Cuñados, de Toño López

SECUESTRO A LAS TRES.

“¡Pero esto no es México, es Ourense, o no lo ves!”.

¿Qué puede fallar a tres tipos desesperados metidos a criminales por pura necesidad? Cuando Eduardo, por un tema burocrático que se ha complicado demasiado, y el azar ha querido que un incendio provoque que el seguro le reclame una cantidad de dinero que no tiene. Y aún más, los proveedores, de negocios ilícitos, y que la policía sigue los talones por un tema de drogas, y  no quieren saber nada del asunto. Eduardo, desesperado, le pide ayuda a su cuñado Sabonis, antigua estrella del C. B. Ourense de baloncesto. Ahora, un padre ingenuo e irresponsable, con un matrimonio en crisis. Ambos, deciden que la mejor forma de salir del entuerto es secuestrar al cuñado vividor de Alicia Zamora, la de los negocios turbios, el tal Modesto. La cosa sale mal como se podía esperar y se irá complicando a cada paso quedan. Con un guión de Araceli Gonda, y la dirección de Toño López (Ourense, 1971), pareja profesional en televisión con series de enorme éxito en la televisión de Galicia como 4º sen ascensor o Luci, unen nuevamente sus fuerzas para crear una comedia disparatadísima que tiene el mejor aroma de películas como Rufufú, de Monicelli, Historias de la radio, de Sáenz de Heredia, Atraco a las tres, de Forqué y Entre pillos anda el juego, de Landis, cine sobre desesperados que creen que cometer un delito será la solución de sus problemas de dinero, y claro está, la cosa no podía acabar peor, y enredarse muchísimo.

Una comedia de esta índole, y con esta textura y lleno de agitación constante y movimientos, donde el diálogo y el gag van marcando el tempo y la tensión, no puede funcionar sin la inmensa y estupenda labor de un terceto protagonista que brilla con soltura, comicidad y transparencia como Miguel de Lira, Xosé A. Touriñán y Federico Pérez Rey el resultado es una comedia inteligente, brillante y magnífica que, en la mejor tradición del género hay de todo: dinero de por medio, engaños, familia, vino, amor, desesperación, malentendidos, encuentros inesperados, y como no, baloncesto y la fase de ascenso a la ACB con la máximo rivalidad entre el Ourense y el Breogán. Porque los tres pinchapeces de turno, y encima cuñados, tienen enfrente a las mujeres, a las cuñadas, que no son otras que las respectivas mujeres, interpretadas por las magníficas Iolanda Muiños, María Vázquez y Eva Fernández, respectivamente. La de Eduardo es Cuca, la que regenta el heredado negocio familiar de vinos de alta calidad, el “Fillas do Ribeiro”, y enamoradísima de su marido. Luego, está Peque, madre de dos niñas y esposa de Sabonis, que está más por separarse que continuar con un tarambana. Y finalmente, para rizar más el rizo, nos encontramos a Mati la cuñada atractiva, soltera y de carácter, que encima es policía, así que el lío familiar, social y criminal está más que embrollado.

La productora gallega Portocabo, con amplia experiencia en series, trabajo bien reconocido ya que ha cosechado éxitos en televisión como Auga seca, que dirigió Toño López, o Hierro  para Movistar+, thrillers muy oscuros ahondando en el aspecto psicológico de los personajes, debuta en el largometraje de ficción con algo completamente diferente, una comedia de aquí y ahora, sobre tres tipos que a cada paso que dan, más se lían en su plan. Cuñados tiene intimidad y mucha risa, porque se ríen de todos los tópicos, empezando por esa forma de ser galega, de Ourense, y del vino, el pulpo, pero siempre con cariño y sin malicia, y sobre todo, adaptando todos los gags a la estructura del relato, que es de agradecer, todo tiene un sentido y es ágil, divertido y lleno de ritmo, todo va sucediéndose como si de un reloj suizo se tratase, creando esa atmósfera de diversión, social y esa mentira tan agradecida en unos personas e historia de estas características, creando esa tensión emocional que aún crea más situaciones cómicas y ridículas.

La música festiva y verbenera de Lamatumbá casa como anillo al dedo con una historia de enredos, mucho movimiento, y desesperación a raudales, con grandes secuencias como todo lo que gira alrededor del secuestro, la elaboración del plan, el sulfato en las viñas, y todo lo que gira en torno al restaurante que tiene mucha miga. Toño López, que había tenido grandes éxitos en la televisión de Galicia con thrillers como Auga seca, debuta en el cine con una historia a las antípodas, comedia loca, con aroma clásico, que sería un cruce imposible entre El quinteto de la muerte, de Alexander Mackendrick, Fargo, de los hermanos Coen, y La vaquilla de Berlanga, pero en Galicia, en galego y de ahora. Un coctel molotov, no, pero sí que a punto de explotar sin remedio, lleno de muchas risas o no, de un continuo ir y venir, con la familia de por medio, con inesperados compañeros de este viaje sin ton ni son, pero, eso sí, lleno de humanidad, simpatía y sobre todo, lleno de disparates. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Andrés Goteira

Entrevista a Andrés Goteira, director de la película “Dhogs”, en el marco del D’A Film Festival. El encuentro tuvo lugar el martes 1 de mayo de 2018 en el hall del Teatre CCCB en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Andrés Goteira, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, al equipo del D’A Film Festival, y a Laura Doval, productora de la película, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

Dhogs, de Andrés Goteira

ANIMALES SALVAJES.

“Cielo y Tierra no tienen sentimientos:
tratan todas las cosas como perros de paja. El Sabio no tiene sentimientos: trata a toda su gente como perros de paja”

Tao Te Ching. Lao Tse

Un taxista silencioso conduce por una ciudad cualquiera por la noche, sube a un ejecutivo que dejará en un hotel, mientras que el taxista seguirá conduciendo sin rumbo aparente. En el hotel, el ejecutivo conocerá a Alex, una mujer solitaria y muy atractiva. Aunque todo parece obedecer a una convencionalidad aparentes, a partir de ese instante, la vida de Alex entrará muy a su pesar, en una tremenda espiral de violencia sin sentido donde una serie de personajes, a cuál más rudo y salvaje, se interpondrán en su camino, y donde Alex tendrá que sacar fuerzas de su interior para sobrevivir. La puesta de largo de Andrés Goteira (Meira, Lugo, 1983) es un thriller angustioso y febril, con una personalidad propia que agarra al espectador y no lo suelta en ningún instante, ya desde su título que deja las cosas claras por donde nos llevará su trama, ya que proviene de la fusión anglosajona entre dogs (perros) y hogs (cerdos) que nos viene a decir ese lado animal de los seres humanos, entre la fiereza y la sumisión, entre amos y esclavos, entre los poderosos y los desfavorecidos.

La apuesta de Goteira, tanto por su forma y contenido, podría parecernos a primera instancia, un refrito de grandes títulos de los setenta estadounidenses, pero lo que hace el cineasta lucense es agarrar los referentes para llevarlos hacia otro lugar, hacia su propio terreno, consiguiendo una trama, en la que apenas hay diálogos, y apoyándose en las sutiles y sobrias interpretaciones de su elenco, y construyendo unos espacios cinematográficos con un carácter diferente y sucio, que nos atrapa dejándonos sin aliento. La trama está contada a través de tres relatos, que unos dejarán paso a otro, en el que encontramos dos espacios, lo urbano y lo rural, pero sin grandes diferencias en la miseria humana, entre los perversos y las víctimas de esa perversión, en la que todos se mueven bajo instintos animales, donde no existe empatía, sino seres movidos por su sed sexual o violenta, sin tiempo para la reflexión o el pensamiento. Aquí, todos se mueven por aquello que sienten, por aquello oscuro y profundo de su ser, dando rienda suelta a aquello oculto y cruel, utilizando la violencia si es necesario, mostrando las diversas capas del carácter y conducta humanos.

Pero, Goteira aún retuerce más su espacio y su trama, dando paso al público, a nosotros, a esa cuarta pared que hablan en el teatro, mostrándonos al respetable, a los que se sientan cómodamente para presenciar el espectáculo, envueltos en la penumbra, casi en la invisibilidad, sin individualizarlos, creando una masa que vive grupalmente, y permanece inerte en sus asientos de manera colectiva, a los que intervienen o no en lo que están viendo, a ese grupo de espectadores que el cineasta gallego muestra como pasivo, sumiso y sin intervención alguno, sólo agradecido por el show, dejándose llevar como un espectador privilegiado, sin ningún tipo de intervención o protesta, ante tanta crueldad y violencia desatada, dispositivo que nos trae a la memoria el inicio de Opening Night, de Cassavetes, cuando nos mostraba la acción del teatro desde la mirada del público, para luego pasar a ese interior de lo que no ve el espectador, en el mismo juego de espejos vampírico que ocurría también en el comienzo de Holy Motors, de Carax, en que un público dormido o muerto era testigo de aquello que íbamos a presenciar.

Goteira nos envuelve en una atmósfera fascinante, con esa luz tenebrosa y asfixiante de Lucía C. Pan, tanto la urbana, con esa no realidad de la noche como aliada para los sedientos de sangre, y lo rural, con esas carreteras solitarias rodeadas de montañas, y esas gasolineras, donde todo lo perverso puede estallar en cualquier instante, o el espléndido trabajo de arte de Noelia Vilaboa, con esas casas lúgubres y casi abandonadas, donde hay pieles secándose, perros enfermos, hombres rudos y callados con la escopeta siempre a punto, donde reina el silencio, sólo roto por los graznidos de algún cuervo, sin olvidarnos de esa música rasgada e inquietante que acompaña de forma oscura todo lo que vamos viendo. El excelente reparto de la película que consigue incomodarnos, gracias a unas interpretaciones sencillas y muy sobrias, sin ningún aspaviento, ni nada que le parezca, bien sujetos a ese ambiente malsano y cruel que necesita la película, interpretando a almas solitarias y perversas, con los inmensos y sobrios Antonio Durán “Morris” y Miguel de Lira, muy bien acompañados por Carlos Blanco, y los sorprendentes María Costas, Iván Marcos y Suso López (uno de los productores, que además se reserva un breve papel) y la maravillosa Melania Cruz, que consigue transmitir tanto la dulzura y la rabia.

Goteira ha construido una magnífica e impactante película que se sumerge en la oscuridad de los humanos, en el que ha conseguido un excelente y crudísimo retrato sobre los males del ser humano, esa animalidad y violencia que anida en nuestro interior, que sale en el momento inesperado y haciendo daño aquel o aquella que se cruza en nuestro camino, consiguiendo transmitir esa maldad intrínseca y ese ambiente sucio y maloliente que nos rodea, sin olvidarse de sus referentes, como Peckinpah, Hellman o los tratamientos sobre la violencia de thrillers rurales como Defensa, de Boorman, o Furtivos, de Borau, y el cine de terror malsano y sucio de La matanza de Texas o Las colinas tienen ojos, donde la tranquilidad y la paz de la naturaleza no siempre son sinónimos de buena virtud y benevolencia, sino todo lo contrario, donde las peores pesadillas pueden hacerse realidad y no tener fin.  Y añadiendo a los espectadores, la sumisión y complicidad de toda esa violencia y crueldad que anida en nuestra sociedad, con ese grado de manipulación en el que vivimos diariamente, en un mundo perverso completamente deshumanizado, donde unos y otros, amos o esclavos según la circunstancia, nos movemos como alimañas hambrientas a la espera de atacar o ser atacadas.