La última reina, de Adila Bendimerad y Damien Ounouri

UNA MUJER ENTRE LOBOS. 

“Sé requiere valentía para hacer algo que nadie más a tu alrededor está haciendo”.

Amber Heard

La historia de la humanidad es la historia del patriarcado impuesto a lo largo de los siglos y siglos. Una historia que hacían los hombres: ellos gobernaban, ellos luchaban en las interminables guerras y contiendas, ellos y ellos. Las mujeres siempre quedaban en un segundo plano, en su papel de madres, hijas, esposas y demás. No obstante, debido a estudios, nos vamos encontrando con mujeres que tuvieron poder a pesar de la sociedad patriarcal que les tocó vivir. Mujeres con poder como Leonor de Aquitania, Matilde de Inglaterra, Isabel de Francia y Margarita de Anjou, y tantas otras, que durante el siglo XVI se convirtieron en mujeres poderosas que decidieron los destinos de sus tronos. Como hemos visto, en el mundo occidental. conocemos casos de reinas que tomaron el poder, pero que ocurre en otras regiones como el Argel de 1516. En La última reina, la ópera prima de Adila Bendimerad, actriz y productora argelina que ha trabajado en su país y en Líbano, y Damien Ounouri, franco-argelino, que realizó Fidaï (2012), coproducido por Jia Zhangke, y el mediometraje Kindil el Bar (2016), protagonizado por la citada Adila Bendimerad, que se presentó en el prestigioso Festival de Cannes. Ambos unen su talento y sus fuerzas, a través de Taj Intaj, la productora de la que son socios, para levantar una ambiciosa reconstrucción histórica, en la que se alejan de las preciosistas y exóticas revisiones históricas que se habían hecho antes para penetrar en un relato lleno de pasión, poder y traiciones. 

La última reina está construida en base a dos frentes, entre lo íntimo y lo social. Es decir, entre lo más profundo y personal de puertas adentro en el interior del palacio, y luego, lo de fuera, lo político y lo histórico. A partir de un guion escrito por Bendimerad y Ounouri, en el que se basan en la historia y también, en la leyenda, en una mezcla interesante en la que siempre se mueven entre esos dos mundos: el real y la leyenda, dos mundos fusionados, donde emerge la figura de Zaphira, la segunda esposa del Rey Salim Toumi, que no se limita a ser una buena consorte, sino que va mucho más allá. Una mujer enemistada con su familia y sola frente a tantos hombres, poder, conspiración y demás, y aún se recrudece más su situación en palacio, cuando aparece el pirata Aroudj Barbarroja, un líder y reconquistador de la tierra luchando y echando a los invasores españoles. Un hombre convertido en una amenaza para el Rey y su forma de gobernar. Porque aquí se enfrentan la dureza, el salvajismo y la rudeza del pirata en contra con el talento, la inteligencia y el pacifismo del rey. Todavía hay otro frente abierto, el de los fieles al Rey contra los guerreros piratas, y aún hay más, como los señores a favor del rey y a favor del salvador Barbarroja. 

Una película que no ha escatimado recursos para mostrar una producción donde prima una estética sometida a las obligaciones del relato que se está contando, empezando por una cinematografía que firma el libanés Shadi Chaaban, en el que predominan los planos generales interiores donde vemos la belleza y el detalle de los salones del palacio, en contraste con los planos cerrados del exterior, para aumentar la terrible tensión y amenaza que se cierne sobre el reino y el destino del país. Un montaje de Matthieu Lacau, que fue cinematógrafo de la mencionada Fidaï, afincado en China y habitual del cine del otro citado y prestigioso cineasta Jia Zhangke, y grandes trabajos como en El lago del ganso salvaje (2019), de Diao Yinan, y films de Yann-Shan Tsai, también afincado en la cinematografía china. Una edición llena de ritmo, donde no dejan de ocurrir cosas, donde hay poco respiro para los desdichados personajes que nunca cesan en sus empeños y ambiciones, en una película interior/exterior, una cinta concisa y densa que se va a los 113 minutos de metraje. La excelente partitura musical de los hermanos Evgueni y Sacha Galperine, que tienen en su haber grandes directores como Andrey Zvyagintsev, Barry Levinson, François Ozon, Kantemir Bagalov, Jan Komasa y Audrey Diwan, entre otros. Una música cálida y sensible, que ayuda a entender mucho más las complejidades y contradicciones de unos personajes que luchan por sus diferentes causas, tanto personales, como políticas y demás. 

La propia Adila Bendimerad toma el personaje de Zaphira, uno de esos personajes legendarios, por su fuerza, su valentía y su rabia. Una mujer rodeada de lobos sedientos de sangre, una mujer que sabe manejarse ante la adversidad y la oscuridad que se cierne en Argel, alguien a la que le mueven las emociones, su hijo, y el amor, y no cesará en mantenerlo pese a quién pese. Uno de esos personajes que valoras, admiras y aplaudes. Un personaje humano de verdad, sin preciosismos ni espectacularidades vacías, sino de verdad, ante un mundo que se desmorona por sus conspiraciones. Le acompañan un antagonista perfecto y maravilloso, el pirata Aroudj Barbarroja, un personaje histórico, en la piel de Dali Benssalah, un actor francés que ha trabajado con Louis Garrel, Rebecca Zlotowski y Ursula Meier, entre otras. Tenemos a Nadia Tereszkiewicz, a la que hemos visto hace poco en la estupenda Mi crimen, de Ozon, que encarna a Astrid, que fue esclava y ahora la favorita de Aroudj, un personaje valiente, casi un espejo-reflejo de Zaphira, Mohamed Tahar Zaoui es el Rey Salim Toumi, Himen Noel la Reina Chegga, primera mujer del Rey, culta que maneja la política a su antojo que también tendrá su protagonismo. Y finalmente, el joven Yanis Aouine es el príncipe Yahia. 

Aplaudimos y celebramos La última reina, de Adila Bendimerad y Damien Ounouri, porque retrata un período esencial en la historia de Argelia, y lo hace como una gran película de aventuras como las que se hacían en el Hollywood dorado, en la que hay de todo: amores apasionados y trágicos, intrigas y conspiraciones de estado, enemigos dentro y fuera de palacio, espectaculares escenas de acción que firma Samir Haddadi, un gran trabajo de arte, vestuario y ambientación. Un sólido retrato histórico, tanto de atmósfera, circunstancias y de personajes, donde no falta ni sobra de nada. Una película para descubrir, un estupendo entretenimiento, con profundidad y lleno de detalles y rítmico, donde aprendemos una parte muy desconocida de la Argelia después de la reconquista, una Argelia sumida en las tensiones y disputas de poder, una Argelia vista por dos cineastas argelinos, que no embellecen la historia, ni la hacen facilona, sino adentrándose en las mil y una tensiones que allí se suceden, porque la historia se puede mirar de formas muy diferentes y variadas, pero lo que jamás se puede hacer al mirarla, es captar sólo belleza y olvidarse de lo humano, tan complejo y tan difícil. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Encuentro con François Ozon, Nadia Tereszkiewicz y Rebecca Marder

Encuentro con François Ozon, Nadia Tereszkiewicz y Rebecca Marder, director y actrices de la película “Mi crimen”, en el marco del BCN Film Festival en los Cines Verdi en Barcelona, el jueves 20 de abril de 2023

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a François Ozon, Nadia Tereszkiewicz y Rebecca Marder, por su tiempo, generosidad y cariño, a Silvia Palà, por su gran labor como intérprete,  y al equipo de comunicación del BCN Film Festival, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Mi crimen, de François Ozon

¡HAN ASESINADO AL FAMOSO PRODUCTOR MONFERRANT!.

“La vida es una farsa que todos debemos representar”

Una temporada en el infierno (1873), de Arthur Rimbaud

De las 22 películas que hemos visto de François Ozon (París, Francia, 1967), casi todas se desenvuelven en el ámbito familiar y bajo un tono de drama íntimo y profundo, consiguiendo dejar algunos grandes títulos como El tiempo que queda (2005), Mi refugio (2009), En la casa (2012), Joven y bonita (2013), Frantz (2016), y Verano del 85 (2020), por citar sólo algunos. Después, como para respirar de tanto drama, tiene otras películas, tales como 8 mujeres (2002), y Potiche (2010), a la que también podríamos incluir Una nueva amiga (2014), en las que la ligereza se impone, pero no de forma vulgar, sino todo lo contrario, usando la farsa, la sátira y la comedia negra para revertir el género o simplemente, para reírse a carcajadas de las miserias y estupideces humanas. Mi crimen, escrita por el propio Ozon con la colaboración de Philippe Piazzo, inspirada libremente en la obra teatral Mon crime (1934), de Georges Berr y Louis Verneuil, al igual que sucedía en las citadas 8 mujeres y Potiche, entraría de lleno en esta terna de cine donde la comedia burlesca y vodevilesca tiene su razón de ser. 

En Mi crimen, nos trasladamos a los convulsos años de entreguerras, en la década de los treinta, en un París bullicioso y colorido, nos encontramos a dos jóvenes y amigas que intentan ganarse la vida con sus difíciles oficios. Madeleine, la rubia y atractiva, sueña con ser actriz de cine, y Pauline, la morena y atractiva, que a su vez, sueña con convertirse en abogada. Las circunstancias las llevan a que Madeleine sea acusada de homicidio de un famoso productor con el que tenía una cita profesional, y por supuesto, Pauline actúa como abogada defensora. La cosa se irá complicando muchísimo cuando entran en escena otros actores implicados: el amante de Madeleine, rico heredero, el padre de éste que no ve con buenos ojos el romance de su hijo, un juez que no acierta ni una, un nueve rico que quiere aprovechar su oportunidad con la joven, y para rematar el complejo asunto, la aparición, y nunca mejor dicho, de Odette Chaumette, una antigua estrella de cine mudo, ahora olvidada por todos, que recuerda a la Norma Desmond que interpretaba Gloria Swanson, en la inolvidable Sunset Boulevard (194), de Billy Wilder, al que se homenajea con la película Mauvaise graine (1934), que se rodó en Francia, y las protagonistas van al cine a verla. 

Aunque la cosa no acaba ahí, porque el cine de Lubitsch, al que el director francés ya había transitado en Remordimiento (1932), con la mencionada Frantz, queda bien reflejado en toda la trama, sus personajes y situaciones, en títulos como Montecarlo (1930), Un ladrón en la alcoba (1932), Ninotchka (1939), entre otras, en un fantástico y divertidísimo desparrame en el que hay de todo: comedia alocada, asesinato, peleas, amores y cómo no, personajes excéntricos, singuales y extremadamente peculiares. Ozon se reúne de muchos cómplices que le han acompañado en su filmografía como el excelente cinematógrafo Manu Dacosse, el montaje de Laure Gardette, la música de Philippe rombi, y el nuevo fichaje del diseñador de producción Jean Rabasse, que ha trabajo con nombres tan ilustres de la cinematografía francesa como Polanski, éste adoptado, Louis Garrel, Pitof y el tándem Jeunet & Caro, entre otros. Un gran equipo que consigue una excelente ambientación de ese París de los treinta, con esos toques, que tienen algo de lo que mencionaba Lubtisch, donde la vida, la comedia, el teatro y los sueños, y las mentiras se funden en un gran escenario donde nunca sabemos quién está fingiendo y quién no, o quizás, todos fingimos, lo que pasa que algunos todavía no lo saben. 

La película cuenta con un extraordinario reparto encabezado por las deslumbrantes protagonistas que hacen y deshacen como pueden o como quieran, con Nadia Tereszkiewicz en el rol de Madeleine, una aspirante actriz que se ve involucrada en el asesinato a su pesar o quizás no, ya lo veremos, bien acomapañada por su compañera de fatigas, Pauline que hace Rebecca Mader, una pareja que se ayuda, se ríe y llora juntas, y también, porque no decirlo, son resistentes, valientes y corajosas, en un mundo machista y patriarcal. Nos tropezamos con Isabelle Huppert que da vida a Odette Cahumette, esa actriz olvidada, con esa ropa tan extravagante, de otro tiempo, de aquel en el que se quedó, aquel en que el público la adorada, uno de esos personajes breves pero vitales para el desarrollo de la trama, porque le da un “toque” inesperado. Después, nos encontramos a toda una retahíla de intérpretes de la factoría Ozon encabezados por el grande Fabrice Luchini, Dany Boon, André Dussolier, Règis Laspalès, entre otros, que van conformando ese microcosmos de especímenes raros y singulares que pululan por la trama y por aquel París de los treinta. 

Sólo nos queda decir que nos hemos divertido de lo lindo con el nuevo trabajo de Ozon, porque no tiene un ápice de vulgaridad y tontuna, sino todo lo contrario, porque nos cuenta lo que quiere siempre con inteligencia, las dosis perfectas de ironía y locura, y sobre todo, hace que el mundo de la representación, de la farsa y de la actuación, en el fondo, sea el pan de cada día, y nunca sepamos qué es cierto y qué no, porque sus personajes no son perfectos, ni mucho menos, son torpes, idiotas, nunca prevén las consecuencias de sus actos y mucho menos, no piensan mucho en lo que hacen y en todo lo que hay a su alrededor, como la popularidad, ese monstruo que puede convertirse en nuestro mayor enemigo si no sabemos estar preparados, porque cuando no se tiene nada se sueña y a veces, demasiado, y cuando eres otro, producto de la fama de golpe, puedes caer en lo que nunca has querido ser, y si no que se lo digan a las protagonistas de Mi crimen, bueno me callo ya, vean la película, y sabrán de todo lo que les estoy hablando, que no es poco. Hasta la próxima!. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA