Entrevista a Toni Acosta, actriz de la película «Poliamor para principiantes», de Fernando Colomo, en el marco del BCN Film Fest, en el Hotel Seventy en Barcelona, el miércoles 21 de abril de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Toni Acosta, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Cristina Marinero de Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
“La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”.
Henry Van Dyke
El nuevo milenio es un espacio online, un espacio donde las redes sociales se han convertido en “espacio”, donde millones de usuarios abarrotan de publicaciones sus perfiles, mostrando su vida y mostrándose continuamente, desinhibiéndose a todo trapo, y convirtiendo sus dominios en auténticos escaparates de sus existencias, a nivel físico, emocional y demás. Muchos de ellos han generado auténticos negocios con su contenido, convirtiéndose en los llamados “influencers” para muchos, y empresas han visto una forma de anunciar sus productos promocionando a estas nuevas “stars” de la imagen. Sylwia Zajac es una mujer de treinta años que ha construido toda una legión de cientos de miles de seguidores a través de sus redes, motivándolos a través del fitness, con sus clases, entrenamientos y esa actitud perfecta y llena de felicidad. Pero… ¿Qué ocurre cuando Silwia apaga su móvil?.
El segundo trabajo de Magnus von Horn (Göteborg, Suecia, 1983), después de la interesante e incisiva Después de esto (The Here After), que dirigió en el 2015, en la que retrataba la difícil vuelta a la vida de un joven que ha cumplido condena en un reformatorio. Con Sweat (traducido como “sudor”), el director sueco, afincado en Polonia, que se formó en la prestigiosa Escuela de Lodz, nos sitúa en la vida de Sylwia durante solo tres días, en la ciudad de Varsovia. Tres días en las que la joven experimentará lo feliz y amargo de su existencia. La película tiene un ritmo y una aceleración como la vida de esta joven, una vida “online”, donde todo es carne de publicación, en que el móvil es una parte más de su cuerpo y mente, donde la veremos de aquí para allá, casi sin descanso ni tregua, como ese arranque tan vertiginoso como la clase de entrenamiento que hace en directo con sus seguidoras. Un cámara pegada a ella, metida en su interior, en un gran trabajo del cinematógrafo Michal Dymek, bien acompañado por el inmenso ejercicio de edición de Agnieszka Glinska, que ayudan a convertir Sweat en una película de ahora, con los métodos y elementos que tanto se utilizan, aunque eso sí, también, hay tiempo para plantar la cámara y mirar la vida de Sylwia de forma más pausada.
La joven vivirá una experiencia que solamente no le cambiará su forma de trabajo, sino su interior, un espacio donde no es exitosa, sino todo lo contrario, pero la película no lo transmite de forma simple, sino con estilo y elegancia, con la figura de un acosador, alguien que como ella siente su soledad cuando los focos se apagan, alguien que despertará en la joven cosas que debería empezar a plantearse porque tarde o temprano deberá enfrentarlas para crecer como persona y mejorar en su vida y por ende, en su trabajo. Las miserias de las redes sociales, y todos aquellos que se benefician y las sufren, la dictadura de la felicidad y los cuerpos aceptados por la industria, y todos aquellos que encuentran sentido a sus vidas en los que siguen en redes, son varios de los aspectos en los que incide el director sueco, construyendo una película de aquí y ahora, pero sumamente sobria, sensible y sólida. Secuencias bien planteadas que explican lo necesario pero haciendo hincapié en su estado emocional, son algunas como las de la comida con su madre y familia, y la experiencia con el acosador y otro entrenador colaborador, momentos que la resignificarán hacia otras posiciones que le ayudarán a verse como es, todo aquello que oculta y todo lo que le duele y le impide estar bien consigo misma.
Una estelar y maravillosa Magdalena Kolesnik, en su primer papel protagonista, después de haber trabajado con nombres de la industria polaca tan potentes como Jan Komasa y Krystian Lupa, entre otros, dando vida con convicción y naturalidad a la compleja Sylwia, una mujer exitosa en las redes y los medios de comunicación, una mujer fuerte, segura de sí misma, y alguien capaz de todo, una mujer perfecta, digna de admirar y un ser admirable. En cambio, la real, la del día a día, es alguien frágil, que no muestra sus sentimientos, muy resentida, y con una mala relación con su madre, llena de reproches y errores del pasado. Entre el personaje y la persona, una confrontación en la que deberá lidiar la futura Sylwia que salga mejor de ese trance. Debemos a hacer mención a otra presencia interesante de la película, la del actor Zbigniew Zamachowski, que muchos recordamos como el inolvidable Karol de Blanco, de Kieslowski. La joven deberá buscarse y encontrarse para salir más fuerte, enfrentándose a quién es, qué quiere, y sobre todo, empezar a pretender ser tan perfecta en su vida como en su trabajo, aprender a ser lo más humana posible, sin miedo, dejándose las inseguridades, olvidándose de los “haters”, y sabiendo que siendo ella misma, y aceptándose, podrá mostrarse como lo que es y ser de verdad un referente para todos los que la siguen, y la quieren, en cierta manera, aunque sea a su personaje y no a ella. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Quim Àvila, actor de la película «Poliamor para principiantes», de Fernando Colomo, en el marco del BCN Film Fest, en el Hotel Seventy en Barcelona, el miércoles 21 de abril de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Quim Àvila, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Cristina Marinero de Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
“El amor es la respuesta, pero mientras estás esperando la respuesta, el sexo plantea algunas preguntas bastante buenas”
Woody Allen
Con Isla bonita (2015), de Fernando Colomo (Madrid, 1946), una película filmada entre amigos y sin dinero, pero con esa naturalidad e intimidad que había en aquellas deliciosas tragicomedias de sus primeros años como Pomporrutas imperiales, Tigres de papel, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, La mano negra o La línea del cielo. Cine que dio origen a la llamada “comedia madrileña”, un cine que con mejor o menor suerte no solo ha divertido con las miserias urbanas de muchos de aquellos españoles que nacían a la vida ochentera con sus pros y contras, después de años en el ostracismo franquista. Un cine que se tomaba muy en serio reírse de las estupideces de esos hombres y mujeres que iban de modernos o no. Con Poliamor para principiantes, el director madrileño vuelve a esa comedia que se ríe de todo, pero con cariño y sin faltar al respeto, en un guion que firman Casandra Macías Gago, Marina Maesso y el propio Colomo, para centrarse en las desventuras de un tipo veinteañero, más cerca de los treinta, sin oficio ni beneficio llamado Manu, que vive con sus padres, que intenta infructuosamente ganarse la vida como youtuber y es un apasionado del cómic manga.
Todo cambiará cuando Manu conoce a Amanda, pero la chica tiene un pequeño inconveniente, la chica practica el poliamor. Amanda sale con Claudia, una chica trans, también con Àlex, un monitor paracaidista, y con un matrimonio acomodado con hijos que son Marta y Esteban. Por otro lado, los padres de Manu, también descubrirán las ventajas e inconvenientes del poliamor, y meterán a su propio “unicornio”, Berta que cambiará y mucho la forma de relacionarse del matrimonio o lo que queda de él. Colomo vuelve a echar mano de sus colaboradores en sus últimas películas, ya que encontramos a Ángel Iguácel en la cinematografía, que ya estuvo en La tribu, y en la edición a Ana Álvarez-Ossorio, que hizo lo mismo en Antes de la quema. La película es una comedia romántica al uso, filmada con la libertad y el ingenio de alguien como Colomo, con medio siglo de oficio en este tipo de aventuras, de esos cineastas que sabe que tiene entre manos y como llevarlo a cabo de la mejor forma posible a los espectadores, con muchas risas y ese puntito de crítica social y humana.
La cinta tiene de todo, sus momentos divertidos, de persecuciones, de malos entendidos, de barullo emocional y físico, añadiendo la peculiaridad del poliamor, donde conoceremos nuevos términos como la compersión, en ENR, la energía de la nueva relación, y mucho lenguaje inclusivo, se trata de amar a través del respeto, aunque no siempre se consigue y la práctica nos llevará a situaciones comprometidas, muy complejas y difíciles de sobrellevar. Hay fases de mucha comedia alocada, cuanto más se desata la historia, más emocionante y cómica se convierte, recogiendo ese aroma de la comedia clásica hollywodiense, la “screwball”, con algunos momentos hilarantes y absurdos al estilo de Sucedió una noche, La fiera de mi niña, Al servicio de las damas, entre otras, o esa otra comedia romántica más de nuestros días, pero con el añadido, y qué añadido, del tema del poliamor. Hay secuencias memorables como la del parque, cuando nuestros protagonistas, padre e hijo, como un Quijote y Sancho Panza al uso, descubren eso del poliamor, y movidos por la curiosidad, se meten de lleno, descubriendo, y sobre todo, descubriéndose sus límites, los de los otros, y la marabunta que les espera.
Colomo siempre ha sabido rodearse de grandes intérpretes, y sacarles su vis cómica y muchísimas cosas más allá, como Carmen Maura, Ana Belén, Antonio Resines, María Barranco, Verónica Forqué, ente otros muchos. Aquí, consigue una ecuación que funciona muy bien como mezclar consagrados en estas lides como Karra Elejalde, maravilloso en su rol de Satur, ese padre amoroso y advenedizo que se topará con todo aquella que le fastidia, muy a su pesar, Toni Acosta, que se mueve en su salsa en este tipo de películas, hace de Tina, esa madre estresada de tanto trabajo, que encontrará en su “unicornio” particular una forma de darle vida a su existencia, pase lo que pase y caiga quien caiga, y luego, los más debutantes, Quim Àvila como Manu, el “ranger del amor”, con ese traje ridículo e infantiloide, alguien que para triunfar se convierte en un defensor del amor romántico, aunque a penas sepa que significa eso, y dará con sus contradicciones cuando se enamora de Amanda.
El persona de Amanda es el centro de todo, que interpreta con soltura una increíble María Pedraza, que habíamos visto en series de éxito como Élite y La casa de papel, es la chica en cuestión, la llama de Manu, con la maravillosa naturalidad de una actriz que es capaz de todo, y luego, todo un plantel de jóvenes que empiezan a despuntar como Lola Rodríguez y Eduardo Rosa, con las presencias interesantes de Luis Bermejo y cristina Gallego, como el matrimonio, e Inma Cuevas como la “otra” de la pareja Satur y Tina. Poliamor para principiantes no pretende a ser un manual para conocer el poliamor y sus ventajas o riesgos, sino una forma de acercarse a las formas de amar y relacionarse en la actualidad, y sobre todo, invitarnos a reírnos de ello, con muchísimo respeto, e ir más allá, reírnos a carcajadas de lo torpes que somos cuando nos relacionamos con los otros, las inmensas chaladuras que hacemos, las que no hacemos, lo que sentimos o no, que en realidad no deja de ser nuestro propio reflejo, la imagen que tienen los demás de nosotros, y la imagen que tenemos de nosotros mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Eneko Sagardoy y Joe Manjón, intérpretes de la película «Mía y Moi», de Borja de la Vega, en el marco del D’A Film Festival, en el Hotel Regina en Barcelona, el lunes 3 de mayo de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Eneko Sagardoy y Joe Manjón, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
“La gente que siempre ha hecho lo correcto no sabe ni la mitad sobre la naturaleza y caminos de hacer lo correcto que aquellos que se equivocaron”
Thomas Hardy, “Un par de ojos azules”
Los ambientes opresivos y hostiles, tanto física como psíquicamente, las malsanas relaciones familiares, las secuelas de la guerra, y el peso traumático del pasado, fueron muchos de los elementos que estructuraron buena parte del cine español de los setenta, el llamado período del “tardofranquismo”. Los Saura, Gutiérrez Aragón, Borau, Martín Patino, Bigas Luna, Erice y compañía, vieron en el mundo familiar y soterrado el marco ideal para hablar de un país y sus ciudadanos sumidos en la tristeza del pasado y un presente que todavía no vislumbraba nada esperanzador. Mía y Moi, la opera prima de Borja de la Vega, recoge todo ese sentimiento y lo adapta en una película en la persisten el peso y traumático pasado entre dos hermanos ya adultos que vivieron el mal trato del padre a su madre, y fallecida ésta, se reencuentran en una aislada y solitaria casa familiar para sanar las heridas, sobre todo, las de él, Moi, que está sumido en una fuerte depresión, los acompaña Biel, la pareja de Moi, un ser de luz, alguien que cuida, que siempre está, alguien que nunca los abandonará. En el otro lado del espejo, llega Mikel, el ex de Mía, ese amor tóxico que ella no logra dejar, un tipo malcarado, chulesco y matón, que enturbiará la ya enturbiada y oscura situación.
De la Vega es representante de actores, ha trabajado en distribución, ha dirigido webseries, incluso teatro, así que conoce mucho el mundo de la interpretación, y basa toda su historia minimalista, una sola localización, la omnipresente casa y sus laberínticos físicos y emocionales, y apenas cuatro personajes, deteniéndose en dos elementos que sustentan el decorado. Por un lado, tenemos a dos hermanos en duelo por la muerte de la madre, un amor fraternal solo de ellos, intenso y cerrado, y su “lugar”, esa casa llena de su memoria, sus recuerdos, buenos y no tan buenos, los días de verano, azules y negros, con esa playa que compartían junto a la madre. Y luego, están los otros, “los invitados” a esta reunión familiar, que son Biel y Mikel, dos caras completamente diferentes, una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Dos tipos que pondrán la dulzura o el picante según vaya avanzando la trama. El pasado, sus traumas, su heridas abiertas, el amor desde diferentes ideas y actitudes, el fraternal de los dos hermanos, el romántico entre Moi y Biel, que ahora no pasa por su mejor momento, y el tóxico, el que protagonizan Mía y Mikel, y después, “los otros” que se van originando entre los personajes, esas relaciones por las circunstancias que algunas producen extrañeza, y otras directamente, pavor.
El retrato avanza sigilosamente, sin pausa, a través de las miradas y gestos de los personajes, de sus interacciones, con esos encuadres que los captura a través de su cotidianidad, de sus quehaceres, de aquello que miran, que piensan, que sienten, todo contado desde dentro, desde cada interior, de la capacidad del intérprete por mostrar y mostrarse sin ser evidente, sin ser reiterativo, componiendo cada plano desde esa distancia que nos deja vía libre para ver, conocer y experimentar la película y todo aquello que nos está contando. La exquisita y naturalista luz del cinematógrafo Álvaro Ruiz, el reposado y milimétrico montaje de Pablo Santidrián, y la tenue y sosegada música de Pablo Martos, todos debutantes como jefes de equipo, ayudan a crear esa atmósfera compleja y cálida en la que transita la historia. Con algunos instantes de ligereza como esa escalera por la que suben para cazar algo de cobertura para sus llamadas, o aquellos instantes íntimos entre los dos hermanos donde se sumergen en el pasado común, en aquellos días de verano azules, que aunque pocos, también los hubieron.
El cuarteto protagonista consigue transmitirnos con leves detalles toda la luz y oscuridad de cada uno de los personajes, empezando por un magnífico Ricardo Gómez dando vida al desdichado Moi, en un rol muy alejado de lo que venía haciendo enfrentándose a un tipo torturado, perdido en su inmensidad, que encuentra consuelo en su hermana, mientras el mundo o lo de fuera parece haber desaparecido. Bruna Cusí que vuelve a deleitarnos con su inmensa naturalidad y cercanía, haciendo fácil lo difícil, y llevando al límite un personaje muy complicado como el de Mia, con muchas caras como somos los humanos, en unas, una adorable hermana y sustento de todo, y en otras, arrastrada por un deseo diabólico que la martiriza y la anula. Eneko Sagardoy hace de Biel, seguramente el personaje más cercano, más transparente y positivo de la película, alguien capaz de todo por amor, por ayudar y por estar, que nunca es fácil cuando tu amor lo está pasando mal y no hace por ayudarse ni recibir ayuda. Y finalmente, Joe Manjón es Mikel, un tipo tan duro y malvado como lo era Ray Liotta en Algo salvaje, que llega para generar conflicto y sobre todo, para llamar a la noche, y su oscuridad y miedo.
Tiene Mía y Moi, muchas semejanzas con La película de nuestra vida (2016), de Enrique Baró, vista también en el D’A hace unos años, en la que también había una casa y los recuerdos que allí se vivieron en aquellos veranos familiares. El uso del espacio y su interrelación con los recuerdos que habitan tiene mucho que ver con el cine de Malick, o con el western, peor el western desmitificador como el de Hellman o Reichardt, donde no hay héroes ni grandes gestas, sino personas y sus quehaceres diarios, con toda esa quietud, extrañeza y oscuridad que se va apoderando de los lugares, de los físicos y mentales, de todas esas nubes negras que van oscureciendo el ambiente, de toda esas malsanas relaciones que se van generando, en la que todo parece que vaya estallar en cualquier momento. De la Vega ha construido una película sencilla, que mira de frente, pausada, y veraniega, pero con todo lo que significa la estación en cuestión, con sus días azules y alegres, y sus otros días, esos que no quieres levantarte de la cama, esos que te asfixian, esos que recuerdas todo lo que te dolía y te duele, esos en que tanto la vida da miedo, y todo puede ocurrir. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Guille Cascante, director de la película «Balandrau, infern glaçat», en el marco del DocsBarcelona, en los Cinemes Girona en Barcelona, el jueves 13 de mayo de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Guille Cascante, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Núria Costa de Trafalgar Comunicació, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
Entrevista a Josep Maria Vilà, protagonista de la película «Balandrau, infern glaçat», de Guille Cascante, en el marco del DocsBarcelona, en los Cinemes Girona en Barcelona, el jueves 13 de mayo de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Josep Maria Vilà, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Núria Costa de Trafalgar Comunicació, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
“Y si yo pudiera devolverte todo, calmarte el sufrimiento y darte otra vida, una que no puedes ni imaginar, y sería para siempre…”
Anne Rice de su novela “Entrevista con el vampiro”
Muchos todavía recordamos el gran impacto que supuso el personaje de Claudia, interpretado por Kirsten Dunst, la pequeña vampiresa de 12 años, sedienta de sangre y enamorada, en la interesante Entrevista con el vampiro (1994), de Neil Jordan. Años después, conocimos a Eli, otra pequeña vampira, que entablaba amistad con el tímido Oskar en la Suecia de principios de los ochenta en la extraordinaria Déjame entrar (2008), de Tomas Alfredson. Ahora, conocemos a Amaia, una niña de 13 años, que después de una terrible bomba que deja en ruinas el orfanato en el que vive, allá por el 1850 en plena III Guerra Carlista, en el País Vasco, en un entorno muy hostil, donde la noche se convierte aciaga y muy misteriosa, es salvada por una extraña mujer, una mujer que solo sale de noche, una mujer inmortal, una mujer que se alimenta de sangre, y una mujer que se convierte en su madre.
Después de la estimulante Cuando dejes de quererme (2018), Igor Legarreta (Leioa, Bilbao, 1973), que nos hablaba de una vuelta a las raíces vascas de una joven argentina, envuelta en un fascinante retrato sobre el pasado y sus fantasmas, vuelve al largometraje, al género de terror, como ya hiciera en el guion de Regreso a Moira (2006), que dirigió Mateo Gil, con un cuento con niños para todas las edades, una fábula vasca, una fábula de vampiros, protagonizada por una niña que, condenada a una muerte segura, muy a su pesar, asume otra condena, la de vivir eternamente, la de convertirse en una criatura de la noche, a vagar sola por el mundo, por un universo rural, alejado de todos y todo. Con un tono naturalista, intimista y sombrío, en un grandísimo trabajo de cinematografía que firma Imanol Nabea, que ya estuvo en Cuando dejes de quererme, la excelente composición musical de un experto como Pascal Gaigne, otorgando ese marco de fantástico bien fusionado con la realidad vasca de mediados del XIX, donde la religión es el centro de todo, y la naturaleza y los animales, la actividad laboral, como bien define el arte de Mikel Serrano, uno de los profesionales más demandados en el último cine vasco de gran éxito.
El estupendo y pausado montaje de Laurent Dufreche, otro profesional muy requerido, que junto al fantástico trabajo de sonido de Alazne Ameztoy, diseñan una película de poquísimos personajes, muy cercana, lúgubre y con un grandísimo trabajo de planificación y producción. Ilargi Guztiak. Todas la lunas, nos habla de muchas cosas, desde la inmortalidad, cuando no es buscada, ni mucho menos aceptada, de la infancia y todos sus problemas, del miedo a la soledad, del conflicto existencial, del peso del pasado, de los traumas que arrastramos, de sentirse diferente a los demás, de no saber encontrar tu sitio, del miedo a lo extraño o desconocido, de ese caciquismo que imponía una forma de vida, y rechazaba y perseguía las otras. Un tono inquietante, oscuro y sensible, es el que marca un cuento como los de toda la vida, como los que contaban los mayores, esas leyendas que todos conocían, con el legado del mejor cine vasco como los que hacían Uribe, Armendaríz, Olea, el Medem de Vacas o La ardilla roja, el Bajo Ulloa de Alas de Mariposa, los Asier Altuna, Koldo Almandoz, Imanol Rayo, el trío Arregi, Garaño y Goenaga, componiendo películas sobre lo más intrínseco vasco, a través del género, construyendo relatos de antes con el tono de ahora, extrayendo lo más local y haciéndolo universal.
Un perfecto y ajustadísimo reparto encabezado por Haizea Carneros, la niña de 13 años, debutante, que encarna a la pequeña Amaia, la niña condenada eternamente a vivir como una vampira, como una errante de las tinieblas, sola y sin nadie, que hará lo imposible para sobrevivir, ser aceptada como una más, y sobre todo, no sentirse tan sola. Bien acompañada por Itziar Ituño, como la madre “adoptiva” de Amaia y la protectora en su nuevo rol, un rostro bien conocido de la cinematografía vasca, vista en películas tan interesantes como Loreak, Errementari o Hil Kanpaiak, entre otras. Un gran Josean Bengoetxea, otra cara más que habitual en nuestro cine, en los repartos de muchas películas, hace aquí el personaje de Cándido, un hombre humilde, trabajador, quesero, que arrastra una pena muy grande, una pena que aliviará con la llegada de Amaia, que defenderá de muchas amenazas que se ciernen sobre la niña, debido a la incomprensión popular, que nos recuerda a lo que sufría el monstruo en la inolvidable El doctor Frankenstein (1931), de James Whale.
Las ricas presencias de otros intérpretes como el excelente Zorion Eguileor, que descubrimos en la espectacular El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia, da vida a Don Sebastián, el párroco del pueblo, inquisitivo y tenebroso como lo eran en la época que tan bien retrata la película. Y finalmente, el niño Lier Quesada, ese niño de juegos, que recuerda a Déjame entrar, donde la infancia no juzga, ni se muestra temerosa, simplemente acepta la diferencia, porque para ellos no existe tal cosa. Legarreta ha conseguido una película asombrosa, con ese tempo cinematográfico pausado, mezclando con sabiduría la historia, el fantástico, el terror, lo rural, lo espiritual y lo que va más allá de cualquier tipo de racionalidad, convirtiendo Ilargi Guztiak. Todas las lunas en una cinta de culto al instante, que nos remueve, nos agarra sin soltarnos, y sobre todo, nos sumerge en lo interior del vampirismo, alejándose completamente de su aura romántica, e introduciéndonos en su naturaleza más oscura, existencial y dolorosa. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Ana Hurtado, directora de la película «Herencia», en el Parque Jardins de Mercè Vilaret en Barcelona, el viernes 14 de mayo de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ana Hurtado, por su tiempo, generosidad y cariño, a Marga de Mallerich Films, y a Sandra Carnota de ArteGB, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.