Aro Berria, de Irati Gorostidi Agirretxe

SER LA REVOLUCIÓN. 

“No puedes comprar la revolución. No puedes hacer la revolución. Solo puedes ser la revolución. Está en tu espíritu o no está en ninguna parte”. 

Ursula K. Le Guin

Algunos cineastas emprenden una búsqueda de su forma de mirar y narrar a través de las huellas del pasado tanto físico como emocional. El caso de Irati Gorostidi Agirretxe (Eguesibar, Navarra, 1988), es paradigmático en este sentido, porque en sus películas siempre ha observado su pasado y la relación que tenía con él de un modo reflexivo, crítico y nada complaciente, donde lo obrero, lo humano y lo político han sido el centro de la cuestión.  Ahí tenemos el mediometraje Pasaia Bitartean (2016), que recorre el citado puerto y sus cambios del esplendor obrero de los setenta hasta nuestros días. En sus cortometrajes como Unicornio (2020), una joven huía hacía una casa aislada en ruinas y tiene un compañero muy especial, con el aroma de Sin techo ni ley (1985), de Agnès Varda. Con San Simón 62 (2023), codirigido con Mirari Echávarri, volvían a los valles de Navarro donde se ubicó la comunidad Arco Iris, recorrieron los pasos de sus respectivas madres y su experiencia, y en Contadores (2024), reflexionaba del movimiento obrero de San Sebastián de 1978 en la fábrica de contadores. 

Para su primer largometraje, Aro Berria (en el original, “Nueva Era”), la directora navarresa continúa lo que ya expusó en el citado Contadores, y en su primer tercio asistimos a la actividad asamblearia y política de los mencionados trabajadores/as y su desencanto en aquella España de finales de los setenta en la que, después de meses de huelga y movilizaciones no acaban de conseguir sus objetivos como clase obrera. Algunos de aquellos deciden huir del mundanal ruido y convertirse en un miembro más de la comunidad “Arco Iris”, en Lizaso, en el valle de Ultzama, en Navarra, y vivir en una comunidad alejada de lo material y centrada en lo espiritual, siguiendo los preceptos del Tantra, explorando la sexualidad, la respiración, el yoga y la meditación para estar conectados con el alma y tener una conciencia profunda. La película es una ficción, aunque está filmada como si fuese un documental del momento, a partir de la llegada de dos amigas, seguimos la actividad diaria del centro, las continuas performances, ejercicios y movimientos de sus participantes, los continuos diálogos entre unos y otros, y sobre todo, las continuas discusiones entre lo que significa la política, la revolución, lo sexual, la igualdad y distintos términos tan cuestionados en aquellos momentos y en cualquier momento. 

La textura y la intimidad que da el 16mm contribuye a que los espectadores seamos uno más de la comunidad, en una cámara muy corpórea e invisible que se mueve entre ellos y ellas, en una cinematografía poderosa y llena de matices que firma Ion de Sosa, que ya estuvo en las citadas Unicornio y Contadores, también filmadas en 16mm. La música es otra cuestión a resaltar de la película, porque consigue ese estado espiritual y sexual que emana toda la trama, en la que el movimiento del cuerpo y todos sus fluidos son esenciales para entender lo que significa la actitud de cada personaje y su forma de gestionarlo. Las melodías de Beatriz Vaca (Narcoleptica), y la música adicional de Xabier Erkizia (que ha trabajado en interesantes films como Meseta, Dardara, Samsara y Negu Hurbilak), hacen que la película entre en una especie de hipnotismo catártico en que las almas bailan, cantan y se mueven al son de una idea y de un sentimiento en espectaculares akelarres alrededor de la piedra y el fuego. El montaje de una grande como Ariadna Ribas ayuda a implicarnos en la cotidianidad y la intimidad que se vive y respira en la comunidad, con esa fusión entre movimiento y palabra que potencia el ideario de vivir de forma diferente en aquellos tiempos, en sus intensos 100 minutos de metraje. 

Una película tan a contracorriente, que busca verdad en cada una de sus imágenes, en la que cada secuencia deviene una experiencia catártica, sumergidos en un trance donde cuerpos y almas danzan al son de sus impulsos sin ataduras y alejados de convencionalismos, el que cada uno de los personajes experimenta su propio camino era preciso tener unos rostros y cuerpos que expresan todas esas emociones descubiertas que hay que gestionar. Tenemos un grupo de intérpretes lleno de caras desconocidas que dan ese toque de verosimilitud y “verdad” que tanto tiene Aro Berria. Empezamos por la artista Maite Muguerza Ronse, que fue una de las actrices de Contadores que da vida a Eme, una de las recién llegadas, Edurne Azkarate coprotagonista de Irati, de Paul Urkijo Alijo, como una de las activistas políticas. Los hombres  Óscar Pascual Pérez, Aimar Uribesalgo Urzlai y Jon Ander Urresti Ugalde. Y los cameos que amplían la nómina de la cinta con un Jan Cornet desatado y guía de las actividades, Javier Barandiaran como sindicalista, que hemos visto en series como La línea invisible y Cristóbal Balenciaga y películas como La infiltrada y la reciente Karmele, y el cineasta Oliver Laxe como una especie de gurú de lo tántrico.  

Si llegados a este punto del texto, todavía están diciendo en sí ven una película como Aro Berria, quizás piensen que la cosa de una comunidad espiritual perdida en Navarra allá por finales de los setenta no va mucho en estos tiempos, permítanme decirles que se equivocan, porque aquella experiencia en comunidad sigue tan vigente como entonces, ya que aquellos jóvenes después de cuatro décadas de dictad, oscuridad y violencia, y desencantados con la política y la imposibilidad de vivir dignamente de su trabajo, decidieron abrir una nueva vida y poner en práctica todos los ideales de libertad, de contracultura y experimentación ya vividos en otros países. Temas que siguen tan vigentes como entonces, la idea de una sociedad diferente, más humana, más vital y más interior. La película coge un vuelo alucinante cuando la idea de comunidad y libertad sexual choca con las contradicciones de esos mismos elementos y las diferentes experiencias de hombres y mujeres y sobre todo, la llegada de los hijos a un lugar idealizado donde no pensaban en niños y niñas. Me gustaron mucho los anteriores trabajos de Irati Gorostidi Agirretxe y me ha encantado Aro Berria, por su libertad, lo salvaje de sus situaciones e ideas, y su experiencia alucinante de cada uno de sus imágenes listas para hacer reflexionar, preguntarse y sobre todo, cuestionar una sociedad cada vez más simple, superficial, de tanta experiencia materialista y muy alejada de lo interior y el espíritu. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Bob Marley: One Love, de Reinaldo Marcus Green

EL MÚSICO HUMANISTA.  

“La música es el arma más poderosa en la lucha por la libertad”.

Bob Marley

La música de Bob Marley (1945-1981), iba muchísimo más allá de su ritmo y contenido musical, porque era un estado en la vida, ya que el músico jamaicano fue un tipo declarado pacifista, humanista y propulsor de la fe rastafari. Sus letras como él mismo mencionaba: “La música solamente es el vehículo, lo importante es el contenido de la letra”, estaban llenas de activismo por la vida, la libertad de pensamiento y crítica, y de agitar las mentes para levantarse y actuar por los derechos humanos, en un país como el suyo lleno de violencia, de disputas políticas y al borde de la Guerra Civil. Con Bob Marley: One Love, promovida por sus hijos, se recuerda su inmensa figura, tanto en términos musicales como humanos, de alguien que siempre luchó por los más desfavorecidos, un universo que conocía con detalle, y usó la música y sus punzantes y profundas letras para alzar la voz contra aquellos que sometían a su gente, promoviendo el colectivo frente al individualismo, generando cooperativas y una forma de hacer y sentir en un país tan azotado por la miseria y el rencor. 

De las cuatro películas que ha dirigido reinaldo Marcus Green (New York, EE.UU., 1981), tres se basan en hechos reales. En Good Joe Bell (2020), seguía la peripecia de un padre que hablaba del acoso después que su hijo lo sufriera. En El método Williams (2021), se detenía en la vida de Richard, el padre que consiguió que sus dos hijas, Venus y Serena, se convirtieran en grandes tenistas con métodos discutibles y poco convencionales. La obra Bob Marley: One Love, promovida por sus hijos, que algunos hacen arreglos musicales, nace a partir de un guion de Terence Winter (que tiene en su haber series de prestigio como Los soprano y Broadwalk Empire, y películas como El lobo de Wall Street, de Scorsese), Frank E. Flowers, Zach Baylin, con el que trabajó en la citada El método Williams, y el propio director, en el que se dejan del biopic al uso, y se centran en un breve período de tiempo, el año y medio que va desde el accidentado concierto por la paz en el Parque de los Héroes Nacionales de Kingston, lleno de tensión (ya que dos días antes, Rita, la mujer de Marley, y otros colaboradores, fueron tiroteados en su casa), hasta otro concierto por la paz de 1978 el One Love Peace Concert que supuso la vuelta del músico a Jamaica, después de su exilio en Londres, donde estalló el fenómeno Bob Marley and The Wailers con la publicación de su impresionante disco “Exodus”. 

La película nos muestra a una persona muy implicada con los suyos, extraordinariamente espiritual y alguien que no se detendrá ante la lucha por la libertad. Encontramos momentos más convencionales como los flashbacks que aportan poco a la trama, y la cinta aumenta de nivel escarbando la inmediatez con la que está contando, en el que asistimos a sus dudas, miedos e inseguridades de alguien que huye de su país, que quiere que su música explique algo y remueve conciencias, son alucinantes los momentos en los que somos testimonios privilegiadas del proceso artístico de un disco como “Exodus”, y la eclosión de su éxito y sus conciertos. También, hay espacio para las distensiones de la pareja que mantiene con la mencionada Rita, y sobre todo, como el éxito y el show business chocan con la mentalidad de Bob, más rodeado de gentes sencillas que de snobs chupopteros. El cineasta se rodea de algunos de sus colaboradores para dar forma, color y profundidad, como el músico Kris Bowers, que no sólo acompaña con inteligencia las maravillosas y críticas canciones de Marley, sino que da esa nota de espiritualidad y pausa que tanto amaba el músico jamaicano, la cinematografía de Robert Elswit, habitual en el cine de Paul Thomas Anderson, que no embellece la película, sino que aporta esos claroscuros que tiene y la sitúan en una historia que tiene mucho más de lo que pueda parecer, El montaje formado por el dúo Nick Hoy y Pamela Martin, debutante con Green. Él, habitual de Greta Gerwig, y ella, en películas como Pequeña Miss Sunshine, dan forma a una película muy agitada, a nivel político y humano, sin extenderse con un metraje de 104 minutos. 

Una película de estas características en la que recrea la vida de un icono como Bob Marley, la elección del actor que encarne a semejante figura, se torna muy complicada, ya que no puede equivocarse con el intérprete que le dé vida, y creo que lo consigue con la presencia de alguien desconocido para la mayoría del público, cosa que ayuda a la credibilidad del personaje y sus acciones. El elegido ha sido Kingsley Ben-Adir, que habíamos visto en películas como Guerra Mundial Z y Barbie, entre otras, porque a los cinco minutos nos olvidamos del real, y estamos por la interpretación, tan sencilla como sentida, llena de sensibilidad, dotando a la figura y a la persona de la inmensa carisma que le caracterizaba. A su lado, una impresionante y valiente Rita Marley, a la que interpreta una magnífica Lashan Lynch, que conocíamos por cintas como No Time No Die con Bond, y La mujer Rey, James Morton que es el productor británico Chris Blackwell, que lo tenemos calado de películas con Agnieszka Holland y la mencionada Gerwig. Y luego, una retahíla de intérpretes británicos que hacen de la “colla” de Bob como Tosin Cole, Anthony Welsh, Umi Meyers, Aston Barret Jr., Naomi Cowan, entre otros. 

Indudablemente, los amantes de la música de Bob Marley tienen una cita imperdible con la película en la que se deleitarán con sus inolvidables canciones ya que suenan un buen número a lo largo de la cinta, como la mencionada, “No Woman no Cry”, “Is This Love”, “I Got the Sheriff”, “War”, “Get Up Stand Up”, “Jamming”, “Could Yo Be Loved”, entre otras, tantas melodías que no pasarán de moda, porque están construidas desde el interior, desde lo más profundo del alma, y tienen ese espíritu de lucha y activismo, y siguen siendo tan necesarias, en estos tiempos que vivimos, donde se nos ha olvidado la lucha y nos dejamos pisotear por este sistema consumista y estúpido. A parte, de grandes ritmos, con una música que te atrapa y tea transporta a otros lugares, un espacio al alcance de los más grandes, en los que se incluía el gran Bob Marley, que legó la música reggae al mundo, porque su música sigue ahí, despertando conciencias, a parte de entretener, que es lo que hace la mayoría ahora. La película también gustará a los que no aprecian su música, aunque esto es más difícil, porque no apreciar la música de un grande como Marley es raro, y lo digo, porque sus letras están llenas de agitación social, y sobre todo, humanismo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Alvaro Gurrea

Entrevista a Alvaro Gurrea, director de la película «Alma anciana», en el Flash Flash en Barcelona, el lunes 23 de mayo de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alvaro Gurrea, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Carnota de Begin Again Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Fellini de los espíritus, de Anselma Dell’Olio

FELLINI AL OTRO LADO DEL ESPEJO.

“Hablar de sueños es como hablar de películas, ya que el cine utiliza el lenguaje de los sueños: años pueden pasar en segundos y se puede saltar en un lugar a otro”

Federico Fellini

En la mítica serie francesa “Cineastas de nuestro tiempo”, muchos autores se acercaban a las figuras míticas de grandes directores de cine, y lo hacían desde ángulos y reflexiones que se alejaban del simple reportaje que aglutinaba vida y milagros del personaje en cuestión. En Fellini de los espíritus, que conmemora el centenario de su nacimiento, la figura que nos muestran del genial autor italiano es cuanto menos muy novedosa y especial, ya que la película bucea en aquello que el propio Fellini se refería como “el misterio”, todos esos universos invisibles del director, desde el mundo de los sueños, capital en su cine, el psicoanálisis, de la mano de Jung, el espiritismo y lo esotérico, todas aquellas materias sensibles en las que el cine del maestro italiano convocaba en cada una de sus películas. La directora Anselma Dell’Olio (Los Ángeles, EE.UU., 1941), con toda una vida dedicada al mundo del cine, despuntó como codiciada directora de doblaje para autores de gran prestigio como Antonioni, Fellini, Valerio Zurlini, William Friedkin y Stanley Kubrick, y autora de diversos documentales sobre cine, entre los que destaca el que dedicó a la figura de Ferreri bajo el título de La lucida follia di Marco Ferreri (2017), de la que fue amigo personal.

Dell’Olio, como si se tratase de Alicia, nos muestra «el otro lado del espejo», adentrándose en el inabarcable universo felliniano adoptando un título mítico en la carrera del cineasta italiano, el de Giuletta de los espíritus (1965), una película poliédrica, barroca y profunda sobre una mujer que, en un matrimonio en crisis, bucea en su psique y se adentra en una búsqueda incesante y espiritual, a través de su vida, su tiempo, sus sueños, el más allá, y todo aquellos mundos imperceptibles en esta dimensión, donde vida, ficción, realidad y sueño se confunden y mezclan de manera sorprendente y delicada, de ese modo tan característico en Fellini, que aunaba lo personal con lo espiritual y lo onírico. Fellini de los espíritus se impregna de manera sobresaliente y transparente del universo felliniano, creando una película muy barroca y laberíntica, que repasa todos los ámbitos de la vida y los sueños del maestro, y lo hace echando mano a múltiples materiales de archivo, desde imágenes de sus películas, como Los inútiles, La strada, La dolce vita, Fellini 8 ½, La voz de la luna, entre otras, entrevistas al propio Fellini, algunas imágenes del rodaje de sus películas, otras imágenes de Nino Rota, su músico, de Jung.

Las imágenes están bien acompañadas por un gran número de entrevistas que abarcan desde amigos y colaboradores de sus películas, o incluso historiadores de cine y expertos en su cine, como Gianluca Farinelli, Vincenzo Mollica, Annalisa Carlucci, Marina Cicogna, Nicola Piovani, Maurizio Porro, Serge Toubiana, entre otros, y directores admiradores de Fellini como William Friedkin, Damien Chazelle y Terry Gilliam, testimonios que nos muestran ese “otro lado” del director italiano, todos esos universos sin fin que se convirtieron en materia para su cine, donde todo ese mundo invisible guiaba sus pasos y el de sus criaturas. La película investiga, profundiza y deja constancia de la peculiar forma felliniana convocarnos a otros mundos, otras posibilidades, otras miradas, otros cuerpos, y otros lugares, ya sean imaginados, soñados, espirituales, de este mundo y de otros, en una mezcla y fusión sin estridencias ni sentimentalismos, solo un camino real o no, o la mezcla de ambos, en que sus personajes se adentraban en otros territorios, en sus vidas, las pasadas y las venideras, y las de ahora, creando una forma honesta y prodigiosa de mirar el mundo y como nos relacionamos con el entorno.

La película muestra “el otro lado”, ese que tanto fascinaba a Fellini, descubriendo todo lo que somos, desde el que fuimos y nunca seremos, todas esos viajes, aventuras, partidas, estados, regresos y derrotas, que conforman nuestras existencias, en una profunda y sincera búsqueda en todo aquello misterioso de nuestras vidas, adentrándonos en lo más profundo de nuestra alma, para seguir descubriendo y descubriéndonos, adoptando las vidas que dejamos, las que somos ahora, y las que seremos o no en el futuro, creando de esa manera todos los reflejos de un espejo con infinitas posiciones, ángulos y demás derivaciones y miradas. Fellini de los espíritus  es una película fascinante y maravillosa, que no solo nos muestra el cine visible del maestro italiano, sino que va más allá, mostrándonos esos otros mundos invisibles, eso misterios de la vida y la existencia que tanto le fascinaban, y lo hace desde su cine, y sus inquietudes, miedos, amores, alegrías y tristezas, con la estupenda aportación de todos aquellos que lo trataron, lo conocieron y lo soñaron, porque si Fellini dejó un grandiosa filmografía que seguimos disfrutando, también, dejó toda una sincera y profunda reflexión sobre la condición humana, y todo aquello que somos, soñados, sentimos y vemos de los demás y sobre todo, de nosotros mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA