Encuentro con Werner Herzog

Encuentro con el cineasta Werner Herzog, con la presencia de Marc Vila y Liliana Díaz, Coordinadores Acceleradora de Cinema – La Selva. Ecosistema Creatiu, y Javier Fuentes Feo, Director Muestra de Cine de Lanzarote, en el Hall del CCCB en Barcelona, el miércoles 20 de octubre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Werner Herzog, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a la gran labor de la intérprete Marta Altimira, y a Núria Costa de Trafalgar Comunicació, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

 

Entrevista a Pablo Maqueda

Entrevista a Pablo Maqueda, director de la película “Dear Werner (Walking on Cinema)”, en el Room Mate Anna en Barcelona, el lunes 23 de noviembre de 2020.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pablo Maqueda, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute y Sandra Ejarque de Vasaver, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Dear Werner (Walking on Cinema), de Pablo Maqueda

LA SOLEDAD DEL CINEASTA EN CAMINO.

“Camina por los bosques. Camina por la niebla. Camina por tus sueños. Camina hasta alcanzar la cima de cada una de las grandiosas montañas en tu camino”

Werner Herzog

En el invierno de 1974, Werner Herzog (Múnich, República Federal Alemania, 1944), con motivo de la grave enfermedad que padecía Lotte Eisner (1896-1983), crítica, historia y escritora cinematográfica, y mentora del cineasta alemán. Herzog emprendió una marcha a pie, recorriendo en 23 días los 775 kilómetros que separan Múnich de París.  Una travesía que el director teutón recogió en el diario De caminar sobre hielo, en el que leemos reflexiones y pensamientos sobre la creación, la soledad del cineasta, el tiempo y la historia de los lugares que visitó y muchas ideas acerca de la vida, del caminar, y sobre todo, de la frustración y el miedo ante el rechazo y la decepción. Cuarenta y cinco años más tarde, y dominado por el deseo de librar una carta de amor a su guía cinematográfico, el cineasta Pablo Maqueda (Madrid, 1985), sigue los pasos y huellas de Werzog, como hizo el director alemán, con la película Nomad: In the Footsteps of Bruce Chatwin (2019), donde volvía a los lugares e ideas del amigo fallecido.

El director madrileño invoca la vida y obra de Herzog, y recorre su mismo viaje-aventura, acercándose a la figura del cineasta y removido por una necesidad de rendir homenaje al maestro, aquel que provocó sus pasos en el cine. Dear Werner (Walking on Cinema), es un documento-carta-diario que tiene mucho del espíritu del clásico programa de la televisión francesa “Cinéastes de notre temps”, ideado en 1964 por Janine Bazin y André S. Labarthe, en el que jóvenes aspirantes al cine homenajearon a los grandes cineastas, o aquellas cartas filmadas bajo el título de “Correspondencias”, en la que también los más jóvenes rendían sinceros homenajes a sus maestros o mentores. Maqueda, que lleva muchos años produciendo a gentes como Chema García Ibarra o Marçal Forés, entre muchos otros, y dirigiendo películas para multiplataformas, empujado por el espíritu de Herzog, como una espacie de invocación al maestro, plasma en este viaje-ensayo todas sus reflexiones sobre el cine, la dificultad de encontrar financiación, la soledad del cineasta, y demás asuntos derivados de la existencia, los paisajes, las historias que encierran, y demás cuestiones, impregnándose del legado y la sabiduría de Herzog, al que escuchamos en algunos instantes de la película, y leemos en sus extractos del citado libro.

Una narración dividida por capítulos, filmada con cámara en mano, casi en plano subjetivo, en que el tiempo y la historia se van mezclando, donde recorremos los pasos y huellas de Herzog, de la mano y a través de los pasos de Maqueda, mirando y caminando por esos lugares, paisajes y pueblos, recorriendo su historia, como el pueblo natal de Juana de Arco, los fallecidos de la Primera Guerra Mundial, algunos personajes que recuerdan a la vida de Herzog, y filmando con ese espíritu aventurero, viajero, místico, poético y existencialista, tan del cineasta alemán, con sus instantes naturalistas o abstractos, homenajeando sus películas más bellas, aterradoras y psicóticas como Aguirre, la cólera de Dios, Fitzcarraldo, La cueva de los sueños olvidados, el gran éxtasis del escultor de madera Steiner, Encuentros en el fin del mundo, y otras de sus obras, impregnándose de la idea de creación del cine del alemán como una idea muy profunda, reveladora y muy personal de la representación artística, como una forma de autoconocimiento constante ante las frustraciones y decepciones de un oficio cruel y bonito, de un trabajo que requiere paciencia, seguridad, superación y sobre todo, no bajarse nunca del barco, seguir fuertes ante la adversidad, ante el no, ante los innumerables obstáculos, con esa idea interior del camino, con esa idea que recorre el universo de Herzog “El mundo se revela a quienes viajan a pie”.

Maqueda no solo ha hecho su particular y personal homenaje al cineasta que le empujó al cine, sino que además, ha conseguido una película honesta, sencilla y poética, y espectral, con esas brumas, neblinas y oscuridades, y la excelente partitura de José Venditii, que consigue evocarnos a esas atmósferas tan personales del genio alemán, muy fiel al espíritu de Herzog, que se revela como una aproximación muy profunda y realista a la soledad del cineasta, a todos esos momentos donde la búsqueda de financiación se convierte en una odisea cruel y maldita, aunque también, como todo en la vida, hay espacio para el goce y disfrute de la creación, donde todo está por hacer, donde la imaginación nos revela imágenes que todavía no han sido filmadas, cuando la vida y el cine se funden y convierten un espacio en algo fascinante, espiritual y místico, más allá del paisaje realista que estamos viendo, donde los sentidos viajan de forma que cine y vida conforman uno solo, una misma cosa, difícil de explicar y entender, que únicamente obedece a los sentidos, a todo aquello que está formado del material de los sueños, de ver más allá, de sentir más allá, de volar más allá, de que, a pesar de las dificultades y sinsabores, cuando nos atrapa ese misterio, ya no hay vuelta atrás, y no tenemos otro camino que seguir caminando. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Red Army, de Gabe Polsky

labocaredarmypcd550EL DEPORTE COMO ARMA DE ESTADO

Desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, la URSS y EE.UU. rivalizaron en todos los ámbitos, dirimiendo cual de las dos grandes potencias ejemplificaba mejor el modelo de estado y sociedad. Casi medio siglo de guerra fría que contaminó todos los sucesos internacionales en los que participaron los dos países. El deporte, y más concretamente la selección nacional, que actúa como símbolo de un país  y emblema de una manera de ser y pensar. La segunda película de Gabe Polsky (de padres soviéticos) –su debut fue en The Motel life (2012), donde se centraba en la relación fraternal de dos hermanos que se refugian en un motel después de verse involucrados en una accidente- se detiene en la Selección Nacional de Hockey sobre hielo de la Unión Soviética, llamada El ejército rojo, un combinado considerado por los expertos como el mejor equipo de la historia de este deporte. Para contarnos su auge y caída, parte de la figura de Slava Fetisov, capitán del equipo, mediante su testimonio y a través de otras figuras como Scotty Bowman, Anatoli Karpov  y Alexei Kasatonov, los otros cuatro integrantes del equipo, y demás testigos, etc… y la compañía de material de archivo, nos sumerge en la estructura de una gran nación y sus habitantes, donde se recuerda no sólo la trayectoria de aquel quinteto invencible, sino la vida y milagros de unos seres humanos que pertenecían a un país, el más grande de todos en extensión que rivalizaba con los Estados Unidos para ver quién ejercía más influencia por su forma de vida en el orden internacional. Fetisov habla sin tapujos frente a la cámara, describe su infancia y su amor al hockey desde el cariño y las penurias de una infancia dura, luego su alegría al hablarnos de los éxitos deportivos de su carrera, el viejo entrenador que le enseño a ser no sólo buen jugador sino una buena persona, las conquistas mundiales, medallas olímpicas y reconocimientos nacionales que lo exaltaron a héroe nacional. En la segunda mitad de la cinta, Fetisov nos habla del ordenamiento interno del país, de los severos y militarizados entrenamientos que lo alejaban de su familia y vida personal,  los problemas en los que se encontró cuando quiso irse a EE.UU. a jugar que coincidieron con el final de la Unión Soviética, que lo convirtieron en enemigo del pueblo, el desencanto de la vida capitalista hasta llegar a los tiempos actuales. Polsky ha parido un gran documento sobre el deporte, que actúa como magnífica metáfora y retrato de una época y un país ya extinguidos. Una obra que rezuma humanismo y honestidad, donde no juzga ni reprocha nada ni a nadie, cada persona se explica y recuerda su vida, donde hay aciertos y errores. El realizador se mantiene firme en su propuesta, extrae de sus testimonios todos los puntos de vista y posturas de los sucesos que relata, saca a la luz no sólo las alegrías, sino también las sombras y los agujeros negros que todos tenemos, así como la suciedad de cada uno, sus contradicciones y miedos. Destacar la presencia en labores de producción de Werner Herzog –que Polsky le produjo Teniente corrupto (2009)- y la figura de Jerry Weintraub, veterano productor con títulos como la saga O’ceans eleven (2001-2007), entre otros. Una visión realista, enérgica y eficaz del esplendor y desaparición de una gran nación a través de lo social, político y cultural.