Entrevista a Mireia Schröder, Carles Gorres y Amat Vallmajor, directores e intérprete de la película “Cineclub”, en el marco del D’A Film Festival, en el Zumzeig Cinema en Barcelona, el domingo 2 de mayo de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Mireia Schröder, Carles Gorres y Amat Vallmajor, por su tiempo, generosidad y cariño.
Entrevista a Arnau Comas Quirante, Judit Cortina Vila y Oriol Llobet Avellaneda, intérpretes de la película “Les dues nits d’ahir”, de Pau Cruanyes Garrell y Gerard Vidal Barrena, en los Cinemes Girona en Barcelona, el viernes 12 de marzo de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Arnau Comas Quirante, Judit Cortina Vila y Oriol Llobet Avellaneda, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Begoña de Prensa, por su amabilidad, paciencia y cariño.
Entrevista a Pau Cruanyes Garrell y Gerard Vidal Barrena, directores de la película “Les dues nits d’ahir”, en los Cinemes Girona en Barcelona, el viernes 12 de marzo de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pau Cruanyes Garrell y Gerard Vidal Barrena, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Begoña de Prensa, por su amabilidad, paciencia y cariño.
“Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos”.
Carlos Fuentes.
Películas como Les amigues de l’Àgata (2015), de Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen, Júlia ist (2017), de Elena Martin, Yo la busco (2018), de Sara Gutiérrez Galve, Ojos negros (2019), de Marta Lallana e Ivet Castelo y Les perseides (2019), de Alberto Dexeus e Ànnia Gabarró, tienen en común que son proyectos surgidas del grado de comunicación audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, tutorizadas por nombres tan importantes de nuestro cine como Gonzalo de Lucas, Javier Rebollo, Jonás Trueba, Carla Simón, entre otros. Un cine que habla de personas jóvenes que oscilan entre los 20 y 30 años de edad, con temas que rondan sobre la muerte, el amor, la pérdida, la amistad, la memoria, entre otros temas, y sobre todo, es un cine que capta la vida en toda su plenitud, su negrura, su vitalidad y su dolor. Cinco películas a las que se añade una más de esta maravillosa cantera de talento y trabajo de la UPF, con el inquietante y atractivo título de Les dues nits d’ahir, un trabajo de guerrilla, sin pasta, con audacia y resistencia, que firman Pau Cruanyes Garrell y Gerard Vidal Barrena, igual de jóvenes que su terna de protagonistas, los Eric, Ona y Marcel, que ya evidencian ese estado de nervios y excitación que muestran en el febril arranque de la película, cuando sustraen las cenizas de Pol, el amigo que acaba de fallecer.
A partir de ese instante, y con la complicidad de la noche, las tres almas en pena se lanzan a vivir un itinerario hacia la nada, o mejor dicho, hacia ninguna parte, sin rumbo fijo, simplemente una huida para soportar el dolor o simplemente, para ocultarlo o quizás, para darle esquinazo, una forma de digerir el conflicto generando una partida entre colegas para olvidarse por unas horas o unos días de ese dolor inmenso por la pérdida del amigo fallecido. La cámara y esa luz sombría, firmada por Ignasi Àvila Padró, también surgido de la UPF, se convierte en una piel más, en una segunda textura de ellos mismos, capturando toda esa huida, o ese camino sin retorno, como unos fugitivos huyendo de ellos mismos, de su propio dolor y tristeza, intentando despedir al amigo ausente o simplemente, compartiendo unas noches con la esperanza de que aquello que tanto duele, duela menos. Acompañados de un montaje obra de Carlos Murcia Sánchez, muy fragmentado y cortante, que nos sitúa en el centro de todo, entre los personajes, viviendo intensamente su escapada o su deambular casi espectral, convertidos en una especie de zombies, de seres que quieren recordar y a la vez soportar tanta desazón, metiéndose en muchos líos y conflictos, tanto entre ellos, como con alguno que otra persona que se van encontrando por su no camino.
Personajes descontrolados, fumados, rabiosos, perdidos y a la deriva, con sus traumas interiores y enfrentados entre sí y contra los otros, que caen bien y mal, y a veces, ni sabemos cómo o porque actúan de tal o aquella manera, sometidos a un duelo que deben compartir, soportar y lidiar con él. Tres excelentes intérpretes tan jóvenes como sus directores, que saben encauzar todo esa montaña rusa de emociones y conflictos que están sintiendo, bien compuestos y sobre todo, una forma de transmitirlos muy natural y realista, encabezados por Arnau Comas Quirante que da vida a Eric, el más colega del fallecido, el que más se culpabiliza de su muerte, y el más visceral y animal de los tres, después esta Judit Cortina Vila que es Ona, la mujer del grupo, la que tuvo una relación más íntima con Pol, y también se machaca por su falta de sinceridad, y finalmente, Oriol Llobet Avellaneda que interpreta a Marcel, el más ausente, el más isla del grupo, el que tiene una relación más distante con todos, quizás por eso ahora se siente mal por la pérdida irreversible.
Les dues nits d’ahir esta ciertamente emparentada con El camí més llarg per tornar a casa (2014), de Sergi Pérez, otra cinta de guerrilla y en los márgenes, con un tipo a la deriva, igual que los tres protagonistas, incapaz de asumir la pérdida y el dolor, con toda su opresión y devastación. El tándem que forman Cruanyes Garrel y Vidal Barrena, atentos a estos nombres que darán que hablar si la suerte y la industria les acompaña. Dos veinteañeros que han construido una película desde lo más profundo, mostrando todo ese mar de conflictos y de dudas por las que pasan las personas cuando perdemos a un ser querido, fijándose en los que se quedan, en los que deben despedirse del ausente, con todo lo que eso conlleva, que no es nada fácil, que comporta asumir la pérdida y sobre todo, el dolor que rasga el alma, quizás junto a los colegas de siempre, la cosa se hace más llevadera, pero pasar hay que pasar por todo, con la culpa que arrastramos y demás, y soportarlo, porque no queda otra, y de esa manera aprender a vivir con esa ausencia, que ahora martiriza y paraliza. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Ivet Castelo y Marta Lallana, directoras de la película “Ojos negros”, en la terraza del Gran Torino en Barcelona, el miércoles 17 de julio de 2019.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ivet Castelo y Marta Lallana, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute y Sandra Ejarque de Vasaver, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
Entrevista a Sara Gutiérrez Galve, directora de la película “Yo la busco”, en el marco del D’A Film Festival. El encuentro tuvo lugar el martes 1 de mayo de 2018 en el hall del Teatre CCCB en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Sara Gutiérrez Galve, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Tarip Porter de Trafalgar Comunicació, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
Parafraseando a Truffaut, y adoptando el título de uno de sus artículos más celebrados, aquel que empezaba con Una cierta tendencia del cine… Podríamos coger una parte de aquella idea y trasladarla al cine que se hace aquí y ahora, porque es característica común que muchas de las películas de debutantes hablan desde una mirada muy personal, hablando de sus vidas y las de sus amigos y entorno, y haciendo claras referencias al propio cine, la música, la literatura, etc… Las películas de Jonás Trueba o Marc Ferrer serían ejemplos de esta idea, así como Les amigues de l’Àgata o Julia Ist, retratos de jóvenes, de sus devaneos sentimentales y sociales, invadidos por el tedio, en algunos casos, o la imposición y carencia económicas, el silencio o la huida ante los conflictos emocionales, o las rupturas interiores que se producen en sus relaciones sentimentales, que suelen ser ambiguas, complejas e inclasificables. Seres que se sienten vacíos, encarcelados en una existencia triste y solitaria, incapaces de expresarse y la imposibilidad de exponer sus sentimientos.
La puesta de largo de Sara Gutiérrez Galve (Barcelona, 1994) surge como proyecto de final de carrera en la Universitat Pompeu Fabra, tutorizada por nombres tan importantes como Javier Rebollo, Mar Coll o el propio Jonás Trueba, convertida en una película sencilla y honesta, en la que la directora, junto a la coguionista Núria Roura Benito, nos propone un retrato de gente de su edad y entorno, y capturando un día en las vidas de sus personajes, una única jornada donde asistimos a una ruptura, una ruptura que se produce en Max, cuando, de casualidad, se entera que Emma, su compañera de piso, se ha cogido un apartamento junto a su pareja. Ese instante de cambio, ese momento en el que la relación que había entre Max y Emma ha pasado a otra situación, la amistad íntima y corporal que se sentían ha quedado rota, aunque Max está afectado, no enfrenta el problema, lo que siente, y decide, de una manera torpe y casi una huida interior, salir a la calle de noche, en busca de no sé sabe qué y a quién, ni dónde.
La directora catalana apoya todo su relato en Max, en la mirada de Max, en esa ruptura interior que está viviendo y sufriendo, capturando ese deambular espectral por la noche barcelonesa, una ciudad oscura y diferente, habitada por personas que le acompañarán o lo evitarán, capturando lo invisible, lo que no vemos, lo que se escapa, aquello que nos sucede interiormente, siguiendo esa mirada rota, como buscando alguien cercano, alguien que le acompañe en su desamparo, en su pesadumbre, en esos sentimientos encontrados, extraños y complejos. La cámara (con esa luz natural y rota de Carlos Rigo Bellver) se engancha a Max y lo sigue, lo escruta y no lo deja en ningún instante. Lo acompañamos por supers de pakis abiertos toda la noche, por pubs donde pasar un rato agradable o no, por calles solitarias en compañía de alguna mujer igual de sola, por trayectos en taxis que desprenden sentimientos distantes, algún kebab en bares pringosos donde se encuentran personas cercanas, compañías poco amables que despiertan recelo, y canciones para olvidar en sitios desconocidos.
Todos los espacios que podemos encontrar en una gran ciudad de noche, donde Max acabará sin muy bien saber porqué, en esta huida nocturna, encontrando ese camino o destino que evite volver a casa y enfrentarse con su problema, con enfrentarse a su ruptura, a esos sentimientos hacía Emma, hacía lo que tenían, a todo aquello que los unía, a esa amistad íntima, casi de pareja, hablando de proyectos futuros que ahora han quedado en suspenso, que están no se sabe dónde. Gutiérrez Galve nos habla de las relaciones actuales, del modo que se construyen y cómo se desarrollan, de amistad o amistades, de amor o amores, de sentimientos y de la incapacidad que tenemos para expresarlos, de hablar de lo que sentimientos a esa persona que nos hace sentir de una manera u otra, de tantas palabras por decir y dejándonos las importantes por decir, de la dificultad de amarse sin ser pareja, de ese instante donde los amigos emprenden caminos diferentes al tuyo, y tú te sientes diferente a tu pesar, a preguntarse dónde irán a parar todas esas promesas que te hiciste o se hicieron los amigos.
Yo la busco es una película fresca, divertida y ligera, porque es profunda sin pretenderlo, porque habla de muchas cosas que ocurren sin subrayados ni discursos, siempre dentro de un lenguaje cercano, de una intimidad que traspasa y dialogando con el espectador continuamente, que navega entre la comedia y el drama, y lo fusiona, lo mezcla, en la que nos habla en susurros de las rupturas interiores que se producen cuando no se dicen las cosas, cuando se oculta lo que sentimos, y de donde nos lleva todo eso, con un protagonista fascinante, seductor y frágil, como Dani Casellas, este tipo perdido en la noche, y triste, moviendo su soledad por la noche, de aquí para allá, intentando encontrar algo a qué agarrarse, muy bien acompañado por Laia Vidal como esa Gemma, que tampoco sabe si quiere o no quiere, debutantes los dos. Un retrato que nos devuelve el aroma de aquel cine español de finales de los setenta y principios de los ochenta, realizado por Trueba, Colomo o Martínez-Lázaro, entre otros, donde unos personajes inquietos y curiosos por la vida, se perdían en su desazón vital, incertidumbre en el amor, y la complejidad de sus emociones, que iban y venían, sin acabar de saber su origen y causa.
Encuentro con Ana Pfaff y Ariadna Ribas, montadoras de “Estiu 1993” y “Julia Ist”, respectivamente, del colectivo Dostopos, con motivo de la mesa “Diálogo montadoras”, organizada y moderada por Gonzalo de Lucas, en el marco de la Universidad Pompeu Fabra. El acto tuvo lugar el miércoles 12 de julio de 2017 en una aula de la UPF en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ana Pfaff y Ariadna Ribas, por su tiempo, conocimiento, cariño y generosidad, y a Gonzalo de Lucas, por su organización, generosidad, paciencia, amabilidad y cariño.
Entrevista a Elena Martín, directora de “Julia ist”. El encuentro tuvo lugar el miércoles 14 de junio de 2017 en el Soho House en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Elena Martín, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue, por su amabilidad, paciencia, atención, generosidad y cariño.
Hay películas que se definen desde su primer instante, en esas primeras imágenes encontramos su definición y su forma de contarnos el relato que vendrá a continuación, Júlia ist, de Elena Martín (Barcelona, 1992) que debuta en la dirección y asume el rol de la protagonista, es una de ellas. Su arranque nos sitúa en un viaje en coche, conduce Júlia y a su lado su novio, discuten porque ella se va de Erasmus a Berlín, el ambiente es tenso (ayudan esos planos próximos y cortantes) apenas se dirigen algunas palabras amables, parecen dos desconocidos, o simplemente, ninguno de los dos se atreve a finiquitar una relación que hace tiempo que ya se ha terminado. De ahí, nos vamos a Berlín. La bienvenida es gélida y ausente, los deseos e ilusiones de Júlia mientras estudiaba arquitectura en Barcelona, chocan con una ciudad poco acogedora, triste y extraña. A Júlia le cuesta encajar, la huida en la que se ha convertido su vida y su existencia, se enfrenta a sus propias decisiones y sobre todo, a ella misma, a empezar a caminar sola en una ciudad ajena, extranjera, un lugar que parece que se mueve en su contra.
En cierto momento, parece que su estancia en Berlín se encamina hacia algún sitio, conoce a gente, entra en un grupo de arquitectura y comienza a enrollarse con un alemán. Pero todo es apariencia, en su afán de ser una más, acaba convirtiéndose en una extraña de sí misma, en una especie de náufraga que intenta agarrarse a todas las tablas de madera que encuentra por su camino, sin saber o poder decidirse por ninguna de ellas. Júlia, lejos del amparo y la compañía de su familia, tiene que empezar a decidir su propia vida por ella misma, sin más ayuda que su fuerza, su valentía y su coraje. La película, surgida en la Universitat Pompeu Fabra, se sustenta a través de una forma cortante, llena de planos muy cercanos y tomas que siguen incansablemente a la protagonista, algo así como un diario personal fílmico que captura la experiencia agridulce y desencantada de una joven que vive su primera vez lejos de casa, en un viaje interior que se presumía atrayente y fascinante desde Barcelona, pero que la realidad de Berlín y su estado de ánimo derivan en una experiencia diferente, más cercana a la tristeza y al encontrarse a uno mismo para descubrirnos y descifrar nuestras inquietudes y nuestro espacio en el mundo.
La experiencia de Júlia se asemeja en contexto y forma a la vivida por la protagonista de la magnífica María (y los demás), de Nely Reguera, donde la joven librera aspirante eterna a escritora, tenía que dejar su zona de confort y empezar a vivir su vida, o también, podríamos mirarla como una especie de trasunto de Les amigues de l’Àgata, de Laura Rius, Marta Verheyen, Alba Cros y Laia Alabart, protagonizada por Elena (también surgida en la UPF, como Sobre la marxa, de Jordi Morató) en la que partiendo de planteamientos próximos, hacia un retrato íntimo de una joven que dejaba a sus amigas de siempre para empezar una nueva vida en su primer año universitario, como si Júlia ist siguiera el espacio vital de aquella Àgata, aunque las dos mujeres presentan caracteres y posturas muy diferentes. Una aproximación al programa Erasmus, más cercana al interior de Júlia, sumergiéndose en sus miedos y angustias, muy alejada a la planteada en Un casa de locos, de Cédric Kaplisch, donde se hacía un retrato festivo y amable de la experiencia en Barcelona de un estudiante francés de económicas.
Retratos en primera persona honestos, de magnífica factura, que filman la experiencia universitaria, basándose en experiencias reales vividas por los mismos autores, en películas sobre una juventud demasiado ensimismada en sus vidas y su entorno, que se ven vacíos y abocados a un abismo vital cuando abandonan ese espacio que tanto conocen, y se ven enfrentados a un paisaje ajeno y hostil, aunque fundamental para seguir creciendo en sus vidas, y sobre todo, descubrirse a ellos mismos, y encontrar aquello que les hace sentir bien. Una película de exquisita y magnética banda sonora, que agrupa bandas de aquí y Alemania, para crear esa atmósfera enigmática e íntima para penetrar en el interior de la protagonista, una música que se convierte en un personaje más, en una mirada desencantada del deambular de Júlia. Un relato construido a través de un largo tiempo, compuesto por un equipo reducido, en el que todos opinan y trabajan codo a codo para levantar un proyecto que reflexiona sobre personas de su edad, sobre la experiencia estudiantil, y sobre los entornos próximos y extraños que les ha tocado en suerte, sabiendo que tanto unos u otros, serán importantes en su devenir vital y en la consecución de sus deseos y anhelos vitales.