Olivia y el terremoto invisible, de Irene Iborra Rizo

LA REBELIÓN DE LOS NIÑOS.  

“Mal que les pese a quienes dicen que el socialismo es una idea foránea, nuestra raíz más honda viene de la comunidad, la propiedad comunitaria, el trabajo comunitario, la vida compartida y tiene la solidaridad por centro”. 

Eduardo Galeano 

En el panorama cinematográfico actual cuesta encontrar una película que sea diferente, no en el sentido de ir a la contra, sino de apostar por una idea que tenga carácter, potencia y sensibilidad, y sobre todo, que no se aparte demasiado de los problemas reales de tantas familias y tantos niños. Olivia y el terremoto invisible, de Irene Iborra Rizo (Alicante, 1976), es de esas películas a contracorriente por muchas razones: está hecha en stop motion, la protagonizan muppets que son unos niños rebeldes ante la injusticia de no tener casa, y sobre todo, es una película social, del aquí y ahora, centrada en el drama de tantas personas que no pueden pagar los precios abusivos de su vivienda y se ven abocados a vivir de okupas con muy pocos recursos. Tres elementos en los que sustenta una cinta que, además, desprende humanidad y cine de verdad, bien hecho y nada complaciente. 

La directora lleva dos décadas dedicadas a la técnica de stop motion y en su ópera prima se revela como una cineasta de gran fuerza y muy sensible a la hora de abordar una historia que no cae en el desánimo ni en la desesperación, sino todo lo contrario, en acercarse a sus jóvenes personajes, a esa idea de comunidad, de familia entre seres de muchas partes del mundo que comparten una vida dura, llena de problemas y de desheredados. Basada en la novela infantil “La película de la vida”, de Maite Carranza, que coescribe junto a la directora y Julia Prats, conocemos a Olivia, una niña que se ve abocada a la expulsión de su casa junto a su hermano pequeño Tim y su madre Ingrid, una actriz en horas muy bajas. La película se posa en la mirada de Olivia que, ante tremendo conflicto, se inventa una idea para que el drama no sea tan heavy para su hermano, y además, ante los momentos más oscuros, el mundo se le parte en dos y la absorbe hacía unas profundidades que dan mucho pavor. La historia combina lo humano, con lo trágico y lo fantástico, con una intimidad que traspasa la pantalla en la que la “familia” de la hablamos un poco más arriba, se juntan en uno y luchan en compañía, un elemento que hace la película muy revolucionaria y ese cariz de diferente, porque ante los abrumadores problemas que tiene frente a sí, optan por ayudarse a pesar de sus diferencias culturales, políticas y demás.

Este film tiene una gran factura técnica y visual que ha significado un enorme esfuerzo que ha aglutinado compañías de cinco países diferentes: España, Francia, Bélgica, Suiza y Chile, y algunos de los mejores técnicos internacionales de la stop motion como los animadores Tim Allen y César Díaz, que han trabajado en grandes producciones como Frankenweenie (2012), de Tim burton, Isle of Dogs (2018), de Wes Anderson y Pinocho (2022), de Guillermo del Toro, entre otras. El diseñador de personajes Morgan Navarro que ha hecho La vida de Calabacín y Sauvages, ambas de Claude Barras, el artista fx Xavi Bastida de El laberinto del fauno y La sociedad de la nieve, los muppetmakers Sonia Iglesias, Víctor Villalba y Eduard Puertas, la cinematografía de Isabel de la Torre, que estuvo como operadora de cámara en la citada Sauvages, la música del dúo Charles de Ville, también en Sauvages, y Laetitia Pansanel-Garric, que conocemos por sus trabajos en L’home dels nassos y otra joya animada como ¡Hola, Frida!. El montaje de Julie Brenta, habitual editora de los grandes cineastas Ursula Meier y Guillaume Senez que, con esos inolvidables 70 minutos de metraje se condensa toda una experiencia vital extraordinaria, donde no se dulcifica la precariedad ni los buenos sentimientos, sino que hay dificultad y complejidad, y una idea de vencer las dificultades ayudándose y acompañándose como forma de resistencia ante la barbarie del capitalismo.

Deseo que Olivia y el terremoto invisible tenga su espacio en la abarrotada cartelera de títulos y el público se acerque a ella sin prejuicios ni dudas porque va a alucinar con sus personajes: amén de Olivia y su familia, encontrará a Lamin, un amigo de Olivia y su mamá Mamafatou que ayudarán a los desdichados protagonistas, a pesar que ellos se encuentran en su misma situación, cosas de la empatía y el buen corazón, Jon, de la plataforma de afectados de la hipoteca, Encarna, una yaya a lo “Pasionaria”, tan delicada como guerrera y por último, Remedios, la asistencia social que es algo así como la que hay que convencer para que no separen a Olivia y a su hermano. Deseamos que Irene Iborra Rizo siga inventando historias con stop motion, porque su primera apuesta me ha entusiasmado y sí, es una de las grandes películas que se han hecho sobre el impacto de un desahucio desde la mirada de una niña, y no lo hace desde la condescendencia ni el buenismo, sino desde una verdad que duele, que congela el alma y que nos da una idea de la falta de humanidad de este planeta. Eso sí, la trama no se regodea en la porno miseria, y si que aporta soluciones ante la barbarie, la ficción como arma para luchar contra una realidad tan injusta y desigual, y la mirada y el amor del otro como sustento frente a la codicia de los abusadores, evidenciando que que la única salida de los “olvidados” es la mencionada, la de juntarse, crear comunidad, crear familia y sobre todo, mantener el humanismo que no podemos perder a pesar de las injusticias. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA 

Memorias de un caracol, de Adam Elliot

GRACE & GILBERT. 

“Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida. En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza cuentan más”. 

Ernesto Sábato 

En la inmensa producción de películas de cada año pocas son las que llegan a las pantallas y de las que llegan, la mayoría son películas de corte muy comercial. Algunas, no muchas, pasan directamente al limbo de las diferentes plataformas que hay, donde se plantea un dilema, el de rebuscar y con suerte, encontrarse con esa película que sabes que está pero que no hay forma de encontrarla. Mary and Max (2009), de Adam Elliot (Berwick, Australia, 1972), no pasó por cines y la descubrí gracias a Filmin, una de las plataformas que cuida el cine y sus usuarios. La sorpresa y la admiración fueron inmediatas. Estaba delante de una delicia en todos los sentidos. Una obra profunda y reflexiva sobre la amistad entre una niña de 8 años australiana y un cuarentón judío y obeso de New York a distancia y epistolar desde finales de los setenta y toda la década de los ochenta. A través de la técnica de animación de stop motion un relato que abarca a dos inadaptados y solitarias almas que no entienden la sociedad ni la gente que la componen y optan por la imaginación y los sueños y las pequeñas actividades para soportar tanta oscuridad y desánimo.

Su segundo largometraje Memorias de un caracol el cineasta australiano vuelve a sus ambientes negruzcos y grisáceos con un tono melancólico, lleno de irreverencia y exquisito humor negro para críticar a una sociedad demasiada injusta, deshumanizada y estúpida, protagonizada por dos huérfanos Grace y Gilbert Pudel, que son separados y enviados a familias muy diferentes. Ella junto a unos happy guays de lo natural y lo light, y él, junto a una familia fanática cristiana e hipócrita. Es ella la que nos cuenta su vida, con ese tono tan característico donde abunda la miseria moral y una sociedad cruel y violenta. La aparición de Pinky, una excéntrica y punky anciana que se hace inseparable de Grace le ayuda a paliar el desajuste emocional que le produce estar separada de su hermano gemelo. Como sucedía en la primera película de Elliot, la voz en off vuelve a estar muy presente, no una voz descriptiva, sino una que reflexiona sobre las imágenes que vemos y aquellas otras invisibles donde lo emocional está tan presente. La atmósfera oscura y decadente sigue presente en sus historias que se mueven entre la fábula griega, lo más tenebroso e inquietante de los cuentos góticos de la época victoriana y ese sutil e inteligente sarcasmo e ironía que ayuda a suavizar tanta soledad. 

La cinematografía vuelve a correr a cuenta y riesgo de Gerald Thompson que vuelve a brillar como hizo en la deliciosa Mary and Max, o mejor dicho, vuelve a ennegrecer en tonos apagados y grisáceos, esos lugares residenciales muy al estilo del suburbano estadounidense, que más que vida parece que almacenan vidas torturadas e infelices. La música de Elena Kats-Chermin se convierte en el mejor vehículo para contar toda la complejidad psicológica y los avatares vitales de los protagonistas, además, consigue junto a las imágenes tremendamente elaboradas y detallistas, un conjunto de emociones que vamos experimentando siguiendo la travesía emocional de los dos hermanos. Una película cuidada hasta el mínimo detalle, desde su poderosa estructura y montaje que firma Elliot y sus intensos 95 minutos de metraje, la magnífica construcción de personajes, que no estarían muy lejos de los de Pesadilla antes de Navidad (1993) y La novia cadáver (2005), ambas auspiciadas por Tim Burton, eso sí en otro tono más de terror, y el diseño de producción que parte de la grandiosa imaginación de Elliot como demuestran los estupendos en los títulos créditos iniciales en el que hace un incisivo recorrido por una gran cantidad de elementos y objetos amontonados en una habitación, en los que va anticipando partes de la trama de la película. 

Primero fueron excelentes cortometrajes, entre otros, como Uncle (1996), Cousin (1999), Brother (2000), que no llegaban a los ocho minutos, los Harvie Krumpet (2003), Ernie Biscuit (2015), que pasaban de los veinte minutos, y los mencionados largometrajes Mary and Max (2009), y el que nos ocupa Memorias de un caracol, título que hace referencia al enamoramiento que tiene la protagonista Grace por los moluscos gasterópodos que usa como refugio en su inseparables conchas (genial metáfora que describe cómo se siente la citada Grace). El cine de Adam Elliot se convierte en el mejor narrador para describir muchas de lo invisible del mundo que nos rodea: la enfermedad mental, la inadaptación, la soledad, los traumas y todo lo que tiene que ver con aquello de lo que nos cuesta hablar, de lo que hace daño, de lo que duele tanto que nos cuenta enfrentarlo y mucho menos compartir con los demás. Un cine que invita a mirar a los demás sin juzgarlos, a observar lo diferente, a profundizar en lo que nos rodea y sobre todo, en las acciones de los demás, descubriendo su naturaleza y descubriendo ese pasado que los amenaza y les dicta su presente. También hay tiempo para ser feliz, aunque sea efímero, eso sí, Memorias de un caracol no es una película triste, ni mucho menos, es una película dura y desgarradora, pero no se regodea en la maldad, sino que la muestra y dibuja a unos personajes que siempre quieren ser ellos, aunque para ellos deban alejarse del resto y encontrar su mundo por muy diferente que sea del mundanal ruido. No es eso lo que deberíamos hacer todos. Buscarnos a nosotros mismos sin importar lo que digan los demás. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Esther Vital García

Entrevista a Esther Vital García, directora de la película «¿Dónde está Heleny?, en el marco de la Mostra Internacional de Films de Dones en Barcelona, en la terraza del Café Librería La Central Raval en Barcelona, el viernes 9 de junio de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Esther Vital García, por su tiempo, sabiduría, generosidad y a Teresa Pascual y Anne Pasek de Comunicación de la Mostra, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Oink Oink, de Mascha Halberstad

BABS Y SU CERDITO KNOR. 

“Si te interesa algo, sea lo que sea, ve a por ello a toda velocidad. Recíbelo con los brazos abiertos, abrázalo, ámalo y, sobre todo, apasiónate por ello. Lo tibio no es bueno. Lo caliente tampoco. Ser incandescente y apasionado es la única opción”.

Roald Dahl 

La directora Mascha Haberstad (Holanda, 1973), fogueada en mil y una batallas en el universo de la animación, menciona como fuente de inspiración al grandísimo escritor Roald Dahl (1916-1990), que dedicó tantas obras para el público infantil con títulos inolvidables como Gremlins, Charlie y la fábrica del chocolate, Fantastic Mr. Fox, Las brujas y Matilda, entre otras. El autor galés siempre creó personajes encantadores con sus lados oscuros, elevando a una categoría superior el libro infantil, convirtiéndolo en obras de culto para todos los públicos, al igual que algún que otro de los personajes que nutren Oink Oink, el primer largometraje de Haberstad, que parte del libro De wraak van Knor, de Tosca Menten, adaptado para la gran pantalla por la guionista Fiona van Heemstra, en la que nos cuenta la peripecia de Babs, una niña de 9 años que va en skate y pasa las horas en su cabaña con su fiel amigo, y vive junto a sus padres muy diferentes. La madre es una obsesiva del veganismo, con su huerto y sus ejercicios, y el padre, reservado y poco carácter que pinta muy poco. 

La película se agita y de qué manera, rompiendo toda esa aparente tranquilidad, volviendo todo del revés a partir de dos inesperadas visitas: la del abuelo, que viene de Estados Unidos y demasiado cowboy, que vuelve a casa con la espinita de su exilio forzado cuando, veinte y cinco años atrás, fue descalificado del gran concurso local de “El rey de la salchicha”, por una pelea con su enemigo acérrimo, el carnicero de la ciudad, y la del cerdito Knor, que se convierte en inseparable para Babs, que podrá quedarse con la condición de ser adiestrado. Estamos ante una película de exquisita belleza plástica y un elaboradísimo diseño de producción basado en la técnica de animación “Stop-motion”, que dota a los personajes de una naturalidad y cercanía maravillosas, en un equipo entre los que destacan la producción de Marleen Slot, el supervisor de efectos visuales Florentijn Bos, la cinematografía de Peter Mansfelt, la música de Rutger Reinders, y el exquisito montaje de la propia directora, en un depurado trabajo en una película brevísima de setenta y dos minutos de duración. 

Estamos delante de una película con el mismo espíritu de aquella maravilla que era Babe, el cerdito valiente (1995), de Chris Noonan, en que el protagonista absoluto de la cinta era un pequeño cerdito que venía a trastocar las leyes naturales de la granja y de la vida, porque su mayor sueño era ser pastor de ovejas, un filme que era deudor de la gran novela Rebelión en la granja, de George Orwell. En la misma línea podríamos añadir otros títulos emblemáticos como James y el melocotón gigante, basada en una novela de Dahl, Chiken Run, evasión en la granja, Wallace y Gromit, la maldición de las verduras, La oveja Shaun, La vida de calabacín, entre otras. Película destinadas al público más pequeño, pero que no olvidan a los adultos que lo acompañan, porque mezclan a las mil maravillas las situaciones divertidas e ingeniosas que harán las delicias de los niños y niñas, y tienen esas partes que nos hablan directamente a los adultos, en las que se habla, como ocurre en el caso de Oink Oink, de ecologismo, de mentiras, de apariencias, de egoísmo y demás oscuridades de la condición humana, y todo contado desde la sencillez y la intimidad, y la humanidad de unos personajes que sienten y padecen como nosotros, rodeados de una apabullante técnica de animación, llena de una imaginación desbordante, una capacidad de fabulación infinita y sobre todo, un amor por la belleza y la plasticidad de la creación de los personajes y los mundos que habitan. 

La cineasta Mascha Halberstad, a la que habrá que seguir la pista, ha construido una delicia para los sentidos, una cuento muy Dahl con muchísima imaginación que tiene de todo: crítica social, comedia desternillante y en algunos tramos, muy negra, drama intimista y familiar, y sobre todo, mucha aventura cotidiana, y ese toque de codicia y manipulación que albergan algunos personajes, en su afán de tener aquello o lo otro aunque tengan que pisar a unos y otros, una crónica social que vemos continuamente en la sociedad superficial y sin valores en la que vivimos diariamente. Su implacable y detallismo en cada secuencia, en cada encuadre, y en cada espacio de la pequeña ciudad y la casa en la que se sucede la película, la hace extraordinaria y una aventura en sí misma, porque está llena de detalles y belleza por toda la acción. Una trama extraordinariamente sencilla pero exquisitamente elaborada, en la que todo encaja a la perfección y todo rezuma vida y sencillez, y todo contado en sus escasos setenta y dos minutos, que aún la hace más estupenda, en una cinematografía actual que tiene al alargue innecesariamente, sometiendo al espectador a series cada vez más exentas, y con escaso contenido, donde se impone el cuánto más mejor, pues no, porque Oink Oink, demuestra todo lo contrario, porque es breve y con un contenido abrumador, que hace pensar, entretiene un montón, y además, usa la reflexión como mejor arma, en que niños y adultos lo pasarán muy bien y encima, se irán a casa reflexionando, unos elementos que no abundan en la mayoría de la producción que se realiza, destinada al más puro entretenimiento y a veces, ni eso.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Solan & Eri, misión a la luna, de Ramus A. Sivertsen

EL ESPACIO Y MÁS ALLÁ. 

Solan y Eri nacieron alrededor de los años cincuenta en el diario Mannskapsavisa de la mano del dibujante y caricaturista Kjell Aukrust (1920-2002). Pronto las historias del pato Solan y el erizo Eri, junto con su humano creativo e inventor, se convirtieron en muy populares entre la audiencia finlandesa, pasando a libros y otro tipo de publicaciones. En 1975 el director Ivo Caprino ya llevó una de sus historias a la gran pantalla con Grand Prix en la montaña de los inventos, que distribuyó Pack Màgic, en la que el peculiar trío se enfrascaban en la construcción de un coche de carreras para participar en una carrera en su pueblo de Flaklypa. En Solan & Eri, misión a la luna, se basa en los personajes creados por Aukrust pero con la variedad que la historia nace de la imaginación de Ramus A. Sivertsen (Inderoy, Noruega, 1972) director y animador que lleva desde el año 2008 haciendo películas de animación cosechando grandes éxitos como la trilogía de Flaklypa, en la que ya experimentó con los personas de Solan y Eri, o las populares El bosque de Haquivaqui o Dos colegas al rescate, estrenadas en España.

En la nueva aventura, recoge el espíritu de Aukrust para llevarnos a un historia en la que el trío protagonista pretende ir a la luna medio siglo después de la primera llegada. Sivertsen mediante técnicas de stop motion y steampunk, dan vida a estos cercanos y excéntricos personajes, encabezados por Solan, un pato intrépido y valiente, junto a él, su fiel amigo y compañero Eri, un erizo demasiado prudente y acobardado, y para cerrar este terna nos encontramos con el humano con el que viven, un señor que vive en lo alto de una montaña en la que aparte de arreglar bicicletas, es un consumado inventor de todo tipo de artilugios motorizados como coches de carreras y cohetes. La película tiene una retahíla de secundarios que se mueven entre lo excéntrico y la crítica social como el recto y parsimonioso representante del gobierno, que propiciará el viaje con la financiación, la aprovechada y egocéntrica alcaldesa, los reporteros que cubren el viaje a la luna, que parecen una pareja de humoristas, el bobo y el pasota, o ese fabricante de quesos que ve en la luna una forma fácil de sacar dinero.

El relato contiene de todo, humor irónico, muy crítico con los poderes, y también, ese humor irreverente, en el que las situaciones que se van generando tienen mucho de slapstick a lo Keaton, Lewis o Sellers, creando situaciones inverosímiles pero tremendamente divertidas, en este extraño y cercano viaje a la luna, con todo ese funcionamiento del cohete, entre lo más artesano y mecánico, en el que el universo de Julio Verne es una de las grandes fuentes de inspiración. La película tiene ritmo y honestidad, no cesan de suceder situaciones que complican aún más si cabe el viaje, como inesperados tripulantes del viaje, o alguna que otra idea del representante gubernamental que tiene otros planes con la luna. La película es divertida, creativa y extraordinariamente imaginativa, conservando el espíritu productivo y creativo de grandes del género como Svankmajer, Trnka o Nick Park, creador de Wallace & Gromit, pero también muy crítica con los tejemanejes del poder y su forma de embaucar a unos aventureros inocentes como Solan, Eri y el inventor, para que ejecuten, sin saberlo, sus planes demoníacos.

En sus ochenta minutos trepidantes encontramos de todo, amistad, fraternidad, compañía, pero también, intereses, egoísmo, afán de protagonismo y una mala praxis de la utilización de los recursos personales y naturales. Un relato que nos interpela directamente a los espectadores, en cuestiones que nos atañen como la utilización de los recursos económicos por parte del gobierno, las malas prácticas de os recursos naturales, y ese afán de protagonismo y de invasión ajena para embolsar las cuentas, ajenos a las necesidades de la población. Una película que hará disfrutar a los más pequeños de la casa, y a sus padres acompañantes, porque hay para todos, donde la comedia disparatada y de tartazos se mezcla con la crítica al poder, pero haciéndolo de forma divertida y cercana, alejándose de la moralina tan añeja o el sentimentalismo de otros filmes, aquí se habla de amistad y compañerismo, de ir todos a una, ayudándose y siendo uno, creando esa empatía necesaria para vencer los obstáculos que se presenten, y sobre todo, entender al que tenemos delante, sin importarnos sus defectos o debilidades, sino abrazando todas sus virtudes y apoyándolos, creyendo en ellos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Grand Prix a la muntanya dels invents, de Ivo Caprino

cartell-a-4-jpgLA AVENTURA DE LO COTIDIANO.

“A no sé quants graus al nord, una mica cap a l’est, i més aviat amunt, hi ha Pinchcliffe. Un poblet molt petit, situat al peu d’una muntanya, sota el cel blau. Té una fàbrica de formatges que funciona amb vapor, un camping, un diari local, i el seu propi canal de tv”.

Desde tiempos atrás, se ha mencionado que los primeros cinco minutos de una película son cruciales para el desarrollo de la misma. En Grand Prix a la muntanya dels invents cumple con creces esta misiva. Se abre con una voz narradora que nos acompañará a lo largo del metraje, apuntando y explicándonos todos los pormenores, tanto físicos como emocionales, en los que se ven envueltos los protagonistas, en el pequeño pueblo de Pinchcliffe. Inmediatamente después, vemos a un señor, subido a un artilugio mecánico, se trata del reportero de televisión, que filmará todo lo que allí ocurrirá. El narrador le incita a que empiece con los títulos de crédito y éste, en un cuadro, comienza a filmar lo que se serán los créditos de apertura.

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Desde el primer momento, la película de extraordinaria imaginación, se adentra en un mundo de fantasía, lleno de magia, pero cotidiano a la vez, en que la mecánica está presente por todos lados. Nos presenta la terna de personajes implicados en el relato que nos será contado. Tenemos a Theodore Rimspoke, el anciano que vive en lo alto de un cerro y se gana la vida a trompicones reparando bicicletas, aunque su mayor afición es inventar artilugios mecánicos que utiliza en su vida diaria, le acompañan Sonny, un pájaro astuto, valiente y atrevido, y Lambert, un erizo, asustadizo y pesimista. Viven rodeados de naturaleza, y sufren la falta de dinero que les impide llevar a cabo sus proyectos de inventos, aunque este contratiempo tan importante, no les quita un ápice su optimismo desbordante y su alegría por seguir hacia adelante y centrarse en su sencilla cotidianidad llena de inusuales y divertidos aparatos mecánicos, en los que no falta la inventiva y sus momentos extraordinarios.

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El director Ivo Caprino (Oslo, Noruega, 1920-2001) hijo de marionetista, dedicó su carrera a las marionetas y al cine de animación, llevando a cabo sus obras para la publicidad y sobre todo, la televisión, aunque su obra magna fue Grand Prix a la muntanya dels invents, realizada en 1975, basada en cuentos del dibujante Kjell Aukrust, una fábula maravillosa y emocionante, con una desbordante inventiva, construida con la técnica de stop-motion, en la que trabajó junto a cuatro colaboradores durante más de tres años. La trama es bien sencilla, Rudolf, que fue aprendiz de Theodore, está cosechando una gran fama como piloto de fórmula 1 ganando carrera tras carrera, y propone, a través de la televisión, un desafío a Theodore, su antiguo maestro, pero éste no tiene dinero para construir un coche de carreras, pero la circunstancia y sobre todo, la perspicacia de Sonny lograrán el objetivo. La llegada a Pinchliffe de un jeque árabe hará posible la financiación del proyecto y el coche estará a punto para competir contra el malévolo Rudolf. Caprino nos seduce de forma honesta y sensible con su relato, los personajes excéntricos desprenden una humanidad cercana, son inteligentes y torpes, audaces y reposados, se mueven entre dudas e incertidumbres, pero contagian a través de sus grandes valores de amistad y compañerismo.

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La película recoge la larga tradición de la animación europea, en especial la surgida en Checoslovaquia (actual República Checa y Eslovaquia) con nombres tan importantes como Hermina Týrlová (1900-1993), Jirí Trnka (1912-1969) y Jan Svankmajer (1934), auténticos especialistas y pioneros de la animación y la técnica de la stop-motion, unas memorables y estilizadas maravillas visuales, basadas en su mayoría en cuentos tradicionales de su país, y realizadas con una dedicación absoluta al medio artístico, que cuentan con guiones de hierro, y una forma exquisita, llena de encuadres y planos envolventes, en las nos sumergen en mundos cotidianos donde impera lo fantástico, lo artificial y lo mágico. Una película que se disfruta con un optimismo desbordante, en la que sus 88 minutos pasan volando, llenos de fantasía y grandes emociones, con unos personajes sencillos, transparentes, que juntos emprenden una aventura de ensueño, no para demostrar a ellos ni a nadie que son los mejores en la carrera de coches (su desarrolla una alucinante maravilla del arte de la técnica de animación) sino para sentirse que forman parte de algo que les llena de alegría y sobre todo, un amor por su trabajo y el arte de inventar, en su afán que la mecánica contribuya a hacer un mundo más justo, solidario y feliz.


<p><a href=»https://vimeo.com/187629374″>GrandPrixTrailerFINAL_2</a> from <a href=»https://vimeo.com/user34637086″>Pack M&agrave;gic</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>

Un día vi 10.000 elefantes, de Alex Guimerà y Juan Pajares

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En la mítica y extraordinaria novela Robinson Crusoe, de Daniel Dafoe, que retrata el naufragio de un marino inglés en una isla que parecía desierta, en la que salvaba de los caníbales a un nativo negro, que llamaría Viernes, con el cual entablaría una relación estrecha amistad a pesar de las diferencias culturales y de idioma. Un caso parecido ocurrió con el cineasta español Manuel Hernández Sanjuán y el guineano Angono Mba, cuando el primero llegó en 1944 a Guinea Ecuatorial, colonia española por entonces, y junto a otros tres colaboradores, estuvieron dos años filmando cerca de 31 películas y realizando más de 5500 fotografías, documentando la fascinante y exótica biodiversidad del país a través de su naturaleza, sus gentes y costumbres.

Alex Guimerà y Juan Pajares, cineastas curtidos en el campo documental y en técnicas de animación, y el guionista Pere Ortín, encontraron este material olvidado, y primero realizaron un libro de fotografías en los que se acompañaba unos documentales, uno de ellos Cazadores de imágenes en la Guinea Colonial, que junto a la novela Los elefantes de la luna, escrita por el guineano Juan Tomás Ávila Laurel, sirvieron de punto de partida para una película que ha supuesto un arduo e inmenso trabajo de investigación de 16 años. La acción arranca en la actualidad, donde un octogenario paralítico llamado Angono Mba, nos cuenta su experiencia con aquellos blancos que llegaron a su país, y su relación con Hernández Sanjuan y la expedición que emprendieron río arriba, con destino a las montañas, donde se encontrarían un lago misterioso en el que se podían ver 10000 elefantes, según los viejos del lugar le habían contado al cineasta madrileño. Utilizando una mezcla fascinante e hipnótica, donde los realizadores fusionan material de archivo, fotografías, ilustraciones animadas, animación stop motion y video digital, nos sumergen en este lírico viaje de otro tiempo, donde retratan el colonialismo, el encuentro entre el hombre blanco y el otro, la sumisión y la esclavitud, una sociedad sometida a la doctrina religiosa, donde los amores furtivos nacen y mueren con amantes separados, la invasión y el salvajismo del blanco frente a las raíces y las costumbres arcaicas de una cultura diferente que vive completamente mezclada con la naturaleza.

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Un tiempo de aventura y exotismo, de descubrimiento y conocimiento, donde se viaja a lo desconocido, a penetrar y poseer el alma del otro, a navegar por lugares remotos, donde la naturaleza invade nuestros sentidos y nos descubrimos en lo que somos y lo que perseguimos. Una aventura que nos recuerda a aquellos hombres obstinados del cine de Herzog, hombres que se enfrentan a los caminos complejos que emprenden como Lope de Aguirre, el conquistador en busca del dorado, o Fitzcarraldo, el lunático que quiere construir un teatro para escuchar ópera en mitad de la selva. Cine documental que rescata una memoria olvidada y lejana, como lo hicieron Ari Folman en Vals con Bashir, en el que utilizando técnicas similares de animación, se enfrentaba a él mismo cuando fue soldado en la guerra del Líbano en el 82 y se asesinaron 3000 palestinos refugiados, o aquí en casa, el trabajo que hizo Manuel H. Martín en 30 años de oscuridad, también con técnicas de animación, rescataba aquellos “topos” que se encerraron en su propia casa huyendo del franquismo. Un cine vivo, un cine sobre la memoria, nuestra memoria, el terror del colonialismo, y sobre todo, una película sobre el encuentro entre el blanco, “el civilizado” y el negro “el salvaje”, entre dos formas de vivir, pensar y sentir.


<p><a href=»https://vimeo.com/134171752″>Trailer &quot;Un d&iacute;a vi 10.000 elefantes&quot;</a> from <a href=»https://vimeo.com/severalstudio»>SeveralStudio.</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>