Solo una vez, de Guillermo Ríos

ENFRENTAR LA VIOLENCIA.

“Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior”

Frida Kahlo

Primero fue una obra de teatro Només una vegada/Solo una vez, escrita y dirigida por Marta Buchaca (Barcelona, 1979), de gran éxito de crítica y público, estrenada en el otoño de 2018. Ahora, nos llega la adaptación al cine firmada por la propia Buchaca, como ya hizo en 2019 con Litus, dirigida por Dani de la Orden, ambas nacidas de sendos encargos del productor Eduardo Campoy. Enmarcada en el campo del thriller psicológico, Solo una vez rastrea con inteligencia y sensibilidad la violencia de género, a través de Laura, una psicóloga especializada en la materia que trabaja en un centro de atención social que atiende a mujeres víctimas de violencia machista. Pablo, novelista de éxito, acude a terapia porque ha golpeado a su mujer, Eva, que trabaja para una editorial, que también accederá a las consultas, aunque no está obligada. El texto de Buchaca es magnífico, lleno de tensión y unos diálogos brillantes, en un tour de force entre psicóloga y maltratador, que nos va llevando de forma impecable a esclarecer los hechos de aquella noche fatídica, como Pablo menciona esa noche.

La película no solo se queda en el conflicto sobre la violencia del maltratador, que acapara buena parte del metraje, sino que añade otro elemento que aún incide en el problema principal, ya que la psicóloga sufre acoso de un hombre maltratador, por un caso con su mujer. Solo una vez es una película sencilla y minimalista, todo gira en torno a la historia que se nos cuenta, y la interpretación del trío protagonista, bases de la opera prima de Guillermo Ríos (Islas Canarias, 1979), que se ha labrado una filmografía en televisión, publicidad y cine con cortometrajes como Nasija (2006), siempre con la mirada puesta en lo social y en lo humano, como hace en Solo una vez, donde vuelve a contar con antiguos colaboradores como el cinematógrafo Roberto Ríos, que ya estuvo en Nasija, o el editor Pedro Felipe, que hizo lo propio en el documental La gran aventura de Guarapo (2019), y realiza con buen tono, y mejor tensión, un relato que profundiza en la violencia a través de los maltratadores y las terapias a las que asisten obligados, como sucedía en Amores que matan (2000), cortometraje de Icíar Bollaín, que planteaba un centro para maltratadores e indagaba en las causas y efectos de estas personas violentas.

Un buen trío protagonista encabezado por una impresionante Ariadna Gil, que vuelve a la gran pantalla, después de unos años dedicada al medio televisivo, interpretando a Laura, una mujer que verá como su trabajo se complica mucho debido a su ayuda a las mujeres maltratadas, y deberá lidiar con Pablo, un hombre que no enfrenta sus miedos e inseguridad, y sobre todo, su violencia. Álex García es Pablo, que se aleja de sus últimos papeles para meterse en la piel de un tipo neurótico y perfeccionista que deberá hacer frente a su violencia y su relación con su esposa. Silvia Alonso, también en un rol muy diferente a lo que venía haciendo, da vida a Eva, esa mujer maltratada que debe vencer sus miedos y replantearse su relación con su marido. Solo una vez sucede casi en su totalidad en la consulta de la psicóloga, haciéndose valer en ese tipo de películas que no hace faltan localizaciones para generar tensión y terror, y además, con tres personajes nada más, sumergiéndonos en la cotidianidad y los caracteres de los implicados en este tipo casos, cuando estalla el problema, cuando todo cambia, cuando las cosas que iban mal van a peor, en la que las diferentes personalidades de las personas en cuestión deben admitir sus actos, para que de esa manera poder empezar a enmendarlos.

La película muestra todos las etapas del proceso, desde la negación hasta la aceptación de nuestros actos violentos, y sobre todo, de quiénes somos, que nos ha llevado a comportarnos así con nuestra mujer, y va mucho más allá, mirando en el interior de todas esas actitudes violentas para que no vayan a más, para atajar el problema antes de que sea demasiado tarde y haya que lamentar otra víctima mortal más. Habrá que seguir la pista tanto a Marta Buchaca, que en teatro ya se había consolidado como una de las dramaturgas y directoras catalanas de primer nivel, ahora en el cine, que con Solo una vez, firma su tercera adaptación, si contamos la tv movie Las niñas no deberían jugar al fútbol, y la carrera de Guilermo Ríos, que entra por la puerta grande en la dirección de largometrajes con un relato sencillo, humano, directo, que plantea todas esas cuestiones que quedan en la sombra de la violencia machista, todas esas cuestiones que son necesarias para entender las causas del principal problema de relaciones sociales en muchos países, un problema que hay que sumergirse, escuchar a todas las partes implicadas y mirar de resolverlo con las herramientas que tenemos a nuestro alcance. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Adrián Lastra

Entrevista a Adrián Lastra, actor en la película “Litus”, de Dani de la Orden. El encuentro tuvo lugar el miércoles 4 de septiembre de 2019 en el Hotel Casa Fuster en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Adrián Lastra, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Marién Piniés de A Contracorriente Films, por su tiempo, paciencia, generosidad y trabajo.

Litus, de Dani de la Orden

LAS CARTAS DE DESPEDIDA.

Litus  arrancó allá por el año 2012 como una obra de teatro en la pequeña y acogedora Sala Flyhard. Su éxito fue rotundo y después de dos meses llenando cambiaron al espacio del Teatre Lliure. La responsable de todo aquello fue Marta Buchaca (Barcelona, 1979) que se inició como dramaturga por el año 2005 para luego pasar a escribir y dirigir sus propias obras, historias de nuestro tiempo protagonizadas por gentes de aquí y ahora. Siete años después y adaptada por la propia Buchaca nos llega su paso al cine para sin perder su esencia del relato intimista y profundo sobre un grupo de amigos que se reencuentran un tiempo después del suicidio de Litus, con la excusa de leer unas cartas que el fallecido dejó para ellos. El director Dani de la Orden (Barcelona, 1989) que debutó con Barcelona, nit d’estiu (2013) a la que siguió su secuela Barcelona, nit d’hivern (2015) dos interesantes propuestas episódicas que nos hablaban de gente joven, relaciones íntimas y la búsqueda de la felicidad. Le siguieron El pregón (2016) vehículo destinado al tándem televisivo Buenafuente-Berto, y El mejor verano de mi vida (2018) una comedia con hechuras al servicio del humorista Leo Harlem.

En Litus, De la Orden recupera muchas de las propuestas narrativas que ya había explorado en sus dos primeras películas, aunque aquí se añade el tema del suicidio, la pérdida para todo el grupo de amigos, hablando de temas complejos como el duelo, la ausencia, todos esos espacios vacíos que ha dejado el que se fue, su relación con ellos, y sobre todo, la amistad y todas sus consecuencias, en un relato que respira su deuda con el teatro situándonos en un único espacio, la casa donde vivió Litus, con ese cuarto tal y como él lo dejó, como ese espacio convertido en un lugar difícil de encarar y aceptar al ausente, con esos dos amigos Pablo y Marcos que esperan al resto de amigos que irán llegando, creando esas tensiones emocionales que en seis meses han estado dormidas o simplemente dejadas de lado, con esa mala idea que las cosas mejor dejarlas para que no molesten ni enturbien.

Ahora ese tiempo de silencio ha llegado a su fin y deberán hablar de Litus, de su muerte, de la relación que cada uno tenía con él, de aceptar una muerte incomprensible, de conocer la verdadera naturaleza de un amigo que quizás tenía problemas y nadie los vio, o nadie se atrevió a afrontarlos con él, de poner las cartas sobre la mesa y hablar cara a cara, frente a frente, sin cortapisas, diciéndose todo a la cara, esas verdades que nadie se atreve a decir, y desenmascarar todas esas mentiras en torno a Litus y a todos los demás. Pablo mantiene el recuerdo del muerto, engañándose a sí mismo que era un tío legal y sin máscaras, en cambio, Marcos, agobiado emocionalmente porque no logra superar la ruptura con Su, ve a Litus como un tío despreocupado y guay, Laia, la novia de Litus, prefiere no hablar de él  seguir con su vida, liándose con Toni, hermano de Litus, que hablará de su hermano muerto desde una perspectiva diferente que sorprenderá a todos, Pepe, que tenía un grupo de música con el fallecido, hablará son estridencias y contando su interior y todo aquello que los unía y separaba, y finalmente, Su, la ex de Marcos, personaje que no aparecía en la obra de teatro, que aparecerá para dar testimonio de todo los sucedido en ese piso y reencontrarse con Marcos para decirse todo lo que todavía no se han dicho.

De la Orden y Buchaca han construido un tragicomedia con mucho sentido y profundidad, que mantiene las buenas vibraciones que ya tenía en el teatro, a través de los diálogos, discusiones, reproches y enfrentamientos entre unos y otros, componiendo una fábula de nuestro tiempo, que nos habla desde la cercanía y la profundidad de temas como la amistad, la ausencia, el duelo, la aceptación, sobre todos esos conflictos internos y externos de los que nunca se habla, de la dificultad de expresar emociones y sobre todo, la de infinitos obstáculos que nos colocamos delante para no crecer, para seguir siendo niños emocionalmente hablando, para no asumir responsabilidades, y encontrar salidas equivocadas y mortales como hace Litus y lanzarse contra un muro y acabar con todo, de ese síndrome de Peter Pan tan habitual en la sociedad actual en la que todo va a velocidad de crucero y hay que demostrar a los demás que somos capaces de aquello y esto y olvidarnos de nuestro interior, de lo que realmente somos y queremos y sobre todo, de hacia dónde queremos llegar para encontrar nuestro lugar y sentirnos mejor con nosotros mismos.

Con ese aroma inconfundible que tenía Reencuentro, de Kasdan o Los amigos de Peter, de Branagh, en el que los amigos recordaban al compañero muerto, para bien y mal, redescubriéndolo y de frente, donde brilla una puesta en escena de gran ritmo y solidez que combina con mucha audacia y equilibrio los vaivenes emocionales que experimentan cada uno de los personajes, así como esos instantes de ligereza con esos toques de humos que suelen venir del personaje de Marcos, el más expresivo y grandilocuente, y un reparto que brilla a gran altura con las presencias tan estimulantes de Quim Gutiérrez como Toni, el portador de las cartas y con más de una sorpresa que dejará boquiabiertos al resto, Álex García, muy sobrio haciendo de Pablo, que vive obsesionado por el orden y la limpieza como vía de escape para controlarlo todo y no decir aquello que no agobia, Adrián Lastra interpreta con soltura a Marcos, el más inmaduro emocionalmente que en cambio, lo expresa todo y es poco delicado, con el síndrome del centro de atención constante, Belén Cuesta da forma a una Laia misteriosa, callada e incapaz de afrontar todo sobre Litus, Miquel Fernández es Pepe, el artista exitoso que habla de Litus con sinceridad y aplomo, dejando ver sus miedos e inseguridades, y finalmente, Marta Nieto, la testigo de todo este berenjenal emocional, que despierta de ese sueño adolescente a Marcos, y viene a calmar un poco los ánimos entre tanto tsunami emocional. Una comedia dramática sobre nuestras emociones, sobre cómo afrontamos el dolor y la pérdida del ausente, y también, de qué hacemos para enfrentar nuestros miedos, torpezas e inseguridades a los demás y a nosotros mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA