Entrevista a Eloy Domínguez Serén

Entrevista a Eloy Domínguez Serén, director de la película «Hamada», en el marco del D’A Film Festival, en el Hotel Pulitzer en Barcelona, el viernes 3 de mayo de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Eloy Domínguez Serén, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, al equipo del D’A Film Festival, y a Javier Asenjo de Elamedia Estudios, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

Entrevista a Daniel Grao

Entrevista a Daniel Grao, actor de «Julieta», de Pedro Almodóvar. El encuentro tuvo lugar el lunes 4 de abril de 2016, en el vestíbulo del Cine Phenomena de Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Daniel Grao, por su tiempo, generosidad y cariño, a Ainhoa Pernaute, y al equipo de prensa de El Deseo, por su paciencia, amabilidad y simpatía, que además tuvieron el detalle de tomar la fotografía que ilustra esta publicación.

Julieta, de Pedro Almodóvar

CcYTjc-WoAI3KIxEL ALMA DE UNA MADRE.

“Tu ausencia llena mi vida y la destruye”.

La película número 20 de Pedro Almodóvar (1949, Calzada de Calatrava, Ciudad Real) se abre de forma icónica y relevante. El plano nos muestra la forma de una vagina que inmediatamente, cuando el cuadro se abre, observamos que se trata del albornoz que lleva Julieta, la protagonista, e inmediatamente aparece el título de la película que inunda todo el cuadro. Julieta es el hilo conductor elegido por el cineasta para contarnos tres décadas de su vida, las que abarcan de 1985 hasta el 2015. Almodóvar se vuelve a su universo femenino, a centrarse en la maternidad, en el peso emocional que significa ser madre, el hecho de tener una hija y sobre todo, en las difíciles relaciones materno filiales. No obstante, desde su segunda película Laberinto de pasiones, las madres son una figura crucial e importante en su cine. Exceptuando a Gloria, la heroína de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, que representaba la tristeza y la soledad más extremas, y se debatía en sentirse viva con cualquier extraño o abandonar a su familia y vivir su vida. Las madres que aparecían en sus primeras películas, solían ser madres dominantes, castradoras y tremendamente manipuladoras. Aunque a partir de 1999, con Todo sobre mi madre, la imagen de las madres almodovarianas mudó de piel, se convirtieron en figuras protectoras, luchadoras que se desviven por el bienestar de sus primogénitos, actitudes que en algunos casos les lleva a tener relaciones complejas y dolorosas con sus hijos y entorno. Recordemos a la Manuela de la citada Todo sobre mi madre, la Raimunda e Irene de Volver, o la Julieta de ahora.

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Julieta nace a partir del imaginario de la escritora premio nobel, Alice Munro (1931, Wingham, Cánada), unos relatos cortos que suponen la tercera película de Almodóvar basada en un texto ajeno – las anteriores fueron Carne trémula, de Ruth Rendell y La piel que habito, basada en Tarántula, de Thierry Jonquet -. Una película que originalmente se iba a llamar Silencio e iba a rodarse en inglés, pero el proyecto tomó otra forma muy diferente. La trama arranca en la actualidad, en un piso vacío, en una situación de despedida, de tránsito, de dejar algo, Julieta (maravillosa Emma Suárez, que se convierte en uno de esos personajes femeninos emblemáticos que construyen el universo Almodóvar, mujeres solitarias, perdidas y rotas de dolor) deja Madrid para empezar una nueva vida en Portugal junto a su chico Lorenzo. Un encuentro fortuito cambia sus planes, y decide escribirle una carta a su hija Antía, una carta que llevaba mucho tiempo intentando escribir. Julieta le cuenta una experiencia que le cambió la vida, y arranca treinta años antes. Nos trasladamos a 1985 (no es casualidad que el período temporal de la película sea el mismo período de vida de El Deseo, la productora de los hermanos Almodóvar) y allí, en una noche de temporal, en un tren, Julieta (emocionante Adriana Ugarte) conoce a Xoan del que se enamora (guapísimo y masculino Daniel Grao) un hombre, pescador de oficio, que funciona como arquetipo, como un símbolo premonitorio de la tragedia. Julieta empieza una nueva vida en Galicia, junto al mar. Allí nace su hija Antía y el tiempo va pasando. Algo sucederá que reventará la tranquilidad de la vida de pueblo marina, algo que lo cambiará todo y desencadenará el drama de la película.

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El film viaja de una época a otra de manera sutil y tranquila, Almodóvar nos cuenta, a través de abundantes primeros planos con los que encuadra a su heroína, el drama de forma sencilla, avanzando lentamente, cuidando las situaciones con esmero, no adelantándose a los acontecimientos y dejando que todo vaya fluyendo. En relación a sus últimos melodramas, aquí el drama es diferente, otra vuelta de tuerca sabia de los infinitos recursos cinematográficos del manchego, que en esta ocasión, se cimenta a través del silencio, de la derrota psicológica y el interior emocional. Todo funciona de manera contenida, hay dolor, llanto, culpa y rabia, pero todo se desata en el interior de Julieta. Sí, estamos frente a una alma en pena que vaga sin rumbo y golpeada terriblemente por el peso del pasado, pero todo se sobrevive de manera callada, en silencio, no tiene fuerzas para gritar hacía fuera, y lo hace hacía dentro. El dolor la destruye y la mata, no es vida, se arrastra y no encuentra fuerzas para mantenerse en pie, pero hace todo lo posible para seguir hacía algún sitio, porque no es hacía delante, quizás su camino sea hacía el limbo de la pérdida y el dolor que mata pero no del todo. Almodóvar utiliza dos actrices para encarnar a la desdichada Julieta (cómo hacía Buñuel en Ese oscuro objeto de deseo, o Bergman en Persona, con la que comparte espejos deformantes de similitud y forma), resulta francamente extraordinario el momento que cambia de espacio temporal, en el mismo encuadre, en una elipsis de fuerza sobrecogedora, sólo utilizando una toalla.

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Dos mujeres rubias, dos miradas que abarcan treinta años, tres décadas de cambio, de un país de luz a otro muy oscuro, de aquellos años de vida y alegría, a estos de ahora, invadidos por la negritud y la incertidumbre. El melodrama se siente, se huele, nace desde las entrañas de Julieta, de su dolor, su culpa, y su vida amarrada a una ilusión que se desvanece como las flores en invierno. Aquí no hay espacio para la comedia, Almodóvar prescinde de esos momentos marca de la casa, que contribuían a aligerar peso en medio de la tragedia de sus personajes femeninos, en esta no hay espacio, sólo silencio, no hay tiempo para reír, sólo para penetrar en el interior de Julieta, cómo nos propone desde el primer plano de la película. Almodóvar no quiere que te distraigas, quiere que permanezcas atento a la pantalla, que sólo tengas ojos para Julieta, que sigas su camino redentor, como un barco a la deriva, sin rumbo, que observes sin juzgar esa alma destrozada y apagada, pero fuerte, que se resiste a tirar la toalla.

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Almodóvar viste sus películas con colores fuertes y vivos con predominio del rojo, que ya forman parte de un elemento característico en su cine, cada detalle y objeto están pensados y estudiados, nada es producto del azar, todo tiene su importancia, cada detalle por muy insignificante que parezca, forma parte de un todo. La luz de Jean-Claude Larrieu (habitual del cine de Isabel Coixet) impregna los encuadres de una forma tenebrosa y oscura en la parte de Galicia, (como la secuencia del tren con esa luz abstracta, casi de película de terror, escena que nos recuerda a momentos de la película Una noche, un tren, de André Delvaux) y esa luz apagada, que no brilla en los de Julieta adulta. La música de Alberto Iglesias (habitual del manchego en los últimos 9 títulos) envuelve a los personajes con unas melodías suaves que se agarran a fuego en la piel de Julieta. Como es habitual en el cine de Almodóvar, la dirección de actrices es extraordinaria, el director sabe manejar cada mirada y cada gesto dotándolo de las fuerzas necesarias, que aunque los personajes tengan menos apariciones, cada uno de ellos tenga su peso importante en la trama que se nos cuenta. El personaje de Inma Cuesta como la escultora Ava, o Beatriz, que interpreta Michelle Jenner, amiga de la infancia de Antía o Lorenzo, el hombre que viene al rescate que compone Dario Grandinetti. Almodóvar ha construido un melodrama clásico, como sus añorados Stahl o Sirk (con alusiones claras a Imitación a la vida), ese drama que se agarra al alma y no te suelta, que te conmueve desde la sutileza, sin aspavientos ni exaltaciones, a través de lo contenido, de ese dolor que crece en el interior, que no te deja, que te ahoga y te mata lentamente, cada día un poco más.