Entrevista a Alex Guimerà y Oscar Tusquets, director y protagonista de la película «Dios lo ve», en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el miércoles 30 de abril de 2025.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alex Guimerà y Oscar Tusquets, por su tiempo, sabiduría y generosidad, y a Sílvia Maristany del equipo de comunicación del festival, por su tiempo, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“El arte es una mentira que nos acerca a la verdad”.
Pablo Picasso
Con Isla bonita (2015), Fernando Colomo (Madrid, 1946), abrió una etapa diferente con producciones más pequeñas y temas más frescos y naturales, que significaba un gran giro, muy alejado del entramado industrial en su extensa carrera como director, desde aquellas Pomporrutas imperiales (1976), célebre cortometraje que siguió a sud ebut en el largometraje con la inolvidable Tigres de papel (1977), punta de lanza de lo que luego se llamó la “Comedia madrileña”. Más de treinta títulos entre películas, series y demás han hecho de Colomo un director de cine con muchas comedias a sus espaldas. Con Isla bonita volvía a un cine ya muy presente en sus inicios y hablamos de La mano negra (1980), y La mitad del cielo (1983), que recuperó con Eso (1996). Un cine con pocos medios, muy fresco y divertido, lleno de ironía y crítico con todo y lleno de unos personajes metidos en mil líos y con un corazón enorme, sin olvidar las estupendas apariciones de Colomo como un actor excelente que, sobre todo, se ríe de sí mismo y de todo lo que le rodea. Aunque había aparecido en sus películas realizando cameos inolvidables, fue en las primeras películas de Manuel Gómez Pereira donde se descaró como actor y en Todo es mentira (1994), de Álvaro Fernández Armero se destacaba como un actor peculiar y brillante.
Como digo, en Las delicias del jardín, producida en los mismos parámetros que Isla bonita, con un guion coescrito junto a su hijo Pablo Colomo, destacado pintor figurativo que, además se pone a actuar junto a Colomo. Mano a mano, padre e hijo se convierten en las almas inquietas y torpes de la trama. El padre es Fermín, un pintor abstracto en plena crisis personal y económica, que disimula como puede sus temblores que le impiden pintar, y vive en un garaje prestado, y el hijo es Pablo, que pinta poco porque sigue enganchado a su ex. En esas está Pepa, ex de uno y madre del otro, que les propone que participen en el concurso que elegirá una obra original inspirada en “El jardín de las delicias”, del Bosco. Un relato que mira al mundo del arte, a sus estupideces, algarabías y demás desastres con humor. Un humor crítico e irónico, por el que pululan personajes, personajillos y entes de todos los colores y etnias, y entre medias los enfrentamientos amistosos y no tanto entre padre e hijo y el encargo que tienen entre manos, que no resultará nada fácil como era de esperar. Colomo insufla a la película ese gran cine que lo caracterizó en sus estupendos ochenta, en películas como La vida alegre (1987), Bajarse al moro (1989), y las ya mencionadas.
Colomo, después de tantos años de oficio, se ha rodeado para la ocasión de un grande como José Luis Alcaine, toda una institución de la cinematografía española con casi sesenta años de carrera y más de 150 títulos en su filmografía, con el que ha rodado seis películas, rodada con móviles por cuestiones presupuestarias, dándole una apariencia de inmediatez y naturalidad asombrosa que le va como anillo al dedo a lo que cuenta la película, con esos dos parias que intentan encontrar algo que no sea lo de siempre. La música la pone Fernando Furones, la quinta película con el director, con una composición de comedia clásica donde vida y ficción y realidad se mezclan creando una idea de ritmo y movimiento fantástica. El montaje lo firma Ana álvarez Ossorio, cuarta película con Colomo, amén del trabajo de Paco León como director, que insufla a la película una composición donde la agitación y la transparencia se convierte en las mejores bazas de una película pequeña de producción y muy grande de transmisión porque hace reír y no sólo eso, porque lo hace con sutileza e inteligencia, con unos personajes principales a la caza de su pequeño pelotazo que los saque de tanta miseria y penurias.
Con un reparto fantástico con Colomo como perfecto anfitrión que no duda en reírse de él, del arte y de los tiempos actuales, con tanta impostura, regodeo y narcisismo, bien acompañado por su hijo Pablo, que debuta como guionista y actor, que tampoco duda de mofarse del mundo del arte y la pintura en particular. Y luego una retahíla de pululantes como Carmen Machi en el rol de galerista a la caza de su bolsa que también como he dicho ex y madre de los protas. Antonio Resines como amigo de Colomo, con sus temas sobre las crisis sentimentales y demás, con unos grandes momentos siempre en un bar. La artista Carolina Verd hace un personaje muy divertido y esencial en la trama. Brays Efe, Luis Bermejo y María Hervás también aparecen en personajes breves pero interesantes, además de los pintores Antonio López y Javier de Juan que se interpretan a sí mismos. La película Las delicias del jardín nos devuelve al mejor Colomo, desatada en todos los sentidos, sin las ataduras de la industria y componiendo una divertidísima comedia sobre la vida, sobre el amor, las relaciones, el arte, la pintura y todo lo que le sigue, con aires del mejor Woody Allen y recuperando o volviendo, según se mire, a aquellas obras de los principios de su carrera, donde con pocos o nulos medios sabía captar toda la atmósfera social, cultural y humana que pululaban por el Madrid post dictadura. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Un cuadro que constantemente es una escenificación de la realidad en que todo es fingido”
Francisco Calvo-Serraller
Toda imagen, independiente de cuál sea su forma y estructura, oculta un misterio, un enigma que se revelará justo en el instante en que un espectador la observe, solo en ese momento será cuando esa imagen desvelará o no sus enigmas ocultos, porque cada espectador la mirará de formas diferentes y sobre todo, cada espectador hará su propia interpretación, que seguramente será muy diferente a la de otro espectador. Las meninas, quizás el cuadro más misterioso ya no solo de su autