LOS ESPEJOS A LOS QUE NO NOS MIRAMOS.
“Cómo te amas a ti mismo es cómo les enseñas a los demás a amarte”.
Rupi Kaur
Érase una vez… en la isla escocesa de Skye, durante un fin de semana, allí se juntaron dos desconocidos. Por un lado, tenemos a Kira, una mujer en los cuarenta, que ha vuelto a revivir un viaje al lugar cuando estaba con su ex. Por el otro, tenemos a Ian, también en los cuarenta, que visita a sus padres, en plena huida constante de sus conflictos llevando una vida al día. Los dos, sin pretenderlo, pasarán 24 horas juntos, donde corren, saltan, bailan y ríen, y se olvidarán de sí mismos, y sobre todo, vivirán experiencias diferentes y fuertes. Todo quedará ahí, en Skye, porque volverán a London, a sus vidas, a sus huidas, y a sus problemas de los que siguen huyendo. La primera película como directora de la actriz Aylin Tezel (Bünde, Alemania, 1983), retrata las relaciones de hoy en día y las huidas de unos cuarentones que les cuesta lidiar con el conflicto, y viven con un miedo constante para ser ellos mismos y trabajar en sus sueños en una sociedad tan vacía y mercantilista, y tan líquida como mencionaba Bauman.

Tezel demuestra una gran observación en tejer con paciencia y detalle las dos vidas de los respectivos protagonistas, en la que nosotros los espectadores somos testigos de sus trabajos, sus sentimientos y sus devaneos en general, en un relato escrito por la propia directora en el que nunca se juzga nada ni a nadie, sino que se muestran unos hechos y unas circunstancias y se deja espacio para que el público los juzga como buenamente pueda. No estamos ante una película que pretenda sacar conclusiones de cómo vivir y relacionarse, eso sí, nos habla de dos personajes que están en constante huida, con el daño que eso produce en ellos, contándonos sus respectivos conflictos personales, unos problemas que los arrinconan de los demás, y les llevan a tener relaciones superficiales y nada complacientes. Son dos personajes complejos, como somos todos, pero están en ese momento de limbo, de no saber qué hacer con sus respectivos problemas, como dos islas a la deriva que chocan y de qué manera, aunque la vida con sus caprichos y meteduras de pata los aleja porque todavía no están preparados, ya que siguen en su lucha, aprendiendo a amarse, una cosa tan vital y tan difícil.

La excelente cinematografía que firma el alemán Julian Krubasik, con experiencia en el cine de su país en películas tan importantes como We Are Nest of Kin (2022), de Hans-Christian Schmid, donde priman los planos y encuadres muy cercanos para construir la profunda intimidad en la que está instalada la historia que nos cuentan, donde la cámara se mueve al son de sus dos personajes, sin incomodarlos ni nada que se le parezca, dejando ese especia esencial para ver y no juzgar. El montaje de David J. Achilles es dinámico, lleno de ritmo mezclando con inteligencia esos momentos de pausa donde los protagonistas hablan de ellos, que van in crescendo, dentro de sus torpezas, inseguridades y miedos, donde no existe un ápice de falta de ritmo ni de pausas innecesarias, en una película que se va a casi las dos horas de metraje, de continuas idas y venidas, de amor y desamor dentro de ellos. La música, esencial en la trama, él toca el piano y desea convertirse en músico, entre otras cosas, está compuesta por el músico electrónico Jon Hopkins y el berlinés Ben Lukas Boysen, con experiencias en cine, que dotan a la historia de esos subidones y reposos que viven los dos personajes.

Uno de los aspectos que destacan más de Nuestro momento perfecto (“Falling into Place”, en el original), es su fantástica pareja protagonista, o podríamos decir, su anti pareja, jajaja. La propia directora Aylin Tezel se reserva el personaje de Kira, una alemana en London, siendo la eterna aspirante en todo: al amor, en plena crisis de ruptura, en el trabajo, no acaba de ser la escenógrafa principal en el teatro, siempre la ayudante, y muchas cosas más. Ella no vive, ella está y finge vivir, como les ocurre a muchos. Frente a ella, o mejor dicho, en el mismo estado emocional de huida y pérdida, nos encontramos a Chris Fulton como Ian, que hemos visto en series como Bridgerton, The Witcher y Outlander, se convierte en el partenaire perfecto para Kira, porque los dos están ahí, esperando a romper el cascarón, a enfrentarse al espejo, a ser las personas que no se atreven o no pueden ser por ahora. El resto del reparto, tan cercano y transparente, marca de la película, así como los paisajes tanto rurales como urbanos, componen un equipo artístico de gran nivel con los Rory Fleck-Byrne, Alexandra Dowling, Olwen Fouere, Samuel Anderson, Anna-Russell Martin, entre otros, tan bien en sus composiciones dándole a la película esa amplitud y naturalidad tan necesaria.

Una película que tiene de título Nuestro momento perfecto, tan ideal para lo que cuenta, está llena de reflejos en la sociedad actual, en nuestra forma de amarnos o no, y de amar o no a los demás, de quiénes somos, de nuestros sueños, miedos e inseguridades y de estos tiempos en qué todo va tan rápido y hemos olvidado lo esencial de nuestras vidas, nuestros verdaderos propósitos y al fin al cabo, para qué estamos aquí, y para que nos levantamos cada día, fingiendo nuestra vida y haciendo como si no fuera con nosotros. La película no olvida su cine deudor, es decir, la comedia romántica clásica, tan divertida, tan personal y profunda que habla de amor, sí, pero desde prismas diferentes, donde no se limita al éxito o fracaso impuestos por los estereotipos mercantilistas, sino desde la convicción personal de no tener miedo de ser lo que queremos ser y sobre todo, luchar por ello, y sobre todo, no huir de nosotros y encerrarnos ante lo que somos y ante los demás, siempre mirándonos a esos espejos que cuesta tanto mirarse, aunque si logramos mirarnos todo va a cambiar, todo va a verse con otra mirada, y todo aquello que creíamos a pies juntillas va a desaparecer y en ese instante, podremos mirarnos y descubrirnos sin miedo, sin trampas y sobre todo, amándonos para amar. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

TRES DÍAS, TRES NOCHES. 




LAS MÁSCARAS IMPUESTAS. 



