Una ballena, de Pablo Hernando

LA SAMURÁI.   

“La profunda soledad del samurái sólo es comparable a la de un tigre en la selva”. 

De “El libro del samurái”, de Bushidó 

El universo cinematográfico de Pablo Hernando (Vitoria-Gasteiz, 1986), se compone de dos elementos muy característicos. Por un lado, tenemos una cotidianidad aplastante, llena de rutina y vacío, y por el otro, el género, un policíaco que estructura y sobre todo, da algo de vida a los insatisfechos personajes. En Berserker (2015), como en Esa sensación (2016), película episódica que compartía la dirección junto a Juan Cavestany y Julián Génisson, seguían esas premisas. A partir de Salió con prisa hacía la montaña (2017), y El ruido solar (2020), sendos cortometrajes donde añadió la ciencia-ficción, la misma línea que continúa con Una ballena, un interesantísimo cruce de noir con gánsteres, donde el género sirve para contar las zonas oscuras e invisibles de la sociedad, la ciencia-ficción setentera que nos advertía de las terribles consecuencias que tendría la tecnología en manos equivocadas y una cuidadísima atmósfera que recoge todo el gris plomizo y la llovizna tan característica del País Vasco.  

El relato es sumamente sencillo y claro, tenemos a Ingrid, una asesina a sueldo que trabaja a lo Yojimbo (1961), de Kurosawa, es decir, al mejor postor, y recibe el encargo de eliminar a un jefe veterano del contrabando del puerto, pero el contraplano es que el contrincante le encarga que también maté al otro. En esa vicisitud se encuentra una mujer solitaria y silenciosa que está sufriendo una serie de mutaciones en su cuerpo. El director vasco menciona Le samurái (1967), de Jean-Pierre Melville como fuente de inspiración y no la oculta, todo lo contrario, la muestra y la lleva a su entorno, a sus espacios y a su realidad. Jeff Costello que hacía un gigantesco Alain Delon se convierte aquí en Ingrid, una extranjera en un lugar extranjero, o lo que es lo mismo, una foránea en mitad de un mundo en descomposición, o simplemente, cambiante, donde lo nuevo lucha encarnizadamente con lo viejo, como ocurría en muchos de los grandes westerns que todos recordamos. Hernando dosifica muy bien la información y las relaciones que se van tejiendo en la trama, donde todos los personajes hablan tanto como callan, como si fuese una partida de cartas en que los jugadores ocultan sus estrategias y sus disparos. 

La citada atmósfera es una de las claves de Una ballena, en la que la excelente cinematografía Sara Gallego, de la que hemos estupendos trabajos en El año del descubrimiento, Matar cangrejos, Las chicas están bien y la reciente Sumario 3/94, entre otras. Cada encuadre y luz está medido y tiene esa sensación de inquietud y terror que desprende cada instante de una película reposada y fría. La música de la debutante Izaskun González adquiere una importancia crucial porque no era nada fácil componer una música que no resultase un mero acompañamiento a unas imágenes que sobrecogen, pero el buen hacer de la compositora consigue crear el ambiente idóneo para que lo que vemos adquiere una profundidad muy interesante. El sobrio y conciso montaje del propio director va in crescendo ya que el relato no tiene prisa para contarnos todo lo que sucede y va desmenuzando con naturalidad y reposo todos los tejemanejes que se van generando y una mirada íntima y profunda a las complejas y oscuras relaciones que mantienen unos personajes que están obligados a relacionarse pero siempre con grandes cautelas y siempre en un estado de alerta donde hasta las sombras pueden asaltarte, en sus intensos 108 minutos de metraje.

Una película de estas hechuras necesitaba un reparto acorde a tantos silencios y miradas y gestos y Hernando lo consigue desde la honestidad de plantar la cámara y contarnos lo que sucede. Ustedes ya me entienden. Unos pocos personajes de los que dos son de auténtico lujo como la magnífica Ingrid García-Jonsson, cómplice del director en anteriores trabajos, en la piel y nunca mejor dicho, de Ingrid, la asesina a sueldo, tan diferente, tan hermética y de grandes silencios, en uno de sus mejores roles hasta la fecha, en el que transmite todo ese mundo interior y oculto con apenas detalles y gestos. Le acompaña un inconmensurable Ramón Barea, que tiene de sobrenombre “Melville” hay todo queda dicho en referencia al director francés citado más arriba. Qué decir del genio del veterano actor vasco que debutó en La fuga de segovia (1981), de Uribe y acarrea más de 140 títulos, ahí es nada. Con esa mirada de cowboy cansado, una voz inconfundible y la forma que tiene de caminar, de mirar y sobre todo, de callar. Otros componentes son Asier Tartás y Kepa y Kepa Errasti, intérpretes vascos que dan profundidad en sendos personajes vitales para la historia. 

No deberían dejar escapar una película como Una ballena, de Pablo Hernando, y les diré porque, si todavía no se sienten seducidos. Porque es una obra que cogiendo el género, el noir francés de los sesenta, sabe llevarlo a un espacio cotidiano y a la vez oscuro como los contrabandistas de los puertos y las oscuras relaciones que allí acontecen, e introduce la ciencia-ficción, como por ejemplo hacían Jonathan Glazer con Under the Skin (2013), y Amat Escalante con La región salvaje (2016), ambas extraordinarias, pero de forma como se hacía en los setenta, donde era un espejo-reflejo de la sociedad, donde el género era un vehículo idóneo para contar el terror de lo que no veíamos y las consecuencias que nos esperaban ante tanto desalmado con poder. Podemos verla como una rara avis dentro del panorama actual del cine que se hace en España, pero no quiero atribuirle esa rareza, porque sería situar la película en un lugar extraño y no quiero que sea así, ya que estamos ante una magnífica cinta que cuenta una historia diferente, eso sí, pero muy profunda y tremendamente sensible, ya que los personajes de Ingrid y Melville, con sus razones y deseos, ambos pertenecen a otros mundos, a otros universos que, seguramente, no están en este, y si están, no somos capaces de verlos y mucho menos de saber como son. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Hugo Silva

Entrevista a Hugo Silva, actor de la película «70 binlandens», de Koldo Serra, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 5 de marzo de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Hugo Silva, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue,  por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

Entrevista a Emma Suárez

Entrevista a Emma Suárez, actriz de la película «70 binlandens», de Koldo Serra, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 5 de marzo de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Emma Suárez, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue,  por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

Entrevista a Koldo Serra

Entrevista a Koldo Serra, director de la película «70 binlandens», en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 5 de marzo de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Koldo Serra, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue,  por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

Entrevista a Nathalie Poza

Entrevista a Nathalie Poza, actriz de la película «70 binlandens», de Koldo Serra, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 5 de marzo de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Nathalie Poza, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue,  por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

70 binladens, de Koldo Serra

MUJERES DE ARMAS TOMAR.

Un binladen son 500 euros. 70 son los binladens, es decir, 35000 euros son los  que necesita Raquel ya, dinero que le ayudará a recuperar a su hija, ahora de acogida con otra familia. Su último recurso es pedir un préstamo bancario, cuando el acuerdo está cerrado y todo está a punto, un par de atracadores irrumpen en la sucursal y todo cambia. Lo que era una salida para Raquel se convierte en un túnel oscuro en el que todo se torna imprevisible y complejo. El tercer largo de Koldo Serra (Bilbao, 1975) se enmarca en el thriller, género en el que el realizador bilbaíno se siente muy cómodo, no olvidemos que su debut con Bosque de sombras (2006) se arraigaba en un áspero y crudísimo drama rural lleno de violencia con ecos de Peckinpah y el Furtivos, de Borau. En su siguiente trabajo, Gernika (2016) enmarcado en el trágico suceso de la Guerra Civil, también había aroma de thriller romántico con espías en un ambiente de desolación y desesperanza. Ahora, en su película más urbana y realista, que podría estar ambientada en las noticias de sucesos actuales nos habla de Raquel, estupenda Emma Suárez, con una racha de excelentes películas que le ha llevado a trabajar con Pedro Almodóvar en Julieta y con Isa Campo e Isaki Lacuesta en La próxima piel, en una especie de trilogía no consciente sobre la maternidad y sus consecuencias.

Raquel es una mujer sola y desesperada, sin salida, una mujer en una encrucijada en la que le va la vida, es un sí o sí, no hay marcha atrás, a pesar del entuerto en el banco con los atracadores, tiene que salir con sus 70 binladens como sea. Frente a ella, los atracadores, Lola, imprevisible y psicópata con más tiros pegados que nadie y desquiciada (con la brillante interpretación de Nathalie Poza, con ese ojo blanco y esa chulería y mala leche) a su lado, el Jonan (magnífico Hugo Silva, en una caracterización brutal como yonqui, en la que está afeado, chupado y malcarado, tipos sin suerte y batalladores de la vida, que recuerda a sus roles en Dioses y perros o Las brujas de Zugarramurdi) y por si eso no fuera poco, Raquel tiene la policía fuera, el jefe del dispositivo académico y racional (genial Dani Pérez-Prada, en un rol muy diferente al del guardia civil con acento yanqui que hacía en la reciente Tiempo después) con Bárbara Goenaga como su ayudante perspicaz y fiel (que repite con Serra después de Gernika) y Kandido Uranga (que vuelve con Serra después de la experiencia de Bosque de sombras) interpretando a ese policía de toda la vida con métodos muy distintos a los nuevos jefes.

Serra ha tejido un sobrio y magnífico thriller actual y realista, con ese tono tan característico que lo acerca al policíaco norteamericano de los setenta que cineastas tan grandes como Lumet, Pakula, Boorman o Siegel hicieron tan excelso, bien mezclado con el cine quinqui ochentero de gente como Saura, De la Iglesia y demás, con esos personajes de atracadores, y más aún, cierto thriller surgido en los noventa que se mira en el setentero al estilo de Sospechosos habituales, de Bryan Singer o los policíacos de Tarantino con Jackie Brown o Kill Bill, en el que este tipo de heroínas fuertes y valientes se parecen al ímpetu tanto de Raquel como de Lola. Una localización en una ciudad como Bilbao, tan industrial y sombría, arrecia en ese tono opresivo y angustioso que recorre toda la película, con esos planos generales bien mezclados con ese aire asfixiante que se respira en el interior de la sucursal, muy setentera, con esos tonos cálidos y a la vez, con esa luz mortecina y pálida.

Una luz sombría, de día nublado que amenaza lluvia, obra de Unax Mendia, colaborador de Serra, con ese ambiente realista y muy urbano, nos somete a una película de una sola jornada, de unas cuantas horas, en que las horas pesan cada vez más. Un buen equipo técnico encabezado por la música de Fernando Velázquez, que cuenta sin estridencias, el sobrio y contenido montaje de Josu Martínez, explicando con detalle todos los puntos de vista, tanto de los de dentro como los de fuera, y un trabajo interesante de arte, obra de Mónica Ausín, todos ellos colaboradores en el trabajo de Serra. Serra construye un brillante y audaz juego de espejos, de reflejos, de dobles, en el que todo se refleja y se convierte en un antagonista, con esa Raquel, convertida en la mirada y alma mater de la película, desde el interior, donde encontramos a Raquel y sus otras yo, la propia Raquel enfrentada a Lola, Lola y Jonan, y los de fuera, los jóvenes jefes de policía salidos de la universidad con nuevos métodos de actuación enfrentados a la vieja guardia, con otras maneras de hacer, más a las “bravas”, y si aún no es suficiente, las relaciones que se establecen entre Raquel y los polis, en ese juego maravilloso de capas, insinuaciones, caleidoscopios varios, en el que el espectador deberá dilucidar qué diantres está ocurriendo, conociendo de primera mano todo lo que está pasando al instante.

El cineasta vasco nos lleva en volandas de un lugar a otro, sin soltarse en ningún momento, tejiendo minuciosamente, como solo los grandes narradores saben hacer, todo el entramado de la película, a través de detalles, con esas miradas de Raquel, o esos encuadres enclavados de ventanas y marcos de cada personaje, llenos de múltiples capas, en el que nunca sabremos que esconden y qué pretenden, tanto Raquel, los atracadores como los rehenes, en una trama que recorre cada espacio, yendo del banco a la calle y viceversa, manteniéndonos en tensión constante, sabiendo cómo manejar los puntos de vista de sus personajes en una narración magnífica, in crescendo, en el que de forma reposada se van entretejiendo las relaciones y los mensajes ocultos, en que cada personaje nos lleva a su terreno sigilosamente, ocultándonos su verdadero objetivo y sus intenciones, tantos unos como otros, en un brillante thriller con sorprendentes giros de guión en una trama de gran ritmo y excelente, que no sólo hará las delicias de los amantes del género en su más primigenia esencia, sino a todos aquellos que devoran los relatos femeninos de carácter, realistas, violencia física como emocional, sociales y sobre todo, humanistas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Colossal, de Nacho Vigalondo

LOS MONSTRUOS QUE NOS AMENAZAN.

El cineasta Nacho Vigalondo (Cabezón de la sal, 1977) irrumpió en el año 2005 con 7:35 de la mañana, una pieza de 8 minutos que mezclaba con acierto el thriller de psicópatas con el musical, en un trabajo que le valió una nominación a los Oscar. Y esa mezcla de géneros en apariencia antagónicos y difíciles de casar, se han convertido en sus señas de identidad en su cine. En su debut, en el 2007, con Los cronocrímenes, suerte de ciencia ficción, con viajes en el tiempo y mundos paralelos incluidos, introducía en el relato lo romántico, en el que el amor se convertía en un estimulo emocionante para sus personajes. En su segundo largo, Extraterrestre (2011), lo romántico, pues se centraba en una pareja que no se conocía, pero amanecían en la misma cama, y se enfrentaban a una invasión extraterrestre, los alienígenas aparecían en su cine de forma doméstica, vistos desde la televisión, invisibles y amenazantes, en una situación localizada en pocos espacios y cinco personajes, y finalmente, Open Windows (2014), donde las nuevas tecnologías y lo romántico, se fundían en un viaje psicodélico entre el mundo virtual que se apoderaba de una realidad cambiante y perturbadora.

Ahora, nos presenta Colossal, en la que Vigalondo sigue mezclando géneros, y lo hace desde la cotidianidad, desde lo doméstico, en el que unos personajes, más perdidos que nunca, se ven enfrentados a algo que los traspasa y sobre todo, no saben qué hacer, y menos cómo reaccionar. La cinta se centra en Gloria (estupenda Anne Hathaway) de vida estancada, sin trabajo y sin futuro, a la que acaba de abandonar su novio, y ella, para renacer de sus cenizas, vuelve a su hogar, lejos de New York. Allí, en el lugar que la vio crecer, se reencuentra con una casa vacía, sin trabajo y con un compañero de colegio, Oscar (Jason Sudeikis, magnífico antagonista) que le dará trabajo y apoyo emocional. Lo que aparentemente se decanta por la historia romántica con hechuras de cine independiente, con vidas perdidas y ambientes de pueblo, de la mano de Vigalondo dará una vuelta de tuerca, en un ejercicio de funambulista sin red, en una película que conectará mundos en las antípodas, como son las películas indies de tipo social con aires de romanticismo, en el que la estructura parece ajustarse a lo tradicional, con las películas de monstruos Kaiju japonesas, donde una amenaza estratosférica resurge del pasado para destrozar a todo bicho viviente.

El director cántabro casa de manera sencilla y potente estos elementos de difícil comunión, y lo hace de forma contundente, a través de la televisión y las redes sociales, primero, como ocurría en Extraterrestre (con la que tiene bastantes puntos de enlace) para luego entrar en la acción, porque esos ataques del monstruo en la lejana Seúl, acaban teniendo repercusión en las vidas de Gloria y Oscar. Las largas noches de borrachera con amigos acaban siendo el quid de la cuestión de esta cinta de tensión psicológica in crescendo, donde Vigalondo rompe las barreras de los géneros, como tanto le gusta hacer en su cine, para adentrarse en el interior de sus criaturas, en ese subconsciente que nos atrapa de forma vertiginosa y saca lo mejor o peor de cada uno, todo aquello que guardamos y nos duele, aquello que no queremos que los demás no vean en nosotros, y que al fin y al cabo, nos define como personas, y nos hace enfrentarnos a nuestros miedos y monstruos interiores. La película de Vigalondo más ambiciosa, tanto a nivel de producción como de planteamientos artísticos, con días de rodaje en Toronto y Seúl, se mueve a ritmo de crucero, en la que sus personajes no se paran a pensar, donde no cejan de actuar y moverse, sumergiéndose en un mundo cada vez más profundo y oscuro.

Gloria, su protagonista, que volvía a sus orígenes para reencontrarse a sí misma y encauzar su vida, tendrá su oportunidad de reconducir su existencia, haciendo algo necesario, y no sólo para salvarse a ella, sino para salvar a la humanidad, quizás esta gran misión a la que se ve condenada es de órdago, Gloria sabrá sacar su energía y fuerza femeninas para imponerse en un mundo enteramente masculino (aunque las mujeres en el cine de Vigalondo se tenían su espacio importante, es aquí, como novedad en sus películas,  donde adquieren dimensiones francamente importantes y protagonistas absolutas). Nos encontramos ante una película sumamente interesante, novedosa y peculiar, de gran factura técnica, realizada con nervio y fuerza, llevándonos a un tour de force entre dos almas perdidas, destrozadas y débiles, en un momento de tránsito o estancamiento personal, pero que tendrán su oportunidad de demostrar de que son capaces, y sacar todo aquello que los destroza y mata, después de eso sí, una noche larga bebiendo y contando batallitas vividas por ahí, de la infancia y no tanto.