Entrevista a Paul Urkijo Alijo

Entrevista a Paul Urkijo Alijo, director de la película «Gaua», en el hall de los Cinemes Girona en Barcelona, el lunes 10 de noviembre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Paul Urkijo Alijo, por su tiempo, sabiduría y generosidad, y a Katia Casariego de Revolutionary Comunicación, por su tiempo, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Gaua, de Paul Urkijo Alijo

LAS MUJERES DE LA NOCHE. 

“No se debe creer en ellas, pero no se debe decir que no existen”. 

Primero fueron un puñado de cortometrajes como Jugando con la muerte (2010), Bajo la cama (2012) y El bosque negro (2014), luego llegaron los largos como Errementari (El ternero y el diablo) (2017), e Irati (2022) y el que ahora nos ocupa Gaua. La filmografía de Paul Urkijo Alijo (Vitoria-Gasteiz, 1984), se desarrolla en el fantástico y terror, las tradiciones, mitos y leyendas del folklore vasco, y una mirada sobre el pasado histórico donde abundaban las creencias religiosas y paganas, y una inquietud por lo femenino, sobre todo, en sus dos últimas películas. En Gauga, que se traduce como “La noche”, nos encontramos con Kattalin, una joven esposa que vive con su despótico marido en las montañas vascas alrededor del siglo XVIII. Una noche, atraída por su oscuridad y tenebrosidad, la mujer se adentra en el bosque y se tropieza con tres brujas, que la interrogan para que cuente el relato de los hechos que ha vivido en la que su mejor amiga ha fallecido. Así que, durante la noche, conoceremos no sólo sus misterios más ocultos, sino una verdad, la que el poder establecido del momento, la burguesía y la iglesia, se esfuerzan en avivar con el fin de imponer su ley y someter a un pueblo de miserable existencia lleno de miedo ante ese ocultismo que tanto interesa al poder.  

Urkijo Alijo se revela como un fabulador impresionante, donde el cuento y el relato logran aunar características tan potentes como alejadas. Estamos hablando del desconocido folklore vasco, que alimentó la imaginación del Paul niño, donde conocemos a sus criaturas nocturnas que se van entrelazando con la realidad social del momento, ahora el XVIII, en Errementari el XIX y en Irati, el VII. El momento histórico documentado se desenvuelve de forma natural y nada acartonada ni estridente con una trama muy interesante y extremadamente estética y rompedora, donde prevalecen los rostros y miradas de sus personajes, una ambientación espectacular, llena de detalles, y además, una trama que se alimenta de la tradición y lo oscuro, donde el género se convierte un vehículo no un fin, en el que tienen cabida elementos fantásticos que refuerzan el eje principal de lo que se cuenta y el cómo se hace. Si tuviésemos que rebuscar en el pasado cinematográfico para situar el cine de Urkijo Alijo lo encontraríamos en las atmósferas de cineastas como Pedro Olea, con su El bosque del lobo y Akelarre, y también, en La conquista de Albania, de Alfonso Ungría, y en el denostado pero interesante fantaterror de Naschy, Franco y demás autores. 

El apartado técnico de las películas del vitoriano es realmente alucinante, muy bien trabajado y lleno de una estética abrumadora. Tenemos al cinematógrafo Gorka Gómez Andreu, que ha trabajado en las citadas tres obras del director, imponiendo una atmósfera tensa y neblina que desprende una luz sombría y muy deudora del cine de terror de los treinta y de la factoría Hammer, en que los elementos naturales se introducían hábilmente en las tramas. La música que firman el dúo Aránzazu Calleja, segundo trabajo con Urkijo, y habitual de la factory Moriarti, y Maite Arroitajauregui, segunda colaboración con el realizador, amén de obras como Akelarre y Amama, componen una música que se convierte en la mejor compañía para las poderosas y sugerentes imágenes de la cinta. El montaje de Elena Ruiz, con más de medio centenar de películas, entre las que destacan los nombres de Mar Coll, Bayona, Coixet, Medem, entre otros, en su segunda vez con el director después de Irati, que consigue sumergirnos en una trama nocturna, en un relato anclado en el testimonio-confesión de la protagonista, donde en forma capitular se va desgranando los misterios que encierra el lugar y su noche, en unos intensos 93 minutos de metraje que no sólo pasan volando, sino que lo hacen de forma que no te deja parpadear.  

Otro de los apartados que destaca en el cine del director vasco es su maravillosa elección de sus intérpretes como la actriz que encarna a Kattalin, en su primer papel protagonista, en el rostro y la mirada de Yune Nogueiras, que estuvo en la mencionada Akelarre y La infiltrada, tiene aquí su órdago que no sólo cumple con creces sino que se convierte en una imagen poderosa que destila naturalidad y transparencia en un personaje sometido que tendrá su revelación. Las tres brujas están interpretadas por Elena Irureta, Ane Gabarain y Iñake Irastorza, tres actrices vascas con más de tres lustros de experiencia en películas y series de toda índole. Les acompañan Xavi “Jabato” López, como marido de Kattalin, Erika Olaizola como la amiga de la protagonista, Elena Uriz como la ocultista del pueblo, y un siniestro e inolvidable páter del lugar en la piel de un inconmensurable Manex Fuchs. Ójala Gauga, de Paul Urkijo Alijo siga gustando al público como sus antecesoras, porque la película lo merece, ya que ha sabido fusionar el cuento tradicional con lo fantástico y terror, además de poner sobre la mesa tradiciones, mitos y leyendas vascas que la mayoría desconocemos. Una película hermanada con Gaua podría ser El laberinto del fauno (2006), de Guillermo del Toro, ya que también apostaba por lo misterioso y oculto en una atmósfera de posguerra en los montes españoles, donde había monstruos que no venían del otro mundo sino que estaban en este como tan bien menciona Gaua. Así que, ya saben, guardense de aquellos que alimentan el mal porque quizás ellos son los que más lo practican. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA 

Entrevista a Ibon Cormenzana y Manuela Vellés

Entrevista a Ibon Cormenzana y Manuela Vellés, director y actriz de la película «Cuatro paredes», en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el viernes 25 de abril de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ibon Cormenzana y Manuela Vellés, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Ana Sánchez de Trafalgar Comunicació, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Sorda, de Eva Libertad

LA MADRE SORDA. 

“La sordera es más que un diagnóstico médico; es un fenómeno cultural en que se unen inseparablemente, pautas y problemas sociales, emotivos y lingüísticos”.

Hilde Schlesinger y Kathryn Meadow 

Primero fue un cortometraje de 18 minutos de título Sorda, codirigido por Eva Libertad (Molina de Segura, Murcia, 1978) y Nuria Muñoz, con la que codirigió tres trabajos en total, y protagonizado por Miriam Garlo, hermana de Eva, y filmado en 2021, que pasó por más de 110 festivales y cosechó más de 60 premios, donde se exponían las dificultades de una joven sorda que quería ser madre en un mundo hecho para oyentes. Cuatro años después, nos llega el largometraje que conserva el mismo título y profundiza en todos los desafíos y muros a los que debe enfrentarse Ángela, una sorda que es madre junto a su pareja oyente Héctor. Alejándose totalmente del victimismo y la condescendencia, Libertad que dirige en solitario, traza un sensible e íntimo relato en el que no quiere abanderar ninguna causa, sino, de un modo relajado y tranquilo exponer las diferencias y los conflictos que surgen en cualquier pareja que acaban de ser padres, y además, con el añadido que la madre es sorda y debe lidiar con una sociedad por y para los oyentes.

En el primer tramo de la película vemos una vida compartida y acompañada entre Ángela y Héctor, en la que reina la armonía, la comprensión y la mirada cómplice y el amor entre los dos. Se producen las visitas de los padres de ella, tan temerosos por su hija, y aún más, cuando descubren que será madre. La complicidad de Ángela con los demás sordos/as donde todo es comunicación, comprensión y alegría y luego, están los amigos de él, donde Ángela puede ser una más con sus pequeñas dificultades. La segunda parte, cuando son padres, la historia vira a los conflictos que van surgiendo donde ella se siente desplazada y busca refugio en los demás sordos. La película explica con detalle y sobriedad todos los pequeños conflictos que se van produciendo, y lo hace con total claridad y transparencia, donde observamos los muros cotidianos, esos que se van creando casi sin darnos cuenta, donde lo que vemos “normal” es completamente dificultoso para alguien que es sordo. Pero, la directora murciana se destapa en su ópera prima con una valentía e inteligencia que hace que su película encuentre en las diferencias su mejor virtud, porque las acoge y no da soluciones, sino que las describe minuciosamente y expone los hechos que luego deberán ser lidiados por los personajes, tan cercanos como de verdad. 

La luz cálida y mediterránea que desprende toda la película, a pesar de los nubarrones emocionales que van cayendo sobre la relación de los principales protagonistas, ayuda a tener ese tiempo de reflexión que propone la película, en un gran trabajo de la cinematógrafa Gina Ferrer, de la que conocemos sus trabajos con Juan Miguel del Castillo, Estibaliz Urresola, Pau Calpe y la reciente Bodegón con fantasmas, de Enrique Buleo, entre otras. La interesante y profunda música de una especialista en la materia como Aranzázu Calleja, que tiene en su haber a cineastas como Borja Cobeaga, Galder Gaztelu-Urrutia, Alauda Ruiz de Azúa y los Moriarti, dando esos toques leves de negrura en el interior de los personajes, sin poner el acento, con tremenda sutileza. El montaje de una grande como Marta Velasco, habitual de los Trueba, los Javis, Agustín Díaz Yanes y algunos más que, con sus 99 minutos de metraje el tempo va in crescendo, de forma reposada, sin aspavientos ni prisas, con sencillez y cercanía para entender todos los conflictos tanto internos como externos, manejando con sabiduría todos los instantes sin caer en ningún momento en el victimismo o cosas por el estilo. 

La maravillosa pareja protagonista es capital en Sorda, porque tenemos a Miriam Garlo y Álvaro Cervantes, que saben transmitir toda la ternura, compañía y amor de una pareja que han vencido las diferencias y viven con cariño e intimidad. La llegada de su hija los trasbalsa como sucedería con cualquier pareja en la que los dos fueran oyentes. Sus dificultades nacen con las relaciones sociales de un mundo oyente que tiene poca empatía con los sordos y ahí es donde la película coge un vuelo magnífico porque saca a relucir todas las diferencias, conflictos y muros tanto de la pareja como de su entorno, y la posición de la película es extraordinaria porque no se deja de las consignas, banderas y demás estupideces, y saca toda su humanidad para hablarnos de temas tan candentes y cuestiones que desafían el amor de la pareja y su propia paternidad y maternidad. Los dos intérpretes están sublimes, porque lo hacen todo muy fácil, a pesar de la complejidad que va adquiriendo la historia con las distancias que se van generando. Los estupendos Elena Irureta y Joaquín Notario son los padres de Ángela que, saben transmitir todos los miedos que tienen acerca de su hijo, y por ende, mucha de la visión de los oyentes hacía los sordos. 

Lo que deja claro una película como Sorda es que todos deberíamos aprender el lenguaje de signos, y no por ayudar a los sordos, que sí, sino también para ayudarnos a nosotros, para no olvidarnos de los que viven de otra forma, y sobre todo, para empatizar con todos ellos. Una lengua que debería ser obligatoria para todos en la enseñanza pública, porque nos ayudaría a entender nuestra sociedad, todas sus diferencias, diversidades y problemas. Hemos de agradecer a Eva Libertad que haya hecho una película como ésta, una película que aborda los conflictos desde una complejidad diferente y nada complaciente, sino todo lo contrario, explorando los recovecos y los espacios que se originan en la relación que vemos en la cinta. Hay algunas películas que habían tratado las tremendas dificultades de los sordos como El milagro de Ana Sullivan (1962), de Arthur Penn o Hijos de un dios menor (1986), de Randa Haines, entre muchas otras, pero hasta ahora nadie había tratado esos primeros meses de una madre sorda y las complicaciones que surgen para una madre que hace lo imposible por aceptar y adaptarse y en cambio, la sociedad, tan ensimismada en mirarse a sí misma y nada afuera, y se muestra incapaz incapaz de mirar y empatizar con el otro, y en este caso, con las personas sordas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Ibon Cormenzana y Pablo Scapigliati

Entrevista a Ibon Cormenzana y Pablo Scapigliati, directo/productor y actor de la película «El bus de la vida» en la Sala 1 de los Cines Verdi en Barcelona, el martes 2 de julio de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ibon Cormenzana y Pablo Scapigliati, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Sandra Ejarque de Revolutionary Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El bus de la vida, de Ibon Cormenzana

CUANDO LA VIDA SE VUELVE DEL REVÉS. 

“Es recomendable reírse de todo aquello que uno no puede remediar”

Voltaire

Ya lo he mencionado en algún que otro texto, pero está bien remarcar para que no se olvide. La cinematografía francesa es muy diversa e interesante, pero en lo que refiere al cine para todos los públicos han encontrado una fórmula muy efectiva, es decir, una forma de hacer cine comercial que no sólo se queda en la anécdota y en la intención de mercantilizar como sea la película entre manos. En algunas de estas películas encontramos ese toque de distinción, una mirada humana en la que no cortan en absoluto en el abordaje de ciertos temas incómodos, ya sea enfermedad, suicidio y conflictos que, en otras producciones, serían un mar de lágrimas constante, en las francesas, la comedia ayuda a paliar temas tan duros y tristes, y no lo sólo se quedan ahí, sino que se enfrentan al lado humano de las situaciones, creando, para el que suscribe, un género en sí mismo. Dicho esto, por estos lares, nos cuesta horrores hacer un cine parecido, o nos vamos a la risa floja con rostros muy populares de la televisión, o por otro lado, un tipo de comedia profunda que no conecta con el público, salvo algunas honorables excepciones. 

La sexta película de Ibon Cormenzana (Portugalete, Vizcaya, 1972), es una de estas películas que fusiona con acierto el cine para todos los públicos con temas tan duros como el cáncer usando un tono de comedia vitalista y nada oscura. Una cinta que es una vuelta al País Vasco del director, desde su ópera prima Jaizkibel (2000), y su gran faceta como productor con casi 40 títulos para cineastas tan importantes como Pablo Berger, Rodrigo Sorogoyen, Celia Rico, entre otros. La premisa es directa y sencilla. Andrés, un músico frustrado llega a un pueblo del norte para dar clases de música como sustituto, le diagnostican cáncer, y se convierte en un viajero de un bus muy peculiar, los enfermos del pueblo que van a quimioterapia a la ciudad. Esta vez, el guion del director, basado en hechos reales, ha tenido como cómplice a Eduard Solá, que ha trabajado para Nely Reguera, Clara Roquet, Pol Rodríguez y Gemma Ferraté, en un relato que aborda muchos temas difíciles: los sueños olvidados, el miedo, el dolor, compartir como base para no estar sólo, y muchos más, siempre desde el lado humano, nada maniqueo y sobre todo, sin caer en la retahíla del positivismo y demás, mirando de frente a la tristeza y la oscuridad, pero con valentía y fuerza, mezclando las diferentes emociones y construyendo personajes de verdad, de carne y hueso. 

Un relato bien conducido, con sus montañas rusas y demás circunstancias, con un excelente equipo técnico, lleno de cómplices del director, como el cinematógrafo Albert Pascual, que ya le acompañó en Alegría, tristeza (2018) y La cima (2022), con una luz ligera y nada impositiva, que deja espacio para los personajes y los increíbles espacios naturales de la película. Paula Olatz en la música, también en La cima que, captura toda esa complejidad de las emociones por las que pasan los diferentes individuos, acompañados por temas de Rigoberta Bandini, Los chicos del maíz o uno original de Manuela Vellés y Dani Rovira, entre otros, donde la música se convierte en un espacio importantísimo para el devenir de la historia. Una edición de David Gallart, compartiendo La cima, habitual de Paco Plaza, Sílvia Munt y Leticia Dolera, entre otras, que consigue poner ese tono entre la comedia y el drama, y la ligereza, que casan también en la historia que se nos cuenta, en sus interesantes casi 99 minutos de metraje. Antes de ponernos a hablar de su buen escogido reparto, déjenme finalizar este párrafo con un actor como Dani Rovira, todo un desafío el personaje de Andrés, en un composición espejo-reflejo de la propia vida del intérprete, que padeció cáncer, en su mejor trabajo para el cine hasta la fecha, para un servidor, porque es un tipo que debe aprender tantas cosas y dejar tantos complejos, miedos y demás mierdas. Chapeau! para el bueno de Rovira. 

El resto del reparto encabezado por la maravillosa Susana Abaitua, tan natural, tan humana y tan bella como persona, es la conductora del bus, tan destartalado como vital, bien acompañada por Elena Irureta, una crack de nuestro cine, Antonio “Durán” Morris, Nagore Aramburu, Andrés Gertrudix, en la piel de un músico después de su aparición en Culpa, la anterior de Cormenzana, amancay Gaztañaga y los debutantes Pablo Scapigliati como Unai, uno de esos personajes inolvidables que se merecen una película para él, y Julen Castillo y Miriam Rubio. No dejen escapar una película como El bus de la vida, porque como les he mencionado, aunque hable de cáncer, es palabra que da tanto miedo, no es una película sólo sobre el cáncer, es también, y esto no es una broma, sobre la vida, sobre quiénes somos y qué nos gustaría ser, sobre los sueños, sobre las oportunidades, sobre quiénes son nuestros lugares o nuestro lugar, porque la vida como la enfermedad, a veces, siempre llega de golpe, sin tiempo para pensar, sin tiempo para nada, porque todo se detiene, y la vida nos muestra su lado más tenebroso, sí, pero todavía estamos vivos, y eso sería razón suficiente para seguir soñando, y sobre todo, compartirlo, porque, compartir es lo mejor, eso sí, no corran en encontrar a “la persona”, porque la persona llegará cuando menos lo esperemos, como todo en la vida. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA