Luz del 86, de Inari Niemi

VERANO DEL 86. 

“No creas que puedes salvar a las personas simplemente tomándolas de la mano. Pero, aún así, toma su mano”.

Las primeras imágenes de Luz del 86 (“Valoa Valoa Valoa”, en el original, traducido como “Luz Luz Luz”), de Inari Niemi (Helsinki, Finlandia, 1978), son especialmente hipnóticas y absorbentes, mientras una voz, la de Mariia de 15 años, nos informa del accidente nuclear de la central nuclear de Chernobyl, al norte de Ucrania, por aquel entonces la URSS, ocurrido el sábado 26 de abril de 1986. La voz nos comunica de los efectos de la radiación mientras cae una lluvia incesante. Unos primeros minutos del relato que ya nos pone completamente en situación emocional, donde prevalecerán las imágenes poéticas y oníricas, como refugio o vía de escape de la dura realidad que viven las dos protagonistas. La citada Mariia con una madre enferma y Mimi, la recién llegada al pequeño pueblo, aislada y solitaria, con una familia muy disfuncional y llena de problemas y alcoholismo. Entre las dos adolescentes, muy diferentes entre sí, nacerá una bonita amistad que derivará en algo más, el primer amor o quizás, dicho de otra forma, la primera mano que nos tendrán para descubrir que no estamos tan solos como imaginamos. 

La directora finlandesa que antes había hecho Kesakaverit (2014), Joulumaa (2017) y la serie Mieheni vaimo (2022), donde optaba por la comedia y el drama, se enfrenta en su tercer largometraje a una historia donde la realidad se va transformando en una sensible historia de amor entre dos adolescentes y el universo que van creando en un verano nórdico, donde hay zambullidas en lagos alejados del pueblo, bailes a todo trapo en mitad del bosque, escapadas para ver el mar y sexo en la habitación de Mimi, entre otras cosas más. Con una atmósfera que se mueve entre la realidad cruda y sin futuro en la que sobrevive como puede la citada Mimi, y luego, ese otro mundo onírico y de fantasía y amor donde la vida y la existencia pueden ser más amables y quizás, felices. El guion de Juuli Niemi, que ya había trabajado con la directora, basado en la novela homónima de 2011 de Vilja-Tuulia Huotarinen, se sitúa en una atmósfera y tono envolventes, como de cuento, donde se mueve entre el verano del 86 y veinte años después, cuando el personaje de Mariia vuelve a casa porque está pasando una crisis y su madre vuelve a tener cáncer. La mayor parte del argumento se centra entre los días de verano que se tornan una aventura entre las dos chicas, unas personas que encuentran la una a la otra una razón más que suficiente para levantarse cada día y descubrirse en la otra, sin más futuro que el verano que están viviendo con intensidad y emoción.

El gran trabajo técnico de la película para conseguir esa fusión de realidad más heavy y la fábula de descubrimiento y amor, donde la directora se ha rodeado de cómplices como el cinematógrafo Sari Aaltonen, del que vimos su trabajo en la película Tiempos difíciles: Cantos por los cuidados (2022), de Susana Helke, que se vio por L’Alternativa, con ese aroma de cuento de dos niñas encerradas en el castillo de la madrastra que quieren saborear la libertad y el amor, así como el conciso y sobrio montaje de Hanna Kuirinlahti, en sus reposados e intensos 91 minutos de metraje, en el que todo se cuenta con una cercanía y una honestidad asombrosas, como el estupendo trabajo de la música de Joel Melasniemi, que capta con elegancia todo el desbarajuste emocional de las dos protagonistas, y sus relaciones tensas con los demás, sin olvidar los grandes hits de la música que se escuchaba entonces como el “Maria Magdalena”, de Sandra, que fue un boom en todo el continente, o no menos el “Smalltown”, de los Bronski Beat, todo un himno, el “Love hurts”, de Nazareth, otro temazo, o “Poskivalssi”, el clásico de los cincuenta finlandés que cantaba Olavi Virta, que acompañan con tacto cada diálogo y silencio de las dos protagonistas. 

El gran acierto de la película es su magnífica pareja protagonista porque son capaces de sumergirnos en esa maraña de sentimientos, tristezas y conflictos por los que transita, sobre todo, la vida de Mimi. Dos grandes actuaciones de dos casi debutantes en el cine como Rebekka Baer en el papel de Mariia, dulce y amable, generosa y valiente, que seguramente, vivirá el mejor verano de su vida, y todavía no lo sabe, y frente a ella, Mimi, que hace Anni Iikkanen, un personaje roto, alguien que quiere huir pero no sabe dónde, desamparada y muy sola, que encuentra en Mariia una tabla de salvación, alguien a qué agarrarse, alguien que le dé un sentido a su vida, o lo que queda de ella. Tenemos a la Mariia veinte años después en el rostro de Laura Birn, que vuelve al pueblo con heridas y allí deberá enfrentarse al pasado y perdonar y perdonarse, y Pirjo Lonka, que ya trabajó con la directora en la mencionada serie, aquí como madre de Mariia, uno de esos personajes que hablan muy poco, preguntan menos, pero se dan cuenta de todo lo que ocurre a su hija. Después tenemos a una serie de intérpretes, todos muy bien escogidos en sus roles, que parecen no actuar de lo bien que actúan, como la familia de Mimi, o lo que es lo mismo la familia de la casa de los horrores, por la falta de amor, empatía y cariño reinantes. 

Si tuviésemos que encontrar una película-reflejo para Luz del 86, de Inari Niemi, podríamos encontrarla en Verano del 85 (2020), de François Ozon, en que el director francés nos contaba el amor de dos jóvenes en el citado verano en la costa de Normandía, donde sonaba aquel monumento que era el “Sailing”, de Rod Stewart. Una película que también hablaba del despertar a la vida, al amor, al sexo, al dolor, a la tristeza, a ese sentimiento consciente de la efimeridad de la vida, donde todo es fugar, todo es un sueño, y todo es tan vulnerable, incluso todo lo que vemos y sentimos, porque la vida va pasando y nosotros nos quedamos allí. si se acercan a mirar la vida de Mariia y Mimi seguro que no se arrepentirán, porque les aseguro que les va encantar su historia, su amor, su juventud y sus ganas de vivir, 0 de bien seguro volverán con aquel adoelscente que fueron, o que algunos días, sin venir a cuento, recuerdan con cariño, con temor, con severidad, o quizás, la película los lleva a aquel verano, sí, aquel verano donde descubrieron el amor, la vida y su oscuridad, y querían escapar y escaparse de todo y volar o vete tú a saber. La película es también una interesante reflexión sobre el hecho de amar, de esa idea del amor como refugio para soportar las tristezas de la vida, o al menos, olvidarse de ellas por un momento. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Gonzalo Benavente Secco

Entrevista a Gonzalo Benavente Secco, director de la película «La revolución y la tierra», en Casa Amèrica de Catalunya en Barcelona, el viernes  30 de junio de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Gonzalo Benavente Secco, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Anna Vázquez de Comunicación de Casa Amèrica de Catalunya, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Xun Sero

Entrevista a Xun Sero, director de la película «Mamá», en el marco del LATCinema Fest, en la Casa Amèrica de Catalunya en Barcelona, el martes 21 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Xun Sero, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Anna Vázquez de Casa Amèrica de Catalunya, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Víctor Checa

Entrevista a Víctor Checa, director de la película «Tiempos futuros», en el marco del D’A Film Festival en el Hotel Regina en Barcelona, el miércoles 4 de mayo de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Víctor Checa, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de Comunicación del Festival, por por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Alicia Cano Menoni

Entrevista a Alicia Cano Menoni, directora de la película «Bosco», en la sede de la Casa Amèrica Catalunya en Barcelona, el miércoles 16 de noviembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alicia Cano Menoni, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial, y a Violeta Medina de Comunicación, por por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Sergio Ramírez

Entrevista a Sergio Ramírez, director de la película «1991», en el marco del LATCinema Fest en el Hotel Catalonia Diagonal Centro en Barcelona, el lunes 4 de abril de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Sergio Ramírez, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Anna Vázquez de Gestión Cultural de Casa Amèrica Catalunya, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a José Pablo Escamilla

Entrevista a José Pablo Escamilla, director de la película «Mostro», en el marco del LATCinema Fest en los Cinemes Girona en Barcelona, el domingo 3 abril de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a José Pablo Escamilla, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Anna Vázquez de Gestión Cultural de Casa Amèrica Catalunya, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Alejandro Loayza Grisi

Entrevista a Alejandro Loayza Grisi, director de la película «Utama», en el Hotel Catalonia Gràcia en Barcelona, el viernes 21 de octubre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alejandro Loayza Grisi, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sylvie Leray de Reverso Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Justin Lerner

Entrevista a Justin Lerner, director de la película «Cadejo blanco», en el Hotel Casa Fuster, el miércoles 14 de septiembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Justin Lerner, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Miguel de Ribot de A Contracorriente Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Mi vacío y yo, de Adrián Silvestre

SOY RAPHI NADA MÁS.

“No hay necesidad de apresurarse. No hay necesidad de brillar. No es necesario ser nadie más que uno mismo”.

Virginia Woolf

El año pasado conocimos a Tina Recio, Alicia de Benito, Cristina Millan, Saya Solana, Magdalena Brasas y Yolanda Terol. Las seis mujeres trans que protagonizaban Sedimentos, de Adrián Silvestre (Valencia, 1981). Una estupenda película que profundizaba en el interior de seis mujeres que nos explicaban sus realidades a través de un divertido y humanista periplo por la zona rural de León. Silvestre sigue en el universo trans con la película Mi vacío y yo, en la que nos sitúa en la mirada de Raphaëlle Pérez, una mujer trans francesa que acaba de aterrizar en Barcelona. La cámara acogedora y cercanísima de Silvestre sigue incansablemente la realidad y realidades a las que se enfrenta una mujer joven, una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, empleada en un call center, muy sensible y naïf, compleja, vital y contradictoria, que desea ser aceptaba y encontrar a un hombre con el que tener una relación.

La película parte de un magnífico guion que firman el director Carlos Marquès-Marcet, Raphaëlle y el propio director, a través de un relato que huye del sentimentalismo y el edulcoramiento, en el que hay honestidad y sensibilidad, donde construye una historia completamente descarnada y muy realista de la cotidianidad de Raphi, a la que vemos en sus visitas al médico para seguir el tratamiento de su tránsito, sus decepcionantes citas con hombres que le llevan a encuentros sexuales insatisfactorios, y su idea de ser aceptaba en una sociedad que continuamente la señala y le imponen una “normalidad” generalizada que excluye a los diferentes. Silvestre vuelve a contar en la producción con Javier Pérez Santana, al que se unen Marta Figueras y la directora Alba Sotorra, Laura Herrero Garvín vuelve a encargarse de la cinematografía como ya hiciese en Sedimentos, en un trabajo transparente, donde no hay artificio ni tampoco embellecimiento, sino algo sumamente tangible e íntimo, como si se pudiese tocar, siguiendo junto a la protagonista en sus tristezas y reflexiones, en su deambular por una Barcelona alejada de la postalita. Una ciudad de verdad, donde la gente trabaja y vive como puede, una urbe real y de cada día.

Del montaje vuelve a hacerse cargo Adrián Silvestre, en un preciso y detallista ejercicio donde prima lo físico y lo interior, consiguiendo un ritmo ágil y sencillo en el que los noventa y ocho minutos de metraje se ven con atención y sobre todo, dando tiempo a una reflexión necesaria en este tipo de historias. Como hemos mencionado, es tan importante el viaje físico como interior de Raphaëlle en la película, en este itinerario en el que ella debe aceptarse y ser aceptada en su propio camino y fluyendo con todas las cosas de su alrededor, como con las cosas que le van sucediendo, tanto las más incómodas y de rechazo, y aquellas otras donde se valora su identidad, y la persona que quiere ser como la muestra de artistas en la que ella participa, el trabajo como actriz en la obra de teatro sobre su experiencia y conocer a hombres que la valoran y desean tal y como ella es. Mi vacío y yo tiene esa forma de cuento, de relato en primera persona, de búsqueda interior y sobre todo, de encontrar tu lugar en el mundo, de seguir en el viaje a pesar de todo y todos para encontrarse a esas personas que no miran lo otro y si a la persona que tienen frente a ellos, una persona que busca quién quiere ser y ser aceptada por los demás.

Con Sedimentos y Mi vacío y yo, el director valenciano ha tejido con sabiduría y paciencia un hermosísimo díptico que no solo visibiliza el colectivo de mujeres trans, sino que profundiza en los prejuicios y “normalidades” de nuestra sociedad a la que todavía le falta sensibilidad y acercamiento a todo aquello que resulte diferente, que suele rechazar y condenar, aunque Raphaëlle se encontrará a personas, todavía pocas, que la miran de otra manera, de una forma más humana y con la inquietud de conocer y escuchar, aunque sean breves destellos, las cosas están cambiando poco a poco, y eso no es solo primordial para el crecimiento emocional de una sociedad, sino completamente necesario para construir una sociedad más plural, diversa y llena de amor y libertad. Una película que traza toda su ingeniería en la mirada y existencia de su protagonista, necesitaba a una mujer capaz de contar, sufrir y sentir como la hace Raphaëlle Pérez, una interpretación maravillosa y tan de verdad, en esta ejemplar fusión de documento y ficción, donde es tan importante lo que se ve como lo que no, porque la riqueza del relato radica en ese mundo interior de la protagonista, una persona a la que podemos mirar desde todos los ángulos, que se abre en canal para contarnos su vida, para contarnos sus intimidades, para trabajar en la aceptación de su viaje, y ser querida por los demás.

Nos encanta volver a encontrarnos a las seis maravillosas mujeres de Sedimentos en breves pero intensas intervenciones en Mi vacío y yo, porque resultan fundamentales para ayudar y acompañar a Raphaëlle en su viaje, porque no solo aportan sus experiencias y testimonios, sino que son un buen apoyo emocional en el viaje que está realizando la protagonista. El personaje de Raphi no está muy lejos de los transparentes, desdichados y cercanos personajes de las películas de Rainer Werner Fassbinder, personas que hacen lo imposible para vivir una existencia de lo más humana posible y ser uno más, amar y sentirse amados, sin cortapisas de nadie y sin trampas, de verdad, de esos amores que se sienten profundamente, que tienen algo de otro mundo, de otra dimensión, de ser ese otro que te niegas o simplemente ser uno mismo, aceptado, deseado y querido, quizás una tarea harto complicada en una sociedad que se empeña en deambular por las apariencias y en la superficialidad, aunque como sucede con todas las cosas más importantes de la vida que no cuestan dinero, pero cuestan tanto. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA