Entrevista a Celia Giraldo y Eva Llorach

Entrevista a Celia Giraldo y Eva Llorach, directora y actriz de la película «Un lugar común», en el marco del D’A Film Festival, en el Hotel Pulitzer en Barcelona, el viernes 5 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Celia Giraldo y Eva Llorach, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Haizea Viana, Laura Martínez y Celia Dosal de Viva Producción, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Mia Sala-Patau

Entrevista a Mia Sala-Patau, actriz de la película «Un lugar común», de Celia Giraldo, en el hall de los Bosque Multicines en Barcelona, el miércoles 7 de agosto de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Mia Sala-Patau, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Haizea Viana, Laura Martínez y Celia Dosal de Viva Producción, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Un lugar común, de Celia Giraldo

PILAR SE HA OLVIDADO DE VIVIR.  

“Me interesa la vida cotidiana del alma, esa que la gran Historia no suele tener en cuenta”.

Svetlana Aleksiévich 

En una de las iniciales secuencias de Un lugar común, la primera película que dirige en solitario de Celia Giraldo (Cornellà de Llobregat, 1995), en los vestuarios vistiéndose para afrontar la jornada laboral en la clínica, su protagonista, Pilar, se queda a cuadros cuando una de sus compañeras les pregunta lo siguiente: ¿Cómo eras antes de ser madre?. Una pregunta que define el estado emocional por el que atraviesa una mujer de cincuenta y tantos, toda la vida dedicada a su familia, que acaba de ser despedida como enfermera y ahora, ante tal panorama, no sabe a qué dedicar su vida. Un vacío existencial que ya exploró Giraldo en su aclamado cortometraje Te busco en todos (2018), cuando una madre alquilaba la habitación a un alemán después que su hijo se fuera. Dos madres que, ante la falta o ausencia porque los suyos ya no están o están mayores, se quedan detenidas, abandonadas y sobre todo, pérdidas sin saber cómo afrontar la vida ahora que deben ocuparse de ellas mismas. 

A la inagotable cantera de valores que surgen de la Escac cada temporada, hay que añadir un nuevo nombre, el de Celia Giraldo que ya daba buena cuenta de su talento en la película colectiva La filla d’algù (2019), codirigida junto a otros 10 compañeros/as, entre los que encontramos a Alejandro Marín, director de Te estoy amando locamente (2023), y Júlia de Paz Solvas, que se reserva una breve presencia en Un lugar común, y en la reconocida serie Això no es Suècia del año pasado, que dirigían Mar Coll que, con su primera vez con Tres dies amb la família (2009), inició el camino en el que se han ido sumando otras cineastas, y Aina Clotet, que era la protagonista de La filla d’algú y actúa como actriz en la película de Giraldo. Un cine que habla sobre mujeres de todas las edades, siempre con rigor e inteligencia, y deteniéndose en todos los procesos emocionales en una sociedad tan volátil en el que no hay tiempo para pensar y pensarnos, en un cine reflexivo y profundo que no cae en convencionalismos ni nada por el estilo, sino en nombrar y situar en primera fila conflictos sobre la mujer que durante muchos años han estado ocultos como los significados de ser mujer, la maternidad, la madurez, el amor, la vida en pareja y demás. 

La directora cornellanense se ha reunido para su primera aventura en solitario de compañeros de promoción como la coguionista Bianca Francez Omonte, que conocemos por su trabajo con Asier Ramos en cortometrajes como Los apaches (2019), el cinematógrafo José Cachón, del que hemos visto la serie Buga Buga y L’home dels nassos, en un detallado trabajo donde prima la naturalidad y la cercanía en el que abundan los planos secuencia y los encuadres cerrados que van abriéndose a medida que avanza la travesía emocional de la protagonista, el montador Javi Gil, de la serie Moebius y la citada Te estoy amando locamente, en un ejercicio de duración convencional con sus 88 minutos de metraje, donde hay poco respiro y si mucha intensidad en la deriva que va sufriendo Pilar, y la música de Jona Hamman, que ayuda a acentuar todo ese maraña emocional en el que está una protagonista que debe volver a mirarse al espejo y no huir cuando vea su reflejo. Amén de la terna de productores con Sergi Casamitjana y Aintza Serra de Escac Studio y Escándalo Films y Nadine Rothschild e Inés Massa de Materia Cinema, que produjeron La imatge permanent, de Laura Ferrés, entre otras. 

Una película que tiene mucho que ver con la búsqueda personal y reencontrarse con lo que fuiste y ya has olvidado debía de tener una protagonista capaz de mantener ese frágil equilibrio entre la carga emocional y la ligereza con la que está contada la historia, en el que emergen la comedia y el sonrojo en algunos momentos. La mejor Pilar es una Eva Llorach fantástica, con todos los matices y detalles que imprime un personaje a punto de estallar que se mantienen en la cuerda floja como puede. Una intérprete que maneja con inteligencia y naturalidad todas las complejidades y contradicciones de una existencia dada a los demás que ahora debe aprender a vivir por ella y nada más que ella. Le acompañan una alocada y antítesis Aina Clotet como hermana liberal y artista, Mia Sala-Patau que también ha pasado por Això no es Suècia, es Clara, la hija adolescente egoísta que pasa mucho de su madre y sus cosas, Félix Pons es Juan, el marido también a sus cosas, al igual que Teo Soler que hace de hijo pequeño. Todos a una y PIlar a solas. No olvidamos la breve presencia de Irene Moray, la directora de esa maravilla que es Suc de sindria

La película Un lugar común es una propuesta inteligente, ayudar y brillante sobre los conflictos de las mujeres maduras cuando ya no cuidan a los demás y deben aprender a cuidarse a sí mismas. Un conflicto que también exploró la mencionada Mar Coll en su maravillosa Tots volem el millor per a ella (2013), con su protagonista Geni que anda muy cerquita de Pilar. Unas mujeres hartas de su vida que deciden poner tierra de por medio para conocerse y emprender nuevos caminos, nuevos retos y sobre todo, reconocerse en quién fueron y ya lo han olvidado. Tanto la Alicia de Alicia ya no vive aquí (1974), de Scorsese y la Bárbara de Vámonos, Bárbara (1978), de Cecilia Bartolomé, también estarán en este grupo de mujeres que deben dejar su vida y su hogar y hacer uno nuevo, o al menos, irse lejos o quizás, irse hacia adentro, olvidándose de todos y todas, dejando atrás su vida o lo que queda de ella y dejar de preocuparse de los demás, que tan poco lo agradecen, y empezar a mirarse más, a estar más con ellas, a vivir más con ellas, en fin, a volver a quiénes eran con la experiencia de lo que no quieren ser, a volver de otra manera porque los años han pasado, y a volver a descubrirse, a mirar de nuevo todo otra vez. A ser ellas mismas dejando a la mujer que se han convertido y ya no quieren ser. El viaje empieza ya. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Mar Coll

Entrevista a Mar Coll, directora de la película «Tres dies amb la família», entre otras, en la Plaza Concórdia en Barcelona, el jueves 11 de marzo de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a Mar Coll por hacer posible este encuentro, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Tres dies amb la família, de Mar Coll

REENCONTRARSE CON LA FAMILIA.  

“No es la carne y la sangre, si no el corazón lo que nos hace padres e hijos”

Friedrich Von Schiller.

Tres dies amb la família o tres días finguiendo lo que no eres, o simplemente, lo que no te gusta ser. De esta manera podríamos definir este cuento oxuro de pesadillas, que vivie nuestra protagonista Léa, una joven de una veintena de años que viaja desde su exilio particular de Francia y deja atrás una relación de pareja en crisis y unos proyectos de vida que no parecen convencerla, para reencontrarse con su familia con motivo de la muerte del patriarca de los Vich i Carbó, una saga que pertenece a la burguesía catalana instalada en Girona. Allí vivirá tres jornadas que van desde el velatorio pasando por la misa hasta el entierro. En este retrato de todos nosotros -porqué, en cierto sentido, en algún momento de nuestra vida hemos tenido una familia o la tenemos- dentro el envoltorio de una película pequeña y sencilla, encontramos toda una serie de recursos de una madurez extraordinaria, una película llena de miradas furtivas, de silencios incómodos y de momentos donde reina la quietud en un grupo de gente que está más preocupada por ser lo que esperan de ellos que ser lo que son en realidad.

El artífice de este pequeña, sencilla e estimulante film tan bello como inquietante, tan conmovedor como demoledor, es la debutante Mar Coll, una barcelonesa de veintiocho años graduada en la ESCAC, que explica que la idea de la película le vino de una manera espontánea, estimulada por la muerte de su abuelo. La directora reflexiona sobre la arquitectura argumental de su film: “La película no quiere ser una respuesta, sino que está más próximo a una foto de familia de las que quedan en los álbumes y que, cuando las ves, si te fijas bien, puedes entrever todo lo que esconden detrás de cada gesto o cada actitud. Una foto de familia burguesa y catalana.” (Cines Renoir. Hoja de sesión. 26/06/08) Durante estas setenta y dos horas, guiados por Léa, iremos conociendo a sus padres,  separados, sus tíos, su tía –la oveja negra de la familia que ha escrito un libro que no deja tan bien a su padre tal y como esperaban sus hermanos-, y sus primos, que se reencontraran a partir de los viejos recuerdos de la infancia.

La opera prima de Coll es un retrato íntimamente femenino, donde las mujeres parecen más liberadas de toda la hipocresía que rodea a los tres hermanos y que, a pesar de todo, huyen del velorio del difunto con traición y premeditación para refugiarse en un bar y dejarse llevar un rato por la vida mientras beben, brindan por el viejo patriarca muerto y bailan al son de una rumba de Manzanita, que es una versión de “Un ramito de violetas”, de la gran Cecilia. Se trata de uno de los pocos instantes liberadores en que la directora nos deja respirar un poco. La película avanza con esta contención hasta el final, donde Léa ya no puede aguantar más y explota: su catarsis la libera un poco, y el único consuelo que recibe es de parte de su padre, mientras el resto de los comensales reunidos alrededor de la mesa la miran un instante y continúan la comida, que les parece más interesante que no los sentimientos de Léa y, porque no decirlo, que los sus propios sentimientos. Belén Ginart describía las criaturas de Mar Coll como unos “minusválidos emocionales” (El País, 26/06/08) Vale la pena decir también que el rodaje de la película se ha hecho prácticamente siguiendo las escenas en orden cronológico, cosa que ayuda a este crescendo que marca el hilo de la narración.

Antes de acabar, merece una mención especial todo el reparto de la película: el padre de Léa -un magnífico Eduard Fernández-, los tíos, en la piel de Francesc Orella y Ramón Fontseré, su mare, la actriz francesa Philippine Leroy-Beaulieu, la inesperada presencia de la tía Virginia a la que da vida una increíble Amàlia Sancho, i, especialmente Léa, una adorable, inquietante, perdida y especial Nausicaa Bonnín, que aquí debuta como protagonista en un registro muy complicado, un excelente trabajo lleno de matices, introvertido y muy bien planteado, y ejecutado. Una película de muchos debutantes y gente muy joven en el equipo técnico, pero que, con todo, han conseguido resolver con nota el objetivo que se planteaban. No quiero acabar sin mencionar los premios que esta película obtuvo en el Festival de Cine español de Málaga: “Mejor dirección” y “Mejor interpretación” para Nausicaa Bonnin y Eduard Fernández. Les dejo con esta familia que está muy lejos de ser perfecta, pero, hay alguna que lo sea?. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Lluís Segura

Entrevista a Lluís Segura, director de la película «El club de los buenos infieles». El encuentro tuvo lugar el miércoles 21 de marzo de 2018 en los Cinemes Texas en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Lluís Segura, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

El club de los buenos infieles, de Lluís Segura

LA MASCULINIDAD EN PELOTAS.

Las cenas de reencuentros escolares sirven, en la mayoría de casos, para darse cuenta que el tiempo es muy sabio, y nos dice que, con aquellas personas que compartimos casi todo en nuestros años de EGB o Instituto, ya no tenemos nada en común, y se han convertido en verdaderos extraños, y en algunos casos, en unos cretinos de muy padre y señor mío. La película arranca con una cena de esas y claro está, se reencuentran cuatro amigos que formaban una panda. Después de la cena, siguen la marcha y acaban casi de día, colándose en el colegio que los conoció para rendirse cuentas a ellos mismos y mostrarse sinceros con esos desconocidos que hacía la tira que no veían. Cada uno de ellos se sincera de tal manera que evidencia la fatiga del matrimonio, y lo que es más grave, la falta de deseo hacia sus mujeres, que ya no lo hacen por falta de tiempo, sino que no tienen ganas. De esa noche, deciden volverse a verse y salir de marcha para ligar con otras mujeres, “tomatear” lo llaman, aunque como suele ocurrir en estos casos, la teoría anda muy bien aprendida, pero lo que es la práctica, es otro cantar.

La opera prima de Lluís Segura (Barcelona, 1973) después de foguearse en los videoclips, la publicidad, en la Escac como profesor y trabajar como asesor con J. A. Bayona, no es la típica comedia de cuarentones que atraviesan alguna crisis para finalmente solucionarlas al lado de los suyos, no, nada de eso, la película es una comedia, pero no una cualquiera, sino una que contiene una crítica mordaz inteligente sobre el amor, el deseo y la infidelidad en los tiempos actuales. Porque estos cuatro tipos salen una noche de juerga engañando a sus respectivas señoras, pero no mojan, y piden asesoramiento a un experto en seducción, magnífica la composición de Adrián Lastra, cachas y repeinado (algo así como el personaje que hacía Tom Cruise en Magnolia, aunque ahora un rollo youtuber sabelotodo) y se lanzan a la aventura, pero lo que son las cosas, hay más hombres que viven ese conflicto en su matrimonio, y se les adhieren más, como el psiquiatra de uno de ellos, que además les proporciona las pastillas y demás, y el amigo de turno soltero empedernido, y así, nace “El club de los buenos infieles” (algo así como planteaba la película El club de la lucha, pero aquí sin darse hostias, sólo buscando sexo, o al menos intentarlo, que no es poco) unas excursiones a ciudades alejadas donde se dan una fiesta y ligan con otras mujeres, con la firme intención de liberarse de sus matrimonio, y recuperar la lívido, y salvar sus vidas en pareja.

La película está contada como si fuese un fake, los protagonistas se someten a entrevistas donde dan rienda suelta a que era el club, una especie de confesionario donde son capaces de emocionarse, gritar, enfadarse y explicar sus sentimientos, miedos e inseguridades. Segura nos hace reír, reír pero bien, porque estos pobres desgraciados tienen mucho que explicar y desahogarse, y no sólo en el sexo, y lo hace despojando a sus criaturas de lo masculino, de aquello que convencionalmente tienen que ser los hombres, y de cómo actúan cuando están juntos, y de sus secretos y pasiones más ocultas, y haciendo una película sobre hombres y sus problemas, pero que puede ser vista también por las mujeres, porque el director no se detiene en alabar a ellos, sino todo lo contrario, a sumergirse en sus miserias cotidianas y en su vulnerabilidad, dejándolos en pelotas, y profundizando en su patetismo, idiotez e infantilismo, haciéndonos replantear muchas cuestiones sobre el amor, como la fidelidad a uno mismo y la pareja, al amor fiel y duradero para siempre, el sexo en el matrimonio, la pasión y demás conflictos que a más tardar surgen en una convivencia.

Un grupo de intérpretes en estado de gracia ayudan a este juego sobre aquello que sentimos y no decimos, y aquello que queremos hacer y mentimos para llevarlo a cabo, o que aceptamos como real, cuando sabemos que no es así. Cuatro amigos tan diferentes entre sí, pero con el mismo conflicto a cuestas, tenemos a David (Hovik Heuchkerian) que se muestra seguro y uno de los artífices de la broma que acaba siendo casi una multinacional del pecado, Carlos (Raúl Fernández de Pablo) el menos seguro de todo este tinglado y el que más dudas plantea a todo este mejunje de mentirosos y pardillos, Marcos (Fele Martínez) el que finge orgasmos y además, siente que ya no desea ni quiere a su pareja, y por último, Juan (Juanma Cifuentes) el gordito del grupo, que practica sexo telequinético, que mientras lo haces con tu señora piensas en otras, se les sumarán los ya citados anteriormente, el matasanos (Albert Rivalta) y el soltero de siempre (estupendo Jordi Vilches) vaya par también. Segura ha construido una película con mucha gracia, que se ríe de sus criaturas y la manera tan peculiar que tienen de solucionar sus problemas, en una divertidísima sátira sobre esos conflictos propios de años de matrimonio, en una juerga con toda la carretera por delante, birras y a ritmo de La frontera y su himno de principios de los noventa, que decía así: “Te esperaré en el límite del bien y del mal…”, que si bien tiene momentos de comedia alocada y despendolada, no se queda ahí y va mucho más allá, reflexionando sobre el amor, el matrimonio, el sexo y la pasión, desde varios puntos de vista diferentes, en los que cada uno podrá sacar sus propias conclusiones, y sentirse más en la línea de unos u otros, porque como pasa en todo en la vida, las cosas no son nunca lo que parecen, y todo tiene infinitos puntos de vista.