Entrevista a Ana Díez, directora de la película «A quien cierra los ojos», en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el lunes 11 de julio de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ana Díez, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Jordi Martínez de comunicación de la Filmoteca, por por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
– ¿A cuántos hombres has olvidado? A tantos como mujeres recuerdas tú. -¡No te vayas! No me he movido. -Dime algo bonito. Claro. ¿Qué quieres que te diga? – Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Te he esperado todos estos años. -Dime que habrías muerto si yo no hubiera vuelto. Habría muerto si tú no hubieras vuelto. -Dime que me quieres todavía, como yo te quiero. Te quiero todavía, como tú me quieres. -Gracias, muchas gracias.
Diálogo entre Johnny y Viena en Johnny Guitar (1954), de Nicholas Ray
El primer encuentro entre el western y Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1949), fue en Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), cuando Pepa Marcos, actriz de doblaje, ponía su voz quebrada a la mítica secuencia que hemos reproducido al inicio de este texto, en la que el genio manchego fundía ficción y realidad ficcionada en uno de los grandes momentos de su filmografía. La segunda, que nosotros sepamos, fue su no a hacer la película Brokeback Mountain, una historia apasionada entre dos vaqueros a principios de los sesenta, que finalmente dirigió en 2005 con gran éxito Ang Lee. Han tenido que pasar 21 largometrajes y unos cuántos cortometrajes, entre ellos los recordados La concejala antropófaga (2009), en el que Carmen Machi explotaba su gran vis cómica, y The Human Voice (2020), rodado en inglés, con una grandísima Tilda Swinton enfrentándose al texto de Cocteau.
Ahora, nos llega Extraña forma de vida, con sus 31 minutos de duración, y nuevamente filmado en la lengua de Shakespeare, y con el paisaje de Tabernas, en Almería, escenario de tantos espaguetis, que recupera el clasicismo del género, con su tragedia griega revoloteando, y esos amores del pasado que vuelven, marca de la casa Almodovariana, y por ende, la estructura más usada del oeste, aunque la idea no es repetir hasta la saciedad, sino mirarla desde otro lugar, no pretendiendo ser original, que sería absurdo, sino conseguir acercarse al género sin desmerecer, acompañándolo de la personalidad y el carácter del director español. La trama se resume rápido, Silva, un tipo cruza a caballo el desierto y llega a Bitter Creek. Allí se reencuentra con el Sheriff Jake, antiguo amigo de correrías cuando andaban en cuadrilla como outlaw. Entre ellos hay muchas cosas del pasado que les unen, pero ahora en el presente, también hay muchas que los separan, como el hijo de Silva, acusado por Jake de asesinato, y otras que preferimos no desvelar. Su apertura es magnífica y muy reveladora, con el fado cantado de Amalia Rodrigues, que desvela algo así como que no hay existencia más extraña que la que se vive de espaldas a los deseos.
Encontramos al “equipo de Almodóvar”, a José Luis Alcaine en la cinematografía, nueve películas juntos, que recoge la grandeza del género con ese color tierra en los exteriores, y los contrastes en los interiores, el montaje de Teresa Font, que después del fallecimiento de Pepe Salcedo, ha recogido el testigo y llevan cuatro películas, consigue una edición rítmica y concisa, donde se explica lo necesario, con ese viaje al pasado, a una pedazo de secuencia que recuerda a un momento de El Quijote, o una de las secuencias más memorables de Parranda (1977), de Gonzalo Suárez. El arte de Antxón Gómez, otro puñado de películas juntos, que consigue dotar de grandeza e intimidad cada espacio de la película. La estupenda música de Alberto Iglesias, trece títulos juntos desde Todo sobre mi madre (1999), que funde lo clásico de Steiner con las guitarras de Morricone en otra de sus grandes composiciones para el cine de Almodóvar. No podemos olvidar el diseño de vestuario de Anthony Vaccarello, director creativo de Saint Laurent, compañía que coproduce la película, como hiciese con Lux Aeterna (2019), de Gaspar Noé, donde brillan los colores de Silva, con esa impresionante chaquetilla verde, que contrasta con el negro de Jake, y ese pañuelo rojo que los une y separa.
No podemos olvidar a Juan Gatti con su enésimo diseño del cartel de la Almodóvar Factory que recupera al “Elvis pistolero”, de Warhol, y a su vez, tiene reminiscencias de aquel pistolero que nos apuntaba en Asalto y robo de un tren (1903), de Porter, el primer western de la historia. Otro de los grandes elementos del cine del director español es la confección de su reparto en el que vemos jóvenes como José Conde y Manu Ríos que hacen la juventud de los protagonistas, con la aparición de Jason Fernández y Daniel Rived, reclutados por dos de las mejores directoras de reparto del país como Eva Leira y Yolanda Serrano, así como la participación del siempre efectivo Pedro Casablanc, en una gran secuencia con el sheriff, y Sara Sálamo, una de las tres mexicanas. La pareja protagonista, y nunca mejor dicho, son dos grandes. Tenemos a Ethan Hawke como el Sheriff Jake, un hombre que ha olvidado su pasado delictivo y se ha pasado al otro lado, aunque quizás no tanto. Una existencia tranquila que trastoca y de qué manera la llegada de Pedro Pascal como Silva, el viejo amigo, el compañero, el amor que vuelve cabalgando, esa pasión reprimida y olvidada, que, quizás, tiene otro capítulo más o no.
La filmografía de Almodóvar está llena de amores de todo tipo, pero un amor tan salvaje y prohibido como el que tienen Jake y Silva, no lo habíamos visto desde aquel que mantenían Pablo y Antonio, los enamorados de La ley del deseo (1987), que mantenían aquel amor desaforado, aquella pasión destructora, el deseo irrefrenable por el otro, por lo prohibido, por lo que te mantiene vivo. Con Extraña forma de vida nos ocurre que nos encantaría seguir con los dos personajes ideados por Almodóvar, y ahí reside nuestro contradicción, porque como cortometraje es conciso, emocionante y humano, con la duración perfecta, pero, nos gustaría seguir con ellos, conocerlos un poco más, seguir en esos paisajes, con esas miradas y ese amor, porque estamos ante una historia compleja y magnífica, porque no sólo es el relato de un reencuentro y de un ex amor, es más que un western, porque recoge lo clásico, y también, lo crepuscular y el antiwestern de Peckinpah y Leone, la suciedad, el pasado, y lo extraño, con un desaforado amor, de esos que te hacen vivir y morir, de los que no se olvidan, de los que siempre recuerdas por muchos que vengan después, porque ya lo saben ustedes, siempre hay un amor del pasado que nunca olvidamos, un amor que sabemos que si aparece por nuestra puerta sería nuestra perdición, porque nos desmonta, nos mata y sobre todo, nos hipnotiza, y no sabemos por qué este sí, y otros no, quizás el amor es eso, aquello que no sabemos explicar pero sí que sentimos, y cómo sentimos, algo que se tiene que vivir y experimentar, como les ocurre a los dos pistoleros y amigos de la película. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a José Nieto, compositor de música, en el marco de la presentación de su libro «Música y estructura narrativa. Un estudio de la narración audiovisual desde el punto de vista de la música», en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el miércoles 9 de marzo de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a José Nieto, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por retratarnos, y a Jordi Martínez de Comunicación de la Filmoteca, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Los hombres temen a las mujeres que no les temen”
Los más inquietos y curiosos recordarán la pintura Aquelarre, que Francisco de Goya pintó entre 1797 y 1798, donde vemos representado al diablo como un macho cabrío negro, rodeado de mujeres, expectantes para ser poseídas por el maligno. Representación de un imaginario popular impuesto por el estado. Durante muchos siglos, el poder, basándose en creencias fútiles y falsas, creó todo un aparato de represión y exterminio contra las mujeres, acusándolas injustamente de ser brujas, que en realidad, encubría una persecución del estado monárquico clerical para eliminar cualquier vestigio de diferencia, libertad y resistencia a lo establecido. Muchas son las crónicas que registran tales hechos, como la que ocurrió en el valle de Araitz (Navarra), en 1595, sucesos que fueron llevados al cine por Pedro Olea en 1984 bajo el título de Akelarre. Recogiendo el mismo título, el cineasta Pablo Agüero (Mendoza, Argentina, 1977), y la guionista francesa Katel Guillou, firman un guión, libremente inspirado en el “Tratado de la inconstancia de los malos ángeles y demonios”, del juez Pierre de Lancre, en el que describe su recorrido por el País Vasco en 1609, en una “Caza de brujas” sistemática, donde condenó a cientos de mujeres a morir en la hoguera por brujería.
De Agüero, conocíamos la película Eva no duerme (2015), donde se recogía la odisea del cadáver embalsamado de Eva Perón, ya que las autoridades deseaban borrar su figura de la cultura popular. Antes, había dirigido Salamandra (2008), sobre el proceso de iniciación de un niño en una comuna hippie perdida en la Patagonia, en 77 Doronship (2009), relataba la difícil convivencia de una parisina a punto de dar a luz y el abuelo de su novio, cuando éste la abandona, en el documental Madre de los Dioses (2015), su primera incursión en el mundo femenino, seguía las diferentes creencias místicas de cuatro mujeres solteras de la Patagonia, y en A son of Man (2018), donde un hijo es invitado por su padre para localizar un tesoro Inca. En Akelarre, el director argentino ha querido ser lo más fiel posible al relato que nos cuenta, empezando por las localizaciones de Navarra, País Vasco y sur de Francia, algunos testigos reales donde se desarrollaron los hechos, y el idioma, donde conviven el euskera, que hablan las seis mujeres, y el castellano, que hablan los inquisidores, el idioma del reino, de la imposición, y de la ley.
La película nos sitúa en las tierras vascas de 1609, los hombres han partido a Terranova a pescar, mientras las mujeres, en tierra, pasan el tiempo tejiendo y compartiendo esa libertad, juventud y belleza, tres aspectos que las llevarán ante la ley, encabezadas por el espíritu combativo y libre de Ana, líder de este grupo de amigas y cómplices, que juegan, ríen, cantan y bailan, por los acantilados, por el bosque, y por cualquier lugar, lejos de las cadenas patriarcales que les impone una sociedad machista y violenta. A Ana le siguen, María, Olaia, Maider, Lorea y la pequeña Katalin. Seis mujeres, seis seres que viven la vida y la felicidad en toda su plenitud, juntas y disfrutando de la impaciencia de la juventud y los deseos de estar bien y seguir disfrutando. Por esos hechos, y no otros, son encarceladas y juzgadas por brujería, por el juez Rostegui y su consejero, bajo el beneplácito de la iglesia. El relato huye de lo artificial y la argucia tenebrosa, más propia del género de terror convencional, para adentrarnos en un mundo muy oscuro y terrorífico, donde la miseria, el miedo y las cadenas eran el pan de cada día.
El relato está bañado de tonos sombríos, pálidos y tenues, con un aorma parecido al representaba la película de El nombre de la rosa, desde la caracterización de los personajes, y los ambientes donde se sitúa la película, así como el inmenso trabajo de luz, obra de un grande como Javier Agirre (autor, entre otras, de Loreak, Handia o La trinchera infinita), componiendo esos tonos lúgubres, con esos cielos nublados y grises, donde la cámara se acerca, escrutando la juventud o las grietas de los rostros y las miradas afiladas, predominando los espacios cerrados, como la celda donde están encerradas las mujeres, o la sala del juzgado. Espacios que nunca veremos en su totalidad, sino fragmentados y en primeros planos de los personajes, en que el excelente montaje, obra de una experta como Teresa Font, con más de cuatro décadas de profesión, consigue esa profundidad y esa tensión que tanto requiere el relato, dando voz y visibilidad a las reflexiones de las seis mujeres, y de los señores inquisidores en el juzgado, con ese juez llevado por el deseo irrefrenable que le provoca la visión de las seis mujeres en movimiento, dejando claro la intención del estado, que no es otra que la de eliminar cualquier vestigio de libertad, y someter y alinear a cualquier ciudadana diferente a las creencias religiosas y conservadoras.
El grandísimo trabajo de arte que firma Mikel Serrano (autor de algunas de las mejores obras actuales de la cinematografía vasca como Loreak, Amama o Handia), nos sitúa en ese contexto histórico, utilizando unos elementos bien escogidos y situados en el ambiente, creando esa idea de terror, sin caer en los golpes de efecto ni en los decorados recargados. Y finalmente, la música que suena en la película, obra de Maite Arroitajauregi –mursego- y Aranzazu Calleja, con esa limpieza y energía vocal y musical, con la maravillosa canción que escuchamos en varias partes de la película, convertida en el leit motiv del relato, que nos habla de amor, de pasión y desenfreno, aspectos de la carne, que hipócritamente perseguía y condenaba el estado-iglesia. Unas melodías, acompañados de las danzas visuales y sensuales, consiguen ese toque onírico de romanticismo vital que acompaña a estas seis mujeres valientes, decididas, inteligentes y libres.
El magnífico y bien elegido reparto, que mezcla con sabiduría un elenco experimentado como Alex Brendemühl como el despiadado juez Rostegui, bien acompañada por el actor argentino Daniel Fanego como consejero, un intérprete con un rostro, y una voz muy marcadas. Las soberbias y magnéticas interpretación de las seis mujeres, que encabeza Amaia Aberasturi (que ya nos encantó en Vitoria, 3 de marzo), aquí consolidándose en un rol que le va genial, siendo esa Ana capaz de enfrentarse al poder y sobre todo, de sentirse firme ante la infamia que se le acusa a ella y las demás. A su lado, cinco chicas elegidas en el extenso casting: María es Yune Nogueiras, Katalin es Garazi Urkola, Olaia es Irati Saez de Urabain, Maider es Jone Laspiur, y Oneka es Lorea Ibarra. Seis mujeres injustamente juzgadas por el hecho de ser mujeres libres y valientes, no sometidas al estado patriarcal que dicta las normas, dando vida a todas esas mujeres injustamente quemadas en la hoguera por brujería, que la película visibiliza y rescata del olvido, dándoles el lugar que se merecen en la historia, convirtiéndolas en lo que eran, unas mujeres dignas, resistentes y fuertes, en un estado y sociedad, que pasados los siglos, sigue tratando con desdén y violencia a las mujeres, negándoles su identidad, espacio y libertad, en este magnífico, íntimo y terrorífico cuento feminista sobre la libertad y la identidad de las mujeres, mostrando una realidad, que como suele ocurrir, da más miedo que cualquier ficción que se precie. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Teresa Font, montadora de Terry Gilliam, Pedro Almodóvar, Vicente Aranda, entre otros, con motivo del ciclo dedicado a Terry Gilliam «Un visionari quixotesc», en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el martes 12 de marzo de 2019.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Teresa Font, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Jordi Martínez de Comunicación Filmoteca, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
Encuentro con el cineasta Terry Gilliam, junto a Esteve Riambau, con motivo del ciclo «Un visionari quixotesc», en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el martes 12 de marzo de 2019.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Terry Gilliam, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Janine Schouten, por su magnífica labor como intérprete, y a Jordi Martínez de Comunicación Filmoteca, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
La película se inicia con una estampa hibernal, la nieve ha ocultado un páramo perdido en algún lugar sin nombre de España. Un miliciano tapado hasta el alma, guía a su mula cargada hasta las trancas, asoma entre el tupido manto blanco como una mancha en medio de la nada. Arriba hasta uno pequeño refugio del que sale otro miliciano, le deja algunas provisiones, y le presenta a su nuevo compañero de morada, otro miliciano destinado a ese lugar. Así empieza esta película minimalista, íntima y honesta, en la que nos sitúan en mitad de la Guerra Civil, aunque sólo la vemos de pasada, algunos aviones que sobrevuelan con destino a bombardear Madrid, y ráfagas a lo lejos. La cinta se centra en un puesto de vigilancia en mitad de un lugar desconocido, en el que hay que vigilar el fuego para soportar las bajísimas temperaturas del entorno. Un paisaje hostil, agreste, de los que hacen daño, sólo dos personajes, a los que se añadirá más adelante un tercero, son los ingredientes de esta película sencilla que plantea un relato sobre la condición humana, independientemente de la ideología política, sólo centrada en las necesidades cotidianas, en las incertidumbres de una guerra fratricida que aleja a los seres queridos, y lo convierte a uno en un animal hambriento.
El director Arturo Ruiz Serrano (Madrid, 1972) prolífico autor de cortometrajes, con los que ha cosechado más de 180 premios tanto nacionales como internacionales, que ya estuvo como guionista en la interesante El perfecto desconocido (2011), de Toni Bestard (autor junto a Marcos Cabotá del documental I Am your father, aquí haciendo tándem en labores de producción), que también planteaba una situación parecida, la llegada de alguien a un pueblo y las relaciones con los vecinos. Ahora, para su puesta de largo, Arturo Ruiz Serrano, aborda un conflicto que enfrenta a dos personajes antagónicos, por un lado, teneamos a un miliciano rudo y animal, de aspecto fuerte, hombre de la tierra, del ejército fascista, nada convencido de la causa que defiende, y con la familia en el Madrid sitiado, y por el otro, un joven seminarista, intelectual y frágil, católico y fascista de familia. Las fricciones y conflictos no tardan en aparecer, una relación impuesta que no les agrada, pero tienen que luchar contra unos elementos atmosféricos muy hostiles que los amenazan más que los disparos de los enemigos que no se ven en todo el metraje. La aparición de Zoska, la joven polaca idealista que encuentran moribunda, incrementará la difícil convivencia entre los tres, y las diferentes oposiciones que se manifiestan con respecto al futuro de la joven.
Ruiz Serrano construye, con acierto y sencillez, una película in crescendo, un menage a trois distinto, de corte clásico, huyendo de los aspavientos y demás artimañas modernas, para mirar hacia el cine de los maestros, y el cine de los países del este, todo se cuenta de forma austera, el paisaje se convierte en un personaje más, y la guerra funciona como trasfondo, situando su relato en la retaguardia, donde las ideologías y las heroicidades no valen, aquí se cuecen otras actitudes y necesidades: se fraguan las batallas interiores, las que no salen en los diarios, los miedos personales, la compleja supervivencia, el conflicto con el otro… Un grupo de técnicos profesionales que como Nicolás Pinzón en la fotografía (excelente la atmósfera hibernal) o Iván Ruiz en la música han acompañado tanto a Arturo Ruiz como a los productores mencionados, con la grandísima aportación de la montadora Teresa Font (habitual de Aranda, De la Iglesia o Uribe, entre muchos otros) han levantado una película de un esfuerzo titánico de producción, que nace con vocación de cine diferente, resistente y sobre todo, un cine que huye de convencionalismos y etiquetas, para mostrar aspectos de la condición humana, tanto físicos como emocionales. Amén del excelente trío protagonista, con Eric Francés como Silveiro, el huraño y bestia de una sola pieza, Joan Carles Suau como su contrapunto, la inteligencia emocional y la carga de los miedos que le atenazan, y la joven polaca Monika Kowalska como la perdida y guerrera Zoska. Un trío que emociona, nos envuelve y además, nos transmite toda la fuerza y la sensibiliada de sus personajes, y cuestión moral que propone esta fábula, no sobre la contienda bélica, sino sobre las emociones, los miedos, la soledad, y la estupidez de la guerra, que además de provocar que unos y otros ase maten, acaba relacionando a gentes de diverso corte social diferente, pero con las mismas necesidades que cualquiera.
<p><a href=»https://vimeo.com/144899813″>Trailer The Exile</a> from <a href=»https://vimeo.com/user13031022″>David Castellanos</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>