Encuentro con Georges Didi-Huberman

Encuentro con el filósofo y cineasta Georges Didi-Huberman, con motivo de la presentación de las exposiciones «En el aire conmovido. Imagen-Emoción-Utopía», en el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona y «Geroges Didi-Huberman. Al taller del filòsof» en la Filmoteca de Catalunya, con la presencia del protagonista, acompañado de Judit Carrera, directora del CCCB, Manuel Segade, director del Museo Nacional de Centro de Arte Reina Sofia, Pablo La Parra Pérez, director Filmoteca y Lucía Montes Sánchez, comisaria expo Filmoteca, en la Sala Mirador del CCCB en Barcelona, el miércoles 7 de mayo de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Georges Didi-Huberman y todos los presentes, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Jordi Martínez de comunicación de Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Joan Vall Karsunke

Entrevista a Joan Vall Karsunke, director de la película «Biblioteca de Pedra Seca», en el domicilio de Vicenç Altaió, protagonista de la película, el lunes 30 de junio de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Joan Vall Karsunke, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Vicenç Altaió, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Vicenç Altaió

Entrevista a Vicenç Altaió, protagonista de la película «Biblioteca de Pedra Seca», de Joan Vall Karsunke, en el domicilio de Vicenç Altaió en Barcelona, el lunes 30 de junio de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Vicenç Altaió, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Joan Vall Karsunke, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Amores brujos, de Lucía Álvarez

DUENDE Y FLAMENCO. 

“(…) Lo mismo er fuego fatuo, lo mismito es er queré. Le huyes y te persigue, le yamas y echa a corré. ¡Lo mismo que er fuego fatuo, lo mismito es er queré!”. 

Extracto de Canción del fuego, de María Lejárraga para El amor brujo, de Manuel de Falla (1915)

Uno de los más grandes cineastas de la historia como Carlos Saura (1932-2023), también ha sido un gran explorador del flamenco y su composición con las imágenes construidas. Ya lo hizo a primeros de los ochenta con Bodas de sangre, de Lorca, Carmen, de Bizet y El amor brujo, de María Lejárraga y música de Manuel de Falla. A principios de los noventa volvió a su imaginario de flamenco con  Sevillanas y Flamenco, a la que siguieron Iberia (2005), de Albéniz, Flamenco, flamenco (2010). Películas de gran virtuosidad artística y plástica con la complicidad del cinematógrafo Vittorio Storaro en las que la pasión, el fuego, el arte y el flamenco brillaban como nunca lo habían hecho en la gran pantalla. Unas películas que no sólo han quedado como registros y documentos de toda una gran generación de artistas del arte más puro, sino unas excelentes referencias para todo aquel que quiera materializar en imágenes la magia y el duende del flamenco.

A su directora Lucía Álvarez, que debuta en el largometraje, la conocíamos por su trayectoria como actriz en películas con Cuerda y García Sánchez, en series como Vivir sin permiso y Cuéntame cómo pasó, y en teatro, que reserva el papel de la citada Lejárraga, con la compañía de Jesús Barranco que hace lo propio con Falla. El guionista José Ramón Fernández con larga trayectoria en el teatro, con la colaboración del poeta Luis García Montero que presta su voz a Lorca. La película recupera la relación artística entre los mencionados María Lejárraga (1874-1974) y Manuel de Falla (1876-1946), dos figuras claves tanto en la literatura como la música en España, en su etapa más flamenca, y guiados por el genio de Saura/Storaro escenifican y musicalizan los cuadros flamencos  con la complicidad de grandes artistas como los músicos Rosa Torres-Pardo, Alexis Delgado, Cañizares, Constanza Lechner, los/as cantores/as Carmen París, Israel Fernández, Rocío Márquez, y los/as bailaores/as  Helena Martín, Patricia Guerrero, y el bailarín Sergio Bernal, y la presencia/homenaje del gran Antonio Gades, entre otros/as y rodada en lugares emblemáticos como el Museo del Prado, la mítica Residencia de estudiantes, el Teatro de la Zarzuela o el Ateneo de Madrid, que ayudan a sumergirnos en ese no tiempo, lleno de magia, ilusión, fascinación, fuego, arte, historia y flamenco. 

Una película de estas características debía de almacenar, además el más puro arte entre los artistas que nos emocionan con los textos de Lejárraga y la música de Falla, un trabajo exquisito de luz y sonido, obra del cinematógrafo Diego Trenas, del que conocemos su exquisito trabajo en Una noche con Adela, y en el documental Esa ambición desmedida, sobre la figura de C. Tangana. Su cinematografía es excelente, siendo uno de los alumnos más aventajados del gran Storaro, donde la luz y sus increíbles matices crean un espacio magnífico donde músicos, bailaores, textos y música de Falla se convierten en algo muy especial. El excelente montaje de Piotr Bodak, del que hemos visto su trabajo en la serie La reina del sur, consigue sumergirnos con lo más sencillo en la amalgama de sensaciones, pasiones y amor que desprende la película en sus maravillosos e intensos 81 minutos de metraje. El gran trabajo de arte de Ángel Amaro, con una larga trayectoria en cine y teatro, con una escenografía nada pomposa, sino con detalles que construye con gracia todo lo que transmiten las imágenes, la música y todo lo que envuelve a cada “Tableau Vivant” llenos de vida, de arte, de pasión, de misterio, de amor, desamor y todas las alegrías y tristezas y no sé qué de la condición humana.

Nos alegramos de una película como Amores brujos, de Lucía Álvarez, que se suma a otras como El amor y la muerte. Historia de Enrique Granados (2018), de Arantxa Aguirre, que contaba con la participación de la citada Torres-Pardo, A las mujeres de España. María Lejárraga (2022), de Laura Hojman, que se suman a la reivindicación de hablar de los grandes de nuestra cultura, acercándose con atención, interés y talento a sus obras, y por ende, a su legado que, en muchas ocasiones, no se reivindica lo suficiente y algunas han quedado demasiado olvidadas como Lejárraga, dando la importancia de su obra a su marido, cuando la autora era ella. En fin, una historia que hay que reescribir constantemente para contarla como toca, con toda la verdad posible. Ahora que hay una moda desmesurada de musicales, estaría bien que el personal, muy respetable, hiciese caso a los musicales que se hacían en este país que, por supuesto, nada tienen que envidiar a aquellos que viene del otro lado de los Pirineos que, serán más pomposos y más ruidosos, pero no son mejores que los de aquí, como estas fantasías flamencas en las que se enredan Lejárraga, Falla, Lorca y toda una generación de autores que vieron en lo más mundano, cotidiano, social y real, una forma de crear arte, desde lo más profundo hasta lo más imaginativo. Una delicia. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Lo que me queda de ti, de Zara Zerny

LA VEJEZ Y LOS AUSENTES. 

“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”. 

Gabriel García Márquez 

Parece ser que la vejez no es buen tema para el cine, ya que existen pocas películas que traten ese período de la vida desde la profundidad y la reflexión que se requiere, y no sea un mero acompañante de los protagonistas. Son contadas las películas en que sus principales personajes sean mayores, por eso, una película como Lo que me queda de ti (“Echo of You”, en el original, traducido como Eco de ti), sea no sólo un gran acontecimiento, sino que, además, su forma de acercarse a la vejez sea extraordinariamente lúcida, bella y muy profunda, porque aquí no vemos a ancianos que ayudan a los demás y tampoco que se sitúan en la sombra y las necesidades de sus descendientes y demás. En la película nos hablan de ellos y ellas, y sobre todo, de sus respectivas parejas que ya no están, fallecidas, y lo hacen desde el alma de cada uno de ellos y ellas, mirando y mirándonos a través de  la cámara, de frente, desnudando sus sentimientos y mostrando sus miedos, alegrías y demás. 

La directora danesa Zara Zerny (Ontario, Canadá, 1985), se formó en la escuela de cine independiente Super16 donde filmó películas en las que fusiona la ficción con el documental, por eso en su ópera prima, no sólo recoge los testimonios sinceros e íntimos de un grupo de mayores con edades comprendidas entre los 80 y más de 100 años, sino que los hace mezclando documento y expresiones poéticas, como el maravilloso arranque cuando la propia directora pide a uno de sus personajes que cierre los ojos e inmediatamente después, coloque sus manos encima de sus ojos para finalmente, recordar algo del ayer. Una imagen poderosa y muy elocuente que describe con exactitud el contenido de la película. Una obra que transita por la memoria, por el hecho de recordar, y hablar de esos momentos compartidos con la pareja que falleció, en el que hablan del amor, de la convivencia, de los días de vino y rosas, y de todo lo que conlleva vivir con una persona tantos años. Unas experiencias que la cámara recoge con claridad y sin aspavientos de ningún tipo, construyendo un cine reposado, que observa y filma, sin artificios y mirando con tiempo y honestidad a las personas que escucha atentamente.

La excelente y envolvente música de Viktor Dahl contribuye a que cada testimonio se convierta en una relación íntima entre persona, cámara y directora, generando ese acompañamiento y de vínculo que tanto necesita el cine documental para que tenga ese aroma de misterio y revelación como también hace el cine de Chantal Akerman, donde lo doméstico y lo universal se dan la mano creando un nuevo espacio para la emoción y la reflexión. La cinematografía de Jacob Sofussen se construye a partir del testimonio en su entorno, donde la cámara fija recoge su experiencia y su trayectoria vital, sus recuerdos y su cotidianidad, donde no hay prisa, y todo se envuelve desde la tranquilidad y el reposo, desde ese espacio de escucha, de pausa y de intimidad. Un montaje donde no hay estridencias ni nada que perturbe la paz y la pausa de los ancianos, en sus contenidos y especiales 76 minutos de metraje, en los que Zerny nos apabulla con lo real, y con lo poético, donde la vejez se asume desde la profundidad y la tranquilidad que dan los años y las dificultades físicas, en el que se desprende un amor hacia lo que filma, y hacia los que ya no están, y ese vínculo que genera el cine entre la vida y la muerte, como mencionaba Johan van der Keuken en su inolvidable Las vacaciones del cineasta

Hacía tiempo y muchas películas después que no veía una película que tratara la vejez desde lo más profundo e íntimo, no desde la tristeza y la pesadumbre de ser mayor, sino desde otro ángulo, el de la memoria, el de los años vividos con el amor, desde el recuerdo de las experiencias, ya fuesen duras y menos duras, desde la alegría, la felicidad, la tristeza y la soledad, y no haciéndolo de forma negativa sino todo lo contrario, filmando a unas personas que recuerdan y hacen balance de sus vidas, de sus amores y desengaños, de todo lo que contiene una vida larga de 80, 90 y 100 años, a través de sus miradas, carácteres, acontecimientos y demás situaciones. No vayan a ver una película como Lo que me queda de ti desde la tristeza, porque aunque la haya, todo se cuenta desde el alma, desde la vida vivida y no añorada, de los aciertos y desaciertos, de la ilusión y desilusión, de los pros y los contras de sus vidas y la de todos y todas cuando lleguemos, si es que llegamos, a sus edades. El misterio de la vida o mejor dicho, el misterio de seguir viviendo en soledad, rodeados de uno mismo o de otros, siguiendo en la vida o lo que queda de ella, recordando al ausente en una suerte de presencia y no que alimenta la reflexión profunda sobre quiénes somos en realidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Benedetti, sesenta años con Luz, de Andrés Varela

HAGAMOS UN TRATO.  

“Hagamos un trato. Compañera, usted sabe que puede contar conmigo. No hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo. (…) Pero hagamos un trato: yo quisiera contar con usted. Es tan lindo saber que usted existe. Uno se siente vivo. Y cuando.  digo esto, quiero decir contar. Aunque sea hasta dos, aunque sea hasta cinco”. 

Fragmento de «Hagamos un trato», de Mario Benedetti

Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que escuché la voz de Mario Benedetti (1920-2006), recitando sus poemas en “El amor, las mujeres y la vida”, y el mencionado “Hagamos un trato”, que rescató una parte en la cabecera de este texto. La voz del poeta era muy íntima, cercana y transparente. Una emoción indescriptible que todavía recuerdo algunos días. Con el tiempo escuché sus poemas de la voz del gran Joan Manel Serrat, uno de los cantantes que mejor ha recitado poesía. Si no los han escuchado, hagánlo y verán que no hablo en vano, se darán cuenta que como han podido estar tanto tiempo sin conocerlo. Seguramente, si les gusta la buena poesía y la música, la escritura de Benedetti se convertirá en una compañía para esos días que todo cuesta tanto, y sobre todo, no se sentirán solos cuando la ausencia de alguien se haga demasiado presente. 

El estreno de una película como Benedetti, sesenta años con Luz, no sólo es un gran acontecimiento para la poesía y el amor, sino para todos los que la pluma del magnífico escritor ha acompañado en esos días que ustedes ya conocen. Su director es Andrés Varela (Montevideo, Uruguay, 1975), con gran experiencia en el mundo teatral, y coguionista de Mundialito (2010), y codirector junto a Sebastián Bednarik de Maracaná (2014), ambos sobre maravillosas gestas del balompié uruguayo. También dirigió, ya en solitario de El Delirio, los 100 años de la Cumparsita (2017), sobre el famoso tanto, amén de otros trabajos. Con esta película se asoma a uno de los grandes compatriotas, donde recoge los sesenta años de amor que el poeta mantuvo con Luz López, su mujer, su luz, y su todo, repasando sus primeros años, su amor, el fatídico exilio: en Argentina, Cuba y España y sus innumerables trabajos entre novelas, ensayos y poesía, una vasta literatura que abarca los 117 títulos. Todo bien documentado con un fantástico y depurado material de archivo que recoge fotografías, documentos, películas y demás found footage que aderezan con pulcritud, detalle y armonía la vida y el amor de Benedetti, sus alegrías y tristezas en una vida que pasó entre idas y venidas con su amor durante seis décadas. 

Varela sabe que tiene entre manos un material de primerísima calidad, y por eso sabe acompañarse de grandes técnicos y cómplices como los músicos Hernán González Villamil, que ya estuvo en Maracaná, que es asiduo del cineasta uruguayo Gustavo Hernández, y Anderson de Oliveira, que juntos consiguen poner ese toque, tan difícil, en la imagen y la voz de Benedetti, tan singular, tan cercana y tan de dentro. El cinematógrafo César Charlone, toda una institución en la cinematografía en el país sudamericano, con trabajos tan importantes con Fernando Meirelles en grandes títulos como Ciudad de Dios, El jardinero fiel y A ciegas, entre otros, y la reciente La uruguaya, de Ana García Blaya, consigue ese tono tan transparente y sencillo que hace de la película una experiencia muy cercana, como si nos la contarán al oído en susurros. El preciso y pausado montaje de Santiago Bednarik, otro habitual del documental uruguayo, ayuda a no sólo ver la película, sino a escucharla y sobre todo, a saborearla sin prisas con sus breves 80 minutos de metraje, con la sensación que nos deja de querer más, así que el trabajo está bien construido. 

En una película de estas características no podían faltar los testimonios de esas personas que conocieron y trataron tanto con Benedetti como con Luz como Pepe Mújica, el expresidente uruguayo, tan acertado y tan sereno en sus declaraciones y pensamientos, la actriz Nacha Guevara, que cantó algunos de sus poemas, al igual que el citado Joan Manuel Serrat, siempre tan claro, cercano y humano a la hora de hablar de otros, y sobre todo, de Benedetti, que conoció y trató con tanto cariño, como el escritor Juan Cruz, con el que trató en su etapa en Madrid, Hortensia Campanella, presidenta de la fundación del escritor, los músicos cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, el actor Héctor Alterio, que protagonizó La tregua (1974), de Sergio Renán, basada en la novela de Benedetti, y otros amigos, familiares y demás que aportan su experiencia con ellos dos, su amor, y su experiencia vital, que aportan valiosos testimonios que hacen de la película un viaje muy emocionante por el convulso siglo XX de la mano de dos personas que se conocieron, se respetaron, se acompañaron, se hablaron, se cuidaron, y se inspiraron mutuamente, y finalmente, también se amaron, que es toda esas cosas citadas y muchas más que se desconocen. Descubran la película, y se enamorarán de la poesía de Benedetti, y de la mujer que la inspiró, y si no lo conocen tendrán esa inolvidable experiencia que es ver y sentir por primera vez algo que nos acompañará el resto de nuestras vidas y más allá, porque otros cogerán el testigo de la vida y obra de Benedetti, porque poetas como él nunca morirán mientras alguien siga leyéndolos y esta película es un buen comienzo para conocerlo y descubrirlo. Permítanme finalizar con el poeta con el último párrafo de “Hagamos un trato”: “No ya para que acuda, presurosa, en mi auxilio. Sino para saber, a ciencia cierta. Que usted sabe que usted puede contar conmigo”. Queda dicho, y ya saben. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a JR Armadàs Monclús

Entrevista a JR Armadàs Monclús, director de la película «Teoria dels cossos», en el Sant Cugat Hotel en Sant Cugat del Vallès, el miércoles 27 de diciembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a JR Armadàs Monclús, por su tiempo, sabiduría, generosidad y a mi amigo Pere Vall, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Teoria dels cossos, de JR Armadàs Monclús

ENTRE POEMAS. 

“La tens als teus braços. Dorms, i la somies, i saps que és un somni tot el que veus d’ella (…)”.

“Teoria dels cossos”, de Gabriel Ferrater 

Hay un cine que hace de su modestia, falta de recursos y sencillez su mejor aval, porque cuenta aquello que quiere contar de la forma más cotidiana, cercana y natural posible, sin caer en tramas intrincadas e inverosímiles, personajes poco creíbles y sobre todo, una forma que apabulla visualmente pero carece de contenido. Teoria dels cossos, la ópera prima de JR Armadàs Monclús (Barcelona, 1983), se centra en lo que quiere contar y lo hace desde la sencillez, la calidez y lo más íntimo, a partir de una comedia romántica, con ese regusto agridulce tan necesario, con la añadidura de situarnos en “L’any Gabriel Ferrater”, el reconocido poeta catalán, con dos personajes muy implicados en el tema. Tenemos a Mon, el director de la biblioteca con el nombre del poeta de Sant Cugat, y a Neus, una profesora de literatura catalana de Reus, una pareja que tienen mucho que ver a nivel intelectual, que durante el susodicho año se irán reencontrando y compartiendo poemas y quién sabe, si algo más. 

De Armadàs Monclús conocíamos su labor como periodista en diversos medios y en la revista “El cinèfil”, escritor, editor y su activismo cinematográfico, y desde el 2018 su faceta como director con cortos entre los que destacan Clandestí (2018), La dona i els dies (2021), y Tempesta (2022), los dos últimos a partir de poemas de Ferrater. Para su puesta de largo ha confiado en muchos de su cómplices en sus cortometrajes como Albert Bové Gràcia y Aina Graupera Salicrú en la cinematografía, Roger Comella en la edición, Esther Nubiola, como actriz, coproductora y ayudante de dirección, y los fichajes de Oriol Bonals, Olmo Vergriette y Tidiane Diedhou en el apartado de sonido, con Santiago Lapeira como coguionista y coproductor junto al director, que conocemos por haber dirigido películas como Asalto al Banco Central y Tocats pel foc, entre otras.  Armadàs y Lapeira arman un guión bien definido y nada complaciente, con una duración ejemplar, 80 minutos de metraje, y digo esto, porque aunque la apariencia de la película tenga la textura, la forma, los personajes y las situaciones de las comedias románticas, se desmarca del estereotipo de la susodicha comedia, porque tiene ese punto que tenían las clásicas de Hollywood allá por los treinta y cuarenta del siglo pasado, donde los equívocos estaban a la orden del día, e individuos aparentemente antagónicos encontraban sus puntos en común. 

En Teoria dels cossos (magnífico título adoptado del último poemario de Ferrater antes de morir en 1972 con 49 años), sus protagonistas tienen en común la poesía, pero les separan muchas cosas, que iremos descubriendo poco a poco. También tenemos a unos intérpretes de reparto cada uno y una en su punto vital como la cansada esposa que quiere una segunda juventud, o la liberal que desea algo más convencional, y el que está viviendo una locura con las apps de ligar, o el sacerdote compañero de colegio de Mon, en una peculiar secuencia. Otro de los elementos interesantes de la película es su elegancia, tanto a nivel argumental como hemos explicado, cómo en los escenarios que recorren sus protagonistas: los ya citados Sant Cugat y Reus, con sus imágenes documentales de las fiestas, el museu de la radio de Roda de Berà, las viñas del Penedès, y lugares del Garraf, que dan ese tono cálido y reposado que transmite toda la película. Tiene la textura, el espíritu y la cercanía que tienen mucho de las películas de Alexander Payne, como 14e arrondissement (2006), que hizo para la película colectiva París, je t’aime, y con Entre copas (2004), en que Teoria dels cossos se mira mucho, porque comparte algunos paisajes como las viñas, los vinos, la amistad y esos amores que nos vamos encontrando de improvisto, y sin olvidar, ese toque de comedia romántica con regusto triste y doloroso, porque la vida tiene tanto un lado como otro. 

La parte interpretativa es esencial en la película porque tiene a una pareja muy cómplice para Armadàs como Miquel Sitjar, compañero de fatigas que ha estado en varios de sus trabajos, al igual que Ivana Miño, que estuvieron en la mencionada La dona i els dies, que brillan como en aquella, ahora en dos personajes muy diferentes, dos almas que pasan de los cuarenta, con sus crisis existencialistas con esa edad difícil para las relaciones sentimentales, dos personas inquietas y curiosas que les junta la poesía de Gabriel Ferrater y su universo, y no sólo eso, también muchas más cosas, entre baños inesperados, vinos circunstanciales, cenas en lugares de culto, y citas que no se esperan en las que ocurren cosas que nos definen y nos vuelven del revés. Les acompañan el cineasta Joan Frank Charansonnet, otro cómplice, en un personaje inolvidable, Juli Fàbregas como ese amigo tan diferente y tan cercano, las divertidas Sònia Masuda y Mercè Rovira, la citada Esther Nubiola, Ricard Balada y la colaboración de Francesc Orella. Todos los que os acerquéis a ver una película como Teoria dels cossos vais a salir del cine felices de haber visto una película que habla de amor o eso que pensamos que es, de la poesía de Gabriel Ferrater, que para los que no la conozcan va a ser todo un descubrimiento, porque van a querer leer mucho más, y sobre todo, van a seguir creyendo en las circunstancias de la vida y la existencia, porque aunque sucedan cosas que no nos agradan demasiado, tiene ese espacio de inquietud, de misterio y de posibilidades que la hace especial. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Pedro Aguilera

Entrevista a Pedro Aguilera, director de la película «Splendid Hotel: Rimbaud en África», en el Zumzeig Cinema en Barcelona, el viernes 15 de diciembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pedro Aguilera, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Splendid Hotel: Rimbaud en África, de Pedro Aguilera

ARTHUR CONTRA RIMBAUD. 

“La historia de mi vida no existe. No existe. Nunca hay centro. No hay camino ni trazo. Solo vastos espacios dónde debía haber alguien, pero no es así, no había nadie”.

Arthur Rimbaud

La primera imagen que vemos de Hotel Splendid: Rimbaud en África, de Pedro Aguilera (San Sebastián, 1978), es la de un caballo solitario en un paisaje desértico, mientras escuchamos la voz de Rimbaud, la que pone el actor Damien Bonnard, citando el texto que abre esta reseña. Una imagen reveladora e impactante, aún más, cuando entra en el encuadre el actor mencionado, vagando por ese árido espacio, como un alma en pena, o quizás, como alguien en continúa búsqueda de sí mismo, y si lo encuentra, vuelve a empezar otra vez la misma búsqueda infinta. El cuarto largometraje del cineasta donostiarra vuelve a ser un desafío como lo fueron sus anteriores trabajos: La influencia (2007), Naufragio (2010), y Demonios en tus ojos (2017), en la que indagaba en la psique humana, en todo aquello que ocurre en nuestro interior, en todo aquello que no vemos pero que está muy presente en nosotros. Un cine nada complaciente, que nos cuestiona, que nos sitúa en lugares incómodos, inquietantes y sobre todo, en esos espacios que siempre queremos evitar. 

Aguilera nos sumerge en la existencia de Arthur Rimbaud (1854-1891), cuando después de publicar su famoso poema “Una temporada en el infierno”, en 1875, deja la poesía y parte al cuerno de África para convertirse en comerciante de armas y de todo tipo porque anhela riqueza para vivir. Vemos al poeta ahora sólo convertido en Arthur, en una tierra extraña, en un espacio físico que se materializa en su psique, en todos sus infiernos particulares, moviéndose de un lado a otro, intentando encontrar su mercancía que se retrasa, compartiendo sus días pesados y oscuros con las gentes del lugar, caminando de aquí para allá, en caballo observando su entorno. La obra de Joseph Conrad que ha inspirado a tantos otros, también se manifiesta en la película, porque este Rimbaud huyendo de sí mismo, alejándose de su París, dejando atrás al poeta, no está muy lejos de las criaturas que viajan por África de las novelas del polaco que escribía en inglés, ya sea aquel de El corazón de las tinieblas o aquel otro de Lord Jim. Hombres en busca de algo, que no saben qué es, en continua lucha contra sí mismos, encerrados en sus paranoias y emociones, construyéndose en ese bucle constante, sumergidos en un limbo laberinto del que no son capaces de encontrar la salida. 

A partir de un guion nada convencional y tremendamente personal que firman Nathan Fischer, que además es coproductor, el propio director y la colaboración del intérprete Damien Bonnard, construido a partir de lo físico, en consonancia con esa voz del poeta, o de lo que queda del poeta, que reflexiona sobre sí mismo, sobre su situación, sobre lo que espera encontrar y la nada, o el vacío, esa vida errante que parece detenida o simplemente, sin rumbo o convertida en una performance donde el poeta quiere dejar de ser y ser lo que imagina, lo que siente, en un estado espiritual, emocional y siendo otro. El tema del doble que tanto ha tocado Herzog, e Isaki Lacuesta en sus filmes como Arthur Cravan y Los pasos dobles, que relataban las odiseas de dos artistas, películas que dialogan mucho con esta, ya que las dos nos hablan de viajes físicos y emocionales, en las que ambas consiguen introducirnos en esos elementos donde lo físico se integra en lo psicológico y en lo emocional, y en lo invisible. La factura visual de la película es otro gran aliciente porque tenemos a uno de los grandes, Jimmy Gimferrer, que me impresionó en Aita, de José María Orbe, Història de la meva mort, de Albert Serra y Born, de Claudio Zulian, entre otras, creando ese mundo que, en realidad, son todos esos mundos de Rimbaud, los físicos y los psicológicos, los que vemos y los que no, en un magnífico trabajo del gironí cinematógrafo, que también hace la música, una banda sonora orgánica, muy atmosférica y llena de otros tantos mundos, con la música adicional de Fernando Vacas, que hizo la de Tu hijo, de Miguel Ángel Vivas, y ya trabajó con Aguilera en Rediseñando el mundo

Un exquisito montaje, lleno de digresiones, donde prima lo caleidoscopio, creando todo ese mundo, submundo y más, en el que vive o está el propio Rimbaud, que firma Sergio Vega Borrego, en el que nos van metiéndonos en todo esos universos límbicos en los que está y no está el poeta, en esos estupendos 79 minutos de metraje. Una cinta que juega a la construcción de la representación, como hace el cine de Serra al que hemos citado más arriba, que dialoga con su última película Pacifiction, como con el cine de Lisandro Alonso, necesitaba y más aún, un actor como Damien Bonnard, un tipo al que hemos visto en diferentes roles con directores tan alejados como Polanski, Ladj Ly, Lafosse, Lanthimos, Wes Anderson y Dominik Moll, que recuerda al Depardieu setentero que nos flipó en las películas poéticas de Duras, en Los rompepelotas, de Blier, el Novecento, de Bertolucci, con Ferreri, y en aquella maravilla de Loulou, de Pialat, entre otras. Su Rimbaud es alucinante, tanto en lo físico como en lo psíquico, que está muy cerca de Robinson, el protagonista de la citada Naufragio,  un ser que camina junto a sus otros yo y sus fantasmas, creando ese hombre y su deterioro a todos los niveles, su pérdida de fe en su poesía, esa huida a ser otro, a olvidarse del poeta y ser poema, o incluso, a esa idea de buscarse en su interior e ir desapareciendo sin dejar rastro, metido en ese traje blanco, siendo y no siendo quién no quiere ser, metido en su confusión, en su limbo etéreo donde lo físico desaparece para ser otra cosa, algo invisible y presente a la vez. 

Hotel Splendid: Rimbaud en África, de Pedro Aguilera nos sumerge en un viaje que se mueve por aquellos pliegues del cine y su artificio, en un relato que cuestiona cada paso y cada imagen, creando esos universos donde no hay huellas que podamos situarnos, sino todo lo contrario, nos van conduciendo a esos otros lugares y esos otros nosotros. Un cine que demuestra la grandísima diversidad del cine hecho por estos lares, aunque algunos no sepan verlo, allá ellos, porque estamos ante un cine que indaga, profundiza y cuestiona el propio cine y su materia, en el hecho de acercarse a una figura tan gegantina como Rimbaud, y hacerlo de esta manera, tan diferente, tan elevadísima del biopic convencional, tan igual a todos, aquí no hay nada de eso, porque la película nos propone un viaje en el que no hay vuelta posible, en que hay que estar dispuesta a vivir una experiencia donde se confabulan los géneros, porque hay drama, aventuras, terror, ciencia-ficción, entre otros, para redifinirlos y situarlos de forma natural y transparentes, donde todo convive de manera sencilla y honesta, porque el relato se cuenta y se cuenta desde lo más profundo, desde lo que no se ve, desde la fantasmagoría de los inicios del cine, devolviendo todo aquello que el cine parece haber perdido o no. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA