Entrevista a Anna Alarcón, Ventura Durall y Mathurin Malby

Entrevista a Anna Alarcón, Ventura Durall y Mathurin Malby, intérpretes y director de la película «Supernatural», en una de las salas de los Aribau Cinemes en Barcelona, el martes 2 de diciembre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Anna Alarcón, Ventura Durall y Mathurin Malby, por su tiempo, sabiduría y generosidad, y a Eva Herrero de Madavenue, por su tiempo, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Supernatural, de Ventura Durall

ENFRENTAR LAS HERIDAS. 

“La única asignatura que tenemos que pasar todos es la de la vida. Qué nos importa que nos describan lo que vivimos con términos sabios, si en realidad se vive sin palabras. Y en realidad, cuando se habla de curanderismo, de salud, de enfermedad, del bienestar, del malestar, de ser fiel a sí mismo, de la traición, lo que estamos haciendo es únicamente vivir. ¿Por qué no decir las cosas llanas? ¿Por qué disfrazar con palabras sabias lo que es inmediato y entero? (…) Ejercita los sentidos, callar, olvidar, ser el que ve y no el que dice, porque el que dice muere con el diccionario”. 

André Malby 

El cineasta Ventura Durall (Barcelona, 1974), ya había tocado algunos temas de Supernatural, como los referentes a las diferencias entre ciencia y magia en Bugarach (2014), codirigida junto a Salvador Sunyer y Sergi Cameron, en la que unos individuos se refugian en un pequeño pueblo del Sur de Francia ante la inminencia del fin del mundo, y las difíciles relaciones con el pasado y la figura paterna en el díptico ficción-documental Las 2 vidas de Andrés Rabadán (2008) y El perdón (2009). 

En Supernatural, el relato se desdobla en la experiencia real de la actriz Anna Alarcón, que protagonizó L’ ofrena (2020), de Durall que, siendo niña fue salvada de una durísima anorexia gracias a la ayuda de André Malby (1943-2008), una sanador, chamán, filósofo, investigador y herbolario, entre otras muchas más cosas. Y por otro lado, tenemos a Mathurin Malby, hijo del citado André, doctor de profesión y muy contrario a la sabiduría de su progenitor, con el que mantuvo una difícil relación. A partir de estas dos experiencias, la película los junta y viven una serie de actividades, como la que sucede en las cuevas de la luz, última residencia de André, en la que se reúnen antiguos colaboradores y curados del chamán. El cineasta barcelonés impone una mirada de observación, de honestidad y nada pretenciosa. La película no juzga, escucha las diferentes posiciones y sobre todo, indaga en los pasados de sus dos personajes, a través de un rico material de archivo: fotografías, relatos, diarios y archivo televisivo, donde Malby padre intervenía. Un interesante y profundo collage que ayuda a sumergirse en las elegantes, reposadas y sofisticadas imágenes que nos sitúan en la naturaleza en todo su esplendor, en los distintos viajes espirituales y demás aspectos. 

Técnicamente la película es asombrosa y con un acabado extraordinario con una cinematografía que firman el dúo Núria Gascón, que ha hecho cortometrajes de Irene Moray y Alba Cros, e Iván Castiñeiras, que ya estuvo en la citada Bugarach, y en trabajos de Sergi Cameron e Ángel Santos, componen una sinfonía de grandes encuadres que nos introducen de forma majestuosa y bellísima a cada espacio de la película que nos lleva por varios lugares, por España y Estados Unidos. La música de Justine Bourgeus, que eleva cada plano y cada instante de la historia que se cuenta, potenciando la trama psicológica que ayuda a que los perspectivos viajes muy personales y profundos de los protagonistas se convierta en una maravillosa y enriquecedora experiencia. Otra pareja es la que firma el montaje como son Nikan Salari y Maria Castan, habitual del cine de Jaume Claret Muxart que acaba de estrenar Extrany riu, y del director Xavi Puebla, entre otros. Una edición llena de matices, que bucea de forma tranquila y pausada en cada mirada y gesto, en sus 84 minutos de metraje, en la que hay innumerables altibajos en este viaje tanto físico como exterior, donde escuchamos muchos puntos de vista diferentes e interesantes.

Podríamos ver Supernatural como un western clásico y nada complaciente, que va sobre dos ideas contrapuestas, la eterna lucha entre lo que yo creo y lo que cree el otro, pero, a parte del argumento, la cosa va por otros lares, porque la película huye de la lucha entre razones y sentimientos, y explora las experiencias personales de cada uno, a través de su memoria, sus complejidades y las situaciones vividas y las que creen haber vivido. Si hay algún espectador que vaya al cine buscando respuestas inmediatas no las va a encontrar, porque la película escucha y sitúa su objetivo en todas las miradas y perspectivas para que cada espectador saque sus propias conclusiones, o quizás no. En la cinta de Ventura Durall se citan dos propuestas antagónicas como la ciencia y la magia o lo invisible, aquello que no entendemos, y no luchan entre ellas, si no que coexisten unas y otras, según la circunstancia, y según los diversos testimonios que aparecen en la historia. Las dificultades y oscuridades de las relaciones paterno-filiales también son un tema recurrente en la cinta, y es ahí donde la película vuela y nos hace un nudo en la garganta, porque lo muestra de forma directa y dura. Vean Supernatural porque además de hacerles reflexionar y mucho sobre lo que somos y todo lo que ignoramos, que es mucho. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Ventura Durall

Entrevista a Ventura Durall, director de la película «La nova escola», en las oficinas de Nanouk Films en Barcelona, el lunes 28 de septiembre de 2020.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ventura Durall, por su tiempo, generosidad y cariño.

Entrevista a Anna Alarcón

Entrevista a Anna Alarcón, actriz de la película «L’ofrena», de Ventura Durall en los Cines Verdi en Barcelona, el martes 15 de septiembre de 2020.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Anna Alarcón, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque de Vasaver, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Entrevista a Ventura Durall

Entrevista a Ventura Durall, director de la película «L’ofrena», en los Cines Verdi en Barcelona, el martes 15 de septiembre de 2020.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ventura Durall, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque de Vasaver, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

L’ofrena, de Ventura Durall

LAS HERIDAS QUE ARRASTRAMOS.

“El pasado nunca se muere Ni siquiera es pasado”

William Faulkner

La película se abre a través de un prólogo que nos muestra el día que Rita y Jan se conocieron, cuando Jan apareció portando el último deseo del padre de Rita. De ese tiempo indeterminado, pasaremos a la actualidad, en un presente en que Rita y Jan viven y siguen enamorados, con una sola excepción, Jan está obsesionado con Violeta, una mujer casada, psiquiatra de profesión, y madre de dos hijos. Hay algo fuerte y obsesivo que lo ata, pero todavía no sabemos que es, pero Rita, en un acto de generosidad absoluta propiciará el encuentro que tanto desea Jan. El director Ventura Durall (Barcelona, 1974), arrancó su carrera en la ficción, con la interesantísima Las dos vidas de Andrés Rabadán (2008), protagonizada por un inconmensurable Alex Brendemühl, dando vida al famoso “Asesino de la ballesta”, que también, tuvo su mirada documental con El perdón, un año después. En un sugestivo díptico que huía del sensacionalismo y la noticia, para adentrarse en la psicología profunda y humana del protagonista. Vinieron otros documentales como Los años salvajes  (2013) y Bugarach (2014), este último codirigido, también alguna que otra tv movie, cortos y un puñado de películas produciendo a jóvenes talentos.

Ahora, vuelve a la ficción con L’ofrena, con un thriller psicológico asfixiante y lleno de elementos ocultos, que se mueve en esos terrenos pantanosos del alma, como el amor, el deseo, la obsesión, la culpa y el perdón, y lo hace desdoblando en dos tiempos el relato, en el profundo y sobrio guión que firman la debutante Sandra Beltrán, Guillem Sala (colaborador de Durall), Clara Roquet (que ya había hecho lo mismo con Marqués-Marcet y Jaime Rosales) y el propio director. Por un lado, tenemos la actualidad, en este denso y brutal descenso a los infiernos personales y muy íntimos, que protagonizan una especie de trío de almas perdidas, seres rotos que deambulan por la existencia como si no fuese con ellos, amarrados e hipnotizados por un pasado que les tambalea el alma y la vida. Y por otro, el pasado, cuando Violeta y Jan eran jóvenes y se conocieron un verano en un camping de la costa y la historia que vivieron. El relato va hacia delante y hacia atrás, conociendo todos los pormenores y situaciones emocionales en los que están implicados los personajes.

El director barcelonés cuida cada detalle, sumergiéndonos sin prisas en esta trama sobre estas vidas rotas, vidas que no acaban de vivir, que se mueven entre sombras y fantasmas, porque arrastran demasiadas rupturas emocionales, demasiados recuerdos dolorosos y demasiados golpes. Durall vuelve a contar con el excelente trabajo de luz del cinematógrafo Alex García (con el que ya había trabajado en la tv movie El cas dels catalans), con ese tono tenue y oscuro que baña toda la actualidad, muy contrastada por la luz del pasado, brillante y natural, creando esa perfecta simbiosis entre vida y muerte, entre ilusión y perdida, entre aquello que soñábamos y en lo que nos hemos convertido. El inmenso y calculado trabajo de montaje de Marc Roca (responsable de Yo la busco o La nova escola, de Durall, de próximo estreno), nos lleva sin pestañear de un tiempo a otro, de un mundo a otro, de un estado emocional a otro, con un magnífica labor en la dosificación de la información, para llegar a ese tramo final intenso y arrebatador.

En el tono y la narración de L’ofrena encontramos la malicia y la sequedad del Chabrol, cuando nos situaba en esas pequeñas y asfixiantes comunidades, donde todo se movía entre seres y situaciones de doble sentido, percibimos el aroma, la atmósfera y la angustia tan significativa de los miembros de la Escuela de Lodz: los Polanski, Kieslowski, Skolimowski, Zanussi, Zulawski, creadores que imponían espacios cerrados, relaciones turbulentas y llenas de odio, rabia y amor, para ahondar en las oscuras relaciones humanas y la profundidad psicológica de los personajes, las heridas emocionales tan propias del universo de Haneke, o el cine de Almodóvar, donde el pasado revienta la cotidianidad emocional, sin olvidarnos de nombres como los del primer Bigas Luna, Jordi Cadena o Jesús Garay, en sus historias íntimas y perturbadoras, protagonizadas por seres en penumbra emocional y abatidos por los designios del corazón.

El magnífico trabajo interpretativo es otro de los elementos fundamentales en los que se sustenta la película, donde se mira y se calla mucho, y se habla más bien poco, empezando por Alex Brendemühl, que sigue película a película, demostrando su extraordinaria valía, siendo un actor con más peso, elegancia y sensibilidad, bien acompañado por una Verónica Echegui, que juega bien su gran sensualidad, naturalidad y agitación, con Pablo Molinero, bien y dispuesto a mostrar la desnudez emocional cuando es requerido, Josh Climent, que habíamos visto en un pequeño rol en La inocencia, de Lucía Alemany, convertido en el chico seductor y rebelde que tanto enamora a las chicas en verano, y las dos grandes revelaciones de la película, que comparten el mismo personajes en dos tiempos diferentes, la joven debutante Claudia Riera, llena de energía y fuerza, absorbe la pantalla y nos enamora con sus miradas y gestos, y Anna Alarcón, que ya había demostrado en las tablas su buen hacer para los personas emocionalmente fuertes y complejos, es la Violeta adulta, la pieza clave en esta historia, actriz dotada de una mirada penetrante y un cuerpo frágil y poderoso a la vez, se convierte en la madeja que mueve toda la función, brillando cuando habla y cuando calla, y sobre todo, cuando mira, porque corta el aire, siendo una actriz que nos guía con su mirada, a través de su inquietud, su ruptura emocional y todas las heridas que arrastra.

Durall ha construido una película ejemplar, a partir de grandes y miserias cotidianas que nos rodean, que anidan en lo más profundo del alma, sumergida en emociones y relaciones oscuras y difíciles, que en algunos momentos rayan el terror, el drama personal e íntimo, ese que rasga el alma, el que no deja indiferente. Una obra bien vestida y magníficamente ejecutada, con esa tensión psicológica abrumadora e inquietante, donde la puesta en escena es firme, rigurosa y muy elaborada, como demuestra la magnífica ejecución de la comida en el patio, donde la cámara, en ningún instante, agrupa a los cuatro comensales, filmándolos en solitario, con planos cerrados y cercanos, para mostrar todo el abismo que les separa, y sobre todo, reafirmar todos los secretos que cada uno oculta. L’ofrena muestra a ese tipo de personas que existen y se mueven entre una especie de limbo, que no es pasado ni presente, un espacio donde se encuentran rotos a pedazos, incapaces de huir de sí mismos, y sobre todo, incapaces de encontrar esas ventanas o puertas que los conduzcan a lugares menos dolorosos y culpables. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Bugarach, de Ventura Durall, Sergi Cameron, Salvador Sunyer

La humanidad en peligroBUGARACH_POSTER

El destino ha querido que Bugarach (un pequeño pueblo ubicado al sur de Francia), sea, según los medios de todo el mundo, el único lugar que se salvará del Apocalipsis el 21 de diciembre de 2012, día pronosticado por los mayas como la fecha que tendrá lugar el fin del mundo. Ante semejante acontecimiento, los tres realizadores Ventura Durall, -también en funciones de co-productor, y autor de interesantes documentales como El perdón (2009) Els anys salvatges (2013), Sergi Cameron y Salvador Sunyer viajan hacía ese lugar y durante un año observan la zona y a sus gentes que, el azar los ha convertido en el centro de la tierra, y por tanto, en el centro de la noticia. La película arranca 6 meses antes de la “fatídica fecha” y se prolonga hasta el día después del supuesto Apocalipsis. Seguimos de forma desestructurada, la vida de cinco personajes pintorescos del lugar: el alcalde, que observa como la tranquilidad  de su pueblo se ve completamente alterada, y preocupado por la más que posible “invasión” que sufrirán, avisa a las autoridades para prevenir los problemas que se producirán. Slide, un niño mago que ve la oportunidad de darse a conocer ante la avalancha de público que se avecina. Uraine, un milenarista que vive a las afueras en su casa de piedra y rodeado de su mundo esotérico, se prepara para salvarse emprendiendo un viaje hacía otro mundo, momento que tendrá lugar durante el día del fin del mundo. Mirko, un niño obsesionado con las armas que se entrena concienzudamente con el objetivo de proteger al pueblo ante los posibles peligros que están a punto de llegar. Y, finalmente, Monsieur Pouce, un estudioso y experto de la zona que cree haber localizado el cuerpo de cristo en el corazón de la montaña. La cámara sigue con respeto y humildad las andanzas, preparativos, conversaciones y discursos de estos personajes, mostrándolos ante el objetivo de forma que todas las posiciones sean entendidas y argumentadas. Los cineastas los miran sin juzgarlos, estas personas expresan lo que sienten ante la amenaza, afloran sus miedos, dudas, complejidades de una manera fluida y realista. Un grupo heterogéneo y peculiar que podrían representar la situación de una sociedad, acuciada por la crisis económica,  caldo de cultivo donde han brotado diversas maneras de enfrentarse a lo que parece inevitable, sacando a la luz el verdadero rostro y lo que esconden todas estas ideas, una ausencia de valores humanos y espirituales que derivan en dogmas que adquieren una importancia extrema en esos tiempos de crisis. A medida que se aproxima el día D, van llegando turistas, grupos espirituales, hippies, curiosos, militares, policías, y una marabunta de periodistas que hipnotizados por la actualidad imperante, se mueven como alimañas en busca de carnaza fresca en forma de la noticia o la imagen que les haga vender diarios, programas, etc… Una visión superficialidad del periodismo,  abocado al espectáculo y la moda del momento, (como sucedía en El gran carnaval -1951-, dirigida por Wilder, donde retrataba un periodismo sensacionalista y cómo las masas acudían a la llamada de forma irracional). Los 200 habitantes del pueblo, payeses y cazadores en su mayoría, acostumbrados a una vida rural, tranquila y humilde, se sienten amenazados e invadidos por todos los recién llegados, a este circo del apocalipsis, que ven en la montaña, que ejerce de protectora del valle, en el que se sitúa el pueblo, como el lugar elegido, por historia y tradición sagrada, en el que se abrirá la puerta de la salvación hacía el otro mundo, -resulta cómica la apreciación que hace el párroco del pueblo-, que actúa como magistral metáfora de un mundo capitalista en descomposición camino del abismo que, encuentra en creencias, mitos y leyendas su tabla  de salvación para encontrar sentido a unas vidas vacías y a la deriva, perdidas en su materialismo y superficialidad. La película se mueve entre diversos géneros que van desde la comedia existencialista, el drama metafísico, resonancias con el cine de misterio, y la ciencia-ficción clásica de serie B que maravilló por los 50 y 60, elementos que hacen de Bugarach, una fábula narrativamente bien contada de gran intensidad que emociona y a la vez aterra.