La invasió dels bàrbars, de Vicent Monsonís

VENCEDORES Y VENCIDOS. 

“La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. 

Milan Kundera 

La imagen que abre La invasió dels bàrbars, de Vicent Monsonís (Valencia, 1968), tiene un significado muy poderoso ya que nos sitúa en una posición reflexiva ante lo que vamos a ver. La imagen es la  mano de una niña cogiendo unas moras de unas zarzas. Un leve gesto que nos lleva a pensar en la inocencia frente a lo salvaje, a lo irracional. Un relato que nos lleva a dos lugares: la Valencia de la primavera del 39, cuando la “Nueva España” imponía sus normas violentas y asesinas contra una población cansada, hambrienta y derrotada. El otro lugar es un pueblo cercano a Valencia 80 años después, cuando un grupo de personas lucha por abrir una fosa donde hay sepultados represaliados. La película que nació en las tablas de la mítica Sala Russafa de la mano de Chema Cardeña, coproductor de la cinta, se instala en el ayer y en la actualidad y lo hace desde la intimidad y la cercanía de una serie de personas que, desde diferentes posiciones, luchan por la memoria y otros, por la ley del silencio y el olvido.

Monsonís es un outsider del cine valenciano, su ópera prima Dripping (2001) realizada en la periferia de la industria que cosechó grandes elogios tanto de la crítica como del público. Un cineasta que ha trabajado en muchos lares, en series de televisión diaria como Bon dia, bonica, en tv movies, y cine en comedias y dramas como Matar al rey y de corte histórico como Un cercle en l’aigua. Ahora vuelve al drama histórico con una historia ambientada en dos sitios, en la del 39  sigue a Esperanza, una conservadora del Museo del Prado interrogada por la pintura desaparecida, auténtico Macguffin del relato, que da nombre a la película firmada por Ulpiano Checa de finales del XIX. En la actualidad, su nieta Aurora lucha por abrir la fosa con la oposición del alcalde de derechas de turno. La cinta está contada desde lo más profundo de los personajes: sus posiciones, sus deseos y sus dignidades, en que cada detalle está muy pensado y donde cada cosa tiene su razón de ser como el acto nazi en el ayuntamiento en el que se deja muy claro los tiempos atroces que campaban entonces. No es una película de buenos y malos, sino de unas personas que lucharon por la dignidad, la libertad y la democracia, y otros, que imponían sus ideales de terror, violencia y poder.

Monsonís ha sabido sacar el máximo rendimiento a una película modesta pero de gran factura como evidencia los diferentes aspectos técnicos como la cinematografía de Ismael Issa, con gran trayectoria en la industria británica, amén de documentales como Morente y series como Cristo y Rey, entre otras. Su luz áspera y tenue ayuda a penetrar en las vidas de unos y otros, en la que se opta por mostrar de manera natural sin ser invasivo en la sofisticación. El montaje que firman el dúo Ernesto Arnal, que tiene en su haber nombres como los de David Marqués y Guillermo Polo, y Vicente Ibáñez, con más de 30 años de experiencia en el sector, contribuyen a darle consistencia y solidez a las dos historias y los dos tiempos en sus casi dos horas de metraje que resulta interesante y nada plomizo. La excelente música de Vicent Barrière, uno de los nombres detrás del nuevo auge del cine valenciano al lado de cineastas reconocidos como Adán Aliaga, Claudia Pinto, Alberto Morais y Avelina Prat. Su composición es audaz y brillantísima acogiendo cada encuadre y cada secuencia y elevándose con gran elegancia y cercanía. Mencionar los apartados de producción, arte, vestuario y caracterización porque acompañan de forma estupenda a todo lo que se cuenta y cómo se hace. 

