EL REFLEJO EN LOS OTROS.
“Los cónyuges conviven durante décadas entre el aburrimiento y la resignación, y se odian porque uno de los dos ha recibido una educación más refinada que el otro, porque coge el tenedor y el cuchillo con más gracia”.
Sándor Márai
En la primera del 2015, Cesc Gay (Barcelona, 1967), estrenó en el Teatre Romea de Barcelona, Els veïns de dalt, su debut como dramaturgo y director en las tablas. El gran éxito trasladó la historia a Madrid, y muchos fueron los espectadores que se dejaron llevar por las miserias de un matrimonio que llevan juntos más de quince años, que ni se miran ni se tocan, y han construido una relación basada en los ataques, reproches y una malsana ironía. Pero, los gemidos que vienen del piso de arriba, aún ha hecho más mella en su relación, en todo aquello que no tienen, y que otros sí, en todo lo que ya no son, y otros sí. Ella, Ana, movida por la curiosidad y la envidia, invita a los vecinos para verse en ellos, para comprobar que tan diferentes son, una relación de la otra, y como no podía ser de otra manera, florecerán asuntos que se ocultaban por miedo a romper esa tendencia autodestructiva, que les llevaría a otra situación, la de verse de verdad.
El director catalán lleva más de dos décadas edificando relatos sobre personas laboralmente acomodadas, pero en continua incertidumbre y caos en lo emocional, y sobre todo, en la pareja, convertida en un espacio de inestabilidad, desilusión y lucha constante, más cercano a un infinito combate de egos y soledades, que en una relación equilibrada y cercana, como se supone que debería ser. Los individuos de Gay suelen comportarse torpemente en cuestiones sentimentales, como la mayoría de nosotros, en constante desesperanza con aquello soñado y una triste realidad que los ofusca y los aleja de esa aparentemente felicidad que todos ansiamos, pero que ninguno conoce como encontrarla y mucho menos, como conservarla. Eso sí, ante tantos devaneos emocionales, Gay siempre tiene un as en la manga, algo que nos haga resistir, algo que nos encaje en esta sociedad tan competitiva e individualista, y no es otra cosa, que la amistad, la verdadera, una amistad sincera, comprensiva y fraternal, todo lo contrario a lo que tienen las parejas de su filmografía.
Con Sentimental, el director barcelonés adapta su texto teatral, segunda incursión en la adaptación, después que lo hiciera en el 2009, con V.O.S. (Versión original subtitulada), con la obra de Carol López. La película arranca con un breve prólogo. Es viernes, y mientras Julio vuelve de sus clases de música, Ana, prepara nerviosa el aperitivo que compartirán sus vecinos. Luego, con la llegada a casa de Julio, se mete lleno en el conflicto central de la película, empezarán las idas y venidas entre la pareja, en una especie de “Ahora sí, ahora no”, entre su combate cotidiano, entre aquello y lo de más allá, hasta la llegada de los vecinos de arriba, Salva y Laura, más jóvenes, más abiertos, y sobre todo, todavía enamorados. Ese espejo que son los vecinos para Julio y Ana, afilará más los colmillos entre los dos, llegando a ese punto de no retorno, aún más cuando los vecinos les proponen una orgía. Gay compone una película al estilo de las Screwball Comedy, con unos diálogos inteligentes e irónicos, que van desde lo divertido hasta lo más amargo, manteniéndose en esa finísima línea entre la comedia y el drama.
Sentimental se cimenta en dos elementos que no pueden fallar en una película de estas características. El estupendo y arrollador texto, con temas como la pareja, la convivencia, el amor, el sexo, la libertad y todo aquello que somos o dejamos de ser, y sobre todo, un gran reparto que haga creíble esos diálogos, miradas y gestos, convertido en un magnífico y apabullante tour de forcé entre sus intérpretes, con un Javier Cámara espléndido y arrollador, en su cuarta película con Gay, un tipo frustrado por no alcanzar su sueño de músico, que paga a su mujer aquello que pudo ser y no fue, Griselda Siciliana da vida a Ana, esa mujer cansada y derrotada, que ya nada le ata a una relación rota y dolorosa, y la otra pareja, el reflejo del espejo, con un natural y acogedor Alberto San Juan, segunda colaboración con Gay, el tipo que no se calla nada, incapaz de enfadarse u ofenderse, y a su vera, Belén Cuesta, la psicóloga, ese puente tranquilizador y reparador para Julio y Ana. La cinematografía vuelve a correr a cargo de Andreu Rebés, que ha estado en casi toda la carrera de Gay, y debuta con Gay, como editora Liana Artigal, en un gran trabajo de ritmo narrativo en un relato que depende tanto de los intérpretes y el texto.
Cuatro intérpretes, un espacio, y unos diálogos divertidísimos y amargos, por todo aquello que se ha resquebrajado en una pareja que se amaron, o al menos, así lo sentían, pero que, a día de hoy, solo les ata la tristeza y la amargura, la incapacidad de no saber solucionar sus conflictos escuchándose, y sobre todo, teniendo paciencia para entenderse y entender. Los ochenta y dos minutos del metraje, pasan volando, con energía y mordacidad, sin descanso, en un constante tira y afloja, entre una pareja que se ama y se odia a la vez, y otra, que intenta poner paz y armonía. Gay ha conseguido una película magnífica, cercana y personal, que habla de muchísimas parejas, de ese amor frágil e incierto de estos tiempos convulsos y materialistas, que resulta más sencillo aparentar emociones que sentirlas, que nuestras relaciones, sean del ámbito que sea, y en la pareja aún más, constantemente están siendo analizadas con acritud, relaciones que penden de un hilo, con un presente dificultoso y un futuro, lleno de incertidumbres, quizás es el mal endémico de estas sociedades, donde sus gentes, vacíos y desorientados, más preocupados por llenar sus msierias de forma material y no emocional. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA