Entrevista a Hugo Silva, actor de la película “70 binlandens”, de Koldo Serra, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 5 de marzo de 2019.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Hugo Silva, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
Entrevista a Emma Suárez, actriz de la película “70 binlandens”, de Koldo Serra, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 5 de marzo de 2019.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Emma Suárez, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
Entrevista a Koldo Serra, director de la película “70 binlandens”, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 5 de marzo de 2019.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Koldo Serra, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
Entrevista a Nathalie Poza, actriz de la película “70 binlandens”, de Koldo Serra, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 5 de marzo de 2019.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Nathalie Poza, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Eva Herrero y Marina Cisa de Madavenue, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
Un binladen son 500 euros. 70 son los binladens, es decir, 35000 euros son los que necesita Raquel ya, dinero que le ayudará a recuperar a su hija, ahora de acogida con otra familia. Su último recurso es pedir un préstamo bancario, cuando el acuerdo está cerrado y todo está a punto, un par de atracadores irrumpen en la sucursal y todo cambia. Lo que era una salida para Raquel se convierte en un túnel oscuro en el que todo se torna imprevisible y complejo. El tercer largo de Koldo Serra (Bilbao, 1975) se enmarca en el thriller, género en el que el realizador bilbaíno se siente muy cómodo, no olvidemos que su debut con Bosque de sombras (2006) se arraigaba en un áspero y crudísimo drama rural lleno de violencia con ecos de Peckinpah y el Furtivos, de Borau. En su siguiente trabajo, Gernika (2016) enmarcado en el trágico suceso de la Guerra Civil, también había aroma de thriller romántico con espías en un ambiente de desolación y desesperanza. Ahora, en su película más urbana y realista, que podría estar ambientada en las noticias de sucesos actuales nos habla de Raquel, estupenda Emma Suárez, con una racha de excelentes películas que le ha llevado a trabajar con Pedro Almodóvar en Julieta y con Isa Campo e Isaki Lacuesta en La próxima piel, en una especie de trilogía no consciente sobre la maternidad y sus consecuencias.
Raquel es una mujer sola y desesperada, sin salida, una mujer en una encrucijada en la que le va la vida, es un sí o sí, no hay marcha atrás, a pesar del entuerto en el banco con los atracadores, tiene que salir con sus 70 binladens como sea. Frente a ella, los atracadores, Lola, imprevisible y psicópata con más tiros pegados que nadie y desquiciada (con la brillante interpretación de Nathalie Poza, con ese ojo blanco y esa chulería y mala leche) a su lado, el Jonan (magnífico Hugo Silva, en una caracterización brutal como yonqui, en la que está afeado, chupado y malcarado, tipos sin suerte y batalladores de la vida, que recuerda a sus roles en Dioses y perros o Las brujas de Zugarramurdi) y por si eso no fuera poco, Raquel tiene la policía fuera, el jefe del dispositivo académico y racional (genial Dani Pérez-Prada, en un rol muy diferente al del guardia civil con acento yanqui que hacía en la reciente Tiempo después) con Bárbara Goenaga como su ayudante perspicaz y fiel (que repite con Serra después de Gernika) y Kandido Uranga (que vuelve con Serra después de la experiencia de Bosque de sombras) interpretando a ese policía de toda la vida con métodos muy distintos a los nuevos jefes.
Serra ha tejido un sobrio y magnífico thriller actual y realista, con ese tono tan característico que lo acerca al policíaco norteamericano de los setenta que cineastas tan grandes como Lumet, Pakula, Boorman o Siegel hicieron tan excelso, bien mezclado con el cine quinqui ochentero de gente como Saura, De la Iglesia y demás, con esos personajes de atracadores, y más aún, cierto thriller surgido en los noventa que se mira en el setentero al estilo de Sospechosos habituales, de Bryan Singer o los policíacos de Tarantino con Jackie Brown o Kill Bill, en el que este tipo de heroínas fuertes y valientes se parecen al ímpetu tanto de Raquel como de Lola. Una localización en una ciudad como Bilbao, tan industrial y sombría, arrecia en ese tono opresivo y angustioso que recorre toda la película, con esos planos generales bien mezclados con ese aire asfixiante que se respira en el interior de la sucursal, muy setentera, con esos tonos cálidos y a la vez, con esa luz mortecina y pálida.
Una luz sombría, de día nublado que amenaza lluvia, obra de Unax Mendia, colaborador de Serra, con ese ambiente realista y muy urbano, nos somete a una película de una sola jornada, de unas cuantas horas, en que las horas pesan cada vez más. Un buen equipo técnico encabezado por la música de Fernando Velázquez, que cuenta sin estridencias, el sobrio y contenido montaje de Josu Martínez, explicando con detalle todos los puntos de vista, tanto de los de dentro como los de fuera, y un trabajo interesante de arte, obra de Mónica Ausín, todos ellos colaboradores en el trabajo de Serra. Serra construye un brillante y audaz juego de espejos, de reflejos, de dobles, en el que todo se refleja y se convierte en un antagonista, con esa Raquel, convertida en la mirada y alma mater de la película, desde el interior, donde encontramos a Raquel y sus otras yo, la propia Raquel enfrentada a Lola, Lola y Jonan, y los de fuera, los jóvenes jefes de policía salidos de la universidad con nuevos métodos de actuación enfrentados a la vieja guardia, con otras maneras de hacer, más a las “bravas”, y si aún no es suficiente, las relaciones que se establecen entre Raquel y los polis, en ese juego maravilloso de capas, insinuaciones, caleidoscopios varios, en el que el espectador deberá dilucidar qué diantres está ocurriendo, conociendo de primera mano todo lo que está pasando al instante.
El cineasta vasco nos lleva en volandas de un lugar a otro, sin soltarse en ningún momento, tejiendo minuciosamente, como solo los grandes narradores saben hacer, todo el entramado de la película, a través de detalles, con esas miradas de Raquel, o esos encuadres enclavados de ventanas y marcos de cada personaje, llenos de múltiples capas, en el que nunca sabremos que esconden y qué pretenden, tanto Raquel, los atracadores como los rehenes, en una trama que recorre cada espacio, yendo del banco a la calle y viceversa, manteniéndonos en tensión constante, sabiendo cómo manejar los puntos de vista de sus personajes en una narración magnífica, in crescendo, en el que de forma reposada se van entretejiendo las relaciones y los mensajes ocultos, en que cada personaje nos lleva a su terreno sigilosamente, ocultándonos su verdadero objetivo y sus intenciones, tantos unos como otros, en un brillante thriller con sorprendentes giros de guión en una trama de gran ritmo y excelente, que no sólo hará las delicias de los amantes del género en su más primigenia esencia, sino a todos aquellos que devoran los relatos femeninos de carácter, realistas, violencia física como emocional, sociales y sobre todo, humanistas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Erase una vez, en los alrededores de la primera guerra Carlista, allá por el año de 1841 de nuestro señor, en una aldea en el corazón de tierras vascas, oscuras y recónditas, que vivía Patxi, un herrero solitario, agazapado en una casa convertida en fortaleza, donde según cuentan los aldeanos, el tipo en cuestión perpetraba tratos con el maligno y se encontraba consumido por una extraña leyenda negra que se cernía sobre aquel lugar apartado de todos en mitad del bosque. Pero, un día, una niña llamada Usue, de condición huérfana, llegó hasta el lugar y conoció al oscuro herrero, y sus malignas actividades. La puesta de largo de Paul Urkijo Alijo (Vitoria-Gasteiz, 1984) se enmarca en el género fantástico y terror con dosis de humor negro, como venía haciendo hasta ahora en sus prolíficos y galardonados cortometrajes. Para su debut, Urkijo Alijo se inspira en un antiguo cuento infantil Patxi Errementari, en el que se cuenta los problemas de algunos demonios en capturar almas humanas, en un guión por el mismo director y la colaboración de Asier Guerricaechevarría. Su película, apoyada en una excelente fotografía de Gorka Gómez Andreu (habitual en sus cortos) que recoge esa atmósfera turbia y siniestra que se palpaba pro aquellos tiempos de guerras entre la razón y la tradición, y el cuidadísimo y brutal trabajo artístico obra de Izaskun Urkijo, en el que el contraste del pueblo, casi minimalista, choca con la casa del herrero (que parece sacada directamente de La matanza de Texas) llena de objetos, cachivaches y enseres de todo tipo, que se asemeja al mismísimo infierno o algo parecido.
El cineasta vasco nos conduce por una fábula en el que nos presenta un pueblo sumido en la tradición y el oscurantismo, donde cualquier vecino extraño ya era devoto del diablo, en el que conoceremos a una niña desamparada, que rechaza a su madre adoptiva y encuentra calor en el herrero, ese ser solitario y rasgado por un pasado horrible, que lidia con un demonio estúpido que es incapaz de hacer su trabajo de recoger almas desdichadas. Urkijo Alijo bebe de innumerables fuentes que van desde la literatura romántica y gótica de Poe o Lovecraft, la tradición oral vasca con sus mitos y leyendas, el cine fantástico de serie B con sus monstruos y bestias, las películas de la Hammer, y el cine dorado de la Universal en los años 30, muchas inspiraciones para crear una película que rezuma valentía y audacia, donde seguimos una trama interesante de investigación criminal con el personaje del comisario Alfredo (excelente la composición de Ramón Aguirre, que recuerda al desaparecido Álex Angulo) el contexto social y represor con la religión como pastor del rebaño, la consumación como ciertas leyendas alimentadas por los habitantes del pueblo, y la parte del herrero, que aunque no sean ciertas todas las habladurías que se dicen de él, algo hay, y la película lo irá descubriendo con el personaje de la niña.
La trama avanza con determinación e intriga, creando esa atmósfera siniestra y maléfica que rodea toda la existencia del herrero maldito, y consigue crearnos ese profundo halo misterioso y fantástico del relato, y se mueve con cierta brillantez pasando del género fantástico al humor negro y absurdo con la aparición del demonio enjaulado. Una cinta con un grandísimo esfuerzo de producción y de diseño, en el que las piezas van encajando con soltura y fuerza, en que la estupenda elección de utilizar el idioma euskera antiguo hablado en Álava, como se hacía en los tiempos donde está situada la trama, le da un empaque fabuloso, en la que sus personajes con esa rudeza propia de esas latitudes dota al relato de sinceridad, sumergiéndonos a aquel tiempo de manera brillante y misteriosa. Un buen plantel de intérpretes capitaneados por el siempre perfecto Kandido Uranga como el solitario herrero, con la maravillosa composición de Uma Bracaglia dando vida a la desamparada Usue, Eneko Sagardoy (enfundándose en la piel del demonio bobo) y el ramillete de secundarios como Josean Bengoetxea, José Ramón Argoitia o Itiziar Ituño, entre otros, consiguen con autenticidad llevarnos a ese tiempo, con sus cuentos oscuros y terroríficos.
La desmesura formal y de contenido de la representación del infierno en su tramo final, quizás se aparten de la contención y sobriedad que emana casi toda la película (recordándonos a la parte final de Las brujas de Zugarramurdi, de Alex de la Iglesia, padrino de Urkijo, con él que trabajó en la serie Plutón BRB Nero), pero no desmerece en absoluto el resto de la película. Sin olvidarnos de la cálida y brillante banda sonora de Pascal Gaigne, un habitual en el útlimo cine venidod e tierras vascas. La buenísima salud del cine vasco hablado en euskera con títulos como Loreak, Handia o Amama, vuelve a maravillarnos con la película de Urkijo Alijo, que ha construido una película valiente, honesta y llena de tramas y vericuetos que van despedazando este cuento en el que nada es lo que parece, en la que los demonios malignos tienen su kriptonita particular y se puede vencerlos o al menos amilanarlos, en una trama de seres solitarios que no encajan con ese mundo de rezos y miseria moral, que se encontrarán y harán lo posible para vencer ese entorno oscuro y maligno que se cierne sobre ellos.
La ciencia explica que la “Luna roja” o “Luna de sangre” solo se pude ver cuando se produce un eclipse lunar. Un extraordinario fenómeno donde la Luna se coloca justo detrás de la Tierra, quedando oculta del sol. Entonces, la luz solar se proyecta sobre la Tierra, que dispersa la luz azul y verde pero deja pasar la roja por la atmósfera, llegando hasta la Luna, que refleja esa tonalidad. En esa noche, no una cualquiera, en una muy especial, con esa luna omnipresente que dicen que afecta las personas, se van a desencadenar los hechos que nos cuenta la película número 14 de la filmografía de Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) en la que adapta, con su habitual guionista Jorge Guerricaechevarría, como hiciera en 1997 con Perdita Durango y en el 2008 con Los crímenes de Oxford, pero en este caso no se trata de una novela, sino de una película, Perfetti soconosciutti (2016, Paolo Genovese) exitosa cinta italiana que nos habla de siete amigos que se reúnen una noche para cenar y juegan a un inocente y perverso juego que traerá consecuencias imprevisibles y dramáticas. Se trata de que todos coloquen sus móviles en media de la mesa y cada vez que reciban una llamada o mensaje, todos lo tienen que leer en voz alta.
Bajo este decorado, De la Iglesia encierra a sus comensales, amigos todos ellos, en una de esos pisos con conserje, de diseño y alto standing, con una amplia terraza que ofrece unas vistas magníficas de la ciudad. El cineasta vasco le interesa escoger a sus personajes e introducirles en un espacio acotado en el que todos ellos deberán relacionarse, no siempre de la manera más humana, y en muchas ocasiones, generando conflictos terribles que los llevan a utilizar la violencia para conseguir sus fines, que no suelen ser poca cosa. Estamos ante una comedia negra, que como suele ocurrir en las de calidad, aparentemente todos son felices y dichosos, pero solo en apariencia, como demostrará la película a medida que avanza. Nos presenta a unos personajes, tres parejas para ser más exactos, los hay que rivalizan entre ellos y se esconden ciertos conflictos, los otros disputan porque la suegra vive con ellos y se ha creado un cisma doméstico, y los últimos, un añito de casados y deseos de ser padres, lo hacen a todas horas y parecen “mega” enamorados. Y por último, el séptimo pasajero, el amigo que presentará a su nueva pareja, y que no tiene trabajo.
Siete almas que dialogan y comen distendidamente hasta que arranca el juego y reciben el primer mensaje, que claro está, no deja contentos a los implicados. La velada transcurre de sobresalto en sobresalto y cada vez las informaciones que van leyendo son más sucias y terribles, desencadenado los conflictos entre las parejas, donde se destapan demasiados secretos. De la Iglesia conduce con maestría la dosis de comedia ligera que va transformándose en comedia negra no, negrísima, en el que las miradas indiscretas y de enfado pasan a la violencia verbal, luego a algunos golpes de frustración, cuchillos clavados en la mesa con rabia, gritos de reproche e inocencia, correrías entre unos y otros, y desesperación, y sobre todo, las consecuencias terribles de destapar la verdad, cuando el castillo de naipes, impoluto y amable, construido en sus vidas matrimoniales se ve bruscamente caído, porque solo estaba sujeto a los hilos de la comodidad y la rutina. Un buen plantel de intérpretes que se mueve con soltura y gracia en ese macabro juego de identidades, deseos ocultos y frustraciones enquistadas, donde todos desean algo que deben de ocultar por miedo a perder aquello que no les hace sentir bien.
La película provoca la risa, mucha risa, y las situaciones comprometidas, con una trama que busca y consigue esa complicidad con los espectadores cuando conocemos algo que algunos personajes desconocen, y eso nos genera la tensión habitual en estos casos. El realizador vasco ha construido una película para descojonarse de unos pobres diablos que podríamos ser nosotros, cada uno de nosotros, con nuestros móviles donde no sólo nos sirve para comunicarnos, sino para guardar nuestros secretos, y también, nuestras vergüenzas o aquello que no queremos que los demás, ni incluso esa persona que convive con nosotros, sepa de nuestra vida, una vida o miles que se oculta en el móvil, el aparatito de nuestro tiempo, en nuestro baúl de los secretos, de mentiras, y de muchísima más, de algo que se convertido en nuestro fiel aliado, aunque ya sabemos que puede ocurrir si cae en manos ajenas y equivocadas, como nos retrata la película en estos amigos de toda la vida, que acaban convirtiéndose o fingían no darse cuenta, que cada uno de ellos, no solamente interpreta un papel para los demás, sino que, en el fondo, le cuesta saber quién es realmente, sólo el móvil y lo que esconde en él, pude descifrar su vida y todo lo que es, su vida, qué hace, a quién ve.