El año cinematográfico del 2017 ha bajado el telón. 365 días de cine han dado para mucho, y muy bueno, películas para todos los gustos y deferencias, cine que se abre en este mundo cada más contaminado por la televisión más casposa y artificial, la publicidad esteticista y burda, y las plataformas de internet ilegales que ofrecen cine gratuito. Con todos estos elementos ir al cine a ver cine, se ha convertido en un acto reivindicativo, y más si cuando se hace esa actividad, se elige una película que además de entretener, te abra la mente, te ofrezca nuevas miradas, y sea un cine que alimente el debate y sea una herramienta de conocimiento y reflexión. Como hice el año pasado por estas fechas, aquí os dejo la lista de 13 títulos que he confeccionado de las películas de fuera que me han conmovido y entusiasmado, no están todas, por supuesto, faltaría más, pero las que están, si que son obras que pertenecen a ese cine que habla de todo lo que he explicado. (El orden seguido ha sido el orden de visión por mi parte).
Encuentro con David Arratibel, director de “Converso”, junto a Carlos Losilla, en el marco del D’A Film Festival. El acto tuvo lugar el jueves 4 de mayo de 2017 en Sala Raval del CCCB en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a David Arratibel, por su tiempo, conocimiento, y generosidad, a Eva Calleja de Prismaideas y Pablo Caballero de Márgenes Distribución, por su organización, generosidad, paciencia, amabilidad y cariño.
Entrevista a David Arratibel, director de “Converso”. El encuentro tuvo lugar el viernes 5 de mayo de 2017 en los Jardins Rubió i Lluc del Raval en el marco del D’A Film Festival en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a David Arratibel, por su tiempo, generosidad y cariño, a Eva Calleja de Prisamaideas y Pablo Caballero de Margenes, por su amabilidad, paciencia, atención, generosidad y cariño.
En su primera película Oírse (2013) David Arratibel (Pamplona, 1974) investigaba la cotidianidad de personas con problemas de audición, mostrándonos los incesantes zumbidos que padecen esos enfermos. Ahora, y también dentro del formato documental-ensayo, vuelve a sumergirse, pero esta vez, hacia dentro, hacia su interior, mirando a su familia, convertida al catolicismo, en la que el cine utilizado como terapia, en una herramienta de aproximación y localizar aquellos sentimientos comunes y compartidos, emprender un diálogo con aquello desconocido (como ocurría en su primer trabajo) aquello que nos violenta, y aquello que nos convierte en el otro, cuando todos los demás integrantes familiares han encontrado otro camino, el de Dios, que nosotros no logramos entender, y menos sentir.
Arratibel construye una película modesta y sincera, en el que nos muestra el dispositivo cinematográfico de forma natural, en el que él, tanto como persona integrante de esa familia a la que retrata, y cómo cineasta, se adentran en ese mundo completamente extraño con el que tienen que convivir, y se adentra en ese espacio extranjero a través de la palabra, a través de encuentros-diálogos, donde parte desde ese primer instante primigenio donde cada uno de sus familiares va explicando su primera vez, ese instante de revelación espiritual donde descubrieron la existencia de Dios, donde lo físico y emocional se conjugaron en lo sobrenatural, experimentando una serie de sentimientos que les han transformado la vida. Arratibel dialoga con toda su familia, desde la cercanía y la proximidad, tendiendo ese puente afectivo, creando espacios de intimidad, arrancado esta aventura-investigación con su cuñado Raúl, organista y el primero que anduvo el camino de la fe católica, el primero que se convirtió, para luego dar paso a su hermana María, quizás con la persona que más enfrentamientos y contradicciones tuvo, luego, entra en escena su madre, para finalizar con Paula, la hermana pequeña, su ojito derecho, todos ellos hablan de ese instante revelador de Dios, experiencia imposible de explicar con palabras, pero motor para abrir un diálogo honesto y de frente junto a David, que los escucha desde la extrañeza, evocando aquel pasado de silencios y distancia, encontrando aquellos lugares comunes de diálogo, respetando las diferentes posiciones, entre la fe y el más absoluto agnosticismo.
Un retrato familiar contundente e inspirador, también terapéutico y demoledor sobre todo aquello que somos, nuestras creencias, y como nos enfrentamos a nosotros mismos y a los demás, cómo rompe nuestro entorno, y las eternas dificultades para hablarlo entre nosotros, poniendo sobre la mesa todo aquello que nos inquieta de los demás, aquello que nos separa, y sólo a través del diálogo y las mirada podamos vencer ese miedo que nos detiene para preguntar lo que queremos mirándonos de cara y ofreciendo lo que somos. El cineasta navarro toma como referencia El desencanto, de Jaime Chávarri, quizás el documental más terrorífico y oscuro sobre una familia burguesa que representaba todo aquello de la apariencia franquista, y tras la muerte paterna, se encendía la mecha donde se exteriorizaban todos los infiernos particulares. Arratibel también viaja sobre esos márgenes y demonios familiares, todo aquello que nos inquieta y preferimos callarnos, no darles la voz que se merecen, y esta película materializa todos esos momentos, todos los instantes que nos mantuvimos en silencio para no confrontar nuestras opiniones por miedo a encender el conflicto que nos mataba en nuestro interior.
Una película que además de terapia psicológica para su director y todos los omponenetes de la familia, nos muestra la materialización de muchas conversaciones pendientes, como la imposibilidad de hablar con el padre ausente o la distancia con la tía, o incluso, la incapacidad de filmar el Espíritu Santo. Diálogos y encuentros que por fin se manifiestan con la excusa de contar la conversión al catolicismo de la familia, en la que nos cuenta algo que parece del pasado, donde la religión estaba tan presente en la sociedad, pero que también sucede en este mundo moderno tan vacío, donde la fe sufre una crisis existencial. El realizador navarro nos acerca un mundo desconocido para él, desde la emoción y la palabra, sin necesidad de explicaciones y disyuntivas filosóficas, desde el diálogo amable, cordial y sincero, desde la desnudez de nuestros sentimientos más profundos, sin pudor a mostrar lo que nos distancia d elos demás, y de todos aquellos temas que nos unen y compartimos, aunque tengamos creencias y opiniones totalmente diferentes.
El pasado domingo 7 de mayo, cerró sus puertas la VII Edición del Festival Internacional de Cinema d’Autor de Barcelona. Después de 10 intensos días de cine, presentaciones, mesas redondas, y demás actividades relacionadas con el mundo cinematográfico. La retrospectiva de este año estuvo dedicada al cineasta mexicano Amat Escalante, las secciones, como vienen siendo habitual, se dividieron en Direccions, Talents y Transicions, y se recuperó la sección de Un impulso colectivo, comisariada por Carlos Losilla, y por primera vez, hubo una sección para los cortometraje. También, se volvió a abrir el certamen a otras sedes fuera del epicentro Barcelona, continuando la propuesta iniciada el año anterior. La noche del sábado, en el Teatre CCCB, antes de la película de clausura, se entregaron los galardones: El Premio Talents recayó en People That are not me, de Hadas Ben Aroya. El Premio de la Crítica fue a parar a El futuro perfecto, de Nele Wholatz, jurado que también hizo una mención a La película de nuestra vida, de Enrique Baró, y finalmente, el Premio del Público se lo llevó The Woman who left, de Lav Diaz. Premios que dieron carpetazo a un sinfín de actividades para todos los paladares, en un festival que después de 7 años, viene dedicándose al cine resistente, diferente, reflexivo y contundente, consolidándose en una ciudad en la que existe un público interesado por este cine, y ha hecho de esta cita, a comienzos de primavera, una concentración del cine que ha dejado huella en festivales prestigiosos de todo el mundo.
Mi aventura en el D’A arrancó con la película LE PARC, de Damien Manivel. Segundo título del cineasta francés que se inicia con una pareja adolescente que se citan en un parque, mientras juegan al amor, hablan de sus cosas, incluso de filosofía, y se adentran en el interior de sus partes más íntimas mientras avanza el día. Manivel, a través de un formato 1:33, nos cuenta dos películas, en la primera, asistimos a una comedia romántica al estilo de Rohmer o Garrel, en el que el amor iniciático parece apoderarse de los chicos, en la segunda mitad, la película cambia de registro, sumiéndonos en un juego kafkiano de resonancias oscuras, dentro del tono minimalista de la primera mitad. Un juego sobre el amor, los sentimientos, y su reflejo en el espejo, una mirada hacia lo oscuro de nuestro ser y sobre todo, de todas las realidades y personalidades que se apoderan de nosotros y en cierta manera, nos definen frente a los demás. Siguiendo en la sección de TALENTS, seguí con A LOS NIÑOS LA BELLEZA, de Rocío Caliri y Melina Marcow. Una propuesta muy singular, que no deja indiferente, procedente de Argentina, pero muy alejada de las películas que se cuecen por allí, aquí no hay problemas sobre juventud y miserias del país, sus dos directoras, afrontan su segundo largo, situándonos en la Dinamarca de principios del siglo XX, en una mansión solitaria y apartada en medio del campo, donde una familia bienintencionada, sufre una tragedia, un recién nacido nace con una malformación y la madre perece en el parto. A partir de ese suceso, el dolor, la amargura y el silencio se apoderan de tan siniestro lugar. Las directoras utilizando el formato 1:33, nos invitan a un tono sutil y distanciado, sin caer en trampas melodramáticas, sino que cuecen su relato a ritmo pausado, componiendo una forma intensa y calculada, de luz etérea, y planos cerrados, que acaban asfixiando y agobiando a todos los personajes, unos seres que se mueven entre mentiras, cinismo y perversiones.
También me acerqué a THE BEACH HOUSE, de Roy Dib. El cineasta debutante procedente del Líbano, nos invita a una velada que acontecerá en una casa de costa con el mediterráneo bramando al lado. Dos hermanas y dos amigos de la más joven, comen, se drogan y hablan sobre sus realidades y las del país: la emigración hacia otros países, la sexualidad, el conflicto árabe-palestino, en un ambiente distendido pero que poco a poco, se encamina hacia el interior de cada uno de ellos, en el que dejarán caer sus respectivas máscaras, y se expondrán al otro, a través de sus sentimientos e inquietudes, en un presente difícil y un futuro igual de oscuro. Un relato con rasgos sociales, pero con una atmósfera inquietante, en el que las relaciones humanas se apoderan de una cinta con tono teatral y ambiguo. L’INDOMPTÉE, de Caroline Deruas. Primer largo de la ayudante de cineastas como Váleria Bruni Tedeschi o Philippe Garrel, con el que ha escrito sus últimas películas. Deruas se basa en una experiencia real para contarnos la experiencia de dos artistas en la majestuosa Villa Medici de Roma (Sede de la Academia Francesa). Seguimos a una escritora que no logra escribir y además tiene como pareja a un escritor maduro y consagrando, y por otro lado, a una pintora, de energía y pasión descontroladas, pero incapaz de encontrar el amor y además, asaltada por los fantasmas del lugar. Deruas reflexiona sobre la creación artística y el amor, en una película de tormentos, neuras y poses artísticas, en las que unos sujetos pasean su (in)capacidad para enfrentarse a sus miedos y alegrías, en un viaje hacía lo más profundo en este inquietante, sobrio y descarnado retrato femenino en el mundo artístico.
KÉKSZAKÀLLÚ, de Gastón Solnicki. Otra muestra del irreverente y fascinante cine argentino actual, en una obra en la que Solnicki, en su tercera película, adopta el título de “Barba Azul”, la única ópera de Béla Bartók, en el que retrata el complejo paso de la adolescencia a la edad adulta, a través de una serie de chicas, que se mueven entre la desidia, el desencanto y la opresión de una vida que no les atrae, les aburre y encima, les obliga a hacer cosas que no les agrada en absoluto. A través de un juego enigmático entre los diferentes espacios y el entorno, y sus cuerpos moviéndose en ellos. E director argentino nos somete a una película de silencios incómodos, de largas tomas, y la distancia prudente e inquieta, con esperas sin sentido, en el que se cuelan las miradas de Antonioni sobre la burguesía, y la inoperancia de éstos para construir sus vidas o encontrar algo que les atraiga y distraiga, en una lucha enfermiza para no aceptar el destino paterno y emprender una huida constante. Para cerrar esta sección, también vi PEOPLE THAT ARE NOT ME, de Hadas Ben Aroya. Primera película de la joven directora israelí, que ella misma produce, escribe, dirige y protagoniza, en un retrato sobre la vida de una joven que intenta superar una ruptura sentimental, a través de una incesante búsqueda de hombres con la necesidad de estar con alguien, pero a la vez seguir manteniendo su independencia. Un estilo directo y naturalista, en el que seguimos a la protagonista por las calles, las habitaciones de su casa, la discoteca y sus incursiones en internet, mostrándonos una intimidad en la que el sexo y los cuerpos se muestran de forma explícita y sin rodeos, capturando las pulsiones y los sentimientos más profundos. Una cinta de arrolladora energía que se erige tanto como un retrato de la juventud veinteañera israelí, sus condiciones de vida y esos lugares de provincia, que no distan mucho de nuestro entorno más próximo.
De la sección de Direcciones, disfruté de lo lindo con DÍAS DE COLOR NARANJA, de Pablo Llorca. Nuevo trabajo de uno de los cineastas más prolíficos del país, en el que a través de un tono naturalista y una forma libre y adaptable, se adentra en una road movie a través de los países mediterráneos, con insistencia en Italia y Croacia, para contarnos una historia de amor en un contexto de crisis y decadencia europea. Llorca construye una película libre, minimalista y artesanal, en el que viajamos en tren, autobús y bicicleta, por las diferentes regiones que la pareja de enamorados va visitando, en la que asistimos al inicio del enamoramiento, a la amistad, y la de compartir entre unos jóvenes que se encuentran de casualidad y continúan viajando y conociéndose, en una Europa que deambula sin sentido sin encontrar su lugar. Una película divertida, romántica y sencilla, que nos atrapa desde lo más íntimo y profundo, retratando no sólo una juventud en medio del caos, sino también la memoria de unos que ya no se reconocen en el continente tan cambiante y lúgubre. Cerré la sesión con BITTER MONEY de Wang Bing. El documentalista chino sigue mostrando las vergüenzas y miserias de su mastodonte nación. Ahora, vuelve a las ciudades-fábrica que asolan las regiones industriales de China, para contarnos, a través de un tono directo e implacable, las terribles y durísimas condiciones laborales de unas personas que dejan sus entornos rurales para sobrevivir o simplemente existir-trabajar en una fábricas colmenas donde se trabaja-esclaviza de sol a sol para mal ganarse la vida. Bing huye de todo aquello que manipule su discurso, deja que las personajes, sus rostros y sus cuerpos inunden su dramaturgia, creando un mundo oscuro, tenebroso, casi terrorífico, por el que se mueven estos individuos que desean volver a su tierra y dejar ese mundo o mejor dicho, submundo, que sólo funciona para enriquecer a unos poquísimos, a través de las empresas extranjeras que facilitan esa mano de obra barata y miserable.
Finalmente, de la sección Un impulso colectivo, que volvía al festival, tuvo la oportunidad de ver CONVERSO, de David Arratibel. Un documento terapia en el que el cineasta español sigue a los cuatro miembros de su familia que se han convertido a la religión católica, y lo hace desde la intimidad de las conversaciones, donde todos explican sus razones, su fe y la llamada de Dios. Arratibel no sólo nos habla sobre la fe, la religión, sino que también, nos habla de la familia y las relaciones que se producen entre todos sus integrantes, y lo hace desde lo más sencillo y directo, hablando y conversando de manera natural y directa con ellos, en un viaje hacia lo más profundo de cada uno, en el que exponen sus creencias, sus inquietudes y su vida, lo más íntimo, lo que no se suele explicar. Arratibel se sirve del cine para explicarnos aquello que lo ha distanciado, lo que no se han dicho, todo lo que se han guardado. Una película sobre la familia, sobre la memoria, y la religión, pero ante todo, un interesante y valiente documento sobre nuestra propia identidad y ser. Seguí con LA MALDITA PRIMAVERA, de Marc Ferrer. Después de su descubrimiento el año pasado en el festival con Nos parecía importante, Marc Ferrer vuelve con una película protagonizada por el grupo de pop “Papa Topo”, en una comedia alocada, divertidísima y desenfrenada, que recuerda a Waters, Lester, y la comedia madrileña de finales de los setenta y primeros de los ochenta con Colomo, Almodóvar y demás. Ferrer construye una película que mezcla géneros, desde la comedia sentimental, la ciencia-ficción y el retrato de una generación en permanentemente búsqueda de un amor que no acaba de llegar, o si lo hace, es de una manera poco satisfactoria y decepcionante. Una película de risas, canciones y devaneos sentimentales, en el que es un canto al amor al cine amateur, al cine hecho con pasión, aventura y extraordinario sentido del ritmo, logrando mezclar con sabiduría situaciones divertidas con otras más profundas y sinceras.
COMO LA ESPUMA, de Roberto Pérez Toledo. Tercera película de Pérez Toledo que nos sitúa en un solo día, en una jornada, en el que un chico monta una fiesta en la casa que comparte con un amigo, para levantarle el ánimo a éste (ya que ha quedado minusválido después de un accidente) y su principal reclamo será que se organizará una orgía. Una comedia alocada y disparatada, que se convierte en una fiesta sobre la vida, el amor y el sexo desenfrenado, en el que a través de unos diálogos inteligentes, y unas situaciones cómicas y complejas, nos seduce y nos convierte en un personaje más, metiéndonos de lleno en un retrato sobre la juventud, sus inquietudes y reflexiones a través de la vida en pareja, las relaciones humanas y las aventuras sentimentales. El cineasta se desenvuelve con energía y logra una comedia adulta con ecos a Blake Edwards, en una cinta coral en el que todos ellos vivirán no sólo sexo y aventura, sino también, una mirada seria y adulta a sus inquietudes e ideas sobre la vida y el amor. Una película que puso el broche de oro a un festival que se ha convertido en una cita imprescindible y muy necesaria en la ciudad de Barcelona, erigiéndose en uno de los festivales más interesantes y audaces en el actual panorama, que como viene siendo habitual, en la gala de clausura, se anunciaron las fechas de la próxima edición que se celebrará del 26 de abril al 6 de mayo del 2018. Larga vida al D’A y sobre todo, al cine que viaja a lugares inexplorados con miradas interesantes y reflexivas, que nos ayuden a entender a los demás, y sobre todo, a nosotros mismos, o si no lo conseguimos, que por lo menos, lo intentemos.