Entrevista a Marina Gatell y Pablo Derqui, intérpretes de la película “Dos”, de Mar Targarona, en el Cine Phenomena en Barcelona, el miércoles 14 de julio de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marina Gatell y Pablo Derqui, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Eva Herrero de Madavenue, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
Todo buen aficionado al cine que se precie, conoce o ha oído hablar del director Alfred Hitchcock (1899-1980) un cineasta con más de medio siglo de carrera, desde sus comienzos, en los años 20, en su Inglaterra natal, escribiendo guiones y filmando películas. Después en EE.UU., abriendo su carrera con Rebeca (1940) a las que continuaron películas que forman parte de la historia del cine como Sospecha, La sombra de una duda, Recuerda, Encadenados, La soga, Extraños en un tren, La ventana indiscreta o Vértigo, por citar algunas de las más representativas. En el año 1960, Hitchcock está considerado uno de los grandes del cine y se ha convertido en el mago del suspense y terror, y goza de un gran éxito debido a su última película Con la muerte en los talones, y el público goza la noche de los domingos con su serie televisiva Alfred Hitchcock presenta que se emite desde 1953. La nueva obsesión del cineasta es una novela que se llama Psycho, escrita por Robert Bloch, un escritor sensacionalista que trata de manera morbosa los crímenes de Ed Gein, un asesino en serie de Wisconsin. La negativa de Paramount de financiar la película, obliga a Don Alfred ha recurrir a sus ingresos de la serie y su equipo en la misma, para filmar la adaptación.
La película tendrá el mismo espíritu de La soga, todo sucederá en un mismo escenario, en unos decorados construidos en los estudios Paramount, y se rodará en blanco y negro, un color que sólo ha utilizado en dos ocasiones (Yo, confieso y Falso culpable) en los últimos 7 años. Aunque, Hitchcock, como viene siendo habitual, y con la ayuda del guionista Joseph Stefano, le dará un nuevo tratamiento al relato que cuenta la novela, y lo convertirá en una trama muy personal y sobria, muy alejada de la novela, donde, entre otros aspectos, la protagonista morirá a los 40 minutos de la película, y no por el asesino que creen los espectadores, y la identidad del asesino, no se desvelará hasta el final, una nueva herramienta que se alejaba del cine de Hitchcock. La secuencia más recordada de la película será la escena de la ducha, donde Marion Crane, el personaje que interpreta Janet Leigh, morirá acuchillada por una extraña señora a la que no veremos su rostro.
Contados los antecedentes, nos centramos en la película 78/52 La escena que cambió el cine, de Alexandre O. Philippe. Un cineasta suizo con experiencia en el campo documental cinematográfico, ya que ha que hecho películas sobre el fanatismo de Star Wars y su creador en The people vs. George Lucas (2010) sobre la construcción de los mitos, centrándose en el caso del cefalópodo Paul que adivinaba los resultados del Mundial de 2010, en The Life and Times of Paul the Pychic Octopus (2012) y finalmente, la resurrección del fenómeno zombie en Doc of the Dead (2014). Ahora, se centra en otra de sus obsesiones, la escena de la ducha de Psicosis, ya desde su propio título, haciendo referencia a esos 78 planos y 52 cortes que tiene, todo un inmenso trabajo que llevó siete días de filmación (desde el 17 al 23 de diciembre de 1959) para un duración en pantalla de sólo 45 segundos. Philippe convoca en su película a varios expertos en el asunto como Walter Murch (editor de Coppola, entre otros) que además de desvelarnos que en La conversación, de Coppola, hay una secuencia que copia la escena de la ducha, nos disecciona minuciosamente la secuencia, explicando con detalle de cirujano cada uno de sus planos, sus cortes, sus puntos de vista, la música de Bernard Herrmann (habitual de Hitchock) y cada elemento desde todas las posiciones y visiones, redescubriendo para muchos nuevas herramientas de ese instante, como si lo viéramos por primera vez, dejándonos llevar por los innumerables detalles que se condensan en la secuencia.
También, escucharemos a otros cineastas como Guillermo del Toro, Peter Bogdanovich, Danny Elfman, escritores como Bret Easton Ellis, Jamie Lee Curtis (hija de Janet Leigh) que realizó una parodia de la escena, incluso Marli Renfro (chica playboy que actuó como doble de cuerpo en la escena) pasaran por delante nuestro el propio Hitchcock en material de archivo, y otros componentes de la película, así como expertos en el cine de Hitchcock, biógrafos, cineastas actuales del género de terror, y fans de Hitchock. Philippe también nos muestra algunas escenas de la película filmadas por él mismo, que copia algunos momentos de la película, que protagoniza Janet Leigh, amén de ver secuencias de la memorable película, eso sí, nunca veremos en su totalidad la famosa escena de la ducha, Philippe nos la mostrará fragmentada, como si nuestra imaginación tuviese que reconstruirla en nuestra cabeza, dejando espacio para la fábula y la inventiva, para acercarnos con intimidad a ese instante que cambió la historia del cine.
El director suizo nos descubre todos aquellos autores que se vieron influenciados por Hitchcock y la mítica escena, que supuso un antes y después en los parámetros narrativos cinematográficos, dejando una huella imborrable que llega hasta nuestros días, sesenta años después, su legión de admiradores sigue creciendo, incluso, descubriremos que el propio Scorsese también fue hechizado por la sombra del cineasta, desvelándonos que para una escena de Toro salvaje, se tuvo muy presente el asesinato de la ducha, como inagotable fuente de inspiración para tantos, y como no, para otros cineastas como De Palma y otras películas que han homenajeado o copiado el recurso de la ducha para sus películas, a nivel dramático como cómico. Philippe no sólo ha construido una película desde la fascinación al maestro, sino que nos reinventa la secuencia, mostrándola desde infinitos puntos de vista, donde la escena vuelve a reconstruirse en bucle, donde cada espectador que se acerca la (re) descubre y se queda fascinado por su maestría, modernidad y extraordinaria visión.
“El dolor te recuerda que la alegría que sentías era real”
En Testigo de cargo, su director Billy Wilder nos pedía encarecidamente que ningún espectador desvelase la trama tan misteriosa y peculiar que encerraba su película. La misma demanda nos advertía un texto introductorio de Denis Villeneuve en su película Blade Runner 2049. La esperadísima continuación de Blade Runner, de Ridley Scott, una de las cintas que revolucionó el género de la ciencia-ficción a principios de los 80, con su mezcla con el noir, nos sumergía en una atmósfera agobiante, oscura y decadente donde Deckard, un agente policial tenía la misión de “retirar” a unos replicantes amotinados. Si bien es cierto, la apuesta de su director Ridley Scott necesitó su tiempo para convencer a propios y extraños y convertirse en la película de culto, admirada por millones, que es en la actualidad. Quizás su apuesta por lo diferente, lo osado, su estética tenebrosa, más propia del cine de terror, y un protagonista, solitario, con problemas de identidad profundos, sus reflexiones filosóficas, y convertido en un vil asesino, se toparon con un público ávido de una ciencia-ficción más dada al universo de Star Wars y no a cuestiones más complejas sobre el alma humana.
Aunque su fama de gran película, bien ganada, le haya perjudicado a la hora de afrontar una segunda entrega, y han tenido que pasar más de tres décadas, 35 años en concreto para que podamos descubrir que fue de Deckard y Rachael en su desesperada huida de enamorados perseguidos. Ridley Scott, ahora en funciones de producción, ha necesitado un guión de su agrado, que vuelve a recuperar la trama y personajes de la novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, de Philip K. Dick, escrito por Hampton Fancher (autor de la primera) con la colaboración de Michael Green (guionista de Logan, entre otras) y un director a la altura como Denis Villeneuve (Gentilly, Canadá, 1967) para dar forma a esta segunda entrega, que mantuviese el espíritu de su predecesora, pero desviando su premisa argumental, no un calco, sino un film con personalidad propia. La película se abre en el año 2049, treinta años después, donde conocemos a K (como el desdichado hombre de El proceso, de Kafka) un agente “Blade Runner” que tiene que retirar a un modelo antiguo de Nexus 8. Después del trabajo, se encuentra con una flor bajo un árbol, que destapará una caja enterrada que le abrirá un nuevo camino que empezará a desgranar con sus pesquisas.
A través de una atmósfera fascinante, entre la ciencia ficción decadente, el noir más inquietante, el romántico gótico y fou, y el terror más tenebroso, donde la oscuridad, la humedad y la opresión se han adueñado de la ciudad de Los Ángeles, en el que los problemas que anunciaba la primera entrega se han acuciado y nos encontramos en una no ciudad decadente y terrorífica donde existe un deterioro urbano, de ruina total, el cambio climático (no cesa de llover, en un ambiente frío, de nieve y mucho barro, acompañado de un aire denso lleno de partículas contaminantes) en el que la ingeniería genética se ha convertido en el pilar fundamental de la no sociedad, la existencia de una sobrepoblación asfixiante y caótica, adicta a todo tipo de sustancias, que viven en la oscuridad o en subterráneos, donde todo es falso y vacío como la comida, el sexo y demás, y una división social terrorífica y grandes estratos económicos, etc… Por otra parte, nos encontramos a la nueva compañía que juega a ser Dios, la Wallace Corporation que coge el relevo de la Tyrell, en su afán de crear replicantes perfectos que puedan engendrar otros seres, aunque su creador, el oscuro Niander, no ha encontrado la fórmula secreta.
Estamos ante una obra magnífica y maravillosa, donde el policía solitario y silencioso, de vida vacía y entregada a su trabajo, nos recuerda a Jeff Costello, el asesino interpretado por Delon en la estupenda El silencio de un hombre, de Jean-Pierre Melville, donde se recogía lo más clásico del cine noir junto al antihéroe del western, en una mezcla poderosa donde el hermético “retirador” acababa encontrándose con su inevitable destino. Aquí, el agente K deberá vencer a sí mismo y volver a sus orígenes, emprender su propio camino, aunque eso signifique ir en contra de las órdenes de su jefa, y además, tener que enfrentarse a las argucias de la Wallace Corporation que tiene otros planes. Villeneuve construye una película digna sucesora de Blade Runner, imaginando una trama que rescata con acierto la original y sumergiéndonos en un mundo distópico donde todo es artificial y sintético, en el que hay fembot de compañía virtuales que aman, acompañan y escuchan a tantos solitarios de este mundo, y también, otras fembot asesinas que trabajan a sueldo para intereses de compañías ávidas de poder y endiosadas, donde nos encontramos a viejos agentes escondidos y alejados de todo y todos, porque a veces para ser uno mismo, uno tiene que huir y esconderse, olvidándolo todo, incluso aquello que tanto amó.
El cineasta canadiense vuelve a penetrar en el alma humana creando un thriller filosófico intenso, donde la identidad es el armazón donde se sustenta toda su trama, envolviendo su película en un mundo ruinoso, oscuro, industrial, olvidado, que se cae a trozos, donde se mezcla la tecnología más desarrollada con las penurias más brutales, donde todo es extremo y nada parece tener fin, en un no mundo deshumanizado, repleto de fantasmas, de espectros que ya no saben discernir entre lo real y lo construido, donde humanos y replicantes sobreviven sin muy bien saber quiénes son y para qué de su existencia. Una película de una gran calidad técnica donde sobresalen la formidable fotografía de Roger Deakins (colaborador con Villeneuve en Prisioneros o Sicario), el asombroso trabajo en el diseño de producción de la mano de Dennis Gassner (colaborador de los coen, las últimas de Bon o Tim Burton, entre otros) y la elegancia y romántica música de Hans Zimemr, acompañado de un estupendo cast en el que Ryan Gosling ejecuta a la perfección el agente solitario, callado y huidizo. La aparición espectral de Harrison Ford haciendo de Deckard o lo que queda de él, una fría e inquietante Robin Wright como jefa de K, una simpática y hermosa Ana de Armas como Joi (la fembot de compañía de K) y su contrapunto Luv, una Nexus 9 asesina de la Wallace que capitanea su creador, un perverso y siniestro Jared Leto, y otra aparición estelar, Edward James Olmos volviendo a su Gaff o lo poco que sabemos de él.
Después de penetrar en el género de los thrillers potentes y bien contados, con personajes abrumados y sobrepasados por las circunstancias, Villeneuve vuelve a la ciencia ficción después de La llegada, un relato de gran factura técnica que escarbaba en las relaciones entre humanos y extraterrestre a través de la comunicación. Ahora, su cambio ha sido completamente radical, devolviéndonos un clásico que sigue en la retina de muchos, en el que recoge su espíritu construyendo un universo deudor, en el que no hay tiempo para el diálogo, ya no quedan palabras, todo se ha perdido, el tiempo de antes, donde todavía había tiempo para deleitarse con la música escuchando a Sinatra o Elvis, todo ese mundo ha dejado paso a unas máquinas que ya no funcionan bien y ya nadie sabe para qué sirven, en el que los recuerdos sólo sirven para seguir no viviendo los días, porque ya sabemos que nada nos pasará hacia adelante, que todas nuestras vidas se concentran en el pasado, en aquello que vivimos y amamos, sean experiencias reales o no.
El cineasta Nacho Vigalondo (Cabezón de la sal, 1977) irrumpió en el año 2005 con 7:35 de la mañana, una pieza de 8 minutos que mezclaba con acierto el thriller de psicópatas con el musical, en un trabajo que le valió una nominación a los Oscar. Y esa mezcla de géneros en apariencia antagónicos y difíciles de casar, se han convertido en sus señas de identidad en su cine. En su debut, en el 2007, con Los cronocrímenes, suerte de ciencia ficción, con viajes en el tiempo y mundos paralelos incluidos, introducía en el relato lo romántico, en el que el amor se convertía en un estimulo emocionante para sus personajes. En su segundo largo, Extraterrestre (2011), lo romántico, pues se centraba en una pareja que no se conocía, pero amanecían en la misma cama, y se enfrentaban a una invasión extraterrestre, los alienígenas aparecían en su cine de forma doméstica, vistos desde la televisión, invisibles y amenazantes, en una situación localizada en pocos espacios y cinco personajes, y finalmente, Open Windows (2014), donde las nuevas tecnologías y lo romántico, se fundían en un viaje psicodélico entre el mundo virtual que se apoderaba de una realidad cambiante y perturbadora.
Ahora, nos presenta Colossal, en la que Vigalondo sigue mezclando géneros, y lo hace desde la cotidianidad, desde lo doméstico, en el que unos personajes, más perdidos que nunca, se ven enfrentados a algo que los traspasa y sobre todo, no saben qué hacer, y menos cómo reaccionar. La cinta se centra en Gloria (estupenda Anne Hathaway) de vida estancada, sin trabajo y sin futuro, a la que acaba de abandonar su novio, y ella, para renacer de sus cenizas, vuelve a su hogar, lejos de New York. Allí, en el lugar que la vio crecer, se reencuentra con una casa vacía, sin trabajo y con un compañero de colegio, Oscar (Jason Sudeikis, magnífico antagonista) que le dará trabajo y apoyo emocional. Lo que aparentemente se decanta por la historia romántica con hechuras de cine independiente, con vidas perdidas y ambientes de pueblo, de la mano de Vigalondo dará una vuelta de tuerca, en un ejercicio de funambulista sin red, en una película que conectará mundos en las antípodas, como son las películas indies de tipo social con aires de romanticismo, en el que la estructura parece ajustarse a lo tradicional, con las películas de monstruos Kaiju japonesas, donde una amenaza estratosférica resurge del pasado para destrozar a todo bicho viviente.
El director cántabro casa de manera sencilla y potente estos elementos de difícil comunión, y lo hace de forma contundente, a través de la televisión y las redes sociales, primero, como ocurría en Extraterrestre (con la que tiene bastantes puntos de enlace) para luego entrar en la acción, porque esos ataques del monstruo en la lejana Seúl, acaban teniendo repercusión en las vidas de Gloria y Oscar. Las largas noches de borrachera con amigos acaban siendo el quid de la cuestión de esta cinta de tensión psicológica in crescendo, donde Vigalondo rompe las barreras de los géneros, como tanto le gusta hacer en su cine, para adentrarse en el interior de sus criaturas, en ese subconsciente que nos atrapa de forma vertiginosa y saca lo mejor o peor de cada uno, todo aquello que guardamos y nos duele, aquello que no queremos que los demás no vean en nosotros, y que al fin y al cabo, nos define como personas, y nos hace enfrentarnos a nuestros miedos y monstruos interiores. La película de Vigalondo más ambiciosa, tanto a nivel de producción como de planteamientos artísticos, con días de rodaje en Toronto y Seúl, se mueve a ritmo de crucero, en la que sus personajes no se paran a pensar, donde no cejan de actuar y moverse, sumergiéndose en un mundo cada vez más profundo y oscuro.
Gloria, su protagonista, que volvía a sus orígenes para reencontrarse a sí misma y encauzar su vida, tendrá su oportunidad de reconducir su existencia, haciendo algo necesario, y no sólo para salvarse a ella, sino para salvar a la humanidad, quizás esta gran misión a la que se ve condenada es de órdago, Gloria sabrá sacar su energía y fuerza femeninas para imponerse en un mundo enteramente masculino (aunque las mujeres en el cine de Vigalondo se tenían su espacio importante, es aquí, como novedad en sus películas, donde adquieren dimensiones francamente importantes y protagonistas absolutas). Nos encontramos ante una película sumamente interesante, novedosa y peculiar, de gran factura técnica, realizada con nervio y fuerza, llevándonos a un tour de force entre dos almas perdidas, destrozadas y débiles, en un momento de tránsito o estancamiento personal, pero que tendrán su oportunidad de demostrar de que son capaces, y sacar todo aquello que los destroza y mata, después de eso sí, una noche larga bebiendo y contando batallitas vividas por ahí, de la infancia y no tanto.
Presentación del libro “El Cine según Phenomena. Un viaje a la ilusión en 40 películas”, de Jordi Batlle Caminal, con la presencia del autor, junto a Nacho Cerdà, director del Cine Phenomena, y José Lopez Jara, editor del libro. El encuentro tuvo lugar el viernes 27 de noviembre de 2015, en el Cine Phenomena en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Nacho Cerdà, por su tiempo, generosidad y amistad, a Jordi Batlle Caminal, por dedicarle su tiempo y trabajo a este proyecto, a Anna Portabella de Prensa de la editorial Timun Mas, y a Sandra S. Lopera de Prensa de Phenomena, por su recibimiento, acogida y cariño, y a José López Jara, editor de Minotauro y Timun Mas, por implicarse en la idea.