Entrevista a Montse Germán y David Arribas

Entrevista a Montse Germán y David Arribas, intérpretes de la película «Societat negra», de Ramon Térmens, en el hall del Cine Phenomena en Barcelona, el martes 15 de octubre de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Montse Germán y David Arribas, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Marién Piniés de comunicación de la película, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Societat negra, de Ramon Térmens

LOS QUE PIERDEN SIEMPRE. 

“El infortunio, el aislamiento, el abandono y la pobreza son campos de batalla que tienen sus héroes”. 

Víctor Hugo 

De las siete películas que he visto de Ramon Térmens (Bellmunt de Segarra, 1974), todas están instaladas en el noir, en esos espacios que los turistas nunca visitan, habitados por seres marginados y aislados que viven de pequeños hurtos y sin esperanza, escabulléndose de una policía que los persigue y los somete a unas leyes injustas y deshumanizadas. El director lleidatà ha conseguido, a fuerza de mucho esfuerzo y talento, ir construyendo una filmografía muy a contracorriente, porque ha optado por el género negro clásico y atemporal a la vez, bastante desértico en la cinematografía de estos lares, barrido por un thriller muy al estilo de los nuevos códigos del Hollywood actual, llenos de historias empequeñecidas, de pocos personajes y la tarea simple de averiguar un entuerto, muy alejado de la crítica social, política y económica que siempre había caracterizado los grandes títulos del género. 

Térmens mira a los grandes del noir, y no sólo eso, sino que se nutre de historias locales y muy cercanas, dándoles un carácter humanista y nada maniqueo, a partir de historias muy entretenidas e interesantes, protagonizadas por seres perdidos, que deambulan por una sociedad excluyente, almas perdedoras pero no vencidas, donde lo ilegal llena la pantalla. Con Societad negra, basada en la novela homónima de Andreu Martín, sigue instalado en los ambientes de La mujer ilegal (2020), aunque la inmigración ilegal ha dejado paso a la comunidad china, a las mafias que controlan las mercaderías que llegan a Barcelona, y también, a aquellos otros, que viven como pueden en la mencionada ciudad. En la historia que mira a toda la invisibilidad de las ciudades, en este caso, la de Barcelona, pululan ladronzuelos de poca monta, gángsters chinos, policías amigas y una trama donde un robo hará saltar la mecha de unos individuos que, como suele ocurrir, en el género negro, no deberían haber cruzado sus caminos. Una trama escrita por Daniel Faraldo y el propio director, en el quinto guion que escriben juntos, muy desestructurada en torno al citado robo que estructura toda la trama, como hace la novela en la que se basa, llena de tensión, muy asfixiante y oscura que se desarrolla en apenas un mes. 

Como sucedía en La mujer ilegal, la cinematografía vuelve a ser clave en la película, firmada por Àlex Sans, del que nos entusiasmó su trabajo en El fred que crema (2022), de Santi Trullenque, de aquellos paisajes invernales ha pasado a las calles negruzcas de Barcelona, tan poco representadas en el cine, y unos espacios aislados vistos en tonos grisáceos, pesados y alejados de la estética convencional, con esos neones propios de los noir asiáticos, creando esos encuadres en los que la cámara se desliza por muchos lugares creando esa unidad en una película coral y cargada de ambientes. La excelente música de David Solar, que ya hizo lo propio en La mujer ilegal, consigue crear esas continuas sombras y reflejos que acompañan constantemente a unos personajes inquietos y vulnerables a medida que avanza la caleidoscópica trama. El estupendo montaje de Anna Térmens, cuatro títulos con el director, que se enfrentaba a una tarea nada sencilla, en una película que se va a los 136 minutos de metraje, bien contados y construidos con reposo, imponiendo una claridad esencial para que los espectadores no se líen con tanto lugar y personaje, además de una trama puzzle que se va contando con múltiples saltos tanto hacia delante como atrás. 

Como ocurría en sus anteriores trabajos, el reparto de Societad Negra está muy bien escogido, porque consigue una mezcla de intérpretes más conocidos con otros menos, pero que todos transmiten mucha naturalidad y cercanía, en una trama que se bebe mucho de lo clásico pero sin olvidar el lado humano y actual, arrancado por el trío chino de la película, con un Alberto Jo Lee grande en su personaje, una especie de líder de los invisibles, con su antagonista en la persona de Chacha Huang, una de esas femme fatale magníficas, con muchas sorpresas, y Marcos Zen, el hombre de negro que viene de China a arreglar los desaguisados, tan frío como malvado, el incombustible Daniel Faraldo, fiel cómplice de Térmens desde que rodasen Negro Buenos Aires (2009), metido en la piel de un pobre diablo metido a ladrón de poca monta, y David Arribas, el típico joven, poco esbailado de gran corazón, que pone los toques de humor que rebajan la tensión de la historia. Completan el reparto Montse Germán como una policía curtida en mil batallas, Adrian Pang es el jefe de la mafia china en Barcelona, María Galiana es la mamá de Faraldo, y Abel Folk, es el jefe de Montse, tan entregado como vendido.

Aplaudimos el coraje de una película como Societat negra que nos devuelve aquel cine policíaco tan popular que tuvo su apogeo en la Barcelona de los cincuenta con los Iquino, Coll y Rovira Beleta, Bosch y tantos otros, y luego otros grandes títulos en los ochenta con Fanny Pelopaja (1984), de Vicente Aranda, también basada en una novela de Andreu Martín, la serie La aventuras de Pepe Carvalho (1986), de Adolfo Aristaraín, y más actuales, como las grandes películas de Enrique Urbizu y más, que han visto en el policíaco, que emulaba a los clásicos de Hollywood, unas ventanas para hablar de la sociedad, de la política y de esos grandes olvidados de las ciudades, los que nunca tienen suerte, o si la tienen, siempre acaban en líos tremendos, como esos tipos que salen en las películas de Huston, que no andan muy lejos los que se mueven por Societat negra, unos pobres individuos, tan derrotados como invisibles, que encuentran en un robo a las tríadas una vía de escape para saldar sus vidas y su futuro, o algo que se le parezca, sin pensar en las terribles consecuencias, o quizás, si las saben, pero como no tienen nada y nada que perder, se lanzan a esa empresa que tiene pocas oportunidades, pero no tiene  otra. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Montse Germán

Entrevista a Montse Germán, actriz de la película «Ruta salvatge», de Marc Recha, en los Cines Verdi en Barcelona, el miércoles 15 de noviembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Montse Germán, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Núria Costa de Trafalgar Comunicació, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Marc Recha

Entrevista a Marc Recha, director de la película «Ruta salvatge», en los Cines Verdi en Barcelona, el miércoles 15 de noviembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marc Recha, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Núria Costa de Trafalgar Comunicació, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Ruta salvatge, de Marc Recha

LAS FRONTERAS INTERIORES. 

“Hay una frontera que sólo nos atrevemos a cruzar de noche: la frontera de nuestras diferencias con los demás, de nuestros combates con nosotros mismos”.

Frase de “Gringo viejo”, de Carlos Fuentes 

Los que amamos los westerns sabemos que se sustentan a través de dos pilares fundamentales: el rostro y el paisaje. En la película 9 y media de Marc Recha (Hospitalet de Llobregat, 1970), se rige por estos dos conceptos, porque el rostro de Montse Germán, que debuta con el director, es la película, y no lo digo en plan estético, sino porque el rostro de la actriz convertida aquí en una jardinera, es el rostro que da todo el sentido a la trama. Ella es Ona, una mujer que pasa de los cincuenta, con un pasado difícil. Una mujer herida, un dolor que oculta con su ameno empleo y el cuidado de su hijo adolescente. Su sueño es pilotar la avioneta que con tanto mimo cuida Jordi, un amigo de esos de siempre. Su vida es tranquila, en uno de esos pueblos de la Cerdanya, en uno de esos sitios que nunca pasa nada. Pero he aquí, la aparición de dos ex combatientes serbios reciclados en ladrones de joyas, cambiará no sólo la fisonomía de paz del lugar, sino que implica a Ona y los suyos, a los que cuida y ama. 

El director hospitalense, que firma el guion con Nadine Lamari, tres películas juntos, sigue siendo fiel así mismo, y continúa escarbando en aquellos elementos que caracterizan su mirada: el citado western, que desmitifica, lo torna sucio, cotidiano y muy íntimo, con la frontera como acompañamiento sine qua non, lugar de paso, de idas y venidas, en los que concentra a personajes de pasados oscuros, huidos y sin rumbo. La infancia y la adolescencia siempre presentes en sus relatos, en esos gestos de iniciación y crecimiento a la adultez, y el paisaje, un espacio, ya sea urbano o rural, donde la naturaleza y los animales funcionan como reflejos de la carencia de unos humos demasiado ensimismados en ellos mismos que han olvidado sus orígenes y su relación con su entorno. Los conflictos de sus películas no son grandilocuentes ni nada sorprendentes, sino todo lo contrario, están sujetos a esa realidad diaria, a la que hay que detenerse para mirarla y descubrirla, porque ahí reside su talento, en mirar esos pequeños dramas de cada día, donde pululan gentes muy sencillas, a los que un hecho totalmente accidental y alejado de ellos, les sacará esas cosas del pasado que permanecían ahí pero dormidas. 

Como es costumbre, la parte técnica de la película es de gran factura técnica, como la cinematografía que, después de cinco películas con Hélêne Louvart, el testigo pasa a Núria Roldós, que ha trabajado con Antonio Chavarrías, María Ripoll y Alba Sotorra, realiza un espectacular trabajo donde la luz tenue y oscura se combinan para crear esa sensación de fusión y confusión entre la naturaleza que vemos y la que sentimos que describe con audacia el estado emocional de Ona, en la misma línea trabaja la edición de Judith Miralles, que también debuta con Recha, donde la pausa y el reposo que caracterizan el tono de la película componen una trama que se va a las dos horas de metraje sin prisas sin trucos y con mucha veracidad en todo lo que acontece. La música de Alfred Tascott, que tiene películas para Sílvia Quer y estuvo en La vampira de Barcelona, de Danés, y de Pau Recha, en su quinto trabajo con el director, que recordamos de Dies d’agost (2006), consiguen captar las complejidades emocionales que chocan con lo físico y la naturaleza y los animales del entorno, ajenos a toda esa oscuridad que recorre a los personajes. Como ocurría en Furtivos (1975), de Borau, donde el reflejo de paz del exterior peleaba con la oscuridad del alma. 

Si la técnica de la película es sobresaliente, la parte interpretativa no se queda atrás, porque los intérpretes de Recha se confunden en sus espacios, con esos rostros marcados por la vida, naturales y de verdad, como el de Montse Germán, que gran acierto en el personaje de Ona, que nos recuerda al de la Mónica en la inolvidable Ficció (2006), en su vuelta al entorno rural por la puerta grande, como mira esta mujer, como se mueve, que recuerda a la Melissa Leo de Frozen River, y a la Marina Foïs de As bestas, que también interpretan mujeres que deben enfrentarse a aquello que les da miedo y les supera, pero lo hacen con valentía y coraje, y acarreando un pasado que les golpea demasiado. a su lado, Sergi López como Robert, el amigo fiel, con su cuarta película con Recha, que recuerda al Olivier Gourmet de Les mans buides (2003), un actor dotado porque es capaz de tipo con pasta y tipo del campo, con esa transparencia y cercanía. Un fenómeno. Tenemos a los jóvenes debutantes, vecinos de la comarca y escogidos en un casting, Àlex Bolet como Sergi, el hijo rebelde de Ona, y su chica Clara, que hace Maria Martínez. Y los Marc Martínez, uno de esos tipos nómadas, como el que hacía Eduardo Noriega en la mencionada Les mans buides, que tendrá su importancia en la vida de estos lugareños, la pareja de matones que interpretan dos actores serbios como Sergej Trifunovic, que tiene películas con Paskaljevic y Kusturica, y Boris Isakovic, con mucha carrera en su país. Y luego, los Lluis Soler como un “empresario” metido en negocios turbios, y Raquel Ferri, una misteriosa chica. 

No dejen de ver una película como Ruta salvatge porque es una excelente muestra de hacer cine de lo rural desde la empatía y la emocionalidad, mirando desde la sencillez y lo humano, donde se puede combinar el género como el western fronterizo y el thriller más inquietante, en el que las fronteras tanto físicas como emocionales entran en juego, en el que unos personajes, los de aquí y los de allá, y los otros, los que no se saben de donde pueden ser, con esas líneas difusas que confunden y traspasan nuestros propios miedos e inseguridades, y reabren heridas que creíamos cicatrizadas o quizás, sólo esperaban su momento, ese momento en que las cosas del pasado adquieren su significado en el presente, un presente en el que debemos dejar de huir y enfrentarnos, por fin, a todo aquello que nos culpabiliza y nos deja en dique seco, es decir, nos deja maniatados a nuevas experiencias emocionales con aquellos a los que amamos y aquellos otros que entrarán en nuestras vidas, porque la película 9 y media de Recha es un viaje hacia lo más profundo de su protagonista Ona, una mujer herida, rota, llena de dolor, pero también fuerte, valiente y capaz, que no se arrugará ante la embestida que le está dando de nuevo la vida, y esta vez, no podrá hacer caso omiso, y si, esta vez deberá ponerse de pie y luchar. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Montse Germán

Entrevista a Montse Germán, actriz de «Sonata para Violonchelo». El encuentro tuvo lugar el viernes 20 de noviembre de 2015, en el hall de los Cinemes Girona en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Montse Germán, por su tiempo, generosidad y simpatía, a Eva Calleja de Prismaideas, por su paciencia, amabilidad y cariño, y a Diana Toucedo, montadora de la película, que tuvo el detalle de tomar la fotografía que ilustra esta publicación.

Entrevista a Anna M. Bofarull

Entrevista a Anna M. Bofarull, directora de «Sonata para Violonchelo». El encuentro tuvo lugar el viernes 20 de noviembre de 2015, en el hall de los Cinemes Girona en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Anna M. Bofarull, por su tiempo, generosidad y amistad, a Eva Calleja de Prismaideas, por su paciencia, amabilidad y cariño, y a Diana Toucedo, montadora de la película, que tuvo el detalle de tomar la fotografía que ilustra esta publicación.

Sonata para Violonchelo, de Anna M. Bofarull

sonataparaEL ABISMO DEL DOLOR

La película arranca de forma brutal y terrorífica, vemos a la protagonista, Julia Fortuny mirándose al espejo, desencajada y perdida, se toma unas pastillas para acabar con su vida, en un intento de abandonar y romper con todo. Anna M. Bofarull (Tarragona, 1979) debuta en la ficción, ya había trabajado en algunos documentales, entre ellos Hammada (2011), donde realizaba una exploración personal y humana de los refugiados saharauis, y también colaboradora con Isaki Lacuesta en La noche que no acaba (2010). Ahora, partiendo de una vivencia personal (su madre padece fibromialgia) se enfrenta a una historia durísima y emocionante a la vez. Nos muestra la vida de Julia Fortuny, una mujer atractiva y elegante entrada en los 40, y violonchelista de éxito. Una mujer que ha dejado todo aquello que le apartaba de su pasión, la música, por la que vive, sufre y desea. Después de un tiempo de padecer dolores y sin conseguir un diagnóstico médico, un doctor le comunica que tiene fibromialgia. A partir de ese instante, Julia tiene que lidiar con los fuertes dolores de sus extremidades, y su único fin es seguir interpretando con su instrumento los conciertos que tiene comprometidos y seguir con sus clases de profesora.

Julia es una mujer dura, de fuerte carácter que se ve inmersa en una lucha difícil y constante por continuar con su vida. Julia es amante de la soledad y de su música, aunque también se relaciona con otras personas de manera mecánica y frugal, con Abel, un joven alumno con el que se acuesta alguna vez por pasar el rato, Rovira, su agente, que actúa como su hermano mayor, y su familia, una madre enferma que parece vivir en otro mundo, un padre, que le recrimina su actitud, y una hija, Carla, a la que lleva mucho tiempo sin decirle que la quiere. Bofarull nos cuenta la película a fuego lento, nos va descubriendo sus aristas y personajes, como se relacionan y que guardan en su interior, nos sumerge en este viaje al abismo, a lo más profundo del alma de cada uno, a ser testigos de cómo una alma herida que no cesará de luchar contra ese enfermedad que la aparta de su música, de ella misma. Un personaje que comparte las huellas de los personajes femeninos de Bergman, esas mujeres fuertes pero inmersas en un combate personal que las lleva a sufrir hasta el punto de hacerse daño, y al borde la locura. Una película seca, donde nos cuentan el dolor y el sufrimiento de alguien que no quiere reconocerse, ni con ella ni sobre todo, con los demás, alguien que ha decidido su vida, y la ha vivido a su manera, alejada de lo emocional, sólo destapando sus emociones a través de la música, su verdadero amor, que escucha en cualquier instante. Bofarull nos conduce por varios escenarios, que filma de manera distante y fría, hubiera sido muy fácil caer en esa sensiblería que encaran muchos films a la hora de mostrar la dureza de los enfermos, Bofarull se mantiene en su sitio, su sobriedad encoge el alma, y además emociona de manera sutil y nos envuelve de forma cadenciosa, siendo testigos del declive que va padeciendo la protagonista. Esos ambientes helados, tantos físicos como emocionales, nos describen un mundo a punto de derrumbarse, bajo esa capa de sofisticación y éxito que aparenta Julia, se esconde alguien sólo, muerto de sentimientos, que deberá empezar de nuevo o cambiar el camino para no sentirse sola.

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La ambientación de Sebastian Vogler (autor de Història de la meva mort o Stella Cadente, entre otras), la luz tenue de Àlex Font, sin olvidarnos de la absoluta protagonista de la película, la música, que ambienta y explora las emociones que brotan como un cuchillo, y complejas de Julia, y esa composición de Dvoràk, que se convierte en la ruta dolorosa y sufrible en el que se inmiscuye la protagonista para convencerse a sí misma que con su esfuerzo y trabajo, como ha hecho siempre, volverá a conseguir su objetivo, aunque esta vez, tendrá que luchar contra un enemigo mayor, ella misma, que no cejará en su propósito, un combate durísimo que nos devuelve al cine de Kieslowski, Haneke o Ulrich, cineastas que han sabido explorar los miedos y la oscuridad de las almas humanos en febril guerra con ellas, y contra todos. Unos intérpretes bien dibujados que componen un microcosmos sencillo y complicado a la vez, en los que sobresale la magnífica interpretación de Montse Germán, que ya habíamos visto en obras de gran mérito, Ficció, en cine, o Germanes, en teatro. Una maravillosa actriz, en uno de sus mejores trabajos hasta la fecha, que consigue de forma sutil, sobria y cercana transformar una estatua fría que sólo ama su música, en otra que, poco a poco, deberá acercarse a ella misma, y de paso liberarse, entender y comprender al otro, a  aquellos que le rodean, aunque sea por una vez, que en su caso ya sería mucho. Bofarull que ha levantado el proyecto con su medios y con muchísimo esfuerzo y trabajo, ha parido una película durísima, atroz y muy física, aunque cargada de emociones y belleza, y sobre todo, con una mirada cercana, realista y humana a una enfermedad terrible que nos apaga las fuerzas y nuestros deseos, lo que somos.