Entrevista a Lluís Galter

Entrevista a Lluís Galter, director de «La substància». El encuentro tuvo lugar el viernes 9 de diciembre de 2016 en la sede de la Acadèmia de Cinema Català en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Lluís Galter, por su tiempo, generosidad y cariño, a Sergi Moreno de Lastor Media, por su paciencia, amabilidad y cariño, y a Marta Cruañas de la ACC, que tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza esta publicación.

El tiempo de los monstruos, de Félix Sabroso

cartel-grandeLAS MÁSCARAS DE LA FICCIÓN.

“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”

Antonio Gramsi

En la obra de Seis personajes en busca de autor, de Pirandello, el dramaturgo italiano reflexionaba con sentido y astucia en la intrincada construcción de la ficción de una representación y la naturaleza de sus personajes que, andaban a la búsqueda de un sentido a sus pequeños mundos y la razón de sus existencias. El último trabajo de Félix Sabroso (Las Palmas de Gran Canaria, 1968) navega por las mismas latitudes que la famosa obra de Pirandello, profundizando en las herramientas necesarias que forman parte de la construcción de una película, y el universo que encierran los personajes que serán representados por los actores.

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La película nº 7 de Sabroso abre un punto y aparte en su filmografía, es el primer trabajo que dirige en solitario, después de la desaparición de su codirectora hasta ahora, Dunia Ayaso (1961-2014) con la que había labrado una fructífera colaboración que se remonta a principios de los 90 en el teatro, pasaron al cine donde arrancaron con Fea (1994), luego vinieron Perdona, bonita, pero Lucas me quería a mi (1997), El grito en el cielo  (1998) y Descongélate (2003),  comedias desenfadadas, extremas y enloquecidas con resultados variopintos de crítica y público, después de un tiempo dedicados al medio televisivo, vuelven con Los años desnudos. Clasificada S. (2008) la que significaría un cambio de rumbo en su filmografía, hacía un cine intimista y más comprometido, a la que siguió, la última película del matrimonio artístico, La isla interior (2009), un durísimo retrato de una familia disfuncional y sus complejas relaciones personales.

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El tiempo de los monstruos es una película arriesgada, un artefacto incendiario fuera de toda convencionalidad, un cine a contracorriente, que escapa de cualquier moda y tendencia comercial, en la que expone de manera fiel y honesta los elementos y resquicios emocionales que convergen en la construcción de las ficciones, y los personajes que las componen. Sabroso nos sitúa en un mundo atemporal y ausente (escriben en máquina de escribir, por ejemplo) espacio cerrado, y en una sola jornada, en una imponente mansión por el que circularán los personajes de su ficción, un aquelarre de seres perdidos, depresivos, sin salida, que se encuentran en otro mundo, o al menos eso es lo que creen, encontramos a Víctor (imponente Javier Cámara en otro de sus lúcidos trabajos) que interpreta al director de la película, que nunca ha logrado estrenar, un ser moribundo que se arrastra como un zombie y que pretende realizar su obra póstuma, su mujer, Clara (Pilar Castro con su habitual oficio) es la dueña de la casa y riquísima que anda amargada y solitaria en medio de una relación muerta, también está Raúl, el guionista, al que nadie hace caso, que nunca ha logrado terminar un guión, y además resulta inútil su trabajo, ya que todos admiten que trabajan sin guión, y su pareja, Virginia, una dibujante incapaz de dibujar, también, llega Andrea (Candela Peña consiguiendo mantener a flote un personaje difícil), la actriz protagonista, alcohólica, caprichosa y con tendencia a la depresión, y su acompañante, Jorge, su dentista, que más parece su criado y eunuco, que su amante. El servicio lo integran Marta (Carmen Machi sobria y relajada) y Fabián que, más parecen unos enfermeros administradores de toda clase de pastillas que unos criados.

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Presentados los personajes, Sabroso los describe de manera sencilla, sacando a la luz sus máscaras (casi todos llevan pelucas o disfraces) frustraciones, anhelos y (des)ilusiones, y los relaciona entre sí, apareciendo los habituales conflictos y rencillas entre ellos, y sobre todo, entre sí mismos, unos seres que no logran, por mucho que se esfuercen, dar sentido amplio a sus vidas, por ínfimo que este sea, unas existencias que arrastran con más pena que gloria, sometidas a la incapacidad de saber quiénes son y cuál es su función en este mundo lleno de incertidumbre, caos y desesperante. El realizador grancanario ha construido una carta de amor al cine, y ha escarbado en su oficio, en la materia prima de sus películas, en la forma más intrínseca, profunda y artesanal, en las emociones que se generan entre los técnicos y la existencia de sus personajes, y esos monstruos/miedos que los acechan constantemente y a los que se muestran incapaces de conseguir reducirlos y hacerlos desaparecer. Sabroso enmarca su obra en la desesperación y en la soledad, cine dentro del cine, creando un hermosísimo homenaje a su compañera ausente con la que trabajó más de dos décadas (la pareja que forman los directores de la película) colocando el dedo en la llaga en los traumas y complejidades tanto de los autores como de los personajes que crean, ese diálogo imposible entre unos y otros, en los que se manifiestan esos miedos que habla la película. Sabroso ha levantado con muchísimo esfuerzo y trabajo una película valiente y necesaria, una dignísima aproximación a su oficio de cineasta, en una película que define un carácter peleón y sobre todo, nos certifica a un creador que no sólo sigue haciendo trabajos interesantes y reflexivos, sino que se investiga a sí mismo y a su forma de trabajar sin olvidarse de todos los monstruos/miedos que le acechan, y nos acechan.


<p><a href=»https://vimeo.com/180054768″>TEASER FINAL EL TIEMPO DE LOS MONSTRUOS</a> from <a href=»https://vimeo.com/dypcomunicacion»>DYP COMUNICACION</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>

La academia de las musas, de José Luis Guerín

La-academia-de-las-musasFILMAR LA PALABRA.

“El cine no será libre hasta que no pueda ser hecho con la misma sencillez que un poema”

Jean Cocteau

El cine de José Luis Guerín (1960, Barcelona) arrancó con decisión en su primera película, Los motivos de Berta, filmada en 1983, donde a través de un híbrido entre el cine documental y el de ficción construía una obra propia e inusual. Tuvieron que transcurrir siete años para volver a disfrutar una película de Guerín, Inisfree, filmada en el mismo pueblo que John Ford hizo El hombre tranquilo, que además de retratar a unas gentes y unos lugares, pretendía dejar testimonio de un modo de vida que desaparecía, luego llegó Tren de sombras (1997), un homenaje al cine a través de las películas amateur, donde el reto consistía en asistir al proceso de recuperación de los negativos olvidados. En el año 2001, realiza En construcción, junto con alumnos del máster UPF de documental de creación, una película fundacional en su cine, que marcará una nueva forma de mirar y filmar sus obras, la narración, aludía directamente a su título, donde además de testimoniar la transformación urbanística del barrio del Raval de Barcelona, el film mostraba los aspectos formales de construcción de la propia película. En el 2007, En la ciudad de Sylvia, filmada en Nantes y en francés, que en cierto modo es una adaptación de la edición que hizo Raffaele Pinto de La vida nueva de Dante, seguía a un joven dibujante que buscaba incesantemente a una joven que conocía tiempo atrás, a partir de la mirada y la ensoñación y la abstracción construía un relato sencillo sobre la imagen y la figura de la mujer como mito del deseo y el amor. Guest, del 2011, nacía a partir de la anterior, porque debido a los innumerables festivales donde fue invitada, Guerín documentó con su cámara de video, no el festival ni su devenir, sino los aledaños y lugares de las ciudades que no aparecían en el foco, iluminando una hermosísima película donde los personajes y lugares se apoderaban de su mirada y de la construcción de la propia obra.

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Ahora, nos llega La academia de las musas, donde recupera al profesor Raffaele Pinto y filma su experiencia pedagógica, como nos anuncia en el texto informativo que abre la película, una obra hija de la crisis, sin ayudas ni instituciones detrás, rodada con un equipo mínimo, Guerín y Amanda Villavieja, su sonidista habitual. La película arranca en la Facultad de Filología de Barcelona, donde Pinto imparte un seminario de poesía sobre La divina comedia, de Dante. Unos alumnos escuchan atentamente y algunos intervienen. Guerín lo filma de modo documental, casi amateur, nos invita a su dispositivo para que seamos testigos, junto con él, del descubrimiento de la película. Narrada con estructura de cuento, otro texto informativo ( muy del uso del cine mudo, que nos acompañarán durante el resto del metraje) nos conduce hasta la casa del profesor, donde aquí Guerín nos sumerge en el campo de la ficción, que ya no abandonará, donde la forma y la mirada adquieren otro sentido, a la distancia que marca lo que se nos está contando. Pinto dialoga/discute con su mujer, Rosa Delor Muns, (sus momentos se caracterizan por la comedia y la ironía) ésta se posiciona en contra de la idea de las musas, y la imagen de la mujer, es la voz disentida, la mujer que no cree en absoluto que la poesía servirá como redención de este mundo, (un instante que parece extraído del cine de Bergman y sus Escenas de matrimonio). La película se desarrolla a partir de la palabra, de los diferentes diálogos y posiciones, donde hablan de sus experiencias y relaciones, (donde conviven de manera natural los diferentes idiomas, castellano, catalán, italiano y sardo) que mantendrán las alumnas, Mireia Iniesta y Emanuela Forguetta, que confluyen con la idea de amor romántico que propone el profesor a través de la poesía de Dante. El deseo, las emociones y la materialización del amor son el contenido de las diálogos que mantienen los personajes en los pasillos de la universidad, en el café Estudiantil o en el interior de los automóviles, (donde podemos adivinar el cine de Rohmer o Rivette, o a los Garrel o Hong Sang-Soo) donde Guerín mantiene su cámara fuera, en la calle, y utiliza de modo acertado los espejos y el reflejo que inunda el espacio de sus personajes, donde los rostros de sus protagonistas se convierten en formas desdibujadas y fascinantes.

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El viaje y la experiencia que nos propone Guerín, nos lleva hasta la isla de Cerdeña, a conocer a sus pastores y su lengua, el sardo, y cómo se relacionan con la naturaleza a través de sus cantos, paisaje del origen de la palabra, a esa Arcadia perdida, al paraíso donde la palabra vive y late con más fuerza, a escuchar el sonido del viento, de los pájaros, a inundarnos con las emociones que no se ven, y a descubrir que en sardo no existe la palabra amor (uno de los momentos más bellos de la película), donde el universo de Rosellini contamina la película, y el documento trasciende a la propia obra, y en el lado opuesto, también nos conducirá hasta Nápoles, en las inmediaciones del lago Averno, donde según Dante, se encontraba la puerta del infierno, filmado de forma abstracta y casi fantasmagórica, donde el lugar y las imágenes se convierten en un reflejo del interior de los personajes (como ocurría con Ingrid Bergman en Viaggio in Italia). Es la película de Guerín con más comedia, las situaciones que se provocan y la ironía que se utiliza nos lleva a momentos de grandes carcajadas, (donde irrumpe el estilo de la comedia clásica de Hollywood de los Cukor o Hawks). Una obra que muestra la capacidad de seducción de la palabra, llena de reflexión y conocimiento, también de sombras y lugares extraños, de personajes vitales e ilusos, de razonamientos, equívocos y frustraciones sobre el amor, el deseo, la pasión, la seducción y la creación. Guerín ha fabricado una hermosísima obra, una obra de resistencia, de amor al cine, a filmar las experiencias vitales del cineasta y los cómplices que le rodean, la capacidad de emocionarnos con lo mínimo (ausencia de música extradiegética), donde el cine, la pintura, la literatura, y demás artes confluyen de manera hipnotizadora y conmovedora, en el que los personajes siguen fieles a lo que sienten a pesar de los golpes que reciben, en el que ya no importa tanto que sucede y cómo, sino la naturaleza de vivir y experimentar mientras se va descubriendo y haciendo la película, donde todo sucede de la forma más sencilla posible, pero que en su interior, encierra las más bellas y profundas emociones humanas.