Entrevista a Mauro Cervera Just, actor de la película “El que sabem”, de Jordi Núñez, en la terraza de Raima Papereria en Barcelona, el viernes 11 de noviembre de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Mauro Cervera i Just, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Uno se da cuenta que ha terminado la juventud cuando uno no está en ninguna parte. Los jóvenes están en lugares, y las personas que han dejado de serlo ya empiezan a estar ausentes”.
Alejandro Dolina
Un relato de jóvenes que deben decir adiós a la juventud, o mejor dicho, un relato sobre el final de las despreocupaciones, de las noches sin fin y los días de resaca, y sobre todo, de postergar las decisiones importantes que se van amontonando. El que sabem, la opera prima de Jordi Núñez (Valencia, 1991), se adentra en terrenos que ya venía transitando el director valenciano en sus cortometrajes, la compleja gestión del primer amor y esa juventud que se pierde en fiestas, y olvida que esto se acaba y llega la edad adulta, aunque no guste nada. Esta vez el foco lo sitúa en Carla, la joven sudamericana que viene de otro país, que trabaja de camarera, y tiene a su madre enferma, con esa mirada que traspasa la pantalla, que mira a los demás desde la distancia, desde ese otro lugar, desde esa vida con demasiadas responsabilidades, nada que ver con los jóvenes con los que sale, todos ellos de la zona, de esa Valencia que el realizador muestra llena de contrastes, donde hay mucha fiesta, playa y mucha juventud, pero por el contrario, las oportunidades laborales son escasas, porque acabas en un trabajo en el puerto o irremediablemente debes irte lejos.
La trama gira en torno a cuatro almas principalmente. Tenemos a la mencionada Carla, fuertemente atraída por Víctor, con el que comenzará una relación, pero también está Marina, la que no se decide por nadie, y a la vez, está dispuesta con todos, y finalmente, Martí, que tiene una relación con Jaime, pero no le importaría tener algo con Víctor. La película juega con ese aroma agridulce, donde todas las salidas nocturnas o diurnas, siempre adquieren un tono de tristeza y melancolía, porque el futuro viene a instalarse en unas vidas que están al borde de decidir qué hacer con ellas. Núñez se acompaña de cómplices que le han acompañado en su periplo cortometrajista como el cinematógrafo Daniel Moreno García y el montador Fernando Cuenca, e incorpora a Manu Ortega como músico, con esa composición que refuerza esa mirada claroscura que planea por la historia, amén de la inolvidable elección de unas canciones frescas, tiernas y naturales de gente tan importante en el panorama musical actual como Soleá Morente, La Bien Querida, Julie et Joe, entre otros.
El mismo espíritu también de volver a acompañarse de los habituales ocurre en el plano artístico en el que encontramos a Nakarey y Javier Amann, que han protagonizado los cortometrajes de Núñez, ahora, en los roles de Carla y Víctor, ese amor y no amor posible e imposible, que navega con incertidumbre por un estado de ánimo que va y viene y no se detiene en algún lugar, y las maravillosas incorporaciones de Mauro Cervera i Just, al que nos maravilló en Lejos del fuego (2019), de Javier Artigas, otra interesante exploración de la juventud también venida de la zona valenciana, en la piel de un sorprendente Martí, el alma mater de este grupo demasiado disperso, y Tània Fortea como Marina, una chica que va con todo sin importarle mucho las consecuencias emocionales. Finalmente, encontramos a las veteranas Marga Castells, habitual de los Venga Monjas y a Rosita Amores, una leyenda en el mundo de las variedades en Valencia. En tareas de producción está Marco Lledó Escartín, al que recordamos como director de la interesante The invocation of Enver Simaku (2018).
Núñez sale muy airoso de su envite, adentrándose en terrenos que conoce mucho, situándonos en ese espacio de tránsito cuando la juventud adolescente va perdiendo su fuerza y se va adentrando en la edad adulta, donde hay que decidir nuestras vidas o al menos intentarlo, con nula información como suele pasar en casi todos los casos. Un tiempo de limbo, un espacio de ir y venir, sin saber donde estar, donde ubicarse, donde mirar, qué sentir y sobre todo, a quién amar y todo lo demás. La figura de Carla resulta imprescindible en esa mirada desde fuera y desde dentro, en un querer estar y un querer no saber qué hacer, mirando a su alrededor, mirando a ese grupo que va sin más, liberado en el amor y en todo, quizás demasiado pegado a la vida y poco a la realidad que le envuelve. La fuerza de El que sabem es haber respetado la naturalidad en todos los sentidos, tanto en la interpretación como en las situaciones que plantea, donde la cámara traspasa a los personajes, se acerca a sus intimidades, a sus deseos, a sus ilusiones, y también, a sus frustraciones, a sus miedos e inseguridades, porque si la vida tiene algo de verdad, es que la realidad o eso que creemos que es, nos voltea como quiere y nos pone en el lugar en el que nos enfrenta a nosotros mismos y quizás, eso ya no nos gusta mucho, porque hemos de tomar decisiones y eso es muy difícil, porque siempre tendremos el miedo de estar equivocándonos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Marga Castells, actriz de la película “El que sabem”, de Jordi Núñez, en la terraza de Raima Papereria en Barcelona, el viernes 11 de noviembre de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marga Castells, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Miquel Fernández y Alberto Evangelio, actor y director de la película “Visitante”, en los Cines Boliche en Barcelona, el martes 8 de febrero de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Miquel Fernández y Alberto Evangelio, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a María Sard y Eva Herrero de Madavenue, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
“La violencia no es sino una expresión del miedo”.
Arturo Graf
En los últimos años hemos visto varias películas que tienen como telón de fondo la Albufera Valenciana, cintas que nos hablan sobre su realidad actual y pasada, profundizando en una periferia que se está muriendo. Thrillers como El desentierro (2018), de Nacho Ruipérez, y El silencio del pantano (2019), de Marc Vigil, y documentales como el interesantísimo Camagroga (2020), de Alfonso Amador, que recoge el amor de la huerta, su pasado y su difícil futuro. Y finalmente, Lucas (2021), de Álex Montoya, en la que una parte de la trama se desarrolla en esa periferia, tan olvidada y desierta, que el director valenciano ya había visitado en sus innumerables cortometrajes. El director Iñaki Sánchez Arrieta (Valencia, 1977), del que habíamos visto su estupenda opera prima, Zero, estrenada este mismo año, en la que daba buena cuenta de una pareja que se despierta en un desierto, una dupla que arrastra muchas heridas del pasado. Antes de finalizar este año, vuelve a estrenar una película el director valenciano, otra vez en el thriller y el pasado como agentes protagonistas en este seco, violento y denso drama rural, carpetovetónico hasta la médula.
La trama nos cuenta la llegada de Ricardo, un biólogo que viene a preservar de malas costumbres la Laguna Blanca, una reserva natural azotada por su mal uso y su falta de agua. A Ricardo le acompañan Claudia, su mujer y la hija pequeña de ambos. También, traen una mochila muy pesada, el luto por el fallecimiento de Diego, su hijo mayor. Lo que parece un cambio de aires y algo de paz, se convierte en todo lo contrario, porque San Pedro, el pueblo al que llegan, se mostrará muy hostil con sus nuevas ideas para reflotar el lugar. Sánchez Arrieta, atuor también del guion, como ya demostró en su primer largometraje, conduce con acierto y brillantez su relato, a partir de dos líneas. Por un lado, tenemos el drama personal y familiar, y por el otro, el conflicto social entre el biólogo y los lugareños. Sendos elementos que se fundirán en uno solo, generando un interesante cruce entre aquello que pertenece a nuestro trabajo y lo que nos afecta personalmente, donde no sabremos donde acaba uno y empieza el otro.
La personalísima cinematografía de la película, que firma Guillem Oliver (del que conocíamos sus acertados trabajos en Asamblea, del citado Álex Montoya, y en un buen puñado de cortometrajes), donde resalta esa dureza del lugar, y los rostros marcados de algunos aldeanos, y sobre todo, esos encuadres donde los personajes quedan engullidos por el paisaje. El ágil y brillante montaje de Marta Salas (que la recordamos por sus trabajos en El año de la furia, de Rafa Russo, y en series como El comisario y El ministerio del tiempo), ayuda a crear esa atmósfera tensa, áspera y pesada que se vuelve irrespirable en el lugar. Un guion ajustado y lleno de intriga, y una parte técnica muy sólida, solo faltaba que los intérpretes estuvieran a la altura en una película donde se mira mucho, se habla poco, y se actúa y siente aún más, y Sánchez Arrieta consigue un reparto de caras conocidas y muy convincente como Raúl Arévalo en la piel de un científico enfrentado a todos, y a él mismo, que tiene muchos frentes abiertos, con los agricultores y en su casa. Una Paz Vega como Claudia, esposa y madre que peor lleva el duelo de su hijo fallecido, que volvemos a verla enorme, después de su rol en La casa del caracol, de Macarena Astorga.
Y luego, como toda buena película de estas características, el resto del reparto actúa de maravilla con nombres tan importantes como los de Joaquín Climent, en la piel del guarda Eusebio, uno de esos tipos maltratados por la vida, que hace de enlace entre el biólogo y los exaltados lugareños, entre los que están Roberto Álamo, dando vida a un pobre tipo amargado y depresivo, hermano de Eusebio, algo así como su padre y tutor, en otra gran interpretación del madrileño, y Susi Sánchez, en el papel de matriarca y cacique de todo esta zona de la Albufera Valenciana. Si hay alguna película que sobrevuela en cada plano y personaje de El lodo, esa no es otra que Perros de paja (1971), del gran Sam Peckinpah, con un tipo como David que sería primo hermano de Ricardo, donde la sombra del genio de Fresno está muy presente, Sánchez Arrieta no la copia, sino que la acoge como referencia explícita, y hace una película muy personal, con una trama que en momentos resulta muy convencional, pero que no le resta lastre en los objetivos de la película, porque la trama se sostiene con acierto, la atmósfera está muy bien conseguida, y los personajes están resueltos de modo humano y muy cercanos, en que el fatalismo, tan usado por los Renoir de los treinta y los Fritz Lang, tanto en la época muda como en Hollywood, resulta devastador e implacable para unos personajes que, por mucho que lo eviten, están condenados a un destino muy oscuro. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Ricardo Gómez, actor de la película “El sustituto”, de Óscar Aibar, en el Hotel Seventy en Barcelona, el lunes 25 de octubre de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ricardo Gómez, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Núria Terrón y Elio Seguí de Ellas Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Pere Ponce, actor de la película “El sustituto”, de Óscar Aibar, en el Hotel Seventy en Barcelona, el lunes 25 de octubre de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pere Ponce, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Núria Terrón y Elio Seguí de Ellas Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Vicky Luengo, actriz de la película “El sustituto”, de Óscar Aibar, en el Hotel Seventy en Barcelona, el lunes 25 de octubre de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Vicky Luengo, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Núria Terrón y Elio Seguí de Ellas Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Un héroe lo es en todos sentidos y maneras, y ante todo, en el corazón y en el alma”.
Thomas Carlyle
Erase una vez un tipo llamado Andrés Expósito, alguien de infancia dura, un poli curtido en los barrios obreros llenos de quinquis de finales de los setenta. Alguien que deja Madrid buscando el aire y la tranquilidad de la costa levantina, más concretamente el de Denia (Alicante), junto a su mujer e hija pequeña, que aquejada de una enfermedad, necesita respirar mejor. Estamos en la primavera-verano de 1982, con los juicios del 23-F, y el Mundial de Fútbol que se celebra en España para aparentar al mundo una modernidad falsa, que escondía otra realidad más siniestra y violenta. En un lugar tranquilo, aparentemente, Andrés se encontrará con un pasado terrible que las autoridades ocultan y sobre todo, lo protegen. El séptimo trabajo de Óscar Aibar, Barcelona, 1967), sigue la línea de algunas de sus películas, recordamos Atolladero (1995), su opera prima, donde en un pequeño pueblo de una Texas pos atómica, el joven ayudante del sheriff, interpretado por Pere Ponce, hacía lo imposible por largarse ante la oposición del cacique de turno, y El bosc (2012), a partir de un cuento de Albert Sánchez Piñol, un interesante cruce entre la retaguardia de la Guerra Civil Española en un pequeño pueblo del bajo Aragón, y otros mundos fantásticos.
No es la primera vez que el cine de Aibar se cuece a partir de un hecho histórico real, en su segunda película Platillos volantes (20014) recogía unos extraños sucesos ocurridos en la Terrassa de 1972, en los que dos amigos creían haber recibido una llamada de los extraterrestres. En el cine del director barcelonés siempre encontramos un denominador común, sus protagonistas son tipos a contracorriente, individuos que se desplazan de lo normativo para hacer la guerra por su cuenta, gentes solitarias, de pocos amigos o ninguno, héroes cotidianos e invisibles, que intentan romper esa paz impuesta y hacer su propia guerra, aunque para ellos deban pagar un precio demasiado alto. Andrés Expósito es un tipo así. Alguien que empieza a investigar una muerte, la del compañero que sustituye, a escondidas, solo con la única ayuda de Colombo, un cincuentón amargado, enfermo y vilipendiado en la comisaría, que guarda un secreto que compartirá con Andrés. La investigación lo llevará a conocer a Eva, una joven doctora demasiado ambiciosa, y le enfrentará a la oposición de Barea, su corrupto y franquista jefe.
Aibar, con el guion que firma junto a María Luisa Calderón, rescata un suceso histórico y totalmente oculto, la de un grupo de nazis que descansan escondidos en la paradisíaca Denia, disfrazados de respetados alemanes y promotores inmobiliarios, y viviendo a cuerpo de rey, donde nos llevarán las pesquisas de Andrés con la ayuda del decadente Colombo. La película goza de una grandísima factura técnica, el arte de Uxua Castelló (que ha trabajado en películas de Coixet, Querejeta y Ballús, entre otras), el sonido de Eduardo Esquida, que ya estuvo en El gran Vázquez (2010), donde Aibar registraba la vida y milagros del famoso dibujante de cómics, la excelente composición musical del francés Manuel Roland, el ágil, exquisito y extraordinario montaje de una grande como Teresa Font, que se encargó del de Fanny Pelopaja (1984), y de Luna caliente (2019), ambas de Aranda, con las que dialoga muy estrechamente El sustituto, y la brutal, imaginativa y solidez de la cinematografía de Álex de Pablo (habitual en el cine de Sorogoyen), y el brutal trabajo de caracterización de Pepe Quetglas, toda una institución en el cine español en el que lleva medio siglo trabajando.
Qué decir del magnífico elenco de la película, encabezado por un asombroso Ricardo Gómez, con ese bigote y esa planta poderosísima, que este mismo año ha interpretado a Moi, un tipo depresivo en la interesante Mia y Moi, y luego, este Andrés, un personaje diez años más mayor que él, que con esa imagen nos recuerda al Poncela de Las aventuras de Pepe Carvalho, y el Raúl Arévalo de La isla mínima, todo un reto que el actor madrileño supera con creces, dotando a su personaje de credibilidad, fuerza y vulnerabilidad. A su lado, una interesante Vicky Luengo en la piel de Eva, la doctora que ayudará a Andrés, y también velará por sus intereses, una femme fatale en toda regla que no estaría muy lejos de la Phyllis Dietrichson de Perdición, en otra buena composición de la joven actriz. Colombo, el poli cansado, enfermo y agujereado, al que da vida un inmenso Pere Ponce, que aparece en cinco de la siete películas dirigidas por Aibar, en un personaje caramelo, en las antípodas de aquel joven de Atolladero, quizás el futuro de aquel que no logró salir del pueblo, que parece sacado de las películas de Peckinpah, tipos de vueltas de todo, perdedores de siempre, vaciados de vida, llenos de alcohol, y metidos en mil y historias y ninguna beneficiosa. Y luego, toda esa retahíla de secundarios, que ayudan a que el conjunto desprenda naturalidad, composición y cercanía como ese jefe que hace Joaquín Climent, más en el bar que en la comisaría, nostálgicos del antiguo régimen, o el joven fascista de Fuerza nueva que hace Pol López, un actor tremendo, esa putita que hace la extraordinaria Marta Poveda, y los nazis, el actor belga Frank Feys, que lleva muchos años trabajando en el cine español, hace de Klaus, un respetable hombre de negocios y un miserable oculto, y el veterano Hans-Peter Deppe da vida al nazi doctor muerte, ahora un tranquilo anciano en su retiro dorado.
Aibar hace su mejor película, porque tiene tensión, una violencia seca, como esa espectacular secuencia de persecución que recuerda a las mejores cintas del género policiaco, con una atmósfera acojonante, llena de matices y detalles cuidados al máximo, donde cada objeto tiene su presencia y su porqué, como esa navaja que recuerda a aquella otra que aparecía en Leo (2000), de José Luis Borau. El sustituto tiene una trama creíble y reposada, y unos personajes muy cercanos, que a veces se salen con la suya, y otras, pierden de forma abrupta, y en el centro Andrés que recuerda tanto a la soledad de Will Kane de Solo ante el peligro, y al Terry Malloy de La ley del silencio, con el mejor aroma del noir que tanto elevó la genialidad de Melville, y el thriller político e íntimo que se hacía en el cine estadounidense de los setenta con los Lumet, Schlesinger, Boorman, etc…, con unas imágenes sucias, que rompen el alma y desencadenan el abismo, con las películas Marathon Man, Odessa y Tras el cristal en el horizonte, sumergiéndonos en un lugar tranquilo donde nunca pasa nada, porque el mal en persona, representado en esos nazis ancianos que se han escondido muy bien, ayudados por las autoridades de la nueva democracia española que tanto se parece al franquismo, que los mismos gobernantes decían que ya formaba parte del pasado. Una sinrazón pero en fin, ahí seguimos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Dicen… que la mala fortuna no entiende de justicia ni de compasión. Tampoco de estadísticas, creencias o de casualidad. La mala fortuna sólo entiende de sí misma y de la despreocupación del dolor que puede causar. Lo cierto es que es se dolor se propaga como la peor de las epidemias, arrasando con todo lo que se pone a su alcance. La mala fortuna siempre es el origen de una larga cadena de desgracias, que sólo generan dolor, dolor y dolor, allá donde llegan. Yo. Soy uno de los eslabones de esa cadena”.
La premisa de partida de Zero, opera prima de Iñaki Sánchez Arrieta (Valencia, 1977), es sencilla, sobria y realmente muy espectacular. A saber. Un hombre y una mujer se despiertan en mitad de un desierto, no saben nada de su pasado, ni siquiera sus nombres. Cada día, por mucho que se desplacen buscando una salida a este laberinto, no consiguen salir, y a la mañana siguiente, vuelven a despertarse en el mismo lugar. Desde la distancia, un hombre y su perro los observan.
Sánchez Arrieta que ha aprendido el oficio de dirigir con sus cortometrajes y como ayudante de dirección en películas y series, ha escogido un relato sin estridencias, apoyado en un par de personajes y mucha sobriedad, centrándose en el aspecto humano y marcando una historia con el mejor aroma del thriller psicológico, recogiendo la trama con los sueños, pesadillas o recuerdos del protagonista masculino, y tocando elementos que mortifican a las personas de ahora, como la obsesión por el trabajo, el miedo a afrontar una realidad dura, las dificultades que tenemos para relacionarnos, y sobre todo, la necesidad de dar y recibir amor. Zero es una película modesta, abarca todo lo que puede, sin salirse de la línea marcada, no quiere levantarnos de la butaca, sino todo lo contrario, hundirnos en ella, hablándonos de seres humanos y sus problemas cotidianos, cómo los afrontan, extrayendo sus miedos, inseguridades y conflictos. El género se adapta completamente al aspecto psicológico de los personajes, la historia siempre es una excusa para mover de aquí para allá a unos individuos a los que la vida les da puñaladas inesperadas, como suele ocurrir, porque la vida, como bien mencionan en la película, es completamente azarosa y como tal, debemos estar preparados para los cambios contantes.
Un guion férreo y estimulante que firma Ferran Brooks, una excelente, natural y directa cinematografía de José Martín Rosete, y un montaje ágil y firme de Manolo Casted y el propio director, reafirman que a veces no hace falta grandes presupuestos para conseguir que el espectador entre en tu propuesta y se emocione con los mínimos elementos. Aunque, el elemento que más destaca en Zero es sin lugar a dudas la dirección de actores y el inmenso trabajo interpretativo del trío de la película, empezando por Juan Blanco, dando vida al hombre que parece tenerlo todo, y un infortunio del destino, aludiendo al texto que abre la película, se verá inmerso en un vaivén de pesadillas, sentirse muy perdido y sobre todo, del miedo que le oprime ya que se ve incapaz de enfrentar sus males y culpas. A su lado, Núria Herrero, la mujer que también está atrapada en este bucle kafkiano, que tendrá una misión importantísima en el transcurso de la existencia del hombre. Y finalmente, Pep Sellés, un personaje enigmático del que sabemos nada, pero conectará con el hombre y la mujer de esta historia, también muy a su pesar.
Zero se convierte casi al instante en una obra de culto, porque sabe sacar el máximo beneficio, tanto emocional como técnico, convirtiendo una propuesta arriesgada en un trabajo muy íntimo y transparente. La película tiene el aroma de un episodio de la mítica serie estadounidense de misterio y ciencia-ficción The Twilight Zone, o la más cercana Historias para no dormir, del gran Chicho Ibáñez Serrador, incluso toda la serie B, como La invasión de los ladrones de cuerpos, El pueblo de los malditos, la factory Corman, et… Relatos con su toque de misterio o fantasía, que tiene mucho que ver con la condición humana, todo aquello oscuro que intentamos vanamente ocultar, y sobre todo, unos ejercicios de reflexión que nos hablan mucho de la sociedad que habitamos y todos los problemas que nos suceden, cómo vivimos, cómo afrontamos el dolor y al culpa, y aún más, quiénes somos y qué hacemos, la grandes cuestiones que martillean a la humanidad desde que pululamos a lo largo y ancho de este planeta. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA