FRENTE AL OTRO.
“El arte de la conversación es el arte de escuchar y de ser escuchado”
William Hazlitt
Durante la presentación de La academia de las musas (2015) su director, José Luis Guerín, la definió: Cómo hija de la crisis. Una película completamente pegada a la realidad y su contexto social, económico y cultural. La cinta de Guerín, al igual que otras muchas producciones, alejadas del amparo industrial, son obras consecuencias de la coyuntura social surgida a raíz de la devastadora crisis económica de 2008 que todavía continúa. “El otro cine” o “Cine Low Cost” son solo algunos de los términos que ha recibido esta forma de hacer cine. Un cine hecho en los márgenes, con presupuestos reducidos, a modo de cooperativas, recurriendo al micromecenazgo u otras vías de financiación local, para levantar proyectos que por su idiosincrasia y planteamientos se desvían de lo comercial. Asamblea, opera prima de Álex Montoya (Valencia, 1973) sería una de estas películas, una cinta que, además, se centra en una asamblea, reflejo de aquellas que surgieron de forma importante durante el 15M, reuniones grupales donde se hablan de los conflictos desde varias puntos de vista, y sobre todo, e deben tomar decisiones, decisiones que sigan promoviendo la lucha social y avanzando en la protesta.
Te quiero, El punto ciego, Marina, Maquillaje, Como conocí a tu padre o Lucas, entre otros, son algunos de los trabajos por los que Montoya ha cosechado innumerables premios en festivales naciones e internaciones. Películas cortas donde abunda la comedia, al igual que en Asamblea, que tiene su punto de partida en la obra teatral La gent, escrita por Juli Disla y Jaume Pérez, también guionistas de la adaptación, se centran en un grupo de personas que se han citado en un restaurant cerrado para una asamblea donde la orden del día ha dispuesto tres puntos, en la que deberán acordar la propuesta de Texto Definitivo referente al Concierto, desconocemos lo del Concierto, tampoco nos lo explicarán, ni mucho menos el litigio que los tiene allí convocados, solo que están en ese lugar, en la última reunión del verano para hablar de la propuesta y votar, nada más. Tenemos a dos representantes que llevan el orden de la convocatoria, y otros se sientan frente a ellos a escuchar y dialogar. Además, se añade un conflicto personal entre los dos representantes, y encima, uno de ellos, tiene que lidiar con una hija rebelde que encuentra en el restaurant de improviso.
La película aborda la necesidad del diálogo y la escucha como única fuente de entendimiento con el otro, compartir testimonios, ideas, pensamientos, exponer argumentos, cuestionar las razones del otro, y sobre todo, llegar a puntos en común y tomar decisiones grupales, la necesidad de ir todas a una. Los temas se plantean desde la disputa y la confrontación entre todos los participantes, los diferentes puntos de vista chocan entre ellos y aparecen diálogos, incluso discusiones y disconformidades, o las distintas formas de protesta, planteándose la dificultad de llevar un orden asambleario, y sobre todo, de seguir el plan propuesto, la desviación de ideas, más a la deriva personal que del asunto en cuestión, sin olvidarnos, de la innecesaria burocracia que a veces se mantiene en estas formas de asociación y protesta, donde existen demasiados vocales, representantes y expertos en la organización que ralentizan la lucha y avivan el enmarañamiento de las cuestiones, en la que el centro de la película se basa en la tremenda dificultad de llegar a acuerdos, en un tiempo donde el unir esfuerzos es tan necesario para crear un foco de fuerza, situación muy bien resumida en la película, en la voz de una de las representantes que exclama a hurtadillas: Es difícil, pero sigue siendo la mejor manera”.
La película es ágil, necesaria y valiente, batiéndose en único escenario, pero bien planteada con un montaje íntimo y lleno de nervio, pero sin espavientos, con naturalidad y conjuntando, exponiendo todos los conflictos que se van generando de forma enérgica y magnífica, conduciéndonos por todos los estados físicos y emocionales de los participantes durante la asamblea, siendo testigos in situ de la maraña de opiniones e ideas que convergen, situándonos en esa montaña rusa de emociones y desacuerdos constantes. Un buen reparto coral que maneja con claridad y perseverancia unos personajes distantes y diferentes que deben unir fuerzas, escucharse y entenderse por el bien común que les une, con unos excelentes Francesc Garrido y Cristina Plazas, los representantes y los que llevan la reunión, convirtiéndose en una especie de tour de force extraordinario y eficaz, lleno de matices y miradas, donde uno, Garrido, quiere aprobar la propuesta, mientras Plazas, no lo tiene tan claro y así lo hace saber a los demás.
Y el resto del conjunto encabezados por la naturalidad de Greta Fernández como hija de Garrido, con ese aire rebelde peor con carácter que irá demostrando, Nacho Fresneda, con ese aire chulesco y expeditivo, y el resto de integrantes como Sergi Caballero, más pendiente del móvil que otra cosa, Jordi Aguilar, con un secreto que desvelará, Lorena López, asintiendo y contando una experiencia durante una manifestación, Marta Belenguer, que dialoga como excusa para no perder su posición, María Juan, más escuchadora que otra cosa, Irene Anula (que ya había trabajado anteriormente en más de una ocasión con Montoya en sus cortos) reivindicativa y activa, Juna Mandli y Jorge Silvestre, que se ayudan y protestan al alimón, y finalmente, Abdelatif Hwidar, que parece ausente pero tendrá su minuto de gloria. Una película inteligente y audaz, con el aroma propio del mejor cine independiente estadounidense o el cine europeo más social y reivindicativo, donde la palabra adquiere todo el protagonismo, donde la palabra se convierte en alianza y lucha según la postura, una película de ahora, de nuestro tiempo, donde el diálogo y aunar esfuerzos y posiciones se hace más evidente y necesario que nunca. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA