldea costera de Las Azores. Los directores siguen a Pedro, un joven pescador que huye de la tiranía de la industrialización para continuar como sus ancestros y vivir de manera libre pescando de forma tradicional. Los cineastas portugueses filman los rostros y las manos de los pescadores, la dureza y la cotidianidad de una vida difícil y llena de obstáculos. Una obra que nos recuerda ciertas maneras del cine neorrealista, pero también el cine documental observacional y el cine directo que pretende almacenar algo de la vida y la humanidad que desprenden estos hombres alejados de todo, pero que disfrutan con su vida y su oficio. Cerramos la sección oficial con la película UNE JEUNESSE ALLEMANDE, de Jean-Gabriel Périot. Brutal y magnífica cinta que se sumerge en los convulsos años 60 en Alemania y la creación de la fracción del Ejército Rojo. Rescatando material de archivo de la época, donde jóvenes comunistas, realizan desde la universidad acciones contra un sistema capitalista y fascista que les agrede sus derechos y libertades. Un montaje magnífico que nos lleva de forma vertiginosa y con encomiable audacia, formando un potente mecanismo para la reflexión y el pensamiento, donde se discute sobre el activismo político y se cuestiona su funcionamiento como medio para  la lucha de clases. Un found footage, que recoge el espíritu del Grupo Dziga Vertov, edificado de forma ejemplar que emociona y vibra, elaborando un discurso tenaz y contundente que nos lleva a la situación política y el aburguesamiento de los gobernantes y los ciudadanos.

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De la sección de cortometrajes, rescato LA FIÈVRE, de Safia Benhaim. La joven directora, mediante la metáfora, la simbología y lo mágico, se detiene en el pasado colonialista de su país, Marruecos, para hacer una reflexión profunda y crítica de los males actuales de su país, que provocan la miseria, el desempleo y la huida de los jóvenes hacía Europa en busca de nuevos caminos. SIN DIOS NI SANTA MARIA, de Helena Girón, Samuel M. Delgado. Este último, guionista de Slimane, ahora dirige conjuntamente este retrato protagonizado por personas mayores, mientras escuchamos en off relatos sobre la naturaleza de las tierras que habitan. La noche, compañera fiel, donde los viajes cobran vida y resultan posibles. Un ejercicio estimulante donde se mezclan la tradición de los viejos ancestros y la sabiduría de los mayores, filmado de modo abrupto y crudo recreando las filmaciones antiguas de cine. OK GOOD, de Aleksandra Kulak, Yuliya Kurmangalina, Anna Kornienko. Situado en Vólogda, en Rusia, en un lugar remoto, nos llega este documental musical donde unas personas mayores nos hablan de su vida y su pasado a través de temas musicales. Una interesante pieza de 20 minutos que en algunos momentos resulta muy divertida, y en otros, permanece un silencio sepulcral que sobrecoge, donde impone una manera de filmar muy propia del documental observacional. De la sección Panorama, que rescata producciones nacionales, me dejé llevar por INGEN KO PÂ ISEN (NO HI HA VAQUES SOBRE EL GEL), de Eloy Domínguez Serén. A través del diario personal filmado, el joven realizador gallego nos explica su aventura en Suecia, donde viaja con su novia sueca, los trabajos que desempeña, sobre todo, en la construcción, y la relación con sus compañeros, y su evolución con el idioma. Contada a través de dos partes, la segunda entrega, arranca cuando se rompe la relación sentimental, el joven decide continuar y seguir filmando y filmándose, descubriendo otro país y su propia mirada. Un retrato en primera persona que nos introduce una forma muy personal y honesta sobre la inmigración de los jóvenes en la actualidad, donde se ofrece un ejercicio sobre la construcción de una película y todo lo que ello conlleva.

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También pude ver SUEÑAN LOS ANDROIDES, de Ion de Sosa. Después de su interesante debut en True Love, el segundo trabajo de Sosa apuesta por la ruptura, concentrada en una película que mezcla varios conceptos, una adaptación de la novela de Philip K. Dick (de la que coge la mitad de su título) que se decanta por las zonas muertas del relato, donde se profundiza en la situación y la complejidad de los personajes, o también puede verse como un film ensayo donde el espacio juega un papel importante, creando una irrealidad difícil de digerir en el interior de cada plano. O finalmente, también podríamos verla como una mirada sobre la crisis económica, donde vemos una ciudad, Benidorm, reflejo de la codicia constructora, habitada por mayores de fiesta, y unos androides que se sobreviven en trabajos precarios, y encima, el sistema los elimina. Un trabajo que bebe del género, la ciencia-ficción y el policíaco, pero también en lo social y el esperpento de una sociedad sumida en una pesadilla eterna. Me llamó mucho la atención el cortometraje PUEBLO, de Elena López Riera. Situado durante una larga noche que parece no tener fin, seguimos los pasos confusos y meditabundos de un joven que vuelve a su casa. El chico parece desorientado y no reconoce a su pueblo ni tampoco a sí mismo. La directora va mezclando estás imágenes con las de la procesión de semana santa, donde la liturgia católica deja paso a la incertidumbre y el desamparo de alguien que ya no sabe quién es, y para más confusión, lo que le rodea se ha convertido en un lugar extraño y vacío. También me acerqué a conocer el cine de Hubert Sauper. Fui a la proyección de la Filmoteca de WE COME AS FRIENDS. El cineasta austríaco, afincado en París, vuelve a África, y siguiendo el espíritu que recogía su aclamado y deslumbrante documental de La pesadilla de Darwin, filmado en el 2004, se construye un avión y viaja hasta Sudán, un país dividido en dos por la guerra civil, y ahora liderado por los unos genocidas que malvenden su tierra a los colonizadores extranjeros, estadounidenses y chinos, que vienen como amigos, alusión del título, para robar impunemente y llevarse el oro y el petróleo, mientras el pueblo, vive sumido en la pobreza y la miseria. Una película brutal, sin concesiones, donde Sauper filma de manera directa y honesta los rostros y las personas, y también los amos del mundo, que no se detienen ante nada con el firme propósito genocida y colonialista de conseguir los recursos de los países. Una cinta para la reflexión, que denuncia y clama ante los poderosos y la injustica. Dos horas de cine grandioso que escarba y desentierra las heridas que siempre vuelven, que no se van nunca, que simplemente se ocultan o dejan de mirarse.

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Para cerrar esta 22 edición, L’Alternativa nos preparó un cierre de grandísima altura, un final protagonizado por LA ACADEMIA DE LAS MUSAS, de José Luis Guerin. En la que el cineasta sigue, como en sus anteriores obras,  empeñado en una búsqueda incesante de la narrativa cinematográfica y de todos sus elementos en pos de una forma de contar que convierta cada película en un viaje lleno de incertidumbre, descubrimiento y conocimiento. La película arranca en una aula de la universidad donde un profesor habla de poesía y de Dante a sus alumnos. A partir de ese instante, la palabra y el gesto se adueñaran de la película y los personajes se cuestionaran a sí mismos el valor de la poesía como medio para enfrentarse al mundo, síntomas e ingredientes que recuerdan al cine de Rohmer. Una película filmada a modo documental en su arranque, para derivar en una muestra de la sorprendente capacidad de Guerin para transformar la cotidianidad en un universo lleno de paradojas, incertezas y caminos por andar que invitan a reflexionar sobre el saber, y la validez y vigencia de los maestros clásicos, y sus enseñanzas en las relaciones personales de hoy en día.

La excelente película de Gerin cerró la 22 edición de L’Alternativa, un fin de fiesta extraordinario, que colgó el cartel de no hay billetes en la sala Chomón de la Filmoteca, como ocurría antaño en algunas sesiones de cine en la ciudad. Esperemos y deseemos que sea un augurio para la vida de este festival tan querido y necesario por el público que se ha acercado a descubrirlo y compartirlo, y no sólo asistiendo a las proyecciones de la variadísima programación, sino a las mesas redondas donde se ha dialogado y discutido sobre el cine y sus diversas herramientas y consumo, los talleres para todos, las sesiones gratuitas de la Alternativa Hall, o la maravillosa y pedagógica Masterclass del cineasta Hubert Sauper. Actividades que no sólo alimentan el espíritu curioso y transformador de todos los que asistimos, sino también el de una ciudad tristemente abocada al turismo suicida, en la que los festivales culturales, como este, y demás que existen en la ciudad, vienen a ofrecer corrientes, caminos y alternativas para todos aquellos que deseen disfrutarlos.