Entrevista a David Trueba

Entrevista a David Trueba, director de la película «Saben aquell», en la terraza del Hotel Zenit en Barcelona, el lunes 23 de octubre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a David Trueba, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Carolina Yuste

Entrevista a Carolina Yuste, actriz de la película «Saben aquell», de David Trueba, en la terraza del Hotel Zenit en Barcelona, el lunes 23 de octubre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Carolina Yuste, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Gerard Jofra

Entrevista a Gerard Jofra, hijo del humorista Eugenio y autor de las novelas «Eugenio» y «Saben aquell que diu», sobre la película «Saben aquell», de David Trueba, en la terraza del Hotel Zenit en Barcelona, el lunes 23 de octubre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Gerard Jofra, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Saben aquell, de David Trueba

LA MUJER QUE AMÓ A EUGENIO.

“¿El humor? No sé lo que es el humor. En realidad cualquier cosa graciosa, por ejemplo, una tragedia. Da igual”.

Buster Keaton

Desde que fuera uno de los guionistas de aquella delicia que fue Amo tu cama rica (1991), de Emilio Martínez-Lázaro, el humor ha sido una de los palos mayores en la carrera de David Trueba (Madrid, 1969), pero no un humor chabacano y grosero, de chiste fácil, nada de eso. El humor del menor de los Trueba es irónico, inteligente, socarrón y muy crítico, un humor azconiano, una forma de enfrentarse con risas a la tragedia de la vida. Fue con su segunda película, la injustamente vapuleada Obra maestra (2000), en la que ofrecía una visión dura y triste de la soledad del artista, y de aquellos otros, más bufones, que pretendían serlo. Con trece largometrajes, un buen puñado de series, novelas, ensayos y guiones para otros, encontramos tres ficciones basadas en personajes reales. La primera, Soldados de Salamina (2003), basada en la novela homónima de Javier Cercas que hablaba de la peripecia de Rafael Sánchez Mazas durante la Guerra Civil. Diez años después, llegó Vivir es fácil con los ojos cerrados, sobre la aventura de Antonio, un maestro de inglés que quería conocer a John Lennon en la España gris de los sesenta. Ahora, una década después, otra vez, llega otro personaje real, el humorista Eugenio (1941-2001), que se autodenominaba como “Intérprete de cuentos”, un hombre de humor que fue uno de los reyes de la risa en las décadas del ochenta y noventa. 

El relato se centra en trece años, los que van del 1967 hasta 1980, el tiempo en que Eugenio Jofra dejó de ser joyero y se convirtió en un incipiente artista de la “Nova Cançó”, primero, y luego, en el genio que todos recordamos. A partir de una sublime y fidedigna reconstrucción de la época, llena de detalles, donde no hay nada que chirríe y exista ese decorado demasiado edulcorado y preciosista, en Saben aquell no hay nada de eso, sino todo lo contrario. El acertadísimo y revelador título de la película, que era la frase con la que Eugenio empezaba su repertorio, y el período elegido para contarnos la historia que narra, basada en los libros Eugenio y Saben aquell que diu, ambos de Gerard Jofra, primogénito del artista, apoyándose en un guion que firman Albert Espinosa, de sobra conocido por su faceta en el teatro, en la novela y en el cine, y el propio Trueba, en la que nos cuentan en aquella España grisácea y triste, como la que contaba Vivir es fácil… , pero ahora en Barcelona, en la que el joven veinteañero Eugenio conoce a Conchita, una joven que quiere hacerse un hueco en el mundo de la música con su guitarra y canciones. El amor los junta y empiezan a cantar con más dificultades que éxito. 

La película profundiza en el hombre y en su faceta más íntima y desconocida, antes del fenómeno Eugenio, y lo hace desde la intimidad y la cotidianidad, sin sobresaltos ni estridencias argumentales, de forma lineal, con pausa y con atención, consiguiendo atraparnos a los espectadores a partir de una naturalidad y transparencia. Los que vimos el documental Eugenio (2018), de Jordi Rovira y Xavier Baig, ya sabíamos los pormenores de esos difíciles comienzos en el mundo del espectáculo, pero no entra en conflicto con Saben aquell, y no lo hace, porque la trama se mueve entre dos líneas bien definidas: la historia de amor de Eugenio y Conchita, y sus complicados caminos en el mundo de la cançó, y por otro lado, la historia del país que estaba a punto de el cambio, con la muerte del dictador y los primeros años de la democracia en aquella transición dura y compleja. En ese sentido, la película podría haberse llamado Conchita, como ocurría en Doctor Zhivago (1965), de David Lean, en que Lara, la mujer del citado matasanos, se convertía en la alma mater de la vida del protagonista. En Saben aquell, la cosa va por el mismo estilo, porque conocemos a Conchita, una mujer fuerte, valiente y enamorada, que creía en el talento de Eugenio, en su peculiar voz, que mezclaba el catalán y el castellano, en su don de gentes, y sobre todo, en el personaje de negro que creó, contando sus cuentos de forma tan peculiar, imperturbable, seria, su cubata, su tabaco y el gesto inconfundible, y sobre todo, el cariño que le profesó un público atónito con un tipo triste pero que les hacía reír a carcajadas. 

Una luz claroscura que encuadra de forma precisa y a conciencia cada espacio y cada personaje, en un gran trabajo de cinematografía de Sergi Vilanova Claudín, que ha trabajado en documental, ficción con Calparsoro y Sánchez-Arévalo, y en series con Berto Romero. El brillante y rítmico montaje de Marta Velasco, una crack con más de cuarenta películas a sus espaldas con Jonás Trueba, Carlos Vermut y Fernando Trueba, entre otros, en la sexta colaboración con David. Y qué decir de la exquisita y envolvente música de una fenómena como la trompetista Andrea Motis, que ya compuso la banda sonora del documental El sueño de Sigena. Qué decir de su maravilloso reparto, muy heterogéneo que como es habitual en David, funciona muy bien sin alardes, con la mayor sencillez y cercanía posibles. Tenemos a Ramón Fontseré en el rol de dueño de la sala donde actúan los protagonistas, en su tercera película con Trueba, después de las citadas de personajes reales, Pedro Casablanc como manager de Eugenio, con esa fuerza y voz derrochante, Marina Salas es la hermana de Eugenio, Matilde Muñiz y Quimet Pla son los padres del artista, la bailaora Cristina Hoyos hace de madre de Conchita. Después nos encontramos con variados y sorprendentes cameos que van, por no desvelar todos, los de Ignacio Martínez de Pisón, Anna Alarcón, que ya estuvo en A este lado del mundo, Paco Plaza y Mónica Randall, que interpretan a figuras muy populares y a ellos mismos. 

Hemos dejado para el final a los dos tótems de la película: un David Verdaguer en la piel de Eugenio, que no lo imita, es él, convenciendo sin abrir la boca, con ese gesto, esa ceja arriba y esa pose de la sombra del caballero de la triste figura, o alguno de esos personajes tan anodinos e invisibles que hacía el genial Keaton. Hace de  alguien que tuvo que lidiar con su carácter extremadamente  introvertido y gran timidez para contar sus cuentos. Verdaguer demuestra para que ellos que todavía lo dudaban, ser uno de los más grandes intérpretes de su tiempo, consiguiendo lo más difícil, ser el artista y sobre todo, el hombre triste que había detrás, con su seriedad, sus noches sin fin, sus ausencias, y sobre todo, su mundo interior que era todo lo contrario del personaje que tuvo que interpretar encima de un escenario. Para el personaje de Conchita, tenemos a Carolina Yuste, que es ella, sin poses ni imitaciones, con su belleza, frescura, inteligencia y encantadora, reflejando esa fuerza avasalladora que era, y que hizo no sólo a Eugenio, sino que domó a la fiera interior que era Eugeni Jofra Bafalluy y le sacó todo aquello que tenía, creyó en él, porque era una mujer que creía en el amor y en la felicidad de la persona que tenía al lado.  

Por favor, no se fien si leen o escuchan por ahí que la película sobre Eugenio es así o asa, porque se estarán perdiendo una experiencia sumamente enriquecedora, porque Saben aquell, una de las mejores películas de David Trueba, con permiso de La buena vida, la mencionada Soldados de Salamina y Madrid 1987, es una obra que  les habla desde la “verdad”, desde la misma verdad que mira al personaje y a la persona que se escondía tras las cortinas, o cuando acaba el show y se ponía a charlar, fumar y beber con sus allegados y demás. Y no sólo eso, también conocerán su entorno, su espacio más íntimo, su lado más invisible, y a Conchita, una mujer que fue clave en su vida y significó todo lo que fue y lo que es, en su maravillosa y envolvente historia de amor, de las de verdad, no las otras. Estamos frente a una película que es más que eso, es una parte de la crónica de nuestro país, de aquellos que nos hacían reír, que buena falta nos hacía y nos hace, y conocer lo que había detrás, un tipo que fue intérprete de cuentos, como decía él, muy a su pesar, como casi todas las cosas bonitas que nos suceden en la vida, por casualidad, y totalmente por azar, que conozcamos a alguien y todo cambie, y para siempre. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Jordi Rovira y Xavier Baig

Entrevista a jordi Rovira y Xavier Baig, directores de la película «Eugenio». El encuentro tuvo lugar el martes 2 de octubre de 2018 en la oficina de la productora REC produccions en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a jordi Rovira y Xavier Baig, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Ot Burgaya de El documental del mes, por su tiempo, cariño, generosidad y paciencia.

Eugenio, de Xavier Baig y Jordi Rovira

EL HOMBRE QUE HACÍA REÍR.

“El humorista… Yo creo que está de por si en contra de todo lo establecido. Entonces hace humor y es una especie de válvula de escape para evadirse de la realidad. El humor no es cuando uno está contento. El humor verdadero sale de penas, de desgracias. En aquel momento es cuando uno demuestra que tiene sentido del humor y es cuando tiene que salir el humor. En momentos trágicos.

Eugenio

Lucy, el personaje que interpretaba Lillian Gish en Lirios rotos, se ayudaba de su mano para dibujar una leva sonrisa que era el fiel reflejo de su triste existencia. La vida de Eugeni Jofra Bafalluy (1941-2001) más conocido como “Eugenio”, se acercaría mucho a ese leve gesto, al de un hombre triste que se ganaba la vida contando chistes, haciendo reír a los demás, encima de un escenario noche tras noche, con su gesto impasible, completamente de negro, detrás de unas gafas grandes y oscuras, bebiendo un whisky e inhalando el humo de sus cigarrillos, y con aquella frase que ya forma parte de la vida de tantos españoles “¿Saben aquel que diu…?”.

Eugenio, la película de Xavier Baig y Jordi Rovira, junto a Òscar Moreno en labores de producción, equipo que ya habían realizado el documental Joana Biarnés, una entre todos (2015) donde retrataban de forma rigurosa y sincera la biografía de la primera fotoperiodista española, rescatando una figura condenada al olvido. Ahora, vuelven a acercarse al retrato biográfico con una de las figuras más representativas de los 80 y 90, el inconfundible humorista Eugenio, pero no lo hacen de manera ilustrativa y siguiendo, en mayor o medida, sus suertes y desgracias, sino que van más allá, rescatando imágenes de archivo que muestran la infancia, adolescencia y juventud de Eugenio, sus calles, sus colegios y sus amoríos, y cómo no, Conchita Alcaide, el amor de su vida, la mujer que lo hizo quién era, con la que soñaba con cantar canciones protesta y triunfar en los escenarios. El destino le deparó otro éxito, el de contar chistes, aquellos que tímidamente empezó entre canción y canción.

Los directores barceloneses complementan su película con una treintena de testimonios, sus hijos, su familia, la mujer que lo amó, sus admiradores, sus colaboradores más íntimos y todos aquellos que en algún momento de su vida conocieron, debatieron y disfrutaron de la presencia y la compañía de Eugenio. Aunque la película se cimenta bajo una estructura lineal, hay saltos en el tiempo que nos llevan a la verdadera personalidad del humorista, un hombre que tuvo que sobrevivir después de la tragedia que lo azotó, viviendo entre galas y galas, llevando un éxito que en muchos momentos creía inmerecido, y viviendo sus noches interminables entre copas, cigarros, risas y demás, noches que nunca se terminaban y unas empezaban cuando aún no habían terminado las del día anterior. Descubriremos su genio, su manera original y magnífica de afrontar el humor, de su innata capacidad para la narración y sus lentos pero seguros comienzos en aquella Barcelona del tardofranquismo donde proliferaban los clubs y salas de fiesta y discotecas, la plenitud de su carrera, donde la televisión y los empresarios del espectáculo se lo rifaban, y también, conoceremos su otro lado, aquel que no atendía a sus hijos y mujer debidos a sus largas ausencias que cada vez eran más largas, sus caídas al infierno de la cocaína, problemas de salud, resucitamientos y recaídas varias, su vuelta a los escenarios y finalmente, su fallecimiento.

El retrato de Baig y Rovira evita los juicios y los sentimentalismos, retrata a aquel hombre que arrastraba su tristeza, mientras subía a los escenarios a hacer reír al público, al humorista triste que buscaba refugios muy oscuros para salir del pozo en el que se encontraba, como aquellos que se saben condenados hagan los esfuerzos que hagan para salir de sus agujeros oscuros. La película realiza un retrato honesto y sencillo sobre el artista cuando no estaba en los escenarios, cuando se convertía en Eugeni Jofre Bafalluy, un hombre que cuando se subía al escenario lo era todo con sus chistes y su manera intrínseca de hablar, mezclando el catalán y el castellano, y alimentando sus espectáculos con esas maravillosas pausas y miradas que lo eran todo. Eugenio era aquel payaso triste que hacía reír, aunque su alma siempre estuviera encerrada sin encontrar la salida, y todas aquellos resquicios de luz que se lanzó a descubrir, tarde o temprano se tapaban y Eugenio volvía a su estado de ánimo. La película cuenta muchas cosas, no deja casi nada en el tintero, acercándose con toda la humildad y sobriedad que el personaje requiere, contándonos al hombre que había detrás del humorista, aquel que se encerraba en sí mismo, el señor de negro que vivía sin ilusión ni esperanza, aunque eso sí, siempre tenía algo para contarnos, y sobre todo, para hacernos reír.