El apartado interpretativo, al igual que el técnico, está poblado por talento valenciano, amén de tres intérpretes catalanes, entre los que destacan una fantástica Olga Alamán que hace de Esperanza, una mujer que es el alma de la película y mucho más allá. Una actriz que lleva más de dos décadas dando el callo en mil y un proyectos. Alamán tiene esa imagen de actriz de cine mudo donde todo lo expresa con una mirada y un gesto que traspasan la pantalla, erigiéndose en el verdadero pilar de la historia con esos grandes momentos que tiene con el magnífico Jordi Cadellans como el teniente franquista, un actor que lleva muchos años siendo un rostro visible en las producciones. Rosa López hace de Aurora, la nieta que lucha por la fosa que se enfrenta al alcalde de derechas que también interpreta Jordi Ballester. También encontramos a Pep Munné, actor que ya estuvo en el citado Dripping, como coronel franquista, la presencia de Fermí Reixach en su última aparición en el cine, Gloria March, Pepa Juan, Enric Benavent y Pep Molina, entre otros, que conforman un excelente reparto en el que todos brillan y dan profundidad a la historia. 

Desde estas humildes páginas recomiendo enormemente una película como La invasió dels bàrbars y lo hago con tanto entusiasmo porque es una obra hecha con el corazón, con un gran implicación y esfuerzo de todo su equipo a pesar de los problemas de financiación que se encontró su director. Porque a pesar de tantos obstáculos la película es estupenda, tiene garra, tiene relato, y sobre todo, no diré la manida palabra necesaria, sino que optaré más por la relevancia de contar este hecho que desconocía por completo, la de aquellos primeros meses de posguerra en Valencia, el último lugar que cayó en manos del fascismo, seguro que los más inquietos recordarán el horror del puerto de Alicante. Nos quedamos con el nombre de Vicent Monsonís, un verdadero francotirador del cine, un tipo que, a pesar de los pesares, y de los múltiples impedimentos de unas políticas que valoran la ganancia frente a lo artístico, que después no es así, porque el cine de Monsonís gusta al público en los festivales donde se ha proyectado. Quizás la falta de memoria de algunos con poder, como explica la película, es la culpable de encerrarse en unos ideales caducos y explotadores y olvidar de dónde venimos con los problemas que genera en las generaciones venideras. En fin, gracias a Vicent y a todo su equipo por la película, por volver a hablar de memoria, de fosas, de desaparecidos, de represaliados, por contarnos nuestra historia, que por muy horrible que haya sido, es nuestra historia. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA 

El cuadro robado, de Pascal Bonitzer

EL TESORO DE MULHOUSE. 

“Un cínico es alguien que, cuanto huele a flores, busca inmediatamente un ataúd”. 

Henry Louis Mencken 

Cuenta la historia de André Masson, un petimetre y endiosado empleado de Scottie’s, una prestigiosa casa de subastas de París. Un día, recibe una carta porque se ha encontrado el cuadro perdido “Los girasoles”, de Egon Schiele, desaparecido en 1939 por los nazis. Acude inmediatamente y descubre que es auténtico. Le acompañan su ex y colega Bertina. A partir de ahí, la cosa degenera de tal forma que el famoso y codiciado cuadro se convierte en el tesoro del que todos quieren sacar una gran tajada. La película se convierte en un relato clásico de espías e intrigas donde todos los personajes implicados juegan sus cartas marcadas intentando sacar el máximo engañando a sus rivales. El cuadro robado (en el original, “Le tableau volé”), de Pascal Bonitzer (París, Francia, 1946), nos cuenta hasta donde llegan los individuos que se dedican al mercantilismo del arte, en el que no hay reglas ni escrúpulos, sólo vale ganar y quedarse con el tesoro, o lo que es lo mismo, venderlo al máximo dinero posible para repartirlo entre los jugadores.

De Bonitzer conocíamos su extraordinaria carrera como guionista en la que ha trabajado con nombres tan excelentes como Rivette, Techiné, Raoul Ruiz, Akerman, Deray, Raoul Peck y Anne Fontaine, entre otros, amén de haber dirigido 9 títulos. Con El cuadro robado, con la colaboración en el guion de Agnès de Sacy, cómplice de Valeria Bruni Tedeschi, que ya había trabajado con el director en Tout de suite mantenant, que no se aleja demasiado de la que nos ocupa, dirigida en 2016 con Isabelle Huppert sobre la ambición desmedida en las altas finanzas, porque en ésta la cosa también se mueve por la codicia y las ansías de conseguir lo máximo usando a quién sea y cómo sea. El juego macabro que plantea la cinta es un juego muy sucio y oscuro entre varios personajes. Tenemos a André, tan engreído como estúpido, donde las formas y las apariencias lo son todo, un bicho malo capaz de todo. Le siguen la citada Bertina, del mismo palo, aunque con algo más de cordura y templanza, Maitre Egerman es la representante de Martin, el chaval obrero del turno de noche que tiene el cuadro. Y luego, están los otros, el dueño del cuadro, ya sabrán porqué, y los de más allá, los que quieren conseguir el cuadro por menos dinero del que vale. Un complejo rompecabezas en el que todos juegan como saben y tirando de farol e intentando engatusar a sus adversarios para conseguir el “Macguffin” que no es otro que la pintura.

El director francés se rodea de colaboradores estrechos como el cinematógrafo Pierre Milon, con más de 60 títulos, junto al desaparecido Laurent Cantet, Robert Guédiguian, Rithy Panh, entre otros, construyendo una luz cercana pero con el aroma de las películas de espías clásicas, en que la cámara se desliza entre los lugares más sofisticados con otros más mundanos. El músico ruso Alexeï Aîgu, al lado de Kiril Serebrennikov, Raoul Peck y Hirokazu Koreeda y más, que consigue atraparnos en esta enredadera que plantea la historia, con sutiles composiciones sin excederse manteniéndose a la distancia adecuada. El montaje de Monica Coleman, con medio centenar de títulos con nombres ilustres como los de Claire Denis, Amos Gitai, François Ozon, y muchos otros, con un trabajo espléndido y convencional, no por ello interesante en sus 91 minutos de metraje, en el que impone agilidad, tensión y oscuridad. En la producción encontramos la figura de Saïd Ben Saïd que, a través de su compañía SBS Productions ha levantado excelentes películas de Polanski, De Palma, Philippe Garrel, David Cronenberg, Kleber Mendonça Filho, Ira Sachs, Catherine Breillat y Sergei Loznitsa, y del propio Bonitzer.

Otro elemento que destaca en la película de Bonitzer es su elegante y magnífico reparto encabezado por un maravilloso André Masson que hace un soberbio Alex Lutz, que debuta en el universo del director haciendo de un tipo duro y vulnerable. Le acompañan la siempre genial Léa Drucker, una actriz tan sencilla como efectiva y tan creíble. Nora Hamzawi, vista en cintas de Olivier Assayas, guarda su as en la manga o quizás, la baraja, quién sabe. Louise Chevillotte es Aurore, la eficiente secretaria de André con el que mantiene un tira y afloja interesante. Arcadi Radeff es Martin, el “elegido” de encontrarse con el cuadro que verá su realidad bastante trastocada. Si deciden ver El cuadro robado, de Pascal Bonitzer se encontrarán una relato de “Muñecas rusas” al uso, donde los personajes juegan a muchas bandas y cada encuentro y desencuentro adquiere una dimensión inesperada. También, conocerán una cosa más de esta triste y deprimente sociedad mercantilista, donde no hay valores ni humanidad, sólo un gran fajo de dinero esperando al mejor postor, es decir, al más rápido, es decir, al que sea más mentiroso, más codicioso y más cínico. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Santi Trullenque

Entrevista a Santi Trullenque, director de la película «El fred que crema», en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 17 de enero de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Roger Casamajor, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Marién Piniés y Sílvia Maristany de comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Roger Casamajor

Entrevista a Roger Casamajor, intérprete de la película «El fred que crema», de Santi Trullenque, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 17 de enero de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Roger Casamajor, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Marién Piniés y Sílvia Maristany de comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Adrià Collado y Daniel Horvath

Entrevista a Adrià Collado y Daniel Horvath, intérpretes de la película «El fred que crema», de Santi Trullenque, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 17 de enero de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Adrià Collado y Daniel Horvath, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Marién Piniés y Sílvia Maristany de comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El fred que crema, de Santi Trullenque

INVIERNO DE 1943, EN LA FRONTERA.

“Toda bondad y heroísmo surgen de nuevo, para luego ser destruidos y volver a resurgir. El mal nunca triunfará, pero tampoco morirá”.

John Steinbeck

Erase una vez… Durante el invierno de 1943, en Andorra, en uno de esos pueblos fronterizos, nos encontramos con Sara y Antoni que esperan su primer hijo y apenas tienen algo que echarse a la boca. Toda su triste realidad cambiará cuando deben acoger a una familia judía huida con los nazis al acecho. Un suceso que, además, destapará tensiones familiares que vienen del pasado. El fred que crema, la opera prima de Santi Trullenque (Barcelona, 1974), tiene una estructura de cuento de toda la vida, con la misma apariencia que le gustaban a Manuel Gutiérrez Aragón, sino recuerden El corazón del bosque, mezclado con el aroma del western fronterizo muy propias de Hawks, y también, la amargura y la tristeza que acompañan a los individuos que pululaban por esos relatos sucios y amargos como en McCabe and Mrs. Miller (1971), de Robert Altman, en Perros de paja (1971), de Sam Pekinpah, y en El gran silencio (1968), de Sergio Corbucci, y esos ecos de las tradiciones de los pueblos, con sus canciones, sus bailes, y sus conflictos, y aún más, salidos de una durísima Guerra Civil.

El relato, que parte de la obra teatral Fred, de Agustí Franch que coescribe el guion con el propio Trullenque, está construido a través de sus personajes, de aquello que saben, que ocultan, y de  aquello otro que temen. Unos personajes que se ven envueltos en un conflicto complejo, debatiéndose entre lo que les dicta la razón y por otro lado, la emoción, en una tensión in crescendo que la asemeja a un cuento de terror clásico donde la amenaza y la muerte se ciernen sobre los habitantes del pueblo. Con un magnífico trabajo técnico donde todos los apartados van a una, consiguiendo esa conjunción que funciona con fuerzo y brío, con una luz que firma Àlex Sans, que debuta en el largometraje de ficción, llena de contrastes y sólida que marca con sabiduría todos los conflictos que se van sucediendo, donde el color rojo sobresale en ese paisaje blanco y muy gélido, con unos estupendos interiores iluminados con luz natural y cálida. La fantástica composición del música Fancesc Gener, que ha trabajado con Laura Mañá, Miguel Courtois y la reciente Chavalas, con una banda sonora que explica todo aquello que sienten los personajes sin caer en el subrayado.

El grandioso trabajo de sonido del tándem Èric Arajol Burgués y Sisco Peret, que han trabajado en películas de Mar Coll, Claudio Zulián, entre otras, y el estupendo montaje de Marc Vendrell, debutante en el largometraje, con un sobrio ejercicio que llena de ritmo y tensión las casi dos horas de metraje. El equipo artístico brilla a la misma altura que la parte técnica, porque tenemos a una maravillosa Greta Fernández en la piel y la fuerza de Sara, una mujer en su sitio que sabe que le conviene y pondrá su familia por delante ante este asunto que cada vez está más negro, y su marido, el Antoni en el rostro de Roger Casamajor, un actor de pura sobriedad y un tipo que a pesar de todo en contra hará lo imposible para salvar a la familia judía, el gran Pedro Casablanc en uno de esos personajes que arrastran mucho pasado, Adrià Collado en la piel del “otro” del pueblo, acérrimo enemigo de Antoni, y el cacique del pueblo, y finalmente, el lobo de la historia, el oficial nazi Lars, al que todos temen y rehúyen, interpretado magníficamente por el actor Daniel Horvath.

Trullenque ha construido una película de personajes, sumergidos en una tensión psicológica agobiante, como en las películas de antaño, donde seguimos a unos individuos metidos en tesituras morales difíciles de lidiar, porque en El fred que crema todo pende de un hilo, y en muchas ocasiones, todos vigilan y todos son vigilados, porque nada pasa porque si, porque tanto los que se ocultan tiene  la necesidad de sobrevivir para seguir en la pelea y los otros, los invasores, tienen ojos en todos los sitios y lo escuchan todo, y tarde o temprano darán con el agujero y ya nada será igual. También, podemos ver la película como un análisis profundo y certero sobre la naturaleza del mal, sobre los hechos y las conductas que nos hacen tomar aquella u otra decisión que tendrá una repercusión trascendental en nuestras vidas, y cómo afectan esas decisiones a los que viven con nosotros o dependen emocional o económicamente de nosotros. Difícil gestión de unos hechos que nos sobrepasan, del que estamos condenados, que nos defendemos como podemos, con nuestros miedos, desesperanzas y hambre.

Trullenque no lo tenía nada fácil en su primer película para la gran pantalla, pero se ha lanzado con una buena historia, una forma que atrapa y unos intérpretes que transmiten humanismo y cercanía, y ha conseguido salir bien parado del envite que no era nada fácil, porque ya vendrán los de siempre diciendo que otra película sobre la guerra y los nazis, y no sé que más, porque al que suscribe le pasa todo lo contrario, que le faltan más películas sobre la guerra y sobre nazis, y sobre todo, porque los humanos o si nos queda algo de humanos, seguimos optando por la guerra, por el terror y por matar a los demás por el bien de nuestros objetivos o lo que sea, nuca lo entenderé y mejor así, porque me ocurriría como a los personajes de El fred que crema que sin comerlo ni beberlo anteponen la vida a la suya propia, y defienden la humanidad ante el terror de los otros, esos que solo desean destruir, y ante eso, la vida, la alegría, cantar las canciones junto al fuego y esas cosas en las que estamos pensando… JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

Corazones valientes, de Mona Achache

LOS NIÑOS ESCONDIDOS EN EL BOSQUE.

¡Para un corazón valiente, nada es imposible!

La directora francesa de origen marroquí Mona Achache (París, Francia, 1981), recupera la experiencia de su abuela Suzanne, que fue una niña judía que se escondió de los nazis, a la que ya le dedicó el cortometraje Suzanne de 2006, en una película que se enmarca dentro de la fábula entre el drama realista, el rigor histórico, la aventura de supervivencia en la naturaleza, el terror cotidiano y la amistad, el compañerismo y el tránsito a la edad adulta de un grupo de niños que comprenden tres tiempos diferentes. Tenemos a Hannah y Jacques que están en plena efervescencia de la adolescencia, dejando la infancia y convirtiéndose en esos primeros años de adultez donde todavía todo es diferente y demasiado sorpresivo. Luego, están Josef y Clara, que tienen unos años menos, todavía en esa infancia final, en la que entienden muchas cosas de los adultos y todavía quieren jugar a su manera. Y finalmente, tenemos a la pareja de hermanos Léon y Henriette, los benjamines de este peculiar grupo de niños huidos, que apenas andan por los siete u ocho años, unos pequeños que deberán ser protegidos por los mayores. Los acompañará Paul, un chaval de la zona que también anda solo.

Unos niños que huyen bajo el amparo de Rose, una de esas mujeres que trabajan en la conservación de las obras de arte del museo Louvre que, aprovechará su posición para salvar a estos niños en peligro, cosa que le enfrentará al conservador, y aún más, tendrán la ayuda del cura del lugar, un pueblo cercano al Castillo de Chambord, lugar donde se custodiaban las obras por el avance de los nazis. Achache que presenta su tercer largometraje después de El erizo (2009), basado en la exitosa novela de Muribel Barbery, en la que reunía en un piso a varios personajes peculiares, y Las gacelas (2014), que seguía los pasos de una treintañera y su grupo de amigas, amén de varios trabajos para la televisión y en el campo documental, cambia de registro con Corazones valientes, y nos lleva hasta el verano de 1942, en plena naturaleza, donde el enemigo se ve poco pero está todo el rato muy presente, contándonos un relato bajo la mirada de los niños, desde donde veremos la película y su experiencia a modo de diario, en una historia donde hay pocos momentos de desasosiego y paz, porque la amenaza de los nazis es constante, un peligro que sentimos en cada plano de la película.

Una película escrita a cinco manos en las que han intervenido Christophe Offenstein, Jean Cottin, Anne Berest, Valérie Senatti y la propia directora, en la que se huye completamente de los lugares trillados que en muchas ocasiones llenan las películas con niños, y también, alejan ese sentimentalismo facilón de lágrima fácil, para construir una película con alma y corazón, llena de verdad, de amistad y cooperativismo, situando en el foco a los anónimos que pusieron su vida en peligro para ayudar a los que más vulnerables y necesitados estaban, a todos aquellos que ante los nazis no hincaron su rodilla y se mantuvieron firmes en su propósito de libertad y esperanza cuando el nazismo tiñó el mundo de una oscuridad y terror indescriptibles. Cabe destacar el grandioso trabajo técnico tanto de luz que firma Isarr Eiriksson, el montaje de Béatrice Herminie, el sonido de Quentin Colette, Joey Van Impie y Thomas Gauder, y la música de Benoit Rault para Hitnrun, que opta por la composición más de ahora que de la época que describe, dotando a la historia ese componente de atemporalidad, de cuento y de libertad a pesar de la guerra y la crueldad.

Aunque si Corazones valientes destaca enormemente es en el implacable trabajo de casting de Julie David, que ha reclutado a estos siete niños y niñas, muchos de ellos debutantes o con poca experiencia, amén del personaje de Clara, que interpreta Lilas-Rose Gilberti, que tiene experiencia en varios trabajos televisivos, los demás muy poco o es su primera vez, como Maé Roudet-Rubens que hace de Hannah, Léo Riehll es Jacques, Josef es Ferdinand Redoulox, Henriette es Asia Suissa-Fuller, Léon es Luka Haggège y finalmente, Paul es Félix Nicolas, muy bien acompañados por los adultos con una esplendorosa Camille Cottin como Rose, esa hada madrina para todos los niños, que ya había trabajado con Achache en Las gacelas, que la hemos visto en muchas comedias, y en películas tan interesantes como Habitación 212, de Christophe Honoré, y La casa Gucci, de Ridley Scott, entre otras. Swan Arlaud como el conservador, siempre elegante y perfecto, en un personaje egoísta y con mucho miedo, un actor que nos encanta que hemos visto en películas de Stéphane Brizé, François Ozon, Claire Simon, entre otros, y Patrick D’Assumçao, un actor de clase que recordamos de El desconocido del lago, de Alain Giraudie, La muerte de Luis XIV, de Albert Serra, por citar un par. Achache ha hecho una película muy interesante y humanista, que tiene el aroma de otros grandes títulos enmarcados en el mismo contexto como la grandiosa La infancia de Iván (1962), de Andréi Tarkovski, donde también un niño solo intentaba salvar la vida. Un cine humanista, lleno de sabiduría, y sobre todo, un cine para ver, aprender y reflexionar, alguien da más. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

The Royal Game, de Philipp Stölzl

EL AJEDREZ COMO RESISTENCIA.

“He oído que en Estados Unidos no es tan importante quién eres o quién fueras. Sino quién quieres ser. – Ni siquiera sé la persona que era antes”.

Novela de ajedrez, de Stefan Zweig (1881-1942), fue la última novela que escribió el genio vienés, publicada póstumamente en 1942 después de su suicidio junto a su esposa en Brasil. Zweig escribió una obra durísima contra el nazismo, dejando una terrible crónica de los espeluznantes métodos de la Gestapo, la incomunicación y el exilio forzado, que sufrió el propio escritor. En los años sesenta tuvo una adaptación al cine, también fue adaptada como ópera y en cómic. Ahora nos llega una nueva traslación a la gran pantalla del magnífico texto de Zweig, dirigida por el director Philipp Stölzl (Múnich, Alemania, 1967), que muchos conocemos por otra adaptación, la de la novela El médico (2013), de Noah Gordon, amén de haber dirigido óperas y desarrollar una filmografía con títulos populares. En The Royal Game, nos pone en la piel de Josef Bartok, un notario vienés detenido por la Gestapo en la Viena de 1938, cuando los nazis se apoderaron del país.

La intención de los nazis es sacarle a Bartok un bien altamente preciado, la existencia de unos códigos numéricos que descifrarán los lugares donde se hallan las grandes fortunas de nobles austriacos. Bartok no da su brazo a torcer y resiste la prisión, asilamiento, miedo y locura en el hotel más lujoso de la ciudad convertido en prisión por los nazis. Toda esa terrible existencia cambia radicalmente cuando cae un manual de ajedrez en manos de Bartok, un objeto insignificante se tornará en un objeto preciado para el recluso, que lo estudiará concienzudamente. A partir de un guion del letón Edlar Grigorian, la película se estructura a partir de dos instantes en el tiempo, que se intercambiarán en continuas idas y venidas en el tiempo ye le espacio, creando esa sensación de frágil equilibrio que padece el protagonista. Viajaremos desde el presente de la Viena del 38 con Bartok preso y torturado, y luego, al otro tiempo, el de Bartok ya liberado, viajando en un magnífico barco con rumbo a Estados Unidos, donde se jugará una partida de ajedrez de lo más subyugante. La cuestión que plantea la mirada de Stölzl no es si lo conseguirá o no, porque eso ya lo sabemos, si no otra muchísimo más interesante, como es el proceso de resistencia de Bartok en el tiempo de prisión, y luego, como gestionará el trauma de tanto tiempo recluso.

El cineasta alemán envuelve su película en un viaje al terror del nazismo, y a todos los miedos y dolor que provoca, y lo hace con suma elegancia y belleza, que en algunos momentos nos viene a la memoria la preciosidad del cine de Ophüls o Minnelli, en la que la parte técnica brilla con armonía y sensibilidad, donde el director alemán cuenta con colaboradores anteriores como el cinematógrafo Thomas W. Kiennast, el montador Sven Budelman, y el músico Ingo Ludwig Frenzel, donde nos quedamos fascinados con esa Viena pre nazi, con esos bailes majestuosos y esa clase alta que parece ajena al infierno que se les viene encima, y qué decir del fascinante viaje en barco, donde encontramos todo tipo de elementos y detalles, desde la psicosis que sufre Bartok, rodeado de fantasmas y espectros de su vida, y esos personajes enigmáticos e inquietantes que, atraen y repelen a partes iguales. Un plantel extraordinario de intérpretes ayuda a generar esa tensión y terror que impregna todo el metraje, entre los que destacan actores destacados en la cinematografía alemana como Samuel Finzi, Albrecht Schuch, en el rostro del maléfico oficial de la Gestapo, Joel Basman en un papel de Barman, que hemos visto hace nada como el protagonista de Pájaros enjaulados, el actor sueco Rolf Lassgârd,  la maravillosa presencia de Birgit Minichmayr como la esposa de Bartok, que muchos la recordamos en interesantes películas como La cinta blanca, de Haneke, y Entre nosotros, de Maren Ade, con su belleza, corporeidad y esa imagen de mujer moderna y enamorada.

Y finalmente, la magnífica aportación de Oliver Masucci en la piel del desdichado Bartok, que conocemos por su participación en la serie Dark y en La sombra del pasado, entre otras, un actor que nos recuerda físicamente al intérprete danés Mads Mikkelsen, compone un personaje inolvidable, uno de esos tipos que se admiran por su coraje y humanidad cuando no tenemos nada y estamos en el pozo más oscuro y solos, un personaje que padece una transformación brutal en la trama, que pasa de un vienés de clase alta a un despojo humano que resiste gracias al ajedrez, un juego que cae del cielo, una forma de entretenerse y sobre todo, ejercitar la mente ante el abismo en el que se encuentra. Stölzl ha construido una película con hechuras, bien ejecutada, que mantiene esa tensión emocional durante todo el proceso, sin caer en ningún momento en la sensiblería que padecen muchas películas actuales, sino en todo lo contrario, en un viaje a las entrañas del nazismo y sus terribles consecuencias, y encima, asistimos a una inquietante y magnífica partida de ajedrez entre el campeón del mundo, y Josef Bartok, alguien que sabe que después de estar en el infierno, no tiene nada que perder. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Óscar Aibar

Entrevista a Óscar Aibar, director de la película «El sustituto», en el Hotel Seventy en Barcelona, el lunes 25 de octubre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Óscar Aibar, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Núria Terrón y Elio Seguí de Ellas Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Ricardo Gómez

Entrevista a Ricardo Gómez, actor de la película «El sustituto», de Óscar Aibar, en el Hotel Seventy en Barcelona, el lunes 25 de octubre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ricardo Gómez, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Núria Terrón y Elio Seguí de Ellas Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA