El año cinematográfico del 2019 ha bajado el telón. 365 días de cine han dado para mucho, y muy bueno, películas para todos los gustos y deferencias, cine que se abre en este mundo cada más contaminado por la televisión más casposa y artificial, la publicidad esteticista y burda, y las plataformas de internet ilegales que ofrecen cine gratuito. Con todos estos elementos ir al cine a ver cine, se ha convertido en un acto reivindicativo, y más si cuando se hace esa actividad, se elige una película que además de entretener, te abra la mente, te ofrezca nuevas miradas, y sea un cine que alimente el debate y sea una herramienta de conocimiento y reflexión. Como hice el año pasado por estas fechas, aquí os dejo la lista de 13 títulos que he confeccionado de las películas de fuera que me han conmovido y entusiasmado, no están todas, por supuesto, faltaría más, pero las que están, si que son obras que pertenecen a ese cine que habla de todo lo que he explicado. (El orden seguido ha sido el orden de visión de un servidor, no obedece, en absoluto, a ningún ranking que se precie).
Entrevista a Eloy Domínguez Serén, director de la película “Hamada”, en el marco del D’A Film Festival, en el Hotel Pulitzer en Barcelona, el viernes 3 de mayo de 2019.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Eloy Domínguez Serén, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, al equipo del D’A Film Festival, y a Javier Asenjo de Elamedia Estudios, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
La película arranca con la definición de Hamada sobre fondo negro, que viene a significar en geología “Un terreno desértico que consiste en un área plana y rocosa principalmente desprovista de arena”. Y añade que entre el pueblo saharaui, el término también se emplea como expresión de “vacío” o “falto de vida”. Inmediatamente, ese vacío se materializa con el cuadro totalmente negro y alguien, al que no vemos su rostro, intenta encender una cerilla para dar un poco de luz a tanta oscuridad, cuando lo consigue, vemos a un joven alrededor de la veintena y comienza a contarnos un sueño o una pesadilla, como él mismo nos cuenta, mientras vemos un desierto, el que sus ojos ven a diario, ya que vive junto a otros cientos de miles en los campos de refugiados para saharauis en Argelia. El sueño consiste en encontrarse en el mar, lejos de esa triste y durísima realidad a la que se enfrentan jóvenes que han nacido en el exilio, ya que el conflicto del Sáhara Occidental se arrastra desde hace más de 40 años, jóvenes que no han visto jamás el mar, jóvenes atrapados en esa oscuridad permanente, en esa frontera física, en ese espacio dominado por la arena del desierto y una especie de limbo en el que nada pueden hacer, simplemente esperar, o quizás, soñar con otro mundo, aunque sea en sueños o pesadillas, como bien dice el joven en referencia a su sueño.
Eloy Domínguez Serén (Simes, Galicia, 1985) nos convenció con su opera prima No Cow On the Ice (2015) en la que se retrataba a sí mismo y a Suecia, lugar de búsqueda personal y territorial, en un viaje emocional en el que hablaba en primera persona de las dificultades de trabar en el cine y retratar al otro y ese entorno oscuro, gélido y ausente. En un primer visionado, podríamos pensar que el viaje emprendido por Domínguez Serén en su segundo trabajo dista mucho de su debut, pero no es así, si bien, los gélidos, urbanos y oscuros paisajes de Suecia han dado paso a otros más cálidos, desérticos e iluminados de Tindouf, en Argelia, y también, su autorretrato y el de su entorno ha cedido la palabra y el cuerpo a unos jóvenes que rodean la veintena. Sidahmed, Zaara y Taher son los protagonistas en los que se apoya la película, en la que el cineasta galego, como ocurría en su primera película, vuelve a hablarnos de personas encerradas en un entorno físico, en una frontera que les impide ir más allá, salir de esa condena que cada día se repite sin más, sin nada que ocurre y nada que hacer, volviendo a centrarse en todo lo que bulle en el interior de esas personajes, sus inquietudes, ilusiones, tristezas, anhelos y demás sentimientos que viven con fuerza en sus interiores.
Domínguez Serén opta por filmar a estos jóvenes desde su intimidad, explorando sus interiores a través de sus miradas, sus gestos, sus cuerpos, sin inmiscuirse en sus conversaciones, siendo un observador respetuoso, pero también íntimo, aquel que captura la vida y todo lo que la rodea, desde la distancia cercana, desde el acompañamiento, desde la cercanía sin molestar, sin intervenir, escuchándolos, mirándolos, retratándolos con respeto, sin sentimentalismos ni condescendencias, sino desde lo más íntimo y profundo. La película indaga en la política a través de lo humano, como señalaba Gramsci que “Lo humano es político”, no hay discurso ni panfleto político, todo se exploraba a través de las cotidianidades de estos tres jóvenes que sueñan con tener automóviles y conducirlos, aunque sepan que no podrán salir del delimitado campo de refugiados, o con encontrar trabajo y salir adelante, o escapar de ese campo y llegar a España, sueñan con escapar de ese entorno desesperanzador, con ese espacio detenido, ese limbo que los asfixia y los ha abandonado a su suerte.
Aunque, como jóvenes que son, el espacio físico que los ha condenado a esa existencia vacía y triste, no les impide que sigan teniendo sueños, esperanzas e ilusiones de una vida mejor, de salir adelante y tener un amor o familia, de sentir que hay vida más allá de esa frontera en la que viven, que mientras sigan soñando con ella puede hacerse realidad, donde el sentido del humor es fundamental para seguir remando a esa orilla física y sobre todo, sentirse bien consigo mismos a pesar de todo, a pesar de sus vidas, a pesar de los que ya no están, de tantos que intentaron la quimera de vivir lejos del campo de refugiados, de tantos que ausentes mantienen el hilo comunicativo con los que se quedaron, en que la película se refleja en aquella otra de Juan Carlos Rulfo Los que se quedan, que daba voz a todos los mexicanos que no emigraban y se quedaban en su país añorando a todos los familiares y amigos que sí habían emigrado a los EE.UU.
Domínguez Serén hace gala de una exquisitez técnica con esa luz apabullante que recoge con delicadeza la calidez física como la incomodidad emocional que produce, así como el magnífico trabajo de montaje realizado junto a Ana Pfaff, imprescindible en películas de esta sensibilidad y armonía, para contarnos una fábula de aquí y ahora, de un conflicto olvidado, de un problema que nadie parece querer resolver, y sobre todo, nos habla de humanismo, y lo hace con sinceridad, respeto y humildad, filmando a sus personajes desde aquello más profundo, abriéndoles una ventana mágica y poderosa para que el cine haga lo que mejor sabe hacer, filmar a aquello que considera importante, no por sus respuestas, sino por sus preguntas, mostrándonos un conflicto desde el interior de unos jóvenes que no conocen su tierra, que han nacido en el exilio, en esa nada, en ese limbo incómodo y triste, pero que siguen derribando muros emocionales desde aquello que sueñan, que desean y que les hace sentir ellos mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Seguimos con los comentarios y reflexiones de lo visto durante los diez días en la IX edición del D’A Film Festival de Barcelona. Toca el turno de UN IMPULSO COLECTIVO, una de las secciones más queridas por el que suscribe, una sección que nació hace seis años, con la intención de dar visibilidad a ese cine de nuestro país más arriesgado, inquieto y curioso que nace desde la vocación más absoluta, movido por la necesidad de contar esas historias, en palabras extraídas del excelente texto de “Melancolía de la resistencia”, ejemplar título que define el carácter de la sección, firmado por Carlos Losilla, mentor y propulsor de esta sección: “Películas que demuestran una cierta obcecación, un empecinamiento. Aunque en nuestro entorno hacer buen cine sigue siendo muy complicado, en el que los autores jóvenes hayan de superar mil y un obstáculos para poder filmar, eso no es barrera para que lo continúen haciendo. Eso sí, ya no hay lugar para la ingenuidad y el candor, ni tan sólo para las medias tintas. Las cosas son como son y se ha de decir bien alto, todo y el riesgo que a alguien le escueza. Por eso mismo nuestro impulso es cada vez más combativo y menos complaciente”.
Mi viaje por UN IMPULSO COLECTIVO arrancó con la película LOS CAMPOS MAGNÉTICOS, de Lluís de Sola. Partiendo de una situación real vivida por el propio director cuando era adolescente, allá por el año 1994, cuando la dependienta favorita del videoclub donde iba, despareció misteriosamente, la película no reconstruye la vida de alguien desconocido pero importante para el imaginario del director, sino que imagina y recrea esos momentos vividos o no por la desaparecida, explorando de forma observacional esos momentos cotidianos de una vida real o ficticia, una existencia sobre el imaginario de alguien fascinado por una imagen recreada, una vida fantaseada, quizás la vida que no vivió o sí la susodicha. La película crea un ejercicio inquietante y fantasmal sobre las vidas de alguien, consiguiendo unas imágenes fascinantes e hipnóticas de alguien que también jugaba con los elementos sonoros y espacios, quizás en la misma búsqueda en la se sumerge la película, filmar los espacios vacíos, los no transitados y aquellos que se instalan en nuestro subconsciente, con la magnífica interpretación de María García Vera. Continué con YOUNG & BEAUTIFUL, de Marina Lameiro. La directora pamplonesa filma a sus amigos en una retrato-documento de diario íntimo y muy personal, en el que cada uno explica sus momentos vitales, circunstancias y el camino recorrido de un cuarteto de treintañeros que se sienten perdidos y sin futuro, y a través de una naturalidad y realismos aplastantes, sin subrayados ni sentimentalismos, logra una obra bellísima y amarga sobre la vida de cuatro almas que se sienten frustradas por el entorno económico que les rodea, sin ninguna expectativa de futuro, sincerándose a la cámara de Lameiro de forma brutal y elocuente, hablándonos de esa juventud que se va, de aquellos años de fiesta y diversión, y el momento actual, tan diferente y precario, en una obra política sin pretenderlo, que filma a una generación vapuleada por la crisis económica que después de conocer las alegrías y la despreocupación de la juventud, debe reorganizarse y comenzar a elegir una vida en unas circunstancias muy adversas. Una obra inteligente, madura y excelente sobre la juventud perdida, el paso del tiempo y las (des) ilusiones de una vida que parecía que iba a ser de otra manera.
Tuve la oportunidad de ver <3, de María Antón Cabot. La directora, parte del colectivo lacasinegra, no sitúa en el parque del retiro para indagar en las relaciones personales y sentimentales de los adolescentes en estos tiempos de nuevas tecnologías, y lo hace a través de un documental a tumba abierta, filmando a esos jóvenes mientras descansan, se envían mensajes y se (des) enamoran en una tarde verano. Cabot consigue iluminarnos y hacernos reflexionar observando a unos chavales que se sinceran de manera natural delante de la cámara de sus (des) amores y demás experiencias en el terreno amoroso. La película muestra y documenta sin juzgar ni sentimentalizar, erigiéndose como una mezcla de muchos géneros, formas y texturas, desde el cine de Rohmer y un estudio sociológico sobre las relaciones actuales de los adolescentes, en un contenido realista, poético e hipnotizador, en una obra estructurada con el personaje de una adolescente divertida y locuaz, como si fuese un día cualquiera, con las luces del día y la sinceridad, a lo más abstracto e inquietante cuando cae la noche. Me acerqué a la obra CANTARES DE UNA REVOLUCIÓN, de Ramón Lluís Bande. El cineasta gijonés, un clásico en el D’A, vuelve con una película musical y política, recordándonos la huelga de mineros en Asturias de 1934, a través de sus canciones populares que interpreta el músico asturiano Nacho Vegas. La película sigue explorando la memoria histórica de Asturias, con su rigoroso formalismo y su contenido naturalista y próximo, para adentrarnos en un musical político, recuperando la memoria histórica y devolviendo la dignidad a una memoria histórica olvidada y vapuleada por intereses políticos. Bande filma de manera magnífica la interpretación de las canciones de Vegas, desde la mirada del observador inquieto y respetuoso, huyendo del documental político al uso, sino que muestra desde el más absoluto respecto, filmando desde lo más íntimo los espacios de la memoria, y las gentes activistas, deudores de aquellos mineros en huelga, y sucesores de aquellos que alzaron la voz ante la injusticia. Una película reivindicativa, emocionante y sobre todo, muy necesaria, porque devuelve a la actualidad a tantos olvidados del tiempo.
Luego, el turno fue a LA ESTRELLA ERRANTE, de Alberto Gracia. Después de su fascinante debut con O Quinto Evanxeo de Gaspar Hauser (2013) donde nos proponía una reflexión interesante en que el ser aislado devenía en una personalidad fragmentada en cinco personajes arquetipos, filmada en riguroso b/n y en 16mm. Ahora, vuelve a recuperar a otro personaje de las catacumbas del olvido, a Rober Perdut, exlíder de “Los Fiambres”, una banda punk alicantina de principios de los 80, para volver a sumergirnos en una aventura urbana, casi distópica, en el que vemos un mundo en descomposición, como un escaparte incesante de basura y deterioro moral, unos espacios por los que deambula alguien ajeno a todo eso, invisible a su percepción, un espectro olvidado y errante, que vaga sin descanso a la deriva, sin encontrar nada ni tampoco encontrarse, en una película de rigor formal y un envolvente trabajo con el sonido que nos atrapa y nos traslada a lo más profundo de nuestro ser, en un viaje lisérgico, alucinado y espiritual con resonancias a Herzog y sus personajes alejados de la realidad y de sí mismos, y las texturas y formas para fracasar en el compendio de un mundo cada vez más terrorífico (como esos ancianos en la piscina) ajeno a lo humano. Seguí con la película HAMADA, de Eloy Domínguez Serén. Segunda película del director gallego, que cambia los espacios nórdicos, fríos, calmados y el desamor que abundaban en su debut No Cow On The Ice (2015) para trasladarse a un ambiente más cálido, luminoso y jovial, pero sin abandonar la intimidad que se manifestaba en la anterior. Ahora, se acerca a unos jóvenes saharauis de un campo de refugiados en mitad del Sahara, un lugar perdido en mitad de la nada, donde captura sus vidas, sus realidades y sus naturalidades y sinceridad, a través de un documento muy cercano, en el que florecen las (des) ilusiones y las pocas alegrías de unos chavales que sueñan con una vida mejor, alejada de ese espacio abierto pero cerrado, filmando sus rostros, sus cuerpos y sus cotidianidades a través de un ejercicio fílmico alejado del panfleto político y el sentimentalismo, para sumergirnos en un retrato luminoso y vital de los sueños y esperanzas de unos jóvenes que se asemejan a cualquier joven del mundo.
Finalicé mi periplo por la sección con la obra LETTERS TO PAUL MORRISEY, de Armand Rovira. El director barcelonés debutante imagina cinco misivas a uno de los directores más transgresores y salvajes de la historia del cine, que produjo Andy Warhol, alguien que venció prejuicios y reticencias para filmar un cine puro, desinhibido y feroz en aquella América más puritana de los sesenta y setenta. Cinco historias en un cegador y formal b/n y filmadas en 16mm, que nos lleva por varios países del mundo, acompañando a personajes vinculados con Morrisey, o retratos de sus personajes o películas, para adentrarnos en un ensayo cinematográfico sobre el paso del tiempo, la vigencia de las imágenes y la cinefilia más íntima, en una obra artesanal, literaria, hipnótica, perturbadora y llena de capas e innumerables aristas y pliegues, que va desde el noir, el documento en primera persona, el indie sesentero homenajeando a Morrisey, lo más experimental y transgresor o la ciencia-ficción más distópica desde lo humano. Y finalmente, tenía interés en la Sala Jove del D’A, una iniciativa que evidenció su cuidada programación y sus sinceras y estupendas presentaciones y coloquios que acompañaron con las películas.
El sábado 27 de abril, casi arrancando el festival, me acerque a los Aribau Multicines, nueva sede del festival, después del cierre del Club Aribau de Gran Via, para sumergirme en la propuesta de QUIÉN LO IMPIDE, de Jonás Trueba. Compuesta de cuatro películas, el que escribe vio las tres primeras, un proyecto en desarrollo, como nos advierte su texto inicial, en el que se explora a los adolescentes y cómo el cine los ha filmado. Arrancó la maratoniana sesión con sus respectivos descansos, eso sí, con la película Tú también lo has vivido, de 52 minutos de duración, se tratan de entrevistas a adolescentes, en las que se sinceran y hablan sin tapujos delante de la cámara, mostrando sus inquietudes sobre temas como la educación, el amor, el acoso escolar y demás elementos sociales, culturales y económicos. La segunda película Si vamos 28, volvemos 28, de 90 minutos, en el que retratan un viaje de fin de curso de adolescentes por varias ciudades andaluzas, en que se explora la madurez, la desinhibición, la integración, la crueldad, y las relaciones que mantiene el grupo de chavales. La tercera película, Solo somos, se adentra en las formas que se han representado a la adolescencia en el cine, un grupo de chavales reflexionan sobre eso y lanza propuestas e ideas de su forma de verlo, y mantienen interesantes conversaciones sobre ello, el futuro y ellos mismos. El cansancio me apartó de la última película, aunque lo visto y disfrutado fue muy provechoso, como diría Serge Daney, convirtiendo la propuesta en desarrollo en una mirada extraordinaria y reflexiva sobre el cine, la mirada, la adolescencia y todas sus consecuencias, convirtiendo las películas-retrato-documentos de Jonás Trueba y su equipo en un fascinante estudio sobre aquello que miramos y cómo lo miramos, que está definiendo constantemente nuestro comportamiento y cómo nos relacionamos con los demás.
Cerré la Sala Jove con la película UN VIOLENT DÉSIR DE BONHEUR, de Clément Schneider. El director francés imagina la experiencia y la revolución interior de un joven monje cuando las tropas revolucionarias de la Francia de 1792 llegan al monasterio que habita. A partir de una forma 4/3 y una luz luminosa e íntima, en un espacio natural, nos sumerge en el despertar interior del joven, a través de sus experiencias vitales, sexuales y reflexiones sobre lo que está sucediendo, tanto con la revolución que está presenciando, como la suya propia, en un relato político, social y magnífico que nos envuelve en nuestros propios miedos e inquietudes en un entorno muy cambiante y lleno de conflictos, tanto interiores como emocionales, en una película que recuerda a Rohmer, Pasolini y lanza una reflexión madura y cercana sobre lo que somos, lo que nos hierve en el interior y aquello que nos gustaría ser. Y hasta aquí mi paso por la la IV Edición del D’A Film Festival de Barcelona. Un festival convertido en un referente magnífico para todos aquellos que amamos el cine, sus buenas historias, reflexivas, comprometidas y valientes, que nos hablan con personalidad y carácter de los problemas más cotidianos, políticos, sociales, económicos y culturales, un certamen que enriquece de manera extraordinaria la primavera cinéfila de Barcelona, y la edición de este año ha ofrecido un nivel cinematográfico altísimo, donde han brillado películas de diferentes lugares del mundo, y las de aquí, se han convertido en un referente dentro del Festival, convirtiendo las sesiones de UN IMPULSO COLECTIVO, y sus posteriores coloquios en una fiesta del cine, en la pasión que lo envuelve y la fascinación intrínseca del ser humano por contar historias y otros, por verlas y apreciarlas. Hasta la edición del año que viene!!! Muchas Gracias por todo D’A FILM FESTIVAL 2019!!! JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA