Entrevista a Abel García Roure, director de la película «Sumario 3/94», en su domicilio en Barcelona, el viernes 4 de enero de 2025.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Abel García Roure, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y al equipo de comunicación de la distribuidora Begin Again Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Lucija Stojevic, directora de la película «Pepi Fandango», en la sede de la productora Noon Films en Barcelona, el martes 3 de septiembre de 2024.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Lucija Stojevic, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Ana Sánchez de Trafalgar Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Los primos sonidos que marcaron mi vida y que tengo en las entrañas fueron los fandangos a palo seco, de voces infantiles o adultas aislados en el campo de concentración de Rivesaltes: Y claro no recuerdo letras, sólo palabras que se repetían: hambre, enfermo, fiebre. En caló: madre – vata, quiero – camelo, pan – manró, comer – jalar, cagar – jiñar, penas y duquelas.
Pepi
Conocí el cine de Lucija Stojevic (Zagreb, Croacia, 1980), a través de La Chana (2016), su primera película en la que recuperaba la figura de la famosa bailaora, ahora olvidada, siguiéndola en su quehacer diario mediante una transparencia y naturalidad absorbentes, y recorriendo su vida artística y su memoria con imágenes de archivo. Una película de investigación y humanista que nos devolvía a alguien que el tiempo borró. Con Pepi Fandango, su segundo trabajo, vuelve a rastrear en el pasado y recupera la memoria de Peter Pérez, más conocido como Pepi, un vienés judío de 84 años, que durante niño estuvo preso durante la Segunda Guerra Mundial en el campo de concentración de Rivesaltes, al sur de Francia y su relación con el fandango, otra vez la música como leit motiv, que escuchaba a niños durante su estancia en el citado centro.
La película se estructura a través de una película de carretera, o lo que es lo mismo, un western, donde el citado protagonista, con la compañía de su fiel amigo y músico Alfred, salen de Viena, pasan por Barcelona y llegan a Paterna de Rivera, al sur de Cádiz, donde se reencuentran con amigos y antiguos cantaores de fandango. Un trayecto físico y vital en el que vamos conociendo el dolor y el trauma que siempre han estado ahí, en el que Pepi ha luchado y convivido, en el que la música ha ayudado a vivir, revivir y sobrevivir, donde la película lo aborda con la poesía, sin entrar frontalmente ni ser evidente a la hora de explicar lo que sucede, si que lo hace proponiendo un interesante ejercicio de memoria, donde los recuerdos, las experiencias y el pasado se mezclan generando imágenes inconexas y complejas, con el magnífico uso del found footage, con las que se van reconstruyendo aquellos días en el campo de concentración y todo el trauma que arrastra el protagonista. El relato va sobre la vida, sobre cómo vivimos con los traumas, y lo hace desde el respeto y la honestidad sin tratar los temas de forma superficial ni nada que se le parezca, al contrario, su sensibilidad es digna de elogiar porque nos sumerge en el viaje físico de Pepi y su colega y también, en ese viaje emocional donde la psique y el alma se imponen en la historia.
La segunda película de Lucija Stojevic tiene un gran trabajo técnico y arduo para estructurar una historia donde presente y pasado tienen mucho que ver y se debían contar a la par, donde todo encaja con la participación del respetable. Para la cinematografía, Stojevic vuelve a contar con Samuel Navarrete como hiciese en La Chana, en otro reto porque ahora la cosa iba de contar un diario-viaje en el presente y una abstracción en el pasado, y la mezcla funciona y logra, con la implicación del espectador, una simbiosis que casa de forma muy personal y emocional. Grandísimo trabajo de sonido de Diego Pedragosa, que ha trabajado con cineastas como Pau faus y Ventura Durall, entre otros, tanto en el documental como en ficción, y Laura Tomás Cascallo, en sonido adicional, y Andrés Bartos Amory en el diseño de sonido y también coproductor, junto a la directora, de la cinta, y el estupendo montaje de Mariona Solé, que tiene en su haber películas como El techo amarillo, de Isabel Coixet y Unicornios, de Àlex Lora, que maneja muy bien el tempo consiguiendo esa fusión entre realidad, sueño, trauma y pasado, en sus reposados 80 minutos de metraje.
Una historia de estas características, en la que profundiza sobre el dolor y el trauma, era necesario algo de humor, una vis cómica que va saliendo a través de la peculiar relación de la pareja protagonista, Pepi y Alfred, una especie de Don Quijote y Sancho Panza, unos roles que se van intercambiando, eso sí, con ese aire vienés, tanto en su carácter como en su idioma, una especie de caballeros errantes o cowboys de aquel western crepuscular, donde los viajes siempre son de vuelta o quizás, son para que los monstruos dejen de molestar como es el caso de Pepi. Sólo les pido una última cosa, no vean Pepi Fandango como una película dura, que lo es, pero también es una película que habla de las cosas que hay que hablar, es decir, es sumamente liberador hablar de lo que nos duele, de los traumas que arrastramos, de aquel pasado que la vida se detuvo y todo lo que tenía sentido dejó de tenerlo, donde conocimos la maldad humana y estuvimos en el más absoluta de las oscuridades, solos y desamparados. Porque quizás recordar y enfrentar el dolor no sirva para que deje de atormentarnos, pero lo que es seguro es que dejaremos de sentirnos tan solos y al borde del abismo. Compartir nos ayudará a seguir. Por eso y cómo se muestra la enfermedad mental, gracias a Lucija y a todo su equipo por rescatar y contar la historia de Pepi. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“No creas en el Maestro que dice que te está enseñando; cree en el Maestro que sin enseñarte te hace cambiar viendo su modo de vivir”.
Norys Uribe Santana
Una de las funciones del cine, y de cualquier arte, es la de descubrir a seres anónimos, y no digo aquellos que hayan hecho acciones extraordinarias, sino a todos aquellos mucho más desconocidos, a los que con su labor y amor diarios inducen a algún cambio que, por pequeño que parezca, significa mucho para un grupo amplio de personas. Porque, como decía el poeta, la historia no sólo se hace en los grandes lugares, sino también, en aquellos que con el tiempo ya nadie recuerda. La directora valenciana Esther Morente, también actriz y guionista, encontró para su ópera prima la historia de Bruce Farrer, un profesor de instituto ya retirado que, en la pequeña localidad canadiense de Fort Qu’appelle, al sur del país, empezó en 1997 una curiosa actividad junto a sus alumnos de 14 años, ellos debían escribir una carta de su puño y letra, como se describen a ellos y su entorno y también, cómo se veían de aquí a veinte o veinticinco años. Farrer guardaba las cartas y pasados los años, las enviaba a cada uno de ellos.
La película está contada como si fuese un cuento, una fábula que tiene una narradora muy especial, la actriz Rosana Pastor, que se autodenomina como la luz o la esencia, en la que nos invita a viajar por un mundo real e imaginario a la vez, un universo en el que conoceremos a “El guardián de los recuerdos” o lo que es lo mismo, a Bruce Farrer, el maestro instigador de una peculiar y emocionante tarea con sus alumnos, cuando tenían 14 años y luego, después de 20/25 años, a los que la película entrevista y recoge sus ideas, impresiones y testimonios de su etapa adolescente cuando escribieron sus cartas, y luego, ya adultos, todos esos momentos cuando recibieron las mencionadas cartas. Una entrevista entre su yo del pasado y del adulto que son ahora, donde la memoria de lo que fueron contrasta con la realidad actual del adulto que soñaron y del que en realidad son. Un viaje por el tiempo, y por la vida a través de la memoria que sigue impregnada en una carta sobre las reflexiones de un adolescente, cargada de miedos, sueños, tristezas, esperanzas, en fin, una mezcla de emociones y sentimientos encontrados y diferentes. Una amalgama de sensaciones que, pasados los años, vuelven para enfrentarnos a ellos y sobre todo, en el lugar qué quedaron ocultos o quizás, presentes.
La película tiene una factura técnica esplendorosa, cada cosa está para meternos en el túnel del tiempo y rescatar el niño que fuimos una vez o al menos, para hacernos pensar un poco en aquel adolescente que pasó por nosotros. Desde la extraordinaria música de Xema Fuentes, del que conocemos por sus trabajos en Los chicos del puerto y La madre, ambas de Alberto Morais, el thriller El lodo, de Iñaki Sánchez Arrieta, que ayuda con una composición llena de sensibilidad y juguetona para conducirnos por la historia a través de los diferentes ejes, pasado y presente: las entrevistas citadas a los alumnos ahora adultos, y en la vida actual de Farrer, y su particular laberinto kafkiano para dar la última carta a una alumna que no encuentra. El conciso y reposado montaje de 79 minutos de metraje que firma Alfonso Suárez, que ha trabajado en Coses a fer abans de morir y y en series de para televisión como CCC Stories. La cinematografía de Carlos Aparicio, habitual en el campo documental, algunos como el de Yo tenía una vida, de Octavio Guerra que, sitúa a los protagonistas-testimonios en la naturaleza, en lugares del ayer, es decir, en esos lugares que tuvieron su tiempo y ahora, están poco habitables, y por los diferentes lugares como el citado pueblo, protagonista de la historia y su recuerdo, y otros como Regina, Banff y Calgary, entre otros, donde siguen las pesquisas de Farrer para encontrar a la destinataria de la última misiva.
La cinta de El método Farrer, de Esther Morente nos devuelve a todos y todas a nuestra adolescencia, a aquellos años estudiantiles, cuando la vida era una cosa muy intensa, llena de aventura, de facilidades, y también, de oscuridades, de desilusiones y tristezas. Un relato para mirarnos al chaval que fuimos, adónde quedó, cómo lo recordamos, cómo nos sentimos al hablar de aquellos años, de quién queríamos ser y dónde fue a parar todo aquello o que queda de nuestro otro yo. Tantas cuestiones que la película muestra a través de las diferentes opiniones de los distintos protagonistas, que hablan sobre todo de la grandísima labor de un maestro como Bruce Farrer, alguien muy especial como profesor y en sus vidas, alguien que con un gesto sin importancia dejó una huella imborrable a sus alumnos. La película hace hincapié a otras formas de enseñar y aprender, a la buena educación como motor para crear personas, a todo lo que significa la humanidad y todo lo que significan nuestros actos y nuestros destinos, de todas las circunstancias vitales que nos han llevado a ser la persona que somos hoy en día. La película es un homenaje, sin hacer ruido ni aspavientos, desde la más absoluta humildad a un tipo tan grande como Bruce Farrer, alguien que amó su trabajo, su vida, y fué capaz de enseñar y aprender junto a sus alumnos con amor, cercanía, sensibilidad y sobre todo, dejando que cada uno y una de sus estudiantes fuese la persona que quisiera ser. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Laura García Andreu, directora de la película «Domingo Domingo», en el Casa Gracia Hotel en Barcelona, el viernes 2 de febrero de 2014.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Laura García Andreu, por su tiempo, sabiduría, generosidad y a Pepe Andreu de Suica Films y el equipo de comunicación del Documental del Mes, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Nos educan para ser productores y consumidores, no para ser hombres libres”
José Luis Sampedro
Se cuenta la vida de Domingo Domingo, un agricultor de Les Alqueries (provincia de Castellón), una de las zonas del mundo donde más naranjas se cultivan. Aunque los tiempos han cambiado y ahora, la industria de las naranjas está sujeta a cuatro multinacionales que patentan un tipo de fruto y los agricultores para producirlo deben pasar por caja. Un “mercado libre” impuesto por unos privilegiados al que llaman las necesidades del mercado. Una falsedad, un cinismo y un desastre en el que se sostiene cualquier industria de este planeta. Aunque, Domingo no se detendrá ante semejante ultraje, y creará una variedad en su huerto para crear una patente. Una tarea que no le resultará nada fácil, porque debe compaginar con su trabajo de obrero, y además, su peculiar carácter solitario y fuerte, que le hace un ser muy diferente al resto de sus vecinos, alguien que no se hunde jamás, que siempre encuentra la mejor forma de afrontar con actitud y perseverancia todos los obstáculos de la vida y de su pasión, vivir de su huerto de naranjos.
Segundo trabajo de la valenciana Laura García Andreu, después del interesante [M]otherhood (2018), que codirigió junto a Inés Peris Mestre, sobre un grupo de mujeres que exponían las razones de su decisión de no tener hijos, cuestionando todos los prejuicios y convencionalismos sobre la maternidad. Para su segunda película, que recibe el título del nombre de su singular protagonista, Domingo Domingo, escrita junto a Arunas Matelis, del que vimos su película Gregarios, maravillosos perdedores (2017), también coproductor del film, que también se vio en el Documental del Mes, es una película-retrato que a partir de un tono ligero y nada trascendente habla de un conflicto muy profundo y complejo como es la dictadura de las grandes multinacionales frente a los pequeños productores, en este caso el de las naranjas. No es una película triste y lacrimógena, nada de eso, porque es una película que expone un tema duro y difícil, pero lo hace recorriendo diferentes texturas y marcos, es decir, tenemos la película social, no de denuncia, aunque de eso algo, también hay antropología, una mirada de ver lo que fue el trabajo de agricultor reflejado en lo que es ahora, con esos cuatro mayores que se reúnen en el bar para la tertulia, y cómo no, la comedia con resonancias a la italiana, que miraba los problemas de los de abajo, así como, la comedia negra de Berlanza-Azcona, y esa más ligera, pero igual de contundente, como la de Lazaga y Ozores, en las que se profundiza en los problemas de los empleados desde un prisma cómico e irónico.
Una película ejecutada con destreza y brillantez con profesionales como el cinematógrafo José Luis González, recreando esa luz mediterránea tan bella y tan dura, la montadora Sara Marco Caballero, que condensa con ritmo y pausa los breves pero intensos 71 minutos de metraje, y la música de Alberto Lucendo, un extraordinario trabajo que va puntuando todo ese tono tan íntimo y tan social que tiene la película. Los tres cineastas que ya conocíamos de sus trabajos en excelentes cintas como Experimento Stuka (2017) y Lobster Soup (2020), del dúo Pepe Andreu y Rafa Molés, que aquí ejercen como productores a través de Suica Films. La película a parte de ser una auténtica cruzada de un humilde y sencillo hombre como Domingo por materializar su sueño, enfrentándose a los de arriba, es también un esplendoroso retrato de su protagonista, y el entorno en el que vive, con sus amigos, sus trabajos, y sobre todo, un tiempo devastador para el campo en que las naranjas vienen de la otra parte del mundo y las de aquí, los pocos que lo consiguen, se van fuera, y los que quedan, como Domingo, deben sufrir sin necesidad de supervivencia sometidos a los precios bajísimos de los mediadores. Un desastre total.
Domingo Domingo, de García Andreu que desprende el mismo aroma que tenía Los tomates escuchan a Wagner (2019), de Mariana Economou, otra del Documental del Mes, y con Camagroga (2020), de Alfonso Amador, que también ponía el foco en el deterioro de la huerta valenciana. Estamos ante una película nada cómoda ni contemplativa, porque sus tiros van hacia otro lado, a mirar el problema desde lo humano, a ras de tierra, desde Domingo y su trabajo, su determinación y su ilusión. Vemos mucha tragedia emocional y física, pero también humanismo con la figura de Domingo, sí, esa palabra que tanto se usa y malgastada. Estamos ante un anarquista de aquí y ahora, un tipo alejado de los convencionalismos y dispuesto a pelear por lo que considera suyo. Quizás la película muestra lo lejos que estamos de tener la mentalidad y el espíritu de su protagonista, porque la mayoría baja la cabeza y acepta unas condiciones salvajes impuestas por el dichoso mercado, eso dicen, aunque son condiciones miserables que imponen los privilegiados de siempre, que llueva o haga calor, ellos a lo suyo, a seguir explotando a los de abajo, porque es la única manera de hacer mucho dinero, una tristeza. Nos quedamos con Domingo y su entusiasmo, porque aunque no gane la batalla, eso es indiferente, lo importante es presentar pelea, no aceptar y seguir soñando no con un mundo mejor, sino con una vida mejor, que eso sí es posible, y por favor, no dejen que les embotellen, y sigan creyendo que es posible, porque es posible. Deténganse y piénsenlo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Rafa G. Sánchez y Candela Moreno, codirector y actriz de la película «Persona [no] humana», en el marco de IMPACTE! Festival de Cinema i Drets Humans de Catalunya, en el domicilio de un colega en Barcelona, el sábado 6 de mayo de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Rafa G. Sánchez y Candela Moreno, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Álex Gil de Comunicación del Festival, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Hay quien piensa que si vas muy lejos, no podrás volver donde están los demás”.
Frank Zappa
La película se abre con Enrique Villarreal “El Drogas” (Pamplona, 1959), en la actualidad, acostado en la cama y con la mirada pensativa. Se levanta y sale de la habitación. Una secuencia reveladora de la historia del músico, en una especie de resurrección anímica, en una existencia plagada de grandes éxitos en el mundo del rock, y también, grandes fracasos, como su despido de Barricada, sus relaciones con las drogas, o el Alzheimer de su madre. La cinta de Natxo Leuza, paisano y “colega” del músico, con más de 15 años dedicado al documental como realizador, guionista y montador, dirige su opera prima, repasando la trayectoria de “El Drogas”, a modo de enfrentamiento a sí mismo, a tumba abierta, donde conocemos al hombre que hay detrás de la rockstar, al niño que creció en el barrio obrero de Txantrea, en Pamplona, que vivió las huelgas y oposiciones al régimen franquista, y aquellos años durísimos de la transición, y los primeros ochenta, con la puta mili, sus comienzos en la música, sus colegas de viaje como Mikel Astrain, que fallecido prematuramente, o Boni Hernández, que formaron el exitoso Barricada, y los años de éxitos que alcanzaron casi tres décadas, y luego el ocaso, sus problemas con las drogas, su salida del grupo, su depresión, y su vuelta de los infiernos, iniciando nuevas etapas donde vuelve a tocar hasta la actualidad.
La película también muestra el otro lado, en el que conoceremos y escucharemos a sus compañeros de viaje como Mamen, “Su socia”, la mujer de su vida y madre de sus dos hijos, hablándonos de sus momentos buenos y malos, de sus hijos, de su hermana o cuñada, y de otros músicos, amigos del alma, como Rosendo, Kutxi Romero, Fito Cabrales, Carlos Tarque, Gorka Urbizu, Marino Goñi. Todos recorren la experiencia vital y profesional de Enrique, de “El Drogas”, y de todos los rostros y caminos que ha emprendido el músico, tanto a nivel personal como profesional. Enrique nos habla sin tapujos, face to face, a las bravas, sin dejarse nada de nada, en un documento que está más encaminado al psicoanálisis personal, donde repasa su viaje, lo vivido, su identidad, su trayectoria, sobre todo, aquella que empezaba cuando se apagaban los focos, se encendían las luces y el público entregado volvía a casa.
Una película honesta e íntima, de un tipo de barrio, alguien que debido a un problema en el nervio óptico, debe caminar torcido para ver lo que hay al otro lado, de alguien que si camina recto, ve el mundo torcido, de alguien que creció en la lucha y la resistencia política, bregando ante la injusticia y los opresores, de quién cabalgó junto al diablo, de un músico que vivía por y para la música, de alguien muy comprometido socialmente, que despachó las primeras canciones feministas en aquellos ochenta, donde todo estaba por hacerse, que lanzó discos sobre la memoria histórica cuando más falta hacían, que se enroló en mil y una aventuras para seguir componiendo y tocando su música, y la de otros. También veremos a ese padre de familia que, debido a sus compromisos profesionales, ejerció muy poco, del amor, del amante y esposo de Mamen, del que cuida a su madre enferma, del que sigue en la brecha a pesar de sus 61 tacos, renovándose continuamente, tocando todos los palos que le gustan, y siguiendo en el camino, y sobre todo, saltando como las piedras lanzadas al agua.
Una película vital, emocionante y sensible, llena de momentos muy íntimos, reveladores, donde Enrique nos muestra su sensibilidad y humanidad, mostrando su cotidianidad, los suyos, su “gentuza”, sin dejarse nada fuera, sus caídas al infierno, que algunas hubo, su continuo resurgir de las cenizas, reinventándose siempre, rememorando a aquellos que cayeron, a los que se fueron por cuenta propia, y con los años, volvieron a reconciliarse, a todas esas sombras que caminan con nosotros, acompañándonos por la trayectoria de la vida y nuestras circunstancias. Enrique se muestra desnudo en todos los sentidos, a alguien movido por la pasión, por la música, por la creación, por la innata curiosidad de seguir en este camino, donde hay alegrías y también, tristezas, esos momentos que se te clavan como puñales ardiendo, en los que tu fortaleza, y gracias a toda esa gente que vive y siente a tu alrededor, sales adelante, y con ganas de seguir cantando y haciendo feliz al público. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Pepe Andreu y Rafa Molés, directores de la película «Experimento Stuka», en el marco del Festival DocsBarcelona, en el hall del Teatre CCCB en Barcelona, el viernes 25 de mayo de 2018.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pepe Andreu y Rafa Molés, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo del DocsBarcelona, por su tiempo, cariño, generosidad y paciencia.
“Matar a una persona no es fácil. Mira por dónde pasea. El sitio donde vive. Entra en su casa. Escucha su historia, sus pesares. Observa su rostro de cerca e intenta hacerlo. Intenta desgarrar su carne. Intenta vaciarla el alma. Pero, ahora, aléjate. Diluye su figura, borra su biografía. Redúcela a una nada insignificante y entonces sí, ahora sí. ¿Cuántos interruptores hay que desconectar del cerebro para matar a alguien? La falta de memoria descompone los cuerpos. El olvido. No saber, no preguntar. ¿Quién recuerda a los muertos cuando se acepta que la muerte es la única regla del juego? ¿Cuánta ignorancia hace falta para matar y seguir matando?”.
La mañana del sábado 21 de mayo de 1938, en la provincia de Castellón, en la región del Alto Maestrazgo, y más concretamente en el pueblo de Albocàsser, un pequeño pueblo dedicado a los olivos, donde la guerra civil todavía no había llegado y la cotidianidad era la tónica predominante, se levantó fuertemente golpeado cuando unos aviones de guerra, los Junkers 87ª, llamados “Stuka”, del cuerpo de élite de la aviación nazi “Legión Cóndor”, sobrevolaron su cielo y arrojaron tres bombas pesadas en mitad del pueblo. Esta misma operación continuó en Albocàsser, y en los pueblos de Ares del Maestrat, Benassal y Vilar de Canes, pueblos ubicados en un radio de 30 kilómetros. Diez días de bombardeos que se saldaron con 38 muertos. El franquismo silenció este hecho, y en los pueblos siempre creyeron que había sido un ataque de la aviación republicana.
El tiempo pasó, el franquismo acabó, y un grupo de personas de Benassal, con la ayuda de Óscar Vives se hicieron preguntas, preguntas sobre lo ocurrido, porque no creían la versión oficial, y empezaron una ardua búsqueda que les llevó a archivos militares españoles y hasta Friburgo, donde el archivo del ejército alemán les descubrió la verdad, una verdad triste y amarga en el que explicaban que sus pequeños pueblos fueron un campo de pruebas para los nuevos aviones de guerra. El ilicitano Pepe Andreu y el castellonense Rafa Molés, que ya habían codirigido un par de documentales en que exploraban el mundo del baile desde perspectivas diferentes, en Five days to change (2014) en el que unos chicos y chicas de un colegio se preparan para bailar por primera vez, y en Sara Baras. Todas las voces (2016) donde siguen de manera íntima y personal a la extraordinaria bailaora.
Ahora, giran 180 grados y se adentran en un terrero completamente diferente, el de la memoria histórica, para documentar el trabajo memorístico y de investigación de un grupo de buscadores de la verdad, un grupo de personas que se hacen preguntas, que quieren conocer la verdad ocultada y silenciada. A través de ellos, de su búsqueda, de material de archivo, y de aquellos que siendo niños fueron testigos de aquel brutal ataque, nos sumergirán en una película que habla del recuerdo, del dolor, y sobre todo, de rendir homenaje a todos aquellos que perecieron ante la barbarie fascista. Andreu y Molés colocan su cámara en este tiempo y aquel, en todos los testimonios que vivieron aquello, en los de ahora, en todos los que buscan la verdad, no para remover las heridas, sino para cerrarlas, para que los muertos descansen en paz, en un documento excepcional y necesario para dar luz y verdad a todos aquellos sucesos que el franquismo silenció y contó sus mentiras. La película filma muchos testimonios y trabajos de investigación, que nos llevan a los pueblos damnificados, y a aquellos lugares donde se almacena la información que destapará la verdad y hará justicia a todos, los ausentes y los presentes, y reescribirá la historia de todos esos sucesos ocurridos en los pueblos, para que las victimas descansen en paz y sus descendientes conozcan la verdad que no conocían.
Los cineastas valencianos nos envuelven sensibilidad y sobriedad en aquellos años de la guerra, en aquellas personas que vivieron aquel tiempo, en un ejercicio valiente y extraordinario sobre la memoria, destapando un suceso que tuvo un alcance parecido al bombardeo de Guernica, pero uno es de sobra conocido, y el otro, se quedó en los abismos del olvido. Los cineastas utilizan todos los medios expresivos a su alcance para introducirnos en cada detalle y documento, como los terribles testimonios de las gentes que presenciaron las pequeñas historias de dolor y muerte que sus vecinos, amigos o familiares tuvieron que soportar, rescatando todos esos testimonios que reescriben la historia dando voz a aquellos que nunca la tuvieron, como los muñequitos que escenifican la vulnerabilidad de todos frente a la guerra, construyendo de manera sencilla y brutal ese aspecto de la barbarie cuando no existen imágenes, como realizó Rithy Panh en La imagen perdida, para documentar los campos de trabajo de Camboya. Un documento brutal y sencillo que nos sumerge en el tiempo de la memoria para dar luz a un suceso horrible que padecieron unos habitantes de cuatro pequeños pueblos de Castellón, a los que la película documenta toda su historia, y recoge a todos aquellos que conocieron el suceso, dándoles una nueva vida y sobre todo, la verdad que desconocían.
<p><a href=»https://vimeo.com/263318828″>’Experimento Stuka’ Tráiler Oficial</a> from <a href=»https://vimeo.com/user13537382″>SUICAfilms</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>