Entrevista a Àlex Monner

Entrevista a Àlex Monner, actor de la película «Los bárbaros», de Javier Barbero y Martín Guerra, en una de las salas de los Cinemes Girona en Barcelona, el jueves 5 de junio de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Àlex Monner, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Sonia Uría de Suria Comunicación y Pere Vall de Cinemes Girona, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Martín Guerra

Entrevista a Martín Guerra, codirector de la película «Los bárbaros», en una de las salas de los Cinemes Girona en Barcelona, el jueves 5 de junio de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Martín Guerra, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Sonia Uría de Suria Comunicación y Pere Vall de Cinemes Girona, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Los bárbaros, de Martín Guerra y Javier Barbero

JÓVENES SIN NADA QUE HACER.  

“Tal vez aprender a ser joven pueda llevarnos toda una vida. Pero, de esto se trata, ¿no? Vivir sin miedo, celebrar el presente, ganarle el pulso a la muerte”.

Martín Guerra y Javier Barbero

En los primeros instantes de Los lunes al sol (2002), de Fernando León de Aranoa, vemos a sus protagonistas Santa, José y Lino, los tres amigos sin trabajo, miran a su alrededor o lo que queda de él, se miran entre ellos, y preguntan por el día qué es. Es otro lunes más o menos. Es otro día. Es otro instante, en compañía, atrapados por una desidia de desesperanza, tristeza y sobre todo, de quedarse así, sin hacer nada. Los tres jóvenes protagonistas de Los bárbaros, de Martín Guerra (Perú, 1979), y Javier Barbero (España, 1980), les sucede algo parecido, se han quedado sin trabajo, y por ende, sin esperanza, sin nada y sin futuro, y pasan el rato en un edificio a medio construir que ha quedado detenido, al igual que sus existencias. Las dos películas, separadas por más de dos décadas, se mueven por los mismos no lugares, sumergidos en unos rostros, también separados por los años, pero parecidos, tan parecidos que parece que la estupidez de la economía del país no tiene fin. 

Guerra ha pasado por el teatro, la fotografía y la música, y Barbero por los departamentos de cámara de cinematógrafos como Diego Dussuel y Mauro Herce, y se encargó de la luz en Apuntes para una película de atracos (2018) León Siminiani, y ambos dirigieron Los invencibles (2014), un cortometraje sobre una familia que descubrirá junto a un lago algo inesperado. Con Los bárbaros se adentran en el espíritu que recorría 25 Watts (2001), de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, en el que tres jóvenes estaban ahí sentados, miran de aquí para allá, sin nada que hacer, y casi esperando algo que nunca llega, contemplando un mundo que no pillan y que tampoco los pilla a ellos, y absortos en una indiferencia que los hace invisibles. Los protagonistas “bárbaros” son Marcos, que vigila una obra mastodóntica que cuando deja de seguir, él se queda allí sin nada mejor que hacer, y compartiendo el esqueleto de estructuras metálicas con dos más, Celine, una inmigrante polaca que es su novia, tan perdida, tan apática y tan sin nada cómo él, y  Marco, un inmigrante peruano que salta entre las nadas, que tiene una novia sí o no, y hace trabajillos sin más futuro que el día de cada día, y finalmente. Tres almas en pena en mitad de una crisis inmobiliaria, la del 2008, que los ha dejado náufragos de todo. 

La detallista y concisa cinematografía de José Luis Solomón ayuda a encontrar esa luz etérea que tanto ayuda a rastrear las emociones de este trío, que habla muy poco, y mira mucho, a ellos y a lo que tienen delante. Un montón de estructuras que no sirven para nada, tan vacías y tan paradas como ellos. De Solomón conocemos sus cortos y documentales, entre los que destaca el reciente Mi hermano Alí, de Paula Palacios. Tenemos que destacar el grandioso trabajo de Cristóbal Fernández, habitual de Oliver Laxe, que aquí firma la música, unas composiciones que construyen toda esa aura entre cotidiana, inquietante y soledad que transita por toda la película, donde resulta tan importante ante la falta de información de estas tres almas, que viven en un presente continuo, sin más, un día más o menos. Los 102 minutos de metraje están muy bien contados y elaborados en la edición del citado Fernández, porque no se cuenta de más ni de menos, captando la desidia que los ha dejado varados en esta especie de isla de periferia y cemento, con ese aire frío que silva en un invierno más o menos, metidos en esa casucha-caravana de andar por casa, alrededor del fuego, como si fuesen unos nómadas esperando o no mejor suerte para la siguiente temporada si es que habrá. 

Un buen reparto entre los que destaca el gran Àlex Monner, en un personaje que le va como anillo al dedo, ya que desde su forma de mirar, qué bien mira este actor, con la mirada triste y esos andares como desandando sus pasos, inspeccionando lugares como una especie de zombie. Le acompañan Job Mansilla como Marco, en un rol de buscavidas muy alejado de su trabajo como humorista popular que ha aparecido en películas de su país al lado de Sergio Barrio y Gonzalo Ladines, entre otros. Eliza Rycembel es Celine, una joven en un limbo como sus compañeros de no fatigas y desesperanza, es una enorme actriz polaca muy internacional que hemos visto tan potentes como Las inocentes (2016), de Anne Fontaine, Corpus Christi (2019), de Jan Komasa, la serie Nasdrovia, rodada en España, y La promesa de Irene (2023), de Louise Archambault, entre otras. Y la presencia de Greta Fernández, una de las actrices jóvenes más potentes del panorama nacional, que hace poco la vemos, también en un rol breve pero importante, en la argentina La llegada del hijo. Ahora, se mueve entre la tristeza y sus lecturas, pero con algo de futuro en su precario empleo como cajera de súper de barrio.

Los jóvenes de Los bárbaros recuerdan mucho a los chavales de barrio que pululaban por Barrio (1998), del citado Aranoa. No obstante, muchos de los personajes del cineasta madrileño son así, almas en suspenso, atrapados en una vorágine que no va con ellos, absortos en sus deseos e ilusiones que constantemente chocan con una realidad deprimida y vacía. No esperen una película muy positiva y alegre en Los bárbaros, tampoco es una película negativa que abogue a los espectadores a lanzarse al vacío. Porque además de presentar la desesperanza de unos jóvenes que la crisis ha derrotado, no son almas que se hundan y vaguen por la ciudad, sino que se mantienen ahí, sin hacer nada, contándose algo y haciéndose compañía, o algo que se le parezca, esperando o no que la cosa cambie o simplemente, se torne de otra forma. Martín Guerra y Javier Barbero han construido una historia a la que no le falta algo de humor, al estilo Aranoa, no el de risa fácil, sino aquel que se ríe de uno mismo, sumergido en sus cosas y capturados en espejos que no existen, ahí sin más, quizás “Tomando el sol”, como cantaba Albert Pla con sus colegas. Ante la barbarie de esos secuaces sedientes de dinero con el pelotazo inmobiliario, levantémonos en su contra desde la más pura desidia, indiferencia y aburrimiento. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Belén Funes

Entrevista a Belén Funes, directora de la película «La hija de un ladrón», en el hall del Hotel Seventy en Barcelona, el viernes 22 de noviembre de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Belén Funes, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Entrevista a Greta Fernández

Entrevista a Greta Fernández, actriz de la película «La hija de un ladrón», de Belén Funes, en el hall del Hotel Seventy en Barcelona, el viernes 22 de noviembre de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Greta Fernández, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Entrevista a Eduard Fernández

Entrevista a Eduard Fernández, actor de la película «La hija de un ladrón», de Belén Funes, en el hall del Hotel Seventy en Barcelona, el viernes 22 de noviembre de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Eduard Fernández, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Entrevista a Marçal Cebrian

Entrevista a Marçal Cebrian, coguionista de la película «La hija de un ladrón», de Belén Funes, en el hall del Hotel Seventy en Barcelona, el viernes 22 de noviembre de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marçal Cebrian, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

La hija de un ladrón, de Belén Funes

SARA PELEANDO POR LA VIDA.

“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica Roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”.

(Fragmento de Los Nadies de Eduardo Galeano)

Sara a la fuga (2015) nos situaba en la mirada de una adolescente sola, que soñaba con una llamada de su padre mientras se sentía encarcelada en el centro de menores donde vivía. La inútil (2017) hablaba de Merche, una joven también sola, que se sentía vacía, perdida, como una inútil, alejada de todos y ajena a ese entorno que no comprendía. Dos películas breves de Belén Funes (Barcelona, 1984) que pasó por las aulas de la Escac, donde comenzó a trabajar como ayudante en los largometrajes de Mar Coll, Elena Trapé, Liliana Torres, Marçal Forés y Nely Reguera, y en varias películas de Isabel Coixet.

Con todo ese bagaje profesional y amén de sus películas breves, se puso manos a la obra, y partiendo de Sara a la fuga, junto a su guionista Marçal Cebrian, sacan a la luz La hija de un ladrón, protagonizada por aquella Sara que ha salido del centro de menores y vive en un piso tutelado junto a su bebé, mientras lucha por tener una vida normal. La salida de prisión de su padre provocará un cisma interno y físico en el que Sara intentará por todos los medios alejar a su progenitor de su vida, y sobre todo, de su hermano pequeño que al igual que le pasó a ella, vive en un centro de menores. El relato, seco y asfixiante, se sitúa en la mirada y el cuerpo de Sara, a través de sus movimientos, una existencia de aquí para allá, con esa cámara inquieta y febril que la sigue día y noche, sin tiempo para detenerse, para relajarse, una vida a contrarreloj donde el tiempo prima y la vida de Sara constantemente pende de un hilo muy fino, peleando con uñas y dientes para reconstruir su vida, una vida dura y sola, donde siempre ha echado en falta el cariño y el amor. Una vida sin amor, sin nada, que ahora Sara intenta salir de ahí, convertirse en una persona normal, tirar hacia adelante, encontrar un trabajo y empezar a tener amor, aunque sea muy poco y a su manera, que ya es mucho para alguien que ha sufrido tanto como ella.

Funes ha construido una película muy física y sensible con el material que trata, acercándose con su cámara lo suficiente para describir los deseos e ilusiones de una joven sola y herida, pero manteniéndose en esa posición moral en la que no juzga a su personaje y su situación, cediendo esa posición al espectador que será el que deberá involucrarse. Sara es frágil, arrastra heridas físicas y emocionales de tantos años desprotegida y violentada, pero ella no se rinde, ni puede ni quiere, solo quiere ser ella misma, criar a su hijo, con la ayuda del padre de la criatura que ya no quiera estar con ella como pareja, y ayudar a su hermano pequeño para que no viva lo mismo que ella vivió, y sobre todo, alejar a su padre de su vida, aunque la cueste la vida en ello, y seguir peleando por su vida, por las cosas que quiere y por ser quién quiere ser. La directora barcelonesa localiza su película en las afueras de su ciudad, en esos espacios invisibles y desfavorecidos, en barrios obreros de antaño, ahora convertidos en lugares precarios, donde los trabajos escasean o son paupérrimos, sitios donde la vida se ha convertido en una aventura cotidiana donde la existencia ya es mucho, donde se vive con muy poco, donde cada batalla ganada es la hostia.

Un relato contenido y sensible, hecho con sinceridad y honestidad, deteniéndose en esas partes de la sociedad que poco vemos en la pantalla, protagonizada por una mujer convertida a su pesar en una heroína cotidiana, que arrastra un pasado violento en su entorno familiar, que nos habla de los conflictos en las relaciones de padres e hijos que se centra en la dificultad de amar, en la falta de herramientas para amar a los tuyos, a la torpeza de nuestras emociones, a sentirse faltos de cariño y no saber ni expresarlo ni compartirlo. Cine de aquí y ahora, cine de la calle, cine social bien contado y filmado, cine que recoge mucho de los universos obreros y sociales de Un sabor a miel, de Tony Richardson, donde una chica encontraba el apoyo en un homosexual, el que no tenía en su madre, para criar a su bebé. En Ladybird, Ladybird, de Ken Loach, donde una madre sola con los hijos custodiados por el estado, trataba de rechace su vida junto a un refugiado. En Rosetta, de Jean-Pierre y Luc Dardenne, una chica trabaja duro por encontrar empleo para huir de la precariedad junto a una madre alcohólica. Y finalmente, en Ayka, de Sergei Dvortsevoy, una refugiada ilegal en Rusia peleaba por salir adelante después de parir a su hijo. Todas ellas historias de mujeres solas, de la misma clase social, la que no tiene ni vida, ni hogar, ni amor, aquella que por circunstancias personales o sociales, se han visto abocadas a una vida invisible, durísima y sin nada. Mujeres que intentan, a pesar de las terribles dificultades, seguir en pie, luchando por mejorar su vida y queriéndose un poquito más.

Funes pone en liza un reparto incomensurable y veraz que aportan naturalidad e intimidad a una historia díficil peor cercana encabezados por una extraordinaria Greta Fernández, que hace sencillo lo complejo y demuestra una capacidad para mostrar lo íntimo mezclado con la dureza de su personaje, con esa mirada triste pero valiente que luchará por su vida, junto a ella Eduard Fernández, haciendo de padre e hija por primera vez, aportando esa frialdad y amargura que ha representado la vida familiar, y junto a ellos, Àlex Monner, que sabe transmitir a ese joven que ayudará a Sara aunque ya no la quiera como pareja. Y el equipo técnico, en el que Funes vuelve a acompañarse de sus cómplices habituales que le acompañan desde sus películas breves como el citado Cebrian, en labores de escritura, Neus Ollé en la cinematografía, una indispensable para muchos largos surgidos de la Escac, Bernat Aragonés en la edición, Sergi Rueda y Enrique G. Bermejo en sonido y Marta Bazaco en arte y Desirée Guirao en vestuario, creando ese espíritu de compañerismo y cooperativista que ya se sentía en películas como Tres dies amb la familia, de Mar Coll o Lo mejor de mí, de Roser Aguilar, quizás los dos largos que vislumbraron un camino lleno de talento en el que ahora se incorpora Funes en el largometraje por la puerta grande, conmoviéndonos con su sensibilidad y dureza en un retrato lleno de armonía y brutalidad, un espejo realista de tantas vidas en el fango, de tantas existencias violentadas, de tantos caminos rotos en mil pedazos, de tantas reconstrucciones por hacer, de tanta falta de amor en mundo cada vez más deshumanizado, individualista y competitivo, de tanta soledad que desgarra, en el que emerge una figura frágil pero fuerte como Sara, una mujer que no se detendrá ante nada, ni ante su padre, ni ante las dificultades, porque ella quiere seguir en pie, luchando y sobre todo, quiere ser una persona normal. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Àlex Monner

Entrevista a Àlex Monner, actor de «La próxima piel», de Isaki Lacuesta e Isa Campo. El encuentro tuvo lugar el miércoles 19 de octubre de 2016 en el hall de los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Àlex Monner, por su tiempo, generosidad y cariño, a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su paciencia, amabilidad y cariño, y al compañero que tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza la publicación.

Entrevista a Isa Campo

Entrevista a Isa Campo, codirectora de «La próxima piel». El encuentro tuvo lugar el miércoles 19 de octubre de 2016 en el hall de los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Isa Campo, por su tiempo, generosidad y cariño, a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su paciencia, amabilidad y cariño, y al compañero que tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza la publicación.