Entrevista a Stépane Demoustier, director de la película «Borgo», en la terraza del Instituto Francés en Barcelona, el martes 19 de noviembre de 2024.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Stéphane Demoustier, por su tiempo, sabiduría, generosidad, a Philipp Engel por su gran labor como intérprete, y a Stefania Piras de Festival Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“(…) Y morirme contigo si te matas. Y matarme contigo si te mueres. Porque el amor cuando no muere mata. Porque amores que matan nunca mueren”
De la canción “Contigo”, de Joaquín Sabina
La tercera película de Sophie Dupuis (Val-d’Or, Quebec, Canadá, 1986) se divide en dos tramos. En el primero, asistimos a la celebración de la diferencia, una fiesta de la identidad y de lo queer, en la piel de Simon, una drag queen que, cada noche, se sube a un escenario y canta, baila y derrocha toda su fantasía y glamour. Una fiesta en la que se une un recién llegado del otro lado del charco, un tal Olivier, tan suyo como star que se enamoran con Simon y nace un vínculo afectivo, artístico y lleno de esperanza, ilusión y alegría como los primeros meses de cualquier amor. En la segunda entrega, Simon tropieza con el narcisismo y victimismo de Olivier, que lo maneja a su antojo, además, la madre del joven, famosa cantante de ópera, vuelve 15 años después para reencontrarse con su pasado. La fiesta del inicio se irá tornando cada vez más oscura y tenebrosa, y Simon se enfrentará a dos amores destructivos, que lo aman y también, lo matan cada día.
Después de Chien de garde (2018), convulsa historia de conflictos familiares, y Souterrain (2020), la redención de un minero conflictivo, ambas protagonizadas por Théodore Pellerin, la directora canadiense construye con acierto e inteligencia una historia queer que, nos sitúa en el interior de un local donde se da rienda suelta a la imaginación, la fantasía y la identidad en la que unos individuos asombran al público con sus playbacks y sacando toda su feminidad. Aunque, lo drag aquí es un mero pretexto para hablar de esos amores apasionados y veloces que nos desordenan de tal manera que lo perdemos todo, incluso nuestra dignidad y amor propio. Un amor que nos engancha a fuego, y que nos somete a sus terribles exigencias, y lo peor de todo, nos cuesta tanto verlo con perspectiva, despegarnos y darnos cuenta que más que amor es una condena, una constante tortura, un sin vivir, un fuego que acaba quemándonos, y no sólo eso que, también nos hace sentirnos culpables. Solo nos lo cuenta con verdad, no queriendo ser realista, sino mostrándonos personajes que sienten, padecen, lloran y actúan según son, con sus verdades, mentiras y miserias, donde nos confunden, nos llevan de aquí para allá, como la vida misma.
Uno de los grandes aciertos de la película es su parte técnica, con la estupenda cinematografía de Mathieu Laverdière, habitual del cine de Louise Archambault, de la que hemos visto Gabrielle y Y llovieron pájaros, entre otras, que consigue esa mezcla entre los shows drags, la fiesta y la noche, con su infinidad de colores vivos y llamativos, y los días, con su retrato más crudo, más de verdad, y menos glamouroso. El conciso y rítmico montaje que firman el trío Marie-Pier Dupuis, Maxim Rheault y Dominique Fortin, con más de 30 títulos en su filmografía para directores tan importantes como Roger Spottiswoode e István Szabo, entre otros, en un relato con muchos vaivenes emocionales donde la mirada, el gesto, la palabra y la emocionalidad de Simon captan toda nuestra atención en sus intensos 101 minutos de metraje. La sensible y acertada música de Charles Lavoie, que capta con cercanía y humanidad todo el desbarajuste psíquico por el que pasa el protagonista, metido en dos amores que les hacen vivir y morir a la vez. Las impresionantes actuaciones coreografiadas por Gerard X Reyes, acompañadas de temazos de Abba, Chaka Khan, Donna Summer, y otros temas de la escena dance como CRi, Marie Davidson, y demás temas que consiguen que seamos uno drag más, tanto encima del escenario dándolo todo, bailando como descosidos en la pista y amando con tanta fuerza como si fuésemos a estallar.
El cine de Dupuis basado en el profundo retrato de sus personajes y las relaciones entre ellos, tan alegres como tristes, en continua batalla contra ellos mismos, debía tener una pareja protagonista muy especial para una película en la que deben interpretar unos tipos muy complejos, sino que además deben ser su propia drag, con sus performance, bailes y vestidos. Los encontró en la piel del mencionado Théodore Pellerin, tercera película juntos, que hace un Simon apabullante en todos los sentidos. Uno de esos personajes inolvidables que lo vive todo con una gran intensidad y sensibilidad, quizás demasiada, en mitad de dos amores tan bellos como malignos, el de un novio que lo ama y también lo destruye, y una madre, tan egoísta y tan ausente que, ahora que vuelve, parece más un fantasma que una madre afligida. En el otro lado, o pisándole el vestido, tenemos a Félix Maritaud, que le hemos visto con dirigido por Yann González, Robin Campillo, Gaspar Noé, y nos flipó como chapero en la fabulosa Sauvage (2018), de Camille Vidal-Naquet. Su Olivier es puro narcisismo y egolatría, que va consumiendo a Simon y todo lo que le rodea. Alice Moureault es Maude, la hermana íntima de Simon y la diseñadora de sus modelos, un apoyo que hará lo imposible por abrir los ojos a un Simon zombie, y Anne-Marie Cadieux como la madre que se fue y ahora vuelve como si nada, y luego la retahíla de excelentes intérpretes que conforman los compañeros drag del show en el que están los protagonistas.
Van a disfrutar y reflexionar con una película como Solo, de Sophie Dupuis, porque seguramente desconocerán el universo drag, como era mi caso, y descubrirán una parte, con sus trajes, sus coreografías y sus bailes y shows, y además, serán testigos de lo que pasa entre bambalinas, de ese otro mundo de procesos y preparación e interacción entre las diferentes drags, y no sólo eso, porque la película lo muestra desde la más absoluta intimidad y cercanía, y la otra parte, más oscura y más terrorífica, la de los amores que matan, la de el amor cuando se disfraza de cariño y esperanza, y cómo esos amores que parecen tan dulces y apasionados, no son más que excusas que nos destrozan suavemente, como cantaba Roberta Flack, de esos que hay que huir despavoridamente, y que son tan difíciles de dejar porque nos someten de tal manera que nos humillan y nos despojan de quiénes somos y nos ponen en contra de todos, una amargura. Cuídense de esos amores y sobre todo, sigan disfrutando de quiénes son, de su libertad, de su identidad, y de su manera de expresarse, sea como sea, y pasen de esos que nos limitan y nos intentan dirigir, porque nunca sabrán que pasa en nuestro interior, y lo más grave, nunca sabrán disfrutar de lo auténtico que somos para los que sí nos quieren de verdad, ni a medias, ni haciéndonos daño. sino de corazón. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista al cineasta Amos Gitai, con motivo de la retrospectiva sobre su obra, en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el viernes 21 de enero de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a amos Gitai, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Rafael Dalmau, por su gran labor en la traducción, y a Jordi Martínez de Comunicación Filmoteca, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
Tugdual es un niño de ocho años que ha sufrido dos tumores a pesar de su corta edad. El niño habla a la cámara con aplastante naturalidad y una madurez impropia para su edad, en la que explica con detalles el tamaño de su tumor y sus reflexiones acerca de su enfermedad, y su existencia de tratamientos, medicinas y hospitales. También, conoceremos las existencias de cuatro niños más, niños enfermos, niños que atraviesan dolencias graves y complejas, como Camille, que desde muy pequeño ha tenido que vivir con un cáncer, una dolencia que no le ha quitado una sonrisa y su pasión por jugar al fútbol. Ambre, una niña de nueve años, que lleva a sus espaldas su inseparable mochila de campanilla, en la que guarda una bomba conectada a su débil corazón que le ayuda a respirar, aunque ese gran problema de salud nunca le ha impedido seguir haciendo deporte. Imad tiene seis años y padece de una insuficiencia renal, de su diálisis y la esperanza de un donante que le ayude a vivir mejor, aunque siga siendo ese niño inteligente, apasionado por todo y amante de su familia y su Argelia natal. Y finalmente, Charles, que a pesar de su infancia enclaustrada en el ambiente hospitalario, debido a su grave enfermedad, necesita cuidados constantemente para paliar los dolores que le producen las llagas que pueblan todo su pequeño cuerpo, pero aún así, le encanta estar con Jason, un amigo también enfermo, y recorrer los pasillos del centro hospitalario.
La primera película de Anne-Dauphine Julliand (París, 1973) nace después de una experiencia personal y traumática como la enfermedad de su hija, experiencia que le llevó a conocer los ambientes de hospitales, tratamientos y operaciones, que recogió en dos libros, en “Llenaré tus días de vida”, que explicaba la cotidianidad de su hija enferma y su familia, que se convirtió en un gran éxito en Francia y traducido a más de 20 idiomas, y “Une journée particulière”, en la que se centraba en su familia cuatro años después de la experiencia con la enfermedad de su hija. Un tiempo que Julliand quería dejar constancia a través de una película, para de esta manera acercar la cotidianidad de estos niños enfermos. La directora francesa se deja de sentimentalismos y condescendencias, y filma un documento que atrapa la vida, en su estado más puro e insignificante, mirando a nuestra esencia vital, a partir de sus fragmentos fugaces, aquellos que no se ven, que no podemos guardar en una caja, pero si sentirlos con plenitud, llenándonos de la capacidad de vivir con lo mínimo, con aquello que somos y hacemos, sin mirar más allá, sólo ese momento que vivimos y disfrutamos sin más mañana que el ahora.
Julliand construye una película magnífica sobre el valor de la vida, de vivir intensamente cada segundo e instante de nuestras vidas, cuando esa vida se vive cada momento, porque no hay seguridad de que haya más momentos, y lo hace desde la sencillez y la naturalidad, capturando las existencias de cuatro niños y una niña que padecen graves enfermedades, en la que asistimos a sus intimidades, a sus quehaceres cotidianos como estar en el hospital, ir al colegio, visitar al médico, sus juegos, sus tratamientos, operaciones y demás, siempre junto a su entorno familiar y el equipo de médicos que los atiende. La cámara de Julliand se convierte en un personaje más de la historia, filmando esos momentos fugaces e intensos que viven estos niños, su desbordante alegría y apasionamiento por cada cosa que hacen, y su implacable sinceridad en el momento que nos hablan de su enfermedad y las posibilidades de tratamientos y curación, en la que su humanidad traspasa la pantalla fílmica, y nos acerca a un estado diferente, en el que los quehaceres cotidianos dejan de tener sentido, y escuchamos a estos pequeños que aman la vida en todo su esplendor y tristeza, y aún así no dejan que los convierta en esclavos de su vida, sino todo lo contrario, lo aceptan y siguen hacia delante, con alegría y sin olvidarse que a pesar de estar enfermos, siempre hay motivos para sonreír, jugar, cantar, gritar, y seguir siendo los niños que son.
Unos cuerpos frágiles e inocentes, que todavía no se han desarrollado en su plenitud, que siguen creciendo y aumentando, que viven diariamente con esa enfermedad que les impide llevar una vida como los demás, pero que a pesar de los pesares, y pese a sus inconvenientes, no dejan de desear, soñar, reír y amar la vida y su entorno, a pesar de sus enfermedades, dejándonos grandes lecciones sobre la existencia vital, sobre el valor de nuestras existencias, de aquello que verdaderamente es importante, mostrándonos una humanidad honesta y transparente, que más de uno la quisiera para él, donde no hay trampa ni cartón, sino sinceridad de primera, de vidas vividas, sobre la importancia y el valor de la vida, como único tesoro que tenemos, y tanto olvidamos por nuestras estupideces cotidianas. La vida, no como un todo, y una serie de objetivos personales, sino a través de sus momentos e instantes fugaces que nos hacen sentirnos vivos y bien con nosotros mismos, porque lo demás, lo que creemos que necesitamos no es más que un propósito, algo en el aire, algo todavía lejano, y seguramente, inútil para nosotros ahora mismo, en este momento e instante en el que todo está sucediendo y quizás nos perdamos eso tan valioso que tenemos como el aquí y el ahora, aprovechar cada instante porque quizás puede ser el único, y hacerlo desde un sentido humano, sin nada más material a nuestro alrededor, sólo nosotros y los que nos rodean.
<p><a href=»https://vimeo.com/233554348″>TRAILER GANAR AL VIENTO – V.O.S.E.</a> from <a href=»https://vimeo.com/filmburo»>Film Buró</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>
Encuentro con la actriz Bulle Ogier con motivo de la rueda de prensa de la presentación del ciclo «Jacques Rivette Nous appartient», junto a Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Catalunya. El acto tuvo lugar el martes 18 de abril de 2017 en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Bulle Ogier, por su tiempo, conocimiento, y generosidad, a Ainhoa Pernaute y Sandra Ejarque de Vasaver, y a Esteve Riambau y su equipo de la Filmoteca, en especial, a Pilar García de Prensa, por su generosidad, paciencia, amabilidad y cariño.
La película se abre de forma muy definible, dejando claro la situación que se nos planteará más adelante. Una pareja de chavales se besuquean ocultos tras un árbol en un apartado del patio del instituto al que van. En un momento, la chica comienza a descender para practicarle una felación al chico, pero se detiene, y se excusa diciendo que no le guste. El chico lo acepta y le recrimina que porque no se lo había mencionado. La puesta de largo de Guillaume Senez (Uccle, Bélgica, 1978) se centra en el universo de la adolescencia, como sus premiados cortometrajes, en Maxime y Mélanie, dos chicos que se aman, y juegan al amor con su ingenuidad y torpeza, propios de la edad. El conflicto estalla cuando ella le comunica que está embarazada. A partir de ese instante, Maxime convencerá a Mélanie a tener ese hijo. Senez nos cuenta su fábula a partir de un tono realista, casi documental, desde la intimidad y la cercanía, siguiendo los andares, las miradas, los gestos, y los amores de estos dos chicos, un estilo cercano parecido a sus paisanos los hermanos Dardenne o al Van Sant de Paranoid park.
Aunque quieren ocultarlo, los chicos no consiguen que sus respectivos padres tomen cuenta del asunto, y toman diferentes puntos de vista. La madre de Maxime, sus padres están separados, acepta que su hija quiera ser padre y le presta su ayuda, en cambio, la madre de Mélanie, que ya pasó por semejante situación, se niega a que tengan el niño, y emprenderá una ardua tarea en que así sea. Senez opta por contarnos su drama adolescente a partir de la mirada de Maxime que, sigue empeñado en ser padre y convertirse en un portero de fútbol profesional, por el que opta a unas pruebas, y no sólo tendrá que enfrentarse a su inmadurez y torpeza en su nuevo estatus, sino que deberá batallar contra los deseos de su suegra, como cariñosamente se llaman al inicio del filme. Senez no toma partido por ningún punto de vista de los que retrata, mira a sus personajes de frente, entendiendo las razones de cada uno, mostrándonos las diferentes miedos y complejidades que van surgiendo, resultan muy aleccionadoras las conversaciones de los adolescentes con el psicólogo de planificación familiar que, entiende su postura de llevar adelante el embarazo, pero les informa de las inmensas dificultades de cuidar un bebé a sus edades.
La película propone un conflicto moral, en el que los personajes implicados exponen su opinión, de forma sincera y humana. Kacey Mottet-Klein, visto en Sister, de Meier o Cuando tienes 17 años, de Techine (autor que ha explorado con eficacia el mundo adolescente) y la debutante Galatea Bellugi son la admirable pareja protagonista que da vida a los adolescentes enamorados, componiendo unos personajes que emanan vida, naturalidad y sentimiento a flor de piel. Senez construye un admirable cuento de ahora, muy actual, con problemas que surgen en nuestras ciudades, a nuestros semejantes, como el aborto o la adopción, y lo hace de manera cercana y sincera, huyendo de la sensiblería y la lágrima fácil, aquí no hay nada de eso, nos presenta el conflicto y se toma su tiempo para mover su historia y a sus personajes, provocando la discusión moral entre los espectadores.
Una historia de amor adolescente sencilla y emocionante que, recuerda a Una historia de amor de Andersson o Mes petites amoureuses, de Eustache o Passe ton bac d’abord, de Pialat, sin olvidarnos de otras cintas que han abordado el embarazo en la adolescencia como Un sabor a miel, de Richardson, Adiós, cigüeña, adiós, de Summers o las más recientes, Juno, de Reitman o Precious, de Daniels, todas ellas desde perspectivas y formas diferentes. Amores inocentes, frágiles, de los de verdad, del que no está sujeto a interés capitalistas y demás, filmando a dos chicos que se aman, que practican sexo, aunque a veces el amor no es suficiente, la vida y sobre todo, la sociedad en la que nos movemos nos obligan a ser responsables demasiado pronto y nos aparta de los sueños de ser quiénes somos y llevar una vida acorde con lo que sentimos.