Encuentro con el filósofo y cineasta Georges Didi-Huberman, con motivo de la presentación de las exposiciones «En el aire conmovido. Imagen-Emoción-Utopía», en el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona y «Geroges Didi-Huberman. Al taller del filòsof» en la Filmoteca de Catalunya, con la presencia del protagonista, acompañado de Judit Carrera, directora del CCCB, Manuel Segade, director del Museo Nacional de Centro de Arte Reina Sofia, Pablo La Parra Pérez, director Filmoteca y Lucía Montes Sánchez, comisaria expo Filmoteca, en la Sala Mirador del CCCB en Barcelona, el miércoles 7 de mayo de 2025.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Georges Didi-Huberman y todos los presentes, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Jordi Martínez de comunicación de Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Presentación de la programación Filmoteca Catalunya 2025 y Balance 2024, con la presencia del director de la institución, Pablo La Parra Pérez y Sònia Hernández Almodóvar, Consellera de Cultura, en la Filmoteca en Barcelona, el martes 17 de diciembre de 2024.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pablo La Parra Pérez y Sònia Hernández Almodóvar, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Jordi Martínez de Comunicación Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
Presentación de Pablo La Parra Pérez como nuevo director de la Filmoteca de Catalunya, junto a Natàlia Garriga, Consellera de Cultura de la Generalitat de Catalunya, en Bar La Monroe, en Barcelona, el viernes 19 de julio de 2024.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pablo La Parra Pérez y Natàlia Garriga, por su tiempo, sabiduría, y a Jordi Martínez de comunicación de la Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Presentación del libro «Els cinemes de la meva vida», de Carles Mir, con la presencia del autor y Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Catalunya, en la Biblioteca de la institución en Barcelona, el jueves 23 de noviembre de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Carles Mir y Esteve Riambau, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de la Filmoteca, por por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Presentación de la programación Filmoteca Catalunya 2024 y Balance 2023, con la presencia del director de la institución, Esteve Riambau y Natàlia Garriga, Consellera de Cultura, en la Filmoteca en Barcelona, el viernes 15 de diciembre de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Esteve Riambau y Natàlia Garriga, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Jordi Martínez de Comunicación Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
Entrevista a Ferran Alberich, conservador y restaurador de la Filmoteca de Catalunya, con motivo de la presentación del programa de digitalización del Cinema Català, en la sede de la institución en Barcelona, el martes 21 de febrero de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ferran Alberich, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Jordi Martínez de Comunicación de la Filmoteca, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.
Presentación de la programación Filmoteca de Catalunya 2023 y Balance 2022, con la presencia de Esteve Riambau, director de la Filmoteca, y Natàlia Garriga, Consellera de Cultura, en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el viernes 16 de diciembre de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Esteve Riambau y Natàlia Garriga, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Jordi Martínez de Comunicación Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
“La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir”.
Milan Kundera
La película se abre con unos planos que podrían ser de cualquier película de Abbas Kiarostami, con ese río, sus pesadores, esos caminos curvilíneos, la vida y las gentes del mundo rural, la cotidianidad y la intimidad de la vida, para pasar luego a plena urbe de la mano de Erfan Shafei, nuestro guía físico y espiritual por este viaje por la música y la cultura tradicional iraní, en un momento glorioso a bordo de su automóvil, en una película que nos remite a una de las últimas de Jafar Panahi, mientras a grito pelao canta el tema “Ashianeh”, de Reydoon Farrokhzah, una canción pre-revolucionaria que suena de su casete. Dos instantes únicos y espectaculares para abrir Un blues para Teherán, el sentido, personal y sincero homenaje de Javier Tolentino al cine y la cultura iraní, nacida de su fascinación por el cine de Irán, con los citados nombres a los que habría que añadir los de Mohsen Makhmalbaf, Dariush Mehrjui, Bahman Ghobadi y Mohammad Rasoulof, entre otros. Un cine que ha copado muchas horas de radio en el mítico programa que ha conducido Tolentino desde hace más de dos décadas. Un cine sobre la vida, la cotidianidad y la cultura iraní, lleno de poesía, sabiduría y talento, que, curiosamente, no tiene apenas música.
Tolentino nos ofrece un viaje por sus lugares, tanto del universo rural como urbano, acompañados de su música, sus gentes, como ese impagable momento en que un pescador explica su día a día, reflexionando sobre su familia, el trabajo y la sociedad iraní, o aquellos otros en los que músicos tradicionales muestran su arte, como la actuación de Golmehr Alami, que reivindica su derecho a mostrar su música y su cante, porque en el país se prohíbe la música a las mujeres. Erfan es el guía de este peculiar viaje musical por Irán y Kurdistán, un joven kurdo, que ha tenido que parar el rodaje de su película, por las restricciones y absurdas leyes de Irán, que también le escucharemos tocar y cantar, enfrentado a un futuro difícil, y no sabe nada del amor. La película nos habla de música, de compositores e intérpretes, y claro está, de seres humanos, y política, pero lo hace desde lo humano, como diría Gramsci, desde la vida y la naturaleza, como esos instantes de aves, ríos y mar, donde parece que el tiempo se detiene, donde la intemporalidad del cine iraní va contagiando la película, llevándonos hacia un estado espiritual sin dejar de tener los pies en la tierra.
La película tiene el aroma que recorrían Canciones para después de una guerra (1976), de Patino, y el viaje musical que proponía Cruzando el puente: los sonidos de Estambul (2015), de Fatih Akin, y el inicio de Cold War (2018), de Pawlikowski, donde sus protagonistas grababan música tradicional, retratos íntimos y muy personales de una tierra a través de su música, sus canciones, sus gentes, sus formas de vida, y sobre todo, sus lugares en el mundo, esa cotidianidad llena de trabajo, de política, y de vida. La película tiene momentos alucinantes como ese instante nocturno donde vemos Teherán mientras suena ese fantástico blues “Nostalgia de Teherán”, que ha compuesto especial para la película Walter Geromet, o ese otro, en la barbería, donde Erfan crítica las estúpidas leyes de Irán que le impiden contar con un inversor extranjero para su película, y la razón que en el cine iraní no haya música, y ese otro instante en que el propio Erfan habla del amor con su amiga, o la secuencia divertidísima junto a sus padres y el loro. Una parte técnica de primer nivel con las aportaciones de la extraordinaria luz del cinematógrafo Juan López, que sabe captar la belleza que transmiten los espacios iraníes, el inmenso trabajo de sonido de una grande como Verónica Font, y el magnífico trabajo de montaje de un excelso Sergi Dies, captando el ritmo de lo visual, sonoro y paisajístico del film.
La magia y la honestidad que emanan de las imágenes poéticas y de verdad de Un blues para Teherán, la convierten en una de las películas de la temporada, por su sencillez y complejidad, por su amor al cine, a la música y al cultura iraníes, y sobre todo, a la vida, como el sentido fragmento del poema que escuchamos extraído de “El pájaro era solo un pájaro, y otros poemas”, de Forugh Farrojzad, la maravillosa poetisa y autora de una de las grandes obras del cine iraní como La casa es negra (1962). La opera prima de Javier Tolentino, coescrita con Doriam Alonso, es un inolvidable viaje musical y vital por Irán y sus gentes, encontrándonos con las diferentes formas de vivir y sobre todo, de expresarse a través de la música, capturando la idiosincrasia de sus gentes, con esa poesía que tanto anidaba en el cine iraní que enamoró a Tolentino y daba buena cuenta en su libro “El cine que me importa”. Todo ese amor es ahora devuelto en una retrato-relato que pretende asomarse de forma sencilla e íntima a todo ese universo y cultural que se oculta en un país dominado por un régimen autoritario, donde sus gentes encuentran su espacio o su libertad en la música, esa herramienta indispensable para conocer, conocerse y sobre todo, relacionarse con los demás, y con uno mismo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
En los primeros minutos de Herencia, la opera prima de Ana Hurtado, se mueve entre músicos, entre diferentes estilos de música cubana, y algunos de sus maestros, se mueve entre personas mayores que legan su arte a los jóvenes, y es en ese instante en que la película adquiere todo su significado, porque no será otra película sobre la efervescencia de la música en Cuba, que es muchísima, sino que a través de la música, nos adentraremos en un relato-retrato poliédrico sobre lo que significa Cuba y sobre todo, ser cubano, esa cubanidad que hace de los habitantes de la isla caribeña un lugar insólito, único y complejo. La directora nacida en Úbeda (Jaén), pero criada en Sevilla, se muestra como una observado inquieta y muy curiosa, se aleja de esa mirada paternalista y sentimental que algunas películas hacen de Cuba, para mirarse como una más, para profundizar en esa cubanidad, y lo hace desde muchos puntos de vista diferentes, otorgando a la película un valor, no solo como documento excepcional, sino capturando esa otra isla, ese otro país, a través de los diferentes sentimientos religiosos, o dicho de otra forma, los diferentes caminos de acercarse a Dios.
Herencia se mueve como un cubano más, mira, retrata y dialoga con todos y todo, generando ese vínculo de los cubanos con su pasado y presente, desde el legado de sus antepasados africanos que fueron llevados por la fuerza por españoles a trabajar en Cuba como esclavos, esa mezcla que tienen los cubanos, entre africanos y españoles, hacen del país un país vasto en cultura, y una forma de ser auténtica, también, hay espacio para otra manifestación cultural como el deporte, interpretado en el país como una idea de compartir, de sumar esfuerzos, y sobre todo, de comunidad, muy alejado al deporte de occidente como negocio. Y para redondearlo todo, algunos expertos en historia e idiosincrasia cubana ofrecen sus testimonios hablándonos del pasado y presente de Cuba, de su cultura, de su música, su religiosidad y deporte. Y cómo no, también escuchamos a algunos de sus protagonistas, auténticos maestros en sus diferentes artes, que nos hablan de la Cuba de antes y ahora, el maldito bloqueo estadounidense de más de sesenta años, y las dificultades económicas cotidianas que se enfrentan los músicos y demás figuras de la cultura cubanas, obligadas a pagar en efectivo.
Hurtado no ha hecho un documento planfetario sobre Cuba y su política económica, ni mucho menos, sino una película que celebra Cuba, los cubanos y sus caminos por y para la cultura, como bien y patrimonio del país, en el que conocemos su inmenso talento para la música y demás, el apoyo gubernamental hacia la cultura, pero no desde la oficialidad, sino desde las personas, desde las personas que viven y se aprovechan de toda esa inversión cultural. La película se rodea de grandes profesionales como el gran Paco Poch en la producción, que ha producido a gente tan importante como José Luis Guerin o Isaki Lacuesta, entre muchos otros, José Luis Lobato, un cineasta cubano con más de un cuarto de siglo de experiencia, también en la producción de la isla, Luís Camilo Widmaier en la cinematografía, que fue cámara de Balseros, el estupendo documental de Carles Bosch, y Pere Marco, director de Goodbye Ringo, en labores de edición.
La directora jienense-sevillana debuta con una película que tiene una duración de apenas una hora, pero muy bien aprovechada, porque retrata con acierto y alegría todo ese universo cultural, a través de la música, la religión y el deporte, para construir una película que siempre va más allá, que hace suya la complejidad de la cubanidad, y muestra la tremenda ebullición de unas gentes que tienen en Cuba su mejor legado, que recuerdan a sus ancestros con amor, pasión y respeto, y de toda esa mezcla fusionada, nacen verdaderas manifestaciones culturales que resultan atrayentes, apasionadas y libres, porque el estado ayuda a toda esa riqueza cultural, histórica y de carácter, en la que todo se recuerda, esa magnífica fusión afrocubana con detalles españoles, todo reunido, todo reivindicado, todo amado, todo legado, para generar esa combustión cultural infinita que los cubanos abrazan y se sirven de ella, para reivindicar su herencia, su identidad y su amor por su cultura. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
La película se abre en mitad de la selva, entre el espesor vemos el rostro de un joven indígena de la comunidad Krahô, que se acerca a una cascada. Entra en el agua como inducido por algo que lo llama, es la voz del padre muerto que le explica que el luto ha tocado a su fin y tiene que empezar el proceso del funeral para convertirse en chamán. Todo se desarrolla bajo un manto de sepulcral silencio, como si el tiempo se hubiera detenido, como si todo el mundo terral entrase en otro espacio, en un universo invisible donde habitan almas y espíritus que conviven con nosotros. La cineasta brasileña Renée Nader Messora conoció a la comunidad Krahô en 2009. Desde entonces trabaja con otros cineastas indígenas para reivindicar y conocer la cultura y tradición de esta comunidad del noroeste del estado de Tolcatins en Brasil, una tierra indígena que se extiende a lo largo de 3200 kilómetros cuadrados. Con la codirección del director portugués Joâo Salaviza, que ya había dirigido el largometraje Montaña (2015) sobre el proceso de pérdida de un familiar de un adolescente.
La primera película para Renée Messora, y la segunda para Salaviza, entre el documento y la ficción sobre otro proceso, el que transita Ihjâc, un joven de luto que se niega a aceptar su destino y combate contra él, que no es otro que convertirse en chamán como lo fueron sus antepasados, en que el libro de la antropóloga portuguesa Manuela Carneiro da Cunha Los muertos y los otros, un análisis del sistema funerario y de la noción de persona Krahô, se convirtió en fuente para la construcción de la película. Un relato con reminiscencias al Tabú, de Murnau, en su exquisita forma en la que abundan los encuadres ceremoniosos y antropológicos, donde vida y cine se funden creando un espacio en ocasiones, inmaterial y poético, donde todo se mezcla y se erige hacia una forma sincera y honesta de contar una fábula de iniciación donde alguien se muestra resistente intentando evitar su destino familiar y tradicional.
También encontramos el aroma indiscutible del cine de Apichatpong Weerasethakul en su mirada hacia lo divino, a aquello invisible a nuestros ojos, a todos los ausentes que nos habitan y que nos negamos a ver, a esa forma limpia y natural de filmar la selva, capturando todo aquello físico y material que se mueve frente a nosotros en contraposición a todo ese universo oculto e interior que define quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos. Messora y Salaviza nos sumergen en un mundo alejado de todo, donde el tiempo se ha detenido, donde las tradiciones y culturas dirigen la vida de esta comunidad indígena, en que todos sus componentes viven en consonancia con la naturaleza, con sus quehaceres diarios y sus difuntos, siguiendo caminando por unas formas de vida que se remontan a sus ancestros. La película convive con muchas formas desde lo antropológico, donde somos testigos de los ritos y fiestas que van celebrando, sus casas y sus conversaciones, desde lo colectivo a lo más íntimo, desde la vida de la comunidad al conflicto que padece Ihjàc, que junto a su mujer e hijo, se enfrentan a aquello que los convierte en guía espiritual de la comunidad, a ser quién no quiere ser, a no aceptar un destino escrito mucho antes de que el naciese.
Encontramos ciertos elementos formales y narrativos en la película el abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra, donde un indígena, último en su especie, se adentraba con un viajero blanco en la búsqueda de una planta milagrosa. La estructura de esta fábula iniciática, profunda y bella, se divide en tres tiempos, el primer tramo, observamos al joven Ihjàc en sus (des) encuentros con su padre ausente y su preparación para convertirse en chamán, y todas las dudas que le asaltan y la necesidad de huir, procedimiento que hará en el segundo tiempo del relato, cuando huye a la ciudad, donde se encuentra con otra forma de vida, alineada y dirigida a producir dinero, tan diferente a su existencia en su comunidad. Allí, Ihjàc se negara a aquello evidente y a no encontrar las herramientas para conseguir esa calma que tanto ansía, como si los espíritus de la selva fuesen tras él, y el tramo final, donde el joven Ihjàc tendrá que decidir su destino y afrontar su futuro.
Messora y Salaviza muestran su película sin juzgar a sus personajes, desde la mirada respetuosa de algo que atrae y produce interés, pero desde una posición observadora, mostrando el relato y los conflictos que se desatan desde el prisma de ver, filmar y sobre todo, dejar ese espacio necesario para que el espectador se envuelva en la belleza del lugar, se contagie de las costumbres y tradiciones de la comunidad Krahô y también, descubra una forma de entender y moverse por la vida muy alejada a la de nosotros, donde vivos y muertos comparten la existencia desde una forma muy diferente donde el peligro constante de la otra vida es real y existe, donde los integrantes de la comunidad los temen y los respetan en el sentido que sus vidas corren peligro. Una película que nos abre nuestros sentidos, donde los personajes, muy arraigados en lo real, son los propios integrantes de la comunidad, hablando su propio idioma indígena, con múltiples variaciones narrativas, donde lo real y lo ficticio se funden para mostrar un relato iniciático de una exquisita belleza formal y natural, donde la selva y todos los espíritus que anidan en ella se convierten en parte fundamental de la película, y sobre todo, como estas almas ausentes provocan y alinean la vida de los otros, los vivos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA