Libertad, de Enrique Urbizu

NO HAN NACIDO PA’ SER SEMBRAOS, NI RECOGÍOS.

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

Miguel de Cervantes en Don Quijote de la Mancha.

Después de la experiencia de la serie Gigantes, con dos temporadas realizadas en el 2018 y 2019, Enrique Urbizu (Bilbao, 1962), vuelve a contar con el mismo equipo de guionistas Miguel Barros, y Michel Gaztambide (que ha escrito junto al director sus mejores películas, La caja 507, La vida mancha y No habrá paz para los malvados), para poner en pie Libertad, una serie ambientada en el mundo del bandolerismo, en la España convulsa y cambiante de principios del XIX. Esta vez, la cosa no ha quedado ahí, una serie de cinco episodios a cincuenta minutos por tanda para la plataforma Movistar+, sino que al igual que ocurrió con La plaza del diamante, de Francesc Betriu, o con La fiebre del oro, de Gonzalo Herralde, entre otras, la serie tiene un remontaje para su estreno en cines de 138 minutos.

La serie-película cuenta un relato sencillo y honesto partiendo de Lucía, la Llanera que, después de diecisiete años en prisión, es indultada y sale junto a su hijo Juan, que no ha visto más vida que los barrotes. La noticia corre como la pólvora, y varios “compañeros” de antes, están muy interesados en ella y sobre todo, en su hijo, como el padre, el legendario “Lajartijo”, toda una leyenda, casi como un fantasma ya que hace años que nadie sabe de él, y el “Aceituno”, el aspirante al trono, un ser cruel y violento, que captura a la Llanera por orden del Lagartijo, pero ahí no queda la cosa, el gobernador Montejo, exquisito, elegante y cacique, los utiliza para capturar a los “fuera de la ley”, y así dejar los caminos libres para sus chanchullos con terratenientes como Don Anastasio. Estamos en una época difícil, donde el pueblo, dedicado al campesinado y los oficios duros, vivía sometido a las leyes injustas, que protegían al poderoso, como siempre, y al clero, donde la única libertad era convertirse en un forajido y vivir en la sierra, vida sucia, maloliente, durísima, pero en libertad. Urbizu huye de toda épica y heroísmo, para centrase en un relato pausado, candente y sombrío, más cerca del no western de Peckinpah o Monte Hellman, filmando los tiempos muertos, los momentos de monte, de fuego y actitud en constante tensión, y sobre todo, de relaciones interpersonales, de posiciones enfrentadas y de caracteres complicados que deben de compartir.

La Llanera quiere dejar todo ese mundo, olvidarse que alguna vez fue bandolera, que amó al Lagartijo, y vivir una vida en paz junto a su hijo. Pero, al igual que le ocurría a Gregory Peck en la magnífica El pistolero, las cosas no van a resultar nada sencillas, y el estigma la va a perseguir constantemente, y cuando más consigue zafarse de todos aquellos que no cesan de perseguirla, más se ve sometida a ellos, como si el fantasma de su pasado la siguiera sin descanso ni piedad. Si tuviéramos que encontrar en espejos donde Libertad se mira, serían Amanecer en puerta oscura, de José Mª Forqué y Llanto por un bandido, de Carlos Saura, ambas protagonizadas por Paco Rabal, en las que, al igual que sucedía en la mítica serie de Curro Jiménez, los bandoleros son tipos corrientes, duros como la piedra por sus vidas errantes, nómadas y huyendo de la ley, se tratan como individuos que luchan contra el estado, contra lo injusto, y un poder arbitrario que somete y ajusticia a un pueblo indefenso y empobrecido.

El cineasta bilbaíno vuelve a lucirse en su composición narrativa, como ya nos tenía acostumbrados, pero aquí, luce muchísimo más, ya que los campos y montes abiertos de la zona de Madrid y Guadalajara, excelentemente iluminados, con esa luz sombría y velada obra del cinematógrafo Unax Mendía, colaborador fiel del director, como el estupendo montaje de Ascensión Marchena, que repite con Urbizu después de Gigantes, que nos lleva de aquí para allá, en una película de travesía por el monte y las sierras difíciles, como ese espectacular instante de tiroteo en una subida. La excelente música de Mario de Benito, que sigue cosechando buenas composiciones en el universo Urbizu, con ese aire de no western cansado, triste y crepuscular, anunciándonos ese mundo de pillaje y libertad que está llegando a su fin. La Llanera y su hijo, convertidos en “macguffin”, en el preciado tesoro que todos andan buscando, y todos deberán defender a navajazos y escopetazos, en una violencia que Urbizu la filma de forma seca, muy cruel, sin estridencias ni piruetas artificiosas, sino con toda su suciedad y mentira, como el arranque cuando desmembrar las extremidades de uno de los bandoleros ajusticiados y expuestas en la plaza del pueblo para evidenciar la tiranía del gobierno corrupto y asesino.

Otro de los elementos clave en el cine del director bilbaíno es su reparto, porqué sus intérpretes siempre brillan, y más en una película que todo se centra en el aspecto psicológico y emocional, con una Bebe reposada y de mirada traspasadora, que no se fía de nadie y mucho menos de ella, que da vida con aplomo y humanidad a una Llanera cansada, que solo quiere que la dejen en paz junto a su hijo. Jason Fernández es Juan, el hijo de la Llanera, de carácter febril y maneras rudas, pero de corazón, el Lagartijo es Xabier Deive, una especie de espectro, alguien viejo, con muchos tiros y montes pegaos, alguien que quiere dejar su legado a su hijo, El Aceituno es Isak Férriz, que repite con Urbizu después de Gigantes, el gitano malcarado ha dejado paso a un tipo sin escrúpulos y maloliente, que se venderá al mejor postor, uno de esos pistoleros de Peckinpah, de vida jodida, que tiene preparado un plan para reventarlo todo, el gobernador Montejo es Luis Callejo, uno de esos hombres cultivados, de poder, que mantiene caciques y sinvergüenzas porque le ayudan a mantener un orden que empobrece y aniquila a los alborotadores, un político corrupto como los de ahora. También, nos encontramos con Reina que hace Sofía Oria, la hija rebelde del terrateniente al que da vida Pedro Casablanc, con ese pelucón a lo francés, tan ridículo como cruel sus formas, una hija que huye de esa vida falsa para emprender una existencia en el monte, más difícil pero en libertad, y por último, el inglés John, que interpreta Jorge Suquet, que viene en busca de la historia de la Llanera y también, nos contará el relato, pero se irá involucrando más de lo que imaginaba.

Mención aparte tienen los roles de esos intérpretes con pocas secuencias, pero como ocurrían en los no westerns más potentes, siempre se les recuerda, como ocurre con Manolo Caro en plenitud de forma, convirtiendo su bandolero-escudero en un tipo melenudo y sin miedo a ná, y un Ginés García Millán en estado puro, con esa mirada de viejo sabio, viviendo en soledad, y sabiendo que su vida o la vida, cuanto menos caso se le haga más tranquila se vuelve. Urbizu ha vuelto a crear una historia mítica y magnífica, con ese aire sucio, duro y negrísimo, que recuerda a las pinturas negras de Goya, Zurbarán y Murillo, que nos retrotrae a esa España violenta y cruel que no nos quitamos de encima, una forma carpetovetónica agarrado a fuego en las entrañas, que sigue campando a sus anchas, con su caciquismo y su injusticia, construyendo un relato sobre la libertad, una libertad que, según quien la administre, tiene un valor y un significado completamente diferentes. Libertad, en su formato de cine, es una película extraordinaria, con ese tempo pausado y baladista, con ese lento caminar y en continua huida, sin prisas, sin atajos, porque quizás, ya, las cosas ya no son como antes y ha llegado el momento de descabalgar, mirar el camino recorrido y sentarse junto al fuego, en silencio y fumando, dejando que el tiempo y sobre todo, la vida nos atrape. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Aleixo Paz

Entrevista a Aleixo Paz, protagonsita de la película “El niño de fuego”, de Ignacio Acconcia, en Nanouk Films en Barcelona, el viernes 22 de enero de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Aleixo Paz, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque de Vasaver,  por su amabilidad, paciencia y cariño.

Entrevista a Ignacio Acconcia

Entrevista a Ignacio Acconcia, director de la película “El niño de fuego”, en Nanouk Films en Barcelona, el viernes 22 de enero de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ignacio Acconcia, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque de Vasaver,  por su amabilidad, paciencia y cariño.

El niño de fuego, de Ignacio Acconcia

VIVIR DESPUÉS DEL FUEGO.

“La identidad de una persona no es el nombre que tiene, el lugar donde nació, ni la fecha en que vino al mundo. La identidad de una persona consiste, simplemente, en ser, y el ser no puede ser negado”.

José Saramago

Cuando solo tenía 8 años, Aleixo Paz se quemó el 90% de su cuerpo en un fatídico accidente. Ahora, en plena adolescencia, sus días pasan en casa componiendo música rap, consumido por la rabia y los dolores físicos, debidos a las secuelas del fatal accidente que le han llevado a someterse a más de 40 operaciones. En la pequeña localidad de Salt (Girona), Aleixo vive con su madre, busca trabajo, visita continuamente el hospital, ve a sus hermanos y amigos, e intenta que la rabia y el dolor que siente, le dejen vivir un poco. El director Ignacio Acconcia, después de graduarse en la ESCAC, y pasar por el Máster de Documental de Creación de la UPF, donde tuvo como docente al gran cineasta, Viktor Kossakovski, con el que participó en la película conjunto Demostración (2013), hace su debut en el largometraje documental con El niño de fuego, el A.K.A. de Alexio Paz cuando se sube a rapear.

Acconcia nos sumerge en el relato de un adolescente que cumplirá 18 años durante la filmación de la película, que abarcó cinco años, en el que conoceremos el trágico pasado de Alexio, y su realidad más cotidiana. La película es de una sinceridad e intimidad abrumadoras, olvidándose del físico cicatrizado de Alexio, y centrándose en su alma, un interior roto, lleno de magulladuras y cicatrices, de las que hacen más daño, de alguien que vive arrastrando un dolor y rabia inmensos. Aunque la película muy sabiamente se aleja del producto convencional de superación y sentimentalismo, para centrarse en un viaje muy profundo y sensible, donde el joven va depurando toda esa rabia en la música rap, de la mano de su mentor musical Isaac Real “Chaka”, y también, la ayuda emocional por parte de Jan Millastre, Presidente de “Kreamics”, la Asociación de Quemados creada en Cataluña, una especie de hermano mayor que conoce muy bien lo que es vivir después del fuego.

El director afincado en Barcelona, demuestra un pulso narrativo envidiable y lleno de sabiduría, porque maneja muy bien el ritmo y la delicadeza de su relato, anteponiendo la humanidad de todo lo que cuenta, con esos planos de seguimiento filmando los desplazamientos y encuentros de Alexio. El niño de fuego se destapa como una magnífica lección de humanismo, centrada en esa difícil transición entre la infancia a la edad adulta, entre dejar la adolescencia y aceptar que las cosas funcionan de forma diferente, que ya es un estado complicado para cualquier persona, y más, cuando hemos sufrido un accidente que nos ha desfigurado el rostro y el cuerpo, y debemos trabajar en ese proceso de aceptación, encontrando y encontrándonos esa “ilusión” o “estimulo” para seguir cada día, de la que habla Jan, en la impresionante conversación que mantiene con Alexio. Acconcia se destapa como un director soberbio y humanista, sin guiar su relato y mucho menos su narración, que emana sencillez y cercanía, dejando al espectador espacio libre para que mire su película sin acritud y desprejuiciado, mostrando a un joven que debe seguir peleando por la vida, aunque emocionalmente siga lleno de rabia y dolor.

Un relato donde también hay humor y sentimientos, de los que tocan fuerte, de los que animan a seguir peleando por la vida, generando esa ilusión que a veces nos da esquinazo, llenando los días de objetivos que nos ayuden a levantarnos y pelearnos con nuestros sueños o pesadillas. Alexio con su extrema sencillez, humildad, y su parquedad en palabras, demuestra que hasta las cosas más difíciles y aquellas que cuestan tanto, siempre se pueden reconducir a la música, en este caso el rap, para expulsar toda la rabia y el dolor acumulados, demostrando una vez más que el arte es la mejor terapia para ahuyentar los fantasmas y hacer frente a los miedos e inseguridades. La experiencia de ver una película como El niño de fuego es extraordinaria y vitalista, nos acompañará durante mucho tiempo, y sobre todo, nos hará mirarnos a nuestro interior y a no dramatizar con nuestros problemas, ya que quizás no son tan importantes como creíamos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA 

Host, de Rob Savage

HAY ALGUIEN CONMIGO

“Una de las peores cosas que puedes hacer es tener un presupuesto limitado y tratar de hacer una película grandiosa. Ahí es cuando terminas con un trabajo malísimo”

Roger Corman

El género de terror actual poco o nada tiene que ver con aquel otro género clásico, el que creó toda una legión de millones de seguidores alrededor del mundo. Un género que envolvía al espectador en un espacio en off, en todo aquello que no se veía, que simplemente se escuchaba, en mitad de la oscuridad, la imaginación del público era esencial para sorprenderlos no con sustos o subiendo el volumen del sonido, como se hace ahora, sino creando un espacio de misterio, de miedo y de auténtico terror, donde la máxima no era mostrar, sino todo lo contrario, no mostrar, sugiriendo todo aquello que el espectador inventaría, género de bajo presupuesto en que el estadounidense Roger Corman fue su máximo exponente. Host (que podemos traducir como “Anfitrión”), del joven director británico Rob Savage, es una de esas películas que siendo muy de ahora, se enclava completamente en los parámetros del terror clásico.

Savage empezó precozmente en el cine, ya que dirigió a los 17 años el largometraje Strings, luego continuó dirigiendo cortometrajes de terror, incluso ha dirigido algunos episodios de la serie Britannia. El director norteamericano grabó un video que se convirtió en viral a principios de este fatídico 2020, y en plena pandemia provocada por el Covid-19, ideó una película de terror puro, basada en la exitosa idea, convocando a un grupo de amigas actrices encabezadas por una antigua conocida como Haley Bishop, a la que se unieron Radina Drandova, Jemma Moore, Caroline Ward y Emma Louise Webb, con el añadido de Edward Linard, todos ellos forman el grupo de amigos y amigas que se reúnen para hacer una video llamada conjunta a través de zoom, y consiguió producir una película, un relato sobre una sesión de espiritismo que se va a ir de las manos, y en que las participantes vivirán fenómenos poltergeist en sus hogares. Savage nos encierra en la pantalla de ordenador, en la que miramos a las cinco mujeres en sus respectivas casas, con ese primer arranque en que conocemos brevemente la situación de cada una de ellas, y alguna pincelada de su carácter.

La película entra en acción con la sesión de espiritismo, que empieza como una cosa animada y sin más, para después, adentrarse en otro ámbito, en un espacio donde la realidad ya no existe, donde cada una de las cinco mujeres experimentará el terror en carne propia, donde los objetos de su casa saldrán volando, y su integridad física y psíquica se pondrá gravemente en peligro. Savage juega a sugerir, a través de sonidos, y el movimiento de los objetos, con un espectacular montaje de Breanna Rangot, que va cambiando la perspectiva según la tensión, pasando de las pantallas de las cinco amigas, a una sola, y centrándose en aquella que está experimentando el fenómeno, mientras las otras, completamente aterrorizadas, siguen, desde sus casas, todo lo que le va ocurriendo a su amiga. La película, sencilla hasta la extenuación, consigue clavarnos en la butaca, haciéndonos participes de la experiencia aterradora de las chicas, provocando el mismo estado de nervios, ansiedad y miedo que tienen las mujeres. Host bebe completamente de películas que en su día aterrorizaron al personal, utilizando el mismo dispositivo del fuera de campo y el sonido, donde los espectadores éramos el giro de cámara, como The Blair Witch Project (1999), de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, auténtico fenómeno de masas, que inauguró un sinfín de películas con la misma estructura, la cámara al hombro, el “fake” como bandera, y una innovadora campaña de marketing en internet, cuando las redes no eran lo que son ahora.

La película estadounidense es hija de las circunstancias de la crisis sanitaria de la Covid-19, donde lo virtual ha sustituido a la reunión social, donde internet se ha convertido en aliado para paliar la falta de encuentros, ya que la pandemia nos ha encerrado en casa, con las llamadas zoom como reunión virtual para sobrevivir al aislamiento y la soledad. Una película que, seguramente, generará la aparición de muchas otras imitando su dispositivo, pero Savage ha conseguido que, pese a las enormes dificultades que supone hacer una película desde la distancia, lograr su objetivo, y no solo terminarla, sino convertir la película en un auténtico fenómeno, por su increíble osadía, la valiosísima composición de sus intérpretes y sobre todo, por la asombrosa calidad de sus fx, hechos por las actrices bajo la supervisión de Savage, que las aleccionó para conseguirlo. Host, a través de sus impresionantes 56 minutos, nos habla del miedo, pero sobre todo, de nuestros miedos, de los de cada uno, y sobre todo, también nos habla que hay según que puertas que es mejor no entrar, ni siquiera a atreverse a mirar por la mirilla, porque seguro que nos arrepentiremos lo que podemos encontrar al otro lado. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

El guardián de acero, de Jae-Hoon Choi

MI PUEBLO ES MI HIJA.

“Si conoces al enemigo y a ti mismo, no debes temer el resultado de un ciento de batallas”.

Sun Tzu en El arte de la guerra

La película se abre con los restos de lo que ha sido una batalla cruenta bajo la lluvia, en la que vemos a Tae Yul, un joven guerrero de la dinastía Joseon, cortando a la aparición de unos espectaculares títulos de crédito, construidos a través de ilustraciones en carbón, muy visuales y poderosas, y seguidamente, la acción arranca a la carrera, con la huida de su palacio del rey Gwanghae XV, de la dinastía Joseon, traicionado por los suyos. Estamos a finales del invierno de 1623, cuando Corea estaba sometida por China. Un relato oscuro y sórdido, que gira en torno a tres espadas, tres guerreros con idéntico destino. Tenemos al citado Tae Yul, casi ciego, que vive con su hija, alejado de las conspiraciones palaciegas. El segundo, Min Seung Ho, el maestro samurái de la dinastía Joseon, retirado a la vida espiritual. Y último, entra en liza Gurutai, el espadachín chino de la dinastía invasora Quing, ambicioso y cruel, está empecinado en ser el número uno.

La opera prima del cineasta surcoreano Sae-Hoon Choi, inspirada en sucesos reales, está enclavada en el género “Wuxia”, que en las últimos décadas ha dado grandes obras como la trilogía samurai de Yoji Yamada, Zatoichi, de Takeshi Kitano, Hana, de Hirokazu Koreeda, o 13 asesinos, de Takashi Miike, entre otras. Cine de acción, cine sobre oscuras traiciones en palacio, sobre guerreros solitarios, desconocidos, errantes, dolidos, impecables, y sobre todo, tipos derrotados anímicamente, que nunca con la espada, seres perdidos, desilusionados con un mundo demasiados cruel, demasiado violento, que no conoce la compasión, lleno de envidias, siempre en continua lucha, una lucha eterna, que destruye y elimina a tantos inocentes. Jae Hoon-Choi conduce con maestría una película compleja en su trama, ya que conduce varias tramas que nos llevarán sin remedio al combate final, un combate ejemplarmente filmado, con esa lluvia incesante, y con la apabullante coreografía que, no solo resulta espectacular, sino que nos sume en un combate sin tregua, donde la muerte es el único destino.

El director surcoreano no olvida a los maestros del género como Kurosawa, sumergiéndonos no solo en las rencillas personales de cada uno de los contendientes, sino que nos abre el encuadre, mostrándonos el contexto histórico, importantísimo para elevar el tono y el nivel de una película, que sin ese elemento primordial, sería una más, una de tantas de espadachines, dedicadas a entretener al personal con infinidad de batallas bien ejecutadas. El guardián de acero, va mucho más allá, ejecutando con tensión, tanto emocional como física, y cociendo con sensibilidad la tensión in crescendo que vamos sintiendo a lo largo de la película, con la injusticia y la violencia que impone el invasor chino, las conspiraciones del últimos señor coreano que lucha por arrebatar el poder al conquistador, y el periplo de Tae Yul, y su hija, que enfrascados en conseguir las hierbas milagrosas que ayudarán a paliar la prominente ceguera que sufre el guerrero, se ven inmersos en la lucha palaciega, como si el pasado volviese a la existencia de Tae Yul, llamando a sus puertas, con la intención de resolver ciertas cuestiones que quedaron sin solución.

La cuidada atmósfera, con esos tonos sombríos y oscuros, manejando la lluvia incesante y fina que va cayendo en los combates, o eso tono más amable y natural en la zona montañosa donde viven el guerrero y su hija, y los tonos nocturnos, llenos de sombras chinescas, inquietantes y temblorosas, bien sujetadas por la tenue luz de las velas, se convierten en el marco ideal para escenificar todas las conspiraciones y luchas internas que se van originando en el palacio. Y como toda película “Wuxia” que se tercie, no debe faltar un reparto sobrio y magnífico que aporte la calidez y la oscuridad que requieren los personajes, encabezado por Hyuk Jang que da vida al misterioso guerrero del bastón, casi ciego, que se enfrenta a todos con la intención de salvar a su hija, Man-Sik Jeong, que hemos visto en películas como el thriller The Yellow Sea, compone al maestro Min Seung Ho, y finalmente, el malvado de la función, el despiadado Gurutai, al que interpreta un formidable Joe Taslim, habitual del cine de acción, incluso en películas hollywoodienses como las secuelas de Star Trek o Fast & Furious. Sae-Hoon Choi resuelve con intensidad e inteligencia el envite de su primera película, con una historia llena de misterio, sensibilidad, contexto histórico, silencios y tensión, en un relato con personajes honestos y oscuros que, al igual que le ocurría a Jimmie Ringo, el legendario forajido de El pistolero, su gran manejo con el arma, uno, el revólver, y los otros, la espada, los ha sumido en una existencia en constante peligro, batiéndose con otros que quieren arrebatarles el puesto del más rápido y mejor con el arma, una vida errante y dolorosa, que unos se empeñan en no dejarles abandonar para vivir tranquilos y en paz. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El pájaro pintado, de Václav Marhoul

EL NIÑO QUE NO PODÍA HABLAR.

“Cuando el niño destroza su juguete, parece que anda buscándole el alma”

Víctor Hugo

La secuencia que abre la película resulta desgarradora y sin alma, advirtiéndonos, tanto la atmósfera como el contexto, en el que se desarrollará la película. En un bosque de abedules, robustos y altísimos, en una mañana nublada y fría, vemos corriendo a un niño que lleva en sus brazos a un hurón, parece estar huyendo de algo o alguien. De repente, es derrumbado de un golpe por unos niños que le salen al paso, le quitan el animal y después de rociar al bicho, le prenden fuego, mientras el niño mira atónito y triste la lamentable escena. Luego, cuando llega a casa, que comparte con su abuela, se queda callado, y recibe la reprimenda de la anciana, desconocemos si no puede hablar o prefiere mantenerse en silencio. Un silencio que lo acompañará durante todo el metraje. Estamos a finales de la Segunda Guerra Mundial, en algún lugar de Europa del Este, sumida en el caos y la violencia de la contienda bélica, en esa Europa devastada por la guerra y sometida a múltiples supersticiones y analfabetismo, en este contexto, durísimo, desgarrador y desolador, conoceremos la existencia de un niño del que desconocemos su nombre y la razón de su silencio.

El director Václav Marhoul (Praga, República Checa, 1960) dedicado a la producción durante muchos años, es el responsable del cine de Tomás Vorel, había dirigido dos obras anteriormente. En Mazaný Filip (2003), adapta el universo detectivesco de Raymond Chandler a partir de la figura de su inmortal Phil Marlowe, en Tobruk (2008), basándose en la novela de Stephen Crane, nos situaba en el norte de África, en el otoño de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, siguiendo la existencia de Jiri Pospichal, un joven idealista que conocerá la amargura de la guerra. El director checo, se basa en la novela homónima del escritor polaco Jerzy Kosinski, en un relato estructurado en capítulos, titulados como los personajes que formaran parte de este viaje físico y emocional del niño protagonista en mitad de la guerra, que recuerda en su conjunto a la novela anónima del siglo XVI, Lazarillo de Tormes. La historia arranca con la muerte de la abuela que deja al niño desamparado y sin rumbo, se irá tropezando con hechiceras, molineros violentos, cosacos rusos, soldados nazis, pajareros alcohólicos, granjeros pedófilos, jóvenes ninfómanas, y una serie de personajes que se mueven en esa Europa sin alma, llena de ignorancia, cruel, supersticiosa y violenta, donde el niño experimentará por primera vez la vida, con sus tristezas y amarguras, convirtiéndose en una especie de superviviente muy a pesar suyo, aprendiendo la maldad humana y la amargura de existir, experimentando la soledad más triste y la infelicidad en todos sus aspectos.

Este niño sin nombre recuerda a otro niño como Iván Bondarev de La infancia de Iván (1962), de Andréi Tarkovski o a Flyora Gaishun, el chaval de Ven y Mira (1985), de Elem Klímov, dos niños que se enfrentan a la tragedia y la desolación de la Segunda Guerra Mundial, solos y desamparados sufren su crudeza, violencia y muerte. Marhoul filma su película en un descarnado y sucio blanco y negro, obra del cinematógrafo Vladimír Smutný (colaborador del cine de Jan Sverák), donde se remarca la deshumanización que va encontrándose el niño en su periplo vital, capturando a través de la película en 35mm, la intimidad y la cercanía necesarias para ir descubriendo, a partir de la mirada del niño, todo esa sociedad maloliente y salvaje que va encontrándose, eso sí, la cámara sabe muy bien lo que debe mostrar y lo que no, filmando la violencia, tanto física como emocional, sin embellecerla, y sobre todo, mostrándola desde una posición crítica, resolviéndola de manera magnífica con el recurso del fuera de campo, y haciendo un uso ejemplar del sonido, y el sobrio y catalizador montaje obra de Ludêk Hudec.

El director checo construye una película larga, llega hasta los 169 minutos de duración, y sobre la Segunda Guerra Mundial, y su devastación en la población, siguiendo la mejor tradición del cine de la Europa del Este, donde prevalece el blanco y negro, relatos de gran dureza sobre las relaciones difíciles entre personajes y un contexto social y rural muy duro y descarnado, y las consecuencias nefastas de la guerra en los habitantes, tanto físicas como psicológicas, con esos instantes de gran crudeza cuando los cosacos atacan el pueblo, o las vejaciones que sufren por parte de los nazis un pueblo indefenso a merced de los abusos de un poder ilimitado y asesino. El pájaro pintado es una película durísima, violenta y desoladora, sumergiéndonos en el contexto de la guerra y en el alma oscura de los seres humanos, donde hay un niño que sufre todas las acciones terribles de esos adultos llenos de soledad, amargura y tristeza, que usan al inocente para descargar su vacío y basura emocional acumulada.

Marhoul descarga toda su película en la mirada del debutante Petr Klotár, auténtica alma mater del relato, que sin emitir ninguna palabra, transmite toda esa transición que sufre a fuerza de golpes y abusos, de su infancia a la edad adulta, convirtiéndose en uno más de esa sociedad desorientada y salvaje, bien acompañado por una retahíla de grandes intérpretes internacionales encabezados por Udo Kier, Harvey Keitel, Stellan Skarsgard, Julian Sands, Barry Pepper, y luego, un grupo de intérpretes checos, polacos y rusos, menos conocidos para el gran público, pero igual de capacitados para desarrollar unos personajes complejos como Aleksey Kravchenko (que los más cinéfilos lo recordarán como el niño de Ven y Mira, ahora convertido en un soldado ruso amable), Lech Dyblik, Jitka Cvancarová, Júlia Valentová y Petr Sverák, entre otros. Václav Marhoul se ha destapado como un cineasta de atmósferas y personajes, filmando con crudeza y sensibilidad toda la desolación, amargura y oscuridad que encierran los seres humanos, y cómo las experimenta un niño sometido a esas voluntades tan terribles, guiándonos de modo excelente y visceral por una epopeya convertida ya en un relato digno de admirar no solo por todo lo que cuenta y como lo cuenta, sino su veracidad, su magnetismo y la mirada que desprende un niño en mitad de la guerra, o podríamos decir, en mitad de la nada más absoluta. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Adriana López Sanfeliu

Entrevista a Adriana López Sanfeliu, directora de la película “Elliott Erwitt, Silence Sounds Good”, en el hall de los Cinemes Girona en Barcelona, el miércoles 4 de diciembre de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Adriana López Sanfeliu, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Entrevista a Celia Freijeiro y Aixa Villagrán

Entrevista a Celia Freijeiro y Aixa Villagrán, actrices de la serie “Vida perfecta”, de Leticia Dolera. El encuentro tuvo lugar el martes 15 de octubre de 2019 en el auditorio del Movistar Centre en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Celia Freijeiro y Aixa Villagrán, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Deborah Palomo y Nuria Terrón de Ellas comunicación, por su tiempo, paciencia, generosidad y trabajo.

Entrevista a Leticia Dolera

Entrevista a Leticia Dolera, actriz y directora de la serie “Vida perfecta”. El encuentro tuvo lugar el martes 15 de octubre de 2019 en el auditorio del Movistar Centre en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Leticia Dolera, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Deborah Palomo y Nuria Terrón de Ellas comunicación, por su tiempo, paciencia, generosidad y trabajo.