Sirocco y el Reino de los Vientos, de Benoît Chieux

JULIETTE Y CARMEN CRUZAN AL OTRO LADO. 

“La imaginación es la única arma en la guerra contra la realidad”

Frase de “Alicia en el país de las maravillas”, de Lewis Carroll

Es de sobra conocido la importancia de la animación francesa en el campo internacional, porque es un cine técnicamente exquisito, elegante y poseedor de una desbordante imaginación, y además, es un cine donde hay un especial detalle a la elaboración de sus guiones, ya que son capaces de abordar temas de cualquier índole con la seriedad y la complejidad que así lo requiere. Un cine de dibujos animados, como se decía cuando yo era niño, en el que su principal espectador son los más pequeños, pero ahí no queda la cosa, porque un adulto, y me pongo de ejemplo yo mismo, no se aburrirá con sus historias, ni mucho menos, al contrario, las apreciará y aún más, se sentirá en una película muy especial, que lo trata como un ser pensante, reflexivo y sobre todo, un espectador inquieto, curioso y capaz de aventurarse a las películas que les proponen, porque el cine de animación de la cinematografía francesa es un cine adulto para niños de cualquier edad, y no lo digo como coletilla, lo digo por experiencia, por sus resultados en taquilla y sobre todo, sus resultados en los certámenes más prestigiosos y exigentes. 

Detrás de Sirocco y el reino de los vientos encontramos un equipo de altísimo nivel. Tenemos a su coguionista Marcel Cagnol, al que conocemos por sus direcciones en Un gato en París, Phantom Boy y la más reciente Nina y el secreto del erizo, entre otras, al músico Pablo Pico, autor de la banda sonora de Las vidas de Marona, que aya trabajó con Chieux en el cortometraje Coeur fondant (2019) al productor Ron Dyens que a través de Sacrebleu Pictures ha levantado películas como El techo del mundo, la citada Las vidas de Marona, y My Sunny Maad, entre otras, y el director Benoît Chieux (Lila, Francia, 1960), un hombre vinculado al cine de animación del país vecino, al que lleva dedicándose más de tres décadas, a partir de diversas facetas entre las de codirigir Tante Hilda! (2013), Nieve y los árboles mágicos (2014). Con Sacrebleu, el director ya hizo Le jardin du minuit, un corto de 10 minutos que cosechó una gran carrera por festivales y galardones. A partir de una historia sencilla, pero extraordinariamente bien elaborada, llena de detalles, repleta de un colorido desbordante, y una sensibilidad tan íntima y de verdad que, en muchos instantes, nos quedamos volando y sobre todo, soñando con un mundo mejor. 

Ahora, nos lleva a través de dos hermanas Juliette de 4, muy traviesa, y Carmen de 8, más tranquila, que un sábado, su madre las deja al cuidado de Agnès, una escritora especializada en literatura infantil. La adulta está agotada después de escribir el primer capítulo de su nuevo serial, y se duerme, así que las niñas aburridas, sobre todo, Juliette, coge un libro de Sirocco y el reino de los vientos y se queda fascinada con sus ilustraciones. De repente, desde el libro salta a este mundo un pequeño juguete que empieza a hablar con la niña. Carmen se acerca y el diminuto juguete dibuja una rayuela en el suelo y desaparece cuando llega al final, Juliette lo sigue y Carmen también. Las dos niñas entran al mundo de la ficción y las cosas se torcerán. Un arranque que nos recuerda a la mencionada Alícia en el país de las maravillas, de Carroll, y a otro tótem de la animación más reciente como Monstruos, donde a través de puertas entraban en otros mundos. si recuerdan Niebla, la novela de Unamuno en la que su personaje de ficción lo visitaba, ahora, la cosa no es la autora que lo visita, sino unas personas vinculadas a ésta. Allí, conocerán a Selma, una famosa cantante, que les ayudará para salir de un entuerto propiciado por el extravagante alcalde, una rana enorme y poco seso. También entrará en liza Sirocco, un extraño personaje solitario que provoca las tormentas que destruyen los pueblos, los bosques, y demás lugares. 

Sirocco y el reino de los vientos es una película imaginativa, brillante y nada convencional, con unos extraordinarios 80 minutos de metraje, que pasan volando,  con una trama en el que hay de todo: comedia, drama, música, aventura, psicodelia, social, surrealismo, poesía y sobre todo, muchísima imaginación, donde se tocan temas peliagudos como la pérdida, la muerte, la ausencia, la tristeza y demás emociones que se obvian muy a menudo en películas de este tipo, en esta no, incluso son temas muy presentes que conviven con otros más amables y claros, en una historia que los mezcla, los fusiona y los muestra, como la vida misma, o podríamos decir, como la realidad, o será la ficción, porque la película es un híbrido también de muchas cosas, texturas, realidades, ficciones y verdades y mentiras, donde la supuesta realidad actúa como espejo deformante en esa otra “realidad” o digamos ficción, u otro mundo, u otros universos, tan cercanos, iguales e íntimos como el que las dos hermanas dejan, quizás cambiamos de perspectivas pero no de sentimientos, porque tanto en uno como en otro espacio o dimensión, las cosas, más o menos, van pareciéndose, quizás hasta demasiado, y tanto monta, que parece que tienen otro aspecto pero es el mismo. 

Estoy en la obligación de agradecer enormemente la grandísima labor que lleva a cabo Pack Màgic, y esto lo hago cada vez que hablo de una de sus películas, en su buen hacer de rebuscar en el amplio abanico de producción animada y elegir con gusto, sensibilidad y excelencia las películas que distribuyen, y les hablo con toda franqueza porque no es la primera ni será la última vez que les hablo de su catálogo.  Muchas de las películas citadas en este texto han sido distribuidas por la distribuidora, que se autodefine como “Distribuidora de cinema infantil, tranquil i en català”. Un cine muy alejado de esos productos de otros lugares, más comerciales, menos profundos y poco didácticos, porque estas películas provenientes de la cinematografía francesa, en su mayoría, es un cine hecho para espectadores de todas las edades, y esto, que pueda parecer fácil, no lo es para nada, y si no lo creen, fíjense en el cine de animación que ven sus hijos o sus sobrinos. Sabrán de qué les hablo. No pierdan la oportunidad de ver Sirocco y el reino de los vientos, porque les aseguro que los pequeños lo pasarán en grande y ustedes, de más edad, también. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Cazafantasmas: Imperio Helado, de Gil Kenan

EL PASADO SIEMPRE ANDA MUY CERCA… 

“Hace solo unas semanas que trabajo para la compañía pero debo decirle que estas cosas son reales. Desde que me uní a estos hombres, he visto cosas que lo harían palidecer”

Janine Melnizt interpretada por Annie Potts en Ghostbusters (1984)

Fue hace 40 años cuando Los cazafantasmas (Ghostbusters, en el original), de Ivan Reitman (1946-2022), irrumpió con fuerza obteniendo un grandísimo éxito de público, una comedia gamberra que mezclaba fantasía y aventuras, a partir de un guion de Harold Ramis (1944-2014), y Dan Aykroyd que, además interpretan junto a Bill Murray y Ernie Hudson, junto a Sigourney Weaver. El éxito ocasionó una secuela en 1989 con el mismo equipo, que volvió a reventar taquillas. La cosa quedó ahí. Con el nuevo milenio se retomó la saga con la versión femenina con Ghostbusters, de Paul Feig, con números no tan generosos como los que esperaban. Cinco años más tarde llegó Cazafantasmas: Más allá (Ghostbusters: Afterlife, en el original), de Jason Reitman, hijo de Ivan, y guion de Gil Kenan y él mismo, secuela de la del 89, con apariciones de los fantasmas originales que homenajeaban a Ramis que había fallecido. 

Con Cazafantasmas: Imperio Helado, la saga vuelve a New York, volviendo a dónde empezó todo, al mítico parque de bomberos, con ese fantástico prólogo ambientado en 1904 con el parque como punto de salida de unos apagafuegos que se enfrentarán con un misterioso enigma que deja helados a la sociedad parapsicóloga en la famosa biblioteca de la ciudad donde arranca la película del 84. Para esta nueva película-revival se vuelve a partir del guion original, en un remake que coescriben Ivan Reitman y el propio Gil Kenan (London, UK, 1976), que dirige, volviendo a la familia Spengler, la hija de Egon, Callie, sus dos hijos, el teenager adulto Trevor, y la quinceañero Phoebe, y Gary Grooberson. Instalados en el antiguo parque como sede de los Ghostbusters, siguiendo la pauta de la primera, se enfrentarán a un ser maligno de magnitudes estratosféricas, y pedirán ayuda a Ray Stantz (Aykroyd), convertido en un anticuario de objetos fantásticos, con su podcast, al que le llegará una bola mágica y complicada. Winston Zeddemore (Hudson), es ahora el magnate que financia el nuevo almacén de fantasmas, a los que se añadirá el Dr. Peter Venkman (Murray), para enfrentarse a un fantasma que hiela todo y domina a los otros espectros. 

Si aquella del 84 tenía un gamberrismo y una diversión propia de los ochenta, en los que había mucha más libertad y sobre todo, incorrección, siempre dentro de unos cánones para todos los públicos. En esta nueva aventura, la cosa se ha ablandado considerablemente, porque la familia tradicional está en el centro de todo, y se le añade las cuotas bienintencionadas como la parte multicultural con el indio como guardián del fuego, Rick Moranis hacía más gracia por aquello del gafapasta, antes que se inventará el término, y la desaparición del personaje de Dana Barrett que hacía Sigourney Weaver, una lástima, reconvertido en la relación de Phoebe y su amiga “fantasma”. Acción hay y mucha y unos efectos visuales la mar de espectaculares, como suelen ser en las producciones comerciales estadounidenses, aunque la cosa asombra bastante, por su calidad y destreza, la historia pierde mucho en comparación con la del 84, porque en ésta todo está muy empaquetado, esperando los gags y los instantes de aventura, resulta novedoso el personaje de Walter Peck, que vuelve a interpretar William Atherton que, si en la primera era un tocapelotas y cretino inspector de plagas, ahora es el alcalde de la ciudad, y sigue a la caza de los cazafantasmas, porque, pasados 40 años, sigue creyéndose poco o nada todo esos artilugios y siempre tiene algo que reprocharles o acusarlos. 

Se agradecen los 115 minutos de metraje, sin estirar en demasié una trama, como si que hacen otras producciones de las mismas características, creyendo que cuánto más mejor, aunque por fortuna en esta película no lo han hecho, y la cosa queda igual de estupenda, porque el espectador que se acerque a Cazafantasmas: Imperio Helado, encontrará todo aquello que daban las anteriores: comedia, ahora más familiar, como era la anterior, aventuras, toques fantásticos, el fantasma prota muy terrorífico, otros más divertidos como la masa verde, un clásico, como el muñeco-michelín de marinerito ahora en miniatura, juguetón y omnipresente. La trama no se ceba con explicaciones fatigosas e incomprensibles de física cuántica y cosas por el estilo, van a lo que van, con menos gracia que la del 84, pero firme en su idea de pasar un buen rato y entretener al personal un par de horas. Como sucedía en la anterior, es decir, en Cazafantasmas; Más allá, la de hace tres años, volvemos a tropezarnos con los Paul Rudd y Carrie Coon, y Finn Wolfhard y Mckenna Grace como los hijos, con Celeste O’Connor y Logan Kim, como sus coleguitas, la presencia de los tres cazafantasmas originales citados más arriba, con la secretaria divertida, también mencionada en la apertura del texto, presencias que se agradecen y mucho, por su carisma y su diversión y sus locuras, y por rehacer de nuevo algunos de los gags más recordados de la película. Encontramos nuevos fichajes como los de Kumail Nanjiani como el guardián, Patton Oswalt como un cerebrito del almacén de ghsots, y Emily Alyn Lind como la amiguita del más allá de Phoebe. Una película que pretende diversión, aventuras, acción, dosis de fantasía y algo de terror, el de sustos con gracia, y sobre todo, una nueva incursión en la comedia-familiar-fantástica que atraiga millones de espectadores, y es mucho más que muchas películas del estilo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Barbie, de Greta Gerwig

¿SUEÑAN LAS MUÑECAS CON HUMANAS REALES?. 

“(…) Estaba encerrada en el interior de aquella muñeca de mi misma y mi verdadera voz no podía salir”. 

Alias Grace (1996), de Margaret Atwood

Seguro que recuerdan aquel instante memorable en Toy Story (2010), de Lee Unkrich, cuando Barbie enfadada con Ken por ser tan Ken, convertida en una mujer decidida, cansada y aburrida de vivir siempre igual y de la misma forma. Una mujer libre y valiente que ansiaba otro tipo de vida y de circunstancias, a lo que Ken le pedía que no se fuera, que siguiera junto a él, a lo que Barbie lo miraba y se marchaba lejos. La famosísima muñeca creada por Ruth Handler para Mattel en 1959, tenía en la película de animación una parodia a su altura, poniendo en solfa a una mujer sin ataduras, feminista y sobre todo, que necesitaba hacer su camino en solitaria y sobre todo, una mujer que creía en sí misma. Porque, como deja constancia su impresionante prólogo, con homenaje incluido, estamos ante Barbie, una muñeca que dejó de ser bebé y niña, como eran las muñecas antes de ella, para convertirse en una mujer trabajadora, independiente y diferente. Una muñeca/mujer para crear niñas más ellas, más libres y más mujeres, que rompan los estereotipos sociales a los que estaban destinadas y se conviertan en lo que deseen de forma libre. 

Cuando Warner Bros. anunció el rodaje de la película sobre Barbie y por ende, mencionó que Greta Gerwig (Sacramento, EE.UU., 1983), iba a ser su directora. Sí! La directora de películas tan estimulantes como Lady Bird (2017), que recorría a una dolescente que retrata mucho de su vida en su Sacramento natal, y Mujercitas (2020), una versión más feministas de la inmortal obra de Louisa Mary Alcott. Los amantes del cine marcamos la fecha de su estreno porque sabíamos que la directora estadounidense iba a sorprendernos gratamente, aún más, cuando Noah Baumbach, su pareja y director de grandes obras como Una historia de Brooklyn (2005), Mientras seamos jóvenes (2014), Historia de un matrimonio (2019), entre otras, iba a trabajar en la película como coguionista. La expectación estaba servida para ver qué podían hacer con la hiper famosa muñeca, el tándem que ya había coescrito películas tan interesantes como Frances Ha (2012) y Mistress America (2015), y trabajado como director él y actriz ella en cuatro films. El resultado es un maravilloso y alucinado pastiche, en el mejor sentido de la palabra, porque hay de todo, con ese país “Barbieland”, una flipada del reverso colorista y consumista de Alicia en el país de las maravillas, donde lo inquietante es esa perfección que asusta, donde la parodia está a la orden del día, un Mundo Feliz, de Huxley, donde todo es perfecto e imperfecto a la vez, donde el color y la superficialidad están a la orden del día, donde todo y todos son modelos falsos y terriblemente, muñecas y muñecos.

Un mundo de luz y color donde todas son Barbie y sus múltiples versiones, al igual que Ken y sus otros Ken, así como la Barbie estereotípica, la primera y piedra angular de las demás. Un mundo artificial, plastificado y falso, donde simulan una vida que ni tienen ni son. Un falso país y una falsa vida que tiene su reflejo en la vida real, no les digo más, todos ya saben. El conflicto aparece cuando Barbie, la principal, piensa en algo que no debe, y tiene pensamientos demasiado “humanos”, que sorprenden a todos. No tiene más remedio que visitar al oráculo de ese lugar, no les cuento, seguro que van a flipar cuando lo descubran, eso sí, deben ver la película. La cosa es que debe cruzar el umbral que separa la flipada vida de Barbieland e ir a la vida real, donde la realidad consumirá a la muñeca y a Ken, que se cuela en el citado viaje. En ese nuevo espacio, la parodia continúa, hay risas y cachondeo para todos, para la creadora de Barbie, para Mattel, para su consejo, ¡Qué vaya consejo”, para la sociedad y su hipocresía, su falsedad y su superficialidad, y Barbie conocerá las verdaderas dudas que la tienen en vilo, de donde procede su pesar, que tiene una relación brutal con el mundo real y tiene que ver con las niñas y sus muñecas. 

Una cuidadisima estética llena de rosa, como no podía ser de otra manera, donde la maqueta, el artificio y el cartón piedra tiene su razón de ser, con una gran cinematografía de un grande como el mexicano Rodrigo Prieto, que tiene en su haber trabajos con Scorsese, Malick, Almodóvar y Ang Lee, entre otros, la música del dúo Mark Robson y Andrew Wyatt, que vienen del mundo del videoclip en el que ha trabajado con artistas mundiales, la edición de Nick Houy, que ha montado las tres películas de la Gerwig, en una película en la que hay de todo: muchas dosis de feminismo, de machirulos, de parodia, de autoparodia, de comedi romántica tonta, comedia sofisticada, cine social, aventuras, cine musical y mucho pitorreo con todos y todo. Una película con ritmo y pausa, bien pensada y construida que se va casi a las dos horas de metraje, una duración que gusta mucho y deja con ganas de más a los entusiasmados espectadores, algunos y algunas vestidas de rosa, como manda la cita, de la primera sesión a la que asistí. El reparto también brilla en la película, porque sus intérpretes entran en ese juego de la parodia y la estupidez bien entendida, la que sirve para mofarse de los demás empezando por uno mismo, como hacían los hermanos Marx, Jerry Lewis, Mel Brooks, Monty Python, entre otros muchos, que hacen de la comedia tontorra, el mejor vehículo para troncharse de las estupideces y miserias del mundo consumista en el que existimos, que no es poco, a qué si, Cuerda. 

Tenemos a una Margot Robbie desatada y sublime como la Barbie estereotípica, tan suya, tan rígida, tan bella, tan falsa y tan cansada de ser muñeca. Junto a ella, un Ryan Gosling, que tiene algún que otro numerito musical y tontín para enmarcar, con ese look, ¡Vaya look!, será difícil que pueda superarse, bueno, es muy Zoolander (2001), de Ben Stiler, que también ha pasado por el universo Baumbach, y es otro director de la parodia y el cachondeo, como también hizo en Tropic Thunder (2008). También pululan America Ferrera, que se cruzará en el camino de Barbie, Kate McKinnon, en uno de esos personajes divertidos y muy oscuros, que parecen sacados de alguna famosa serie raruna de la tele de los sesenta, Rhea Perlman como la creadora de la muñeca, en una de las secuencias más conmovedoras de la cinta, Will Ferrel como el magnate de Mattel, o ese mandamás tonto de capirote y sus locos seguidores del consejo, todo tíos, faltaría más, y luego, toda una retahíla de buenos intérpretes que hacen de todas las versiones, réplicas y dobles de Barbies y Kens, ahí es nada. No vayan a ver Barbie con prejuicios o con demasiadas expectativas, sino que hagan totalmente lo contrario, vayan a disfrutar, a reírse, porque seguro que se van a reír, y da igual que les gusten las muñecas, faltaría más, a mi no me gustan, y nunca he tenido, y no me ha impedido emocionarme con la película, por su libertad, valentía, cachondeo, parodia y autoparodia a lo bestia, sin filtros, sin el ánimo de agradar a todos y todas, sino de construir una película al servicio de Barbie y Mattel, sino aprovechar ese mundo consumista para crear otro, tan divertido, tan lleno de errores y lleno de muñecas y muñecos que sueñan con ser humanos, o con vagina. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Los tres mosqueteros: D’Artagnan, de Martin Bourboulon

¡VIVAN D’ARTAGNAN Y LOS TRES MOSQUETEROS!. 

“Todos para uno y uno para todos”. 

Es de sobra conocido que la novela “Los tres mosqueteros”, de Alexandre Dumas (1802-1870), publicada en 1844, se convirtió desde su nacimiento en una de las novelas clásicas de aventuras por antonomasia, erigiéndose en uno de los libros de referencia para muchos lectores de todas las edades. El cine la ha adaptado en numerosas ocasiones, pero quizás faltaba “La adaptación”, y me refiero que la cinematografía francesa se pusiera en serio a hacer su versión, y lo digo porque la gran tradición de películas históricas francesas es muy importante, ahí tenemos grandes títulos como Cyrano de Bergerac, La reina Margot, Ridicule, entre otras. Un cine bien contado, de generosos presupuestos y un espectacular rigor histórico. En ese grupo exclusivo podemos introducir Los tres mosqueteros: D’Artagnan, dirigida por Martin Bourboulon (Francia, 1979), un director que hasta ahora le habíamos conocido la comedia disparatada de Papá o Mamá (2015) y su secuela del año siguiente, y Eiffel (2021), biopic sobre Gustave Eiffel, y la creación de su famoso torre. 

Con esta película, la filmografía de Bourboulon entra en otra dimensión, porque no sólo ha hecho, quizás, la mejor versión de la famosísima novela de Dumas, sino que ha construido una película que puede contentar a muchos espectadores de diferente naturaleza. La historia es de sobras conocida, el joven gascón D’Artagnan llega al  París de 1627 con la intención de convertirse en un mosquetero del Rey Louis XIII, y una serie de circunstancias le convierten en compañero inseparable de los tres principales guardianes del Rey: Athos, Aramis y Porthos, que tienen que lidiar con las conspiraciones del ministro Cardenal Richelieu y sus secuaces. Pero, la película no sólo se queda ahí, en contarnos las diferentes intrigas, traiciones, amores apasionados, ocultos y la serie de personajes, engaños y demás intríngulis de la tremenda agitación que se respiraba en la corte del Rey de Francia. Porque la película va muchísimo más allá, con una grandiosa recreación histórica, en la que podemos ver esa ropa usada, esos rostros sucios y malolientes, y esa atmósfera cargada y desafiante que tiene cada instante de la trama. Con unas espectaculares escenas de acción, donde las batallas a sable se suceden, pero con esa verdad que nos sumerge en ese ambiente complejo y lleno de peligros. Tiene verdad porque las secuencias tienen ese punto realista, donde es creíble lo que se cuenta y cómo se hace. 

No obstante, la película ha contado con grandes profesionales arrancando con la dupla de guionistas: Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, que han escrito una película de un par de horas, con un ritmo trepidante, que maneja con audacia las escenas más tranquilas, donde los diálogos están llenos de sabiduría y astucia, y las otras secuencias, las de acción y más físicas, son muy intensas y no dan respiro. La cinematografía de un crack como Nicolas Bolduc, que ha trabajado en Enemy (2013), de Denis Villeneuve, y en No llores, vuela (2014), de Claudia Llosa, entre muchas otras, en la que compone una luz muy cargada, llena de claroscuros, que escenifica con calidad y grueso la atmósfera de ese primer tercio del Siglo XVII, donde la vida y la muerte se mezclaban con demasiada facilidad. El montaje de Célia Lafitedupont, que fluye con gracia y esplendor en sus casi dos horas de metraje, la excelente música de Guillaume Roussel, que le da épica, intimidad y brillantez a todos los recovecos de la historia, el diseño artístico de Stéphane Taillason y el diseño de vestuario de Thierry Delettre, que ambos ya habían trabajado con Bourboulon en la mencionada Eiffel, y en otra gran recreación histórica como Cartas a Roxane. 

Si la parte técnica funciona a las mil maravillas, la parte artística no podía ser menos y ahí la película se ha marcado un gran tanto con un elenco fantástico, actores y actrices que actúan de manera sencilla, extraordinariamente bien caracterizados, que parecen como esos vaqueros de Hawks y Peckinpah, llenos de tierra, de grietas y desilusiones. Reparto de amplia experiencia y talento como François Civil, que hace de D’Artagnan, al que hemos unas cuantas veces en películas con Cédric Klapisch, los tres mosqueteros en la piel de Vincent Cassel, Roman Duris, que fue el citado Eiffel en la película homónima citada, y Pio Marmaï, la pareja de reyes con Louis Garrell y Vicky Krieps, la joven Constance en la piel de Lyna Khoudri, Eva Green como la terrible Milady de Winter, secuaz del Cardenal Richelieu que hace Eric Ruf, que se pasado por películas de Nicole García, Valeria Bruni Tedeschi, Yvan Attal y Roman Polanski, entre otros. Mención especial a los demás intérpretes porque dan profundidad y complejidad a todo lo que está cociendo en esa corte a punto de estallar entre católicos que quieren usurpar el poder y protestantes que también quieren instaurar una República sin Rey. Un sin Dios. 

Aplaudimos, aunque sería más apropiado hacer una reverencia, la película Los tres mosqueteros: D’Artagnan por su audacia, compromiso y belleza ante la grandiosa historia de Alexandre Dumas, porque se ve con todo su esplendor, toda su atmósfera de conspiraciones, traiciones, persecuciones, asesinatos, amores, y todo lo que hemos imaginado y mucho más. Disfrútenla como cuando eran niños, como cuando la vida era más y mejor, cuando la imaginación y el amor significan muchas cosas y todas ellas importantes, y digo como cuando eran niños, por suerte alguno no habrá perdido aquella inocencia, aquella forma de mirar, aquella magia que tenían todas las cosas, porque la infancia si fue feliz y querida, es la mejor época de nuestras vidas, y por eso les digo que vean la película como cuando eran niños, como cuando eran felices sin saberlo, como cuando la vida olía a días de sol y lluvia, cuando el mar era azul y las tardes nos la pasábamos jugando con los demás, niños y niñas también, que también, eran como nosotros, eran felices y reían, y demás, así que, véanla así, como cuando eran niños…  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Ruben Brandt, coleccionista, de Milorad Krstic

EL ARTE Y LOS SUEÑOS.

“Recuerdo cuando miré por una lente de cámara por primera vez. Podía enfocar una flor en medio del campo, de forma que todo lo que quedaba delante y detrás estuviera borroso. La imagen definida, separada del fondo, era incluso más emocionante que la misma flor a simple vista, cuando estaba todo enfocado: la flor, los arbustos de alrededor y el campo entero. Así fue como aprendí, muchos años antes de que me fascinaran las galerías de arte y las salas de cine, que la imagen del mundo pintada o vista a través de una lente puede ser más poderosa que la realidad.”.

Milorad Krstic

Si buscamos el significado de surrealismo, leemos que se trata de un “movimiento literario y artístico que busca trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y lo irracional”. A partir de esta posición, podríamos decir que el protagonista de la película Ruben Brandt (nombre que viene de la mezcla de dos grandes pintores Rubens y Rembrandt) un famoso psicoterapeuta que mediante técnicas artísticas sana a sus pacientes, tiene un problema que tendría que ver mucho con los surrealistas y su universo, cuando sueña es atacado por personajes de famosas obras de arte.

Personas retratadas que cobran vida y atormentan los sueños de Brandt, gentes como el Retrato de Renoir,  de Frédéric Bazille, El nacimiento de Venus, de Botticelli, Retrato de Antoine Le Bon, Duque de Lorena, de Holbein, Chico silbando, de Duveneck, Mujer con fruta, de Gauguin, Retrato del cartero Joseph Roulin, de van Gogh, Nighthawks, de Hopper, La tradición de las imágenes, de Magritte, Olympia, de Manet, Mujer con libro, de Picasso, Venus de Urbino, de Vecellio, La infanta Margarita en azul, de Velázquez y por último, Doble Elvis, de Warhol. Trece pinturas que recorren buena parte de la historia del arte desde el siglo XVI renacentista, el impresionismo y los postimpresionistas, el surrealismo, el barroco y el arte moderno del siglo XX, trece instantes que perturban la paz de Brandt. Mimi, una de sus pacientes, que padece cleptomanía de guante blanco, propone robar las citadas obras de arte y así enfrentarse a todos los secretos que ocultan para así curar a Brandt. Aunque, la tamaña empresa no será nada sencilla, ya que el hampa ha decidido impedir los hurtos ofreciendo millones de dólares para gratificar quién lo evite o capture a los malhechores, uno de ellos, Kowalski, busca recompensas y antiguo conocido de Mimi, también se lanzará en su búsqueda.

El cineasta Milorad Krstic (Eslovenia, 1952) emigrado a Budapest (Hungría) desde 1989 donde trabaja como pintor y artista multimedia, debuta en el largometraje proponiéndonos una película-artística (como Loving Vincent, que evocaba la figura de Van Gogh a través de sus últimos días capturando visualmente todo su universo pictórico) que toca varios palos, desde el cine de aventuras, donde uno de sus referentes podría ser La pantera rosa, de Edwards o Charada, de Donen, el cine de acción pura y dura, con la saga de Bond o la de Bourne, por citar algunos, el cine noir clásico con aroma francés y fatalista de Duvivier o Carné, o los estadounidenses Hawks o Huston, y algunos westerns como Los profesionales, de Brooks o aquellos más rudos y tristes de Peckinpah. Referentes cinematográficos también en su forma desde Eisenstein, los hermanos Lumière, el expresionismo alemán, Hitchcock (en la figura con forma de cubito de hielo, entre otras) entre otros muchos, con colores sombríos y apagados, donde predomina el blanco y negro. Si de apuntes cinematográficos está plagado, no menos en la pintura, desde las obras citadas que recorren la historia del arte, así como las formas de los espacios y personajes, todos con formas impresionistas, cubistas, abstractas, surrealistas, modernas, figurativas o pop, una especie de película-museo donde todo lo que vemos nos remite a alguna referencia artística, ya sea de pintura o cinematográfica, que parece remitirnos a los sueños, diseñados por Dalí, que padecía Gregory Peck en Recuerda, de Hitchcock.

Krstic impone un ritmo trepidante y frenético, todo sucede a una velocidad de vértigo, la película se mueve por todo el mundo, de un lugar a otro, sin tiempo para descansar, mezclando todos esos espacios y (des) encuentros entre los distintos personajes y sus circunstancias, con persecuciones cargadas de adrenalina, mientras asistimos a los sueños, o más bien pesadillas que sufre Brandt, muchas de ellas tienen que ver con su educación paterna. La excelente composición de Tibor Cári imprime ese universo imposible/posible que propone la película, en la que nada queda al azar, y todo está completamente detallado y estudiado, sin olvidarnos de los temas versionados, como el de Do You Love Me, de The Contours, entre muchos otros. El director esloveno ha optado por un dibujo íntimo y artesanal, que recuerda a los grandes clásicos del género como El planeta salvaje, de René Laloux o Moebius, películas que han ido más allá en el cine de animación, proponiendo ejercicios de grandísima calidad visual y de contenido.

Ruben Brandt, coleccionista, es una magnífica, divertida y destellos de película de culta, una obra para perdurar y adorar, hermosa y triste, profunda y brillante, una obra visualmente grandiosa, con un dibujo magnífico y de finísimo trazo, que abruma al espectador más exigente, y no menos que su contenido, una película sorprendente, imaginativa y arrebatadora, que se mueve entre el mundo de la realidad, la fantasía, los sueños y todo aquello que creemos ver y en realidad, no vemos. Un mundo fascinante de personajes misteriosos, diferentes y extraños, que se mueven por la película como si fuesen fantasmas errantes, individuos desterrados, almas a la deriva en un mundo caótico, lleno de sufrimiento y falto de ilusión, aunque Brandt y sus sueños, encontrarán aliados inesperados, los más inesperados, para al menos, intentar hacer desaparecer esas terribles pesadillas que atormentan a Brandt. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La vida lliure, de Marc Recha

LA ISLA DEL TESORO.

Había una vez en la Menorca de finales de la Gran Guerra, que unos hermanos, Tina, de unos 13 años, y Biel, de unos 7 años, vivían junto a su tío Conco, en una antigua casa en la que el tío trabajaba la tierra para unos terratenientes. La isla, azotada por la falta de trabajo y escasez en general, malvivía del contrabando entre los alemanes y los nazis, y sus habitantes soñaban con salir de aquel rincón, en irse a otros lugares y ver mundo, como la madre de los niños que había emigrado a Argel. Un día, como otro cualquiera, Tina y Biel, se tropiezan en la playa, junto a la casucha de pescadores, con Rom, un hombre de espíritu libre, que vive en consonancia con la naturaleza, de lo que saca de aquí y de allí, que al igual que los dos hermanos, ansía salir de esa isla y experimentar otras aventuras imposibles. La novena película de Marc Recha (Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1970) nos vuelve a situar en su entorno predilecto, el ambiente rural, en esa periferia alejada de todos, lugar común en su cine, con la naturaleza omnipresente que a través de sus accidentes atmosféricos conoceremos el interior de los personajes y las diferentes actitudes que tomarán en las circunstancias que se irán encontrando a lo largo del metraje.

El cine de Recha es intimista y extremadamente cercano, donde podemos saborear y describir con paciencia el tiempo que va pasando, a través de unos personajes muy próximos, seres de carne y hueso, sometidos a lugares cerrados y hostiles, espacios que los ahogan y asfixian de tal manera que no cejan de soñar con salir de ahí, escapando hacia otros sitios que los hagan estar mejor, mientras tanto, inventan y modifican la realidad para que de esa manera la espera sea más plácida, un cine en el que en muchas ocasiones, la infancia se erige como epicentro de la trama, una infancia casi abandonada, dejada a su suerte, en el que la imaginación será el arma que tendrán a su alcance para soportar las calamidades de una existencia bastante anodina y miserable, como ocurría en L’arbre de les cireres, Petit indi o Un dia perfecte per volar, cintas donde la infancia era la protagonista absoluta, como ocurre en La vida lliure, donde la película se asienta en la mirada de Tina, y ella misma nos va contando las experiencias que van viviendo en su quehacer diario.

Rom, de aspecto bonachón y amigable, será ese ogro en apariencia bueno, que alimentará los sueños imposibles de los dos hermanos relatando aventuras inolvidables e imposibles de grandes viajeros perdidos en los confines del mundo, sus historias increíbles y su relación con la naturaleza entusiasmará a los niños que verán en él ese adulto que los entiende y trata como iguales, a diferencia de la severidad y la rectitud de su tío labrador. Recha, con la complicidad habitual en la fotografía de Hélène Louvart, consigue atrapar la atmósfera inquieta y cambiante que anida en esa parte de la isla, a través de su luz, viento y agua que reinan en el lugar (grandioso el inmenso trabajo en el sonido de Eva Valiño, y la música de Pau Recha, que a través de sus ritmos y melodías, consigue mezclarse con naturalidad con su paisaje) y filmar a los animales en su cotidianidad con sumo respeto y paciencia, y marcando los días monótonos y apacibles, en general, que van cayendo en la isla, filmando un universo lleno de soledades, soñadores y criaturas en tránsito, creando un caleidoscopio sutil y veraz de la radiografía de los habitantes de la Menorca de finales de 1918.

El barco anclado en mitad de la bahía, visible desde la playa, propiedad de ese señor de Menorca, acompañada de esa extranjera, que siempre veremos desde la distancia, representará esa libertad que tanto ansían los personajes, volviéndose en un objeto preciado por todos ellos y el único medio para salir de la isla, acompañado con la aparición de un tesoro que descubren escondido los dos hermanos. Recha es uno de los cineastas que mejor ha filmado la naturaleza y sus ritmos ancestrales, convirtiéndola no solo en un personaje más, esencial en sus trabajos, sino que, a través de ella, compone una mirada que impregna todo el paisaje y a aquellos que habitan en él, en una especie de simbiosis natural donde unos se impregnan de otros, y donde el paisaje humano, natural y animal, se acaban convirtiendo en uno solo. La película es una magnífica aproximación al género de aventuras con el aroma de la novela de La isla del tesoro, de Stevenson, con la que guarda más de una línea argumental, y también, con la película Los contrabandistas de Moonfleet, de Fritz Lang, dos relatos protagonizados por dos adolescentes, Jim Hawkings y John Mohune, respectivamente, que experimentarán la aventura de vivir, las ansias de libertad, y también, comprenderán que el mundo de los adultos puede ser mentiroso, oscuro y muy siniestro.

El cineasta barcelonés se acompaña de un equipo artístico que compone unos personajes magníficos, llenos de sutilezas, apoyados en sus miradas y gestos, con Miquel Gelabert, como ese tiet que representa la paternidad ausente de los niños, Sergi López (que repite con Recha después de Un dia perfecte per volar) sería el otro lado del espejo del tío, con su habitual naturalidad y capacidad para transmutarse en cualquier personaje, ya sea un capitán fascista o el ogro bonachón de esta película) y los deslumbrantes y fantásticos niños Macià Arguimbau, y Mariona Gomila, que solamente su propia mirada y su voz autóctona de Menorca (que crea esa atmósfera vital y sombría que emana todo el relato) representa con brillantez y sensibilidad toda la película de Recha, enmarcándose en ese espíritu imperecedero de las historias míticas de piratas, bucaneros y contrabandistas que seguirán siendo el caldo de cultivo y las herramientas intrínsecas para seguir imaginando esos mundos, de grandes y perdidos mares, llenos de universos extraños, exóticos, peligrosos, fantásticos y llenos de aventuras sin fin.


<p><a href=»https://vimeo.com/255710099″>Trailer LA VIDA LLIURE</a> from <a href=»https://vimeo.com/user3390135″>La Perif&egrave;rica Produccions</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>

La piel fría, de Xavier Gens

LA CRIATURA DE OTRO MUNDO. 

“Nunca estamos lo suficientemente lejos de aquellos a los que odiamos Por la misma razón, nunca estaremos muy cerca de quiénes amamos”

Un barco llega a una isla perdida alejada de todo situada en el Atlántico Sur. Su misión es dejar en ese trozo de tierra a un joven que permanecerá un año realizando mediciones meteorológicas. Una isla sin más habitantes que un farero de mediana edad, huraño y de carácter indolente. Nos encontramos en los albores de 1914. Allí, en la isla, después de unas noches donde el joven científico es fuertemente atacado por unas extrañas criaturas feroces que provienen del mar, y que dejan inhabitable su casa, es recogido por el farero a cambio de víveres y ayuda para luchar encarnizadamente contra esas bestias anfibias que parecen proceder de otros mundos misteriosos y extraños. Basada en la novela homónima de Albert Sánchez Piñol, de espectacular éxito de crítica y público y traducida a más de 30 idiomas, la adaptación, con las inevitables licencias cinematográficas, mantiene el espíritu de las grandes obras de aventuras, envolviéndonos en el universo de Conrad o Stevenson (curiosamente, algunos de los autores que lee el joven meteorólogo, como el “Infierno” de Dante, extraño anticipo que irá descubriendo a lo largo de su estancia en la isla).

Xavier Gens (Dunkerke, Francia, 1975) director especializado en el género de terror, arrancó con Frontière(s) en el 2007, thriller terrorífico donde unos atracadores aprovechan la confusión social para asaltar un hotel aislado regentados por unos nazis asesinos, y siguió, entre otras, con Aislados (The divide), en el 2011, donde unos supervivientes intentan con grandes penurias sobrevivir a un aterrador apocalipsis, y alguna que otra serie siempre dentro del género del suspense y el terror psicológico. Aquí, aborda el género de aventuras clásico, mezclado con el suspense y sobre todo, el terror de zombies, y el psicológico, en una trama sencilla que cuenta con sólo tres personajes, el joven del que poco sabemos, solamente que huye de algo o alguien, el farero solitario y amargado que arrastra un pasado de abandono y complejo, y la criatura que ha sido adoptado como animal de compañía y concubina sexual por el farero.

Tres almas perdidas y solitarias que deberán convivir por circunstancias en un lugar inhóspito y extraño que oculta un misterio atroz, donde las noches se convierten en un infierno de supervivencia, porque deben enfrentarse a esas criaturas del mar que les atacan sin tregua. La película consigue construir una atmósfera envolvente e inquietante, manejando con audacia los tempos cinematográficos, y consiguiendo algunas secuencias de gran mérito, como los ataques de las criaturas, y sobre todo, los paisajes de Lanzarote que sirven de escenario en esa isla, fría, oscura y alejada de todo mundo civilizado. Dos hombres en las antípodas que tienen que convivir por su supervivencia, que van descubriendo su razón de ser en ese mundo de inquieta paz por el día, y una guerra salvaje y sangrienta por las noches. La película logra introducirnos en esa atmósfera extraña y agobiante en el que se ven sometidos los personajes, quizás demasiado, porque la parte psicológica de los personajes queda algo traslucida por el aparato formal de la cinta, donde se echa en falta toda la parte personal y profunda de la historia que tienen el joven científico y la criatura.

Aunque, bien es cierto, que aunque su ritmo funciona de manera desigual, el tramo final de la película remonta y nos ofrece un cierre sincero, trepidante y emocionante. El buen hacer del intérprete británico Ray Stevenson (visto en innumerables películas de acción en EE.UU., dando vida al malhumorado Grunner, ese farero anclado en la rabia de su pasado y sin más existencia que la muerte de esas criaturas de otro mundo, bien acompañado por su paisano David Oakes, que compone un joven serio y frío que deberá aprender demasiadas cosas y a gran velocidad para convivir con el farero, y por último, una «monstruosa» e irreconocible Aura Garrido, embutida en el maquillaje espectacular de la criatura, que esconde una alma dócil y tranquila dentro de la máscara salvaje que parece haberla condenado Grunner. Gens consigue el aspecto formal de la película, tomando como inspiración a los maestros clásicos antes mencionados, sin olvidarnos de otros autores de corte fantástico como Lovecraft, donde lo cotidiano se mezcla con lo fantástico, en una trama donde lo humano adquiere otro tipo de connotaciones, en las que se confunde y a veces, cuesta saber donde se encuentra y de qué manera.