EL AGRICULTOR Y EL NEGOCIO DE LAS NARANJAS.
“Nos educan para ser productores y consumidores, no para ser hombres libres”
José Luis Sampedro
Se cuenta la vida de Domingo Domingo, un agricultor de Les Alqueries (provincia de Castellón), una de las zonas del mundo donde más naranjas se cultivan. Aunque los tiempos han cambiado y ahora, la industria de las naranjas está sujeta a cuatro multinacionales que patentan un tipo de fruto y los agricultores para producirlo deben pasar por caja. Un “mercado libre” impuesto por unos privilegiados al que llaman las necesidades del mercado. Una falsedad, un cinismo y un desastre en el que se sostiene cualquier industria de este planeta. Aunque, Domingo no se detendrá ante semejante ultraje, y creará una variedad en su huerto para crear una patente. Una tarea que no le resultará nada fácil, porque debe compaginar con su trabajo de obrero, y además, su peculiar carácter solitario y fuerte, que le hace un ser muy diferente al resto de sus vecinos, alguien que no se hunde jamás, que siempre encuentra la mejor forma de afrontar con actitud y perseverancia todos los obstáculos de la vida y de su pasión, vivir de su huerto de naranjos.

Segundo trabajo de la valenciana Laura García Andreu, después del interesante [M]otherhood (2018), que codirigió junto a Inés Peris Mestre, sobre un grupo de mujeres que exponían las razones de su decisión de no tener hijos, cuestionando todos los prejuicios y convencionalismos sobre la maternidad. Para su segunda película, que recibe el título del nombre de su singular protagonista, Domingo Domingo, escrita junto a Arunas Matelis, del que vimos su película Gregarios, maravillosos perdedores (2017), también coproductor del film, que también se vio en el Documental del Mes, es una película-retrato que a partir de un tono ligero y nada trascendente habla de un conflicto muy profundo y complejo como es la dictadura de las grandes multinacionales frente a los pequeños productores, en este caso el de las naranjas. No es una película triste y lacrimógena, nada de eso, porque es una película que expone un tema duro y difícil, pero lo hace recorriendo diferentes texturas y marcos, es decir, tenemos la película social, no de denuncia, aunque de eso algo, también hay antropología, una mirada de ver lo que fue el trabajo de agricultor reflejado en lo que es ahora, con esos cuatro mayores que se reúnen en el bar para la tertulia, y cómo no, la comedia con resonancias a la italiana, que miraba los problemas de los de abajo, así como, la comedia negra de Berlanza-Azcona, y esa más ligera, pero igual de contundente, como la de Lazaga y Ozores, en las que se profundiza en los problemas de los empleados desde un prisma cómico e irónico.

Una película ejecutada con destreza y brillantez con profesionales como el cinematógrafo José Luis González, recreando esa luz mediterránea tan bella y tan dura, la montadora Sara Marco Caballero, que condensa con ritmo y pausa los breves pero intensos 71 minutos de metraje, y la música de Alberto Lucendo, un extraordinario trabajo que va puntuando todo ese tono tan íntimo y tan social que tiene la película. Los tres cineastas que ya conocíamos de sus trabajos en excelentes cintas como Experimento Stuka (2017) y Lobster Soup (2020), del dúo Pepe Andreu y Rafa Molés, que aquí ejercen como productores a través de Suica Films. La película a parte de ser una auténtica cruzada de un humilde y sencillo hombre como Domingo por materializar su sueño, enfrentándose a los de arriba, es también un esplendoroso retrato de su protagonista, y el entorno en el que vive, con sus amigos, sus trabajos, y sobre todo, un tiempo devastador para el campo en que las naranjas vienen de la otra parte del mundo y las de aquí, los pocos que lo consiguen, se van fuera, y los que quedan, como Domingo, deben sufrir sin necesidad de supervivencia sometidos a los precios bajísimos de los mediadores. Un desastre total.

Domingo Domingo, de García Andreu que desprende el mismo aroma que tenía Los tomates escuchan a Wagner (2019), de Mariana Economou, otra del Documental del Mes, y con Camagroga (2020), de Alfonso Amador, que también ponía el foco en el deterioro de la huerta valenciana. Estamos ante una película nada cómoda ni contemplativa, porque sus tiros van hacia otro lado, a mirar el problema desde lo humano, a ras de tierra, desde Domingo y su trabajo, su determinación y su ilusión. Vemos mucha tragedia emocional y física, pero también humanismo con la figura de Domingo, sí, esa palabra que tanto se usa y malgastada. Estamos ante un anarquista de aquí y ahora, un tipo alejado de los convencionalismos y dispuesto a pelear por lo que considera suyo. Quizás la película muestra lo lejos que estamos de tener la mentalidad y el espíritu de su protagonista, porque la mayoría baja la cabeza y acepta unas condiciones salvajes impuestas por el dichoso mercado, eso dicen, aunque son condiciones miserables que imponen los privilegiados de siempre, que llueva o haga calor, ellos a lo suyo, a seguir explotando a los de abajo, porque es la única manera de hacer mucho dinero, una tristeza. Nos quedamos con Domingo y su entusiasmo, porque aunque no gane la batalla, eso es indiferente, lo importante es presentar pelea, no aceptar y seguir soñando no con un mundo mejor, sino con una vida mejor, que eso sí es posible, y por favor, no dejen que les embotellen, y sigan creyendo que es posible, porque es posible. Deténganse y piénsenlo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA


UN CUENTO MORAL. 



SEGUIR LUCHANDO. 


CRECER PENSANDO EN LA TIERRA.