Entrevista a Luis (Soto) Muñoz y George Steane, director y actor de la película «Sueños y pan», en el marco del D’A Film Festival, en los Jardines Mercè Vilaret en Barcelona, el sábado 6 de abril de 2024.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Luis (Soto) Muñoz y George Steane, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y a Marina Esteban Marín de Mubox Studio, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“El arte de la conversación es el arte de escuchar y de ser escuchado”
William Hazlitt
Durante la presentación de La academia de las musas (2015) su director, José Luis Guerín, la definió: Cómo hija de la crisis. Una película completamente pegada a la realidad y su contexto social, económico y cultural. La cinta de Guerín, al igual que otras muchas producciones, alejadas del amparo industrial, son obras consecuencias de la coyuntura social surgida a raíz de la devastadora crisis económica de 2008 que todavía continúa. “El otro cine” o “Cine Low Cost” son solo algunos de los términos que ha recibido esta forma de hacer cine. Un cine hecho en los márgenes, con presupuestos reducidos, a modo de cooperativas, recurriendo al micromecenazgo u otras vías de financiación local, para levantar proyectos que por su idiosincrasia y planteamientos se desvían de lo comercial. Asamblea, opera prima de Álex Montoya (Valencia, 1973) sería una de estas películas, una cinta que, además, se centra en una asamblea, reflejo de aquellas que surgieron de forma importante durante el 15M, reuniones grupales donde se hablan de los conflictos desde varias puntos de vista, y sobre todo, e deben tomar decisiones, decisiones que sigan promoviendo la lucha social y avanzando en la protesta.
Te quiero, El punto ciego, Marina, Maquillaje, Como conocí a tu padre o Lucas, entre otros, son algunos de los trabajos por los que Montoya ha cosechado innumerables premios en festivales naciones e internaciones. Películas cortas donde abunda la comedia, al igual que en Asamblea, que tiene su punto de partida en la obra teatral La gent, escrita por Juli Disla y Jaume Pérez, también guionistas de la adaptación, se centran en un grupo de personas que se han citado en un restaurant cerrado para una asamblea donde la orden del día ha dispuesto tres puntos, en la que deberán acordar la propuesta de Texto Definitivo referente al Concierto, desconocemos lo del Concierto, tampoco nos lo explicarán, ni mucho menos el litigio que los tiene allí convocados, solo que están en ese lugar, en la última reunión del verano para hablar de la propuesta y votar, nada más. Tenemos a dos representantes que llevan el orden de la convocatoria, y otros se sientan frente a ellos a escuchar y dialogar. Además, se añade un conflicto personal entre los dos representantes, y encima, uno de ellos, tiene que lidiar con una hija rebelde que encuentra en el restaurant de improviso.
La película aborda la necesidad del diálogo y la escucha como única fuente de entendimiento con el otro, compartir testimonios, ideas, pensamientos, exponer argumentos, cuestionar las razones del otro, y sobre todo, llegar a puntos en común y tomar decisiones grupales, la necesidad de ir todas a una. Los temas se plantean desde la disputa y la confrontación entre todos los participantes, los diferentes puntos de vista chocan entre ellos y aparecen diálogos, incluso discusiones y disconformidades, o las distintas formas de protesta, planteándose la dificultad de llevar un orden asambleario, y sobre todo, de seguir el plan propuesto, la desviación de ideas, más a la deriva personal que del asunto en cuestión, sin olvidarnos, de la innecesaria burocracia que a veces se mantiene en estas formas de asociación y protesta, donde existen demasiados vocales, representantes y expertos en la organización que ralentizan la lucha y avivan el enmarañamiento de las cuestiones, en la que el centro de la película se basa en la tremenda dificultad de llegar a acuerdos, en un tiempo donde el unir esfuerzos es tan necesario para crear un foco de fuerza, situación muy bien resumida en la película, en la voz de una de las representantes que exclama a hurtadillas: Es difícil, pero sigue siendo la mejor manera”.
La película es ágil, necesaria y valiente, batiéndose en único escenario, pero bien planteada con un montaje íntimo y lleno de nervio, pero sin espavientos, con naturalidad y conjuntando, exponiendo todos los conflictos que se van generando de forma enérgica y magnífica, conduciéndonos por todos los estados físicos y emocionales de los participantes durante la asamblea, siendo testigos in situ de la maraña de opiniones e ideas que convergen, situándonos en esa montaña rusa de emociones y desacuerdos constantes. Un buen reparto coral que maneja con claridad y perseverancia unos personajes distantes y diferentes que deben unir fuerzas, escucharse y entenderse por el bien común que les une, con unos excelentes Francesc Garrido y Cristina Plazas, los representantes y los que llevan la reunión, convirtiéndose en una especie de tour de force extraordinario y eficaz, lleno de matices y miradas, donde uno, Garrido, quiere aprobar la propuesta, mientras Plazas, no lo tiene tan claro y así lo hace saber a los demás.
Y el resto del conjunto encabezados por la naturalidad de Greta Fernández como hija de Garrido, con ese aire rebelde peor con carácter que irá demostrando, Nacho Fresneda, con ese aire chulesco y expeditivo, y el resto de integrantes como Sergi Caballero, más pendiente del móvil que otra cosa, Jordi Aguilar, con un secreto que desvelará, Lorena López, asintiendo y contando una experiencia durante una manifestación, Marta Belenguer, que dialoga como excusa para no perder su posición, María Juan, más escuchadora que otra cosa, Irene Anula (que ya había trabajado anteriormente en más de una ocasión con Montoya en sus cortos) reivindicativa y activa, Juna Mandli y Jorge Silvestre, que se ayudan y protestan al alimón, y finalmente, Abdelatif Hwidar, que parece ausente pero tendrá su minuto de gloria. Una película inteligente y audaz, con el aroma propio del mejor cine independiente estadounidense o el cine europeo más social y reivindicativo, donde la palabra adquiere todo el protagonismo, donde la palabra se convierte en alianza y lucha según la postura, una película de ahora, de nuestro tiempo, donde el diálogo y aunar esfuerzos y posiciones se hace más evidente y necesario que nunca. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Cielo y Tierra no tienen sentimientos:
tratan todas las cosas como perros de paja. El Sabio no tiene sentimientos: trata a toda su gente como perros de paja”
Tao Te Ching. Lao Tse
Un taxista silencioso conduce por una ciudad cualquiera por la noche, sube a un ejecutivo que dejará en un hotel, mientras que el taxista seguirá conduciendo sin rumbo aparente. En el hotel, el ejecutivo conocerá a Alex, una mujer solitaria y muy atractiva. Aunque todo parece obedecer a una convencionalidad aparentes, a partir de ese instante, la vida de Alex entrará muy a su pesar, en una tremenda espiral de violencia sin sentido donde una serie de personajes, a cuál más rudo y salvaje, se interpondrán en su camino, y donde Alex tendrá que sacar fuerzas de su interior para sobrevivir. La puesta de largo de Andrés Goteira (Meira, Lugo, 1983) es un thriller angustioso y febril, con una personalidad propia que agarra al espectador y no lo suelta en ningún instante, ya desde su título que deja las cosas claras por donde nos llevará su trama, ya que proviene de la fusión anglosajona entre dogs (perros) y hogs (cerdos) que nos viene a decir ese lado animal de los seres humanos, entre la fiereza y la sumisión, entre amos y esclavos, entre los poderosos y los desfavorecidos.
La apuesta de Goteira, tanto por su forma y contenido, podría parecernos a primera instancia, un refrito de grandes títulos de los setenta estadounidenses, pero lo que hace el cineasta lucense es agarrar los referentes para llevarlos hacia otro lugar, hacia su propio terreno, consiguiendo una trama, en la que apenas hay diálogos, y apoyándose en las sutiles y sobrias interpretaciones de su elenco, y construyendo unos espacios cinematográficos con un carácter diferente y sucio, que nos atrapa dejándonos sin aliento. La trama está contada a través de tres relatos, que unos dejarán paso a otro, en el que encontramos dos espacios, lo urbano y lo rural, pero sin grandes diferencias en la miseria humana, entre los perversos y las víctimas de esa perversión, en la que todos se mueven bajo instintos animales, donde no existe empatía, sino seres movidos por su sed sexual o violenta, sin tiempo para la reflexión o el pensamiento. Aquí, todos se mueven por aquello que sienten, por aquello oscuro y profundo de su ser, dando rienda suelta a aquello oculto y cruel, utilizando la violencia si es necesario, mostrando las diversas capas del carácter y conducta humanos.
Pero, Goteira aún retuerce más su espacio y su trama, dando paso al público, a nosotros, a esa cuarta pared que hablan en el teatro, mostrándonos al respetable, a los que se sientan cómodamente para presenciar el espectáculo, envueltos en la penumbra, casi en la invisibilidad, sin individualizarlos, creando una masa que vive grupalmente, y permanece inerte en sus asientos de manera colectiva, a los que intervienen o no en lo que están viendo, a ese grupo de espectadores que el cineasta gallego muestra como pasivo, sumiso y sin intervención alguno, sólo agradecido por el show, dejándose llevar como un espectador privilegiado, sin ningún tipo de intervención o protesta, ante tanta crueldad y violencia desatada, dispositivo que nos trae a la memoria el inicio de Opening Night, de Cassavetes, cuando nos mostraba la acción del teatro desde la mirada del público, para luego pasar a ese interior de lo que no ve el espectador, en el mismo juego de espejos vampírico que ocurría también en el comienzo de Holy Motors, de Carax, en que un público dormido o muerto era testigo de aquello que íbamos a presenciar.
Goteira nos envuelve en una atmósfera fascinante, con esa luz tenebrosa y asfixiante de Lucía C. Pan, tanto la urbana, con esa no realidad de la noche como aliada para los sedientos de sangre, y lo rural, con esas carreteras solitarias rodeadas de montañas, y esas gasolineras, donde todo lo perverso puede estallar en cualquier instante, o el espléndido trabajo de arte de Noelia Vilaboa, con esas casas lúgubres y casi abandonadas, donde hay pieles secándose, perros enfermos, hombres rudos y callados con la escopeta siempre a punto, donde reina el silencio, sólo roto por los graznidos de algún cuervo, sin olvidarnos de esa música rasgada e inquietante que acompaña de forma oscura todo lo que vamos viendo. El excelente reparto de la película que consigue incomodarnos, gracias a unas interpretaciones sencillas y muy sobrias, sin ningún aspaviento, ni nada que le parezca, bien sujetos a ese ambiente malsano y cruel que necesita la película, interpretando a almas solitarias y perversas, con los inmensos y sobrios Antonio Durán “Morris” y Miguel de Lira, muy bien acompañados por Carlos Blanco, y los sorprendentes María Costas, Iván Marcos y Suso López (uno de los productores, que además se reserva un breve papel) y la maravillosa Melania Cruz, que consigue transmitir tanto la dulzura y la rabia.
Goteira ha construido una magnífica e impactante película que se sumerge en la oscuridad de los humanos, en el que ha conseguido un excelente y crudísimo retrato sobre los males del ser humano, esa animalidad y violencia que anida en nuestro interior, que sale en el momento inesperado y haciendo daño aquel o aquella que se cruza en nuestro camino, consiguiendo transmitir esa maldad intrínseca y ese ambiente sucio y maloliente que nos rodea, sin olvidarse de sus referentes, como Peckinpah, Hellman o los tratamientos sobre la violencia de thrillers rurales como Defensa, de Boorman, o Furtivos, de Borau, y el cine de terror malsano y sucio de La matanza de Texas o Las colinas tienen ojos, donde la tranquilidad y la paz de la naturaleza no siempre son sinónimos de buena virtud y benevolencia, sino todo lo contrario, donde las peores pesadillas pueden hacerse realidad y no tener fin. Y añadiendo a los espectadores, la sumisión y complicidad de toda esa violencia y crueldad que anida en nuestra sociedad, con ese grado de manipulación en el que vivimos diariamente, en un mundo perverso completamente deshumanizado, donde unos y otros, amos o esclavos según la circunstancia, nos movemos como alimañas hambrientas a la espera de atacar o ser atacadas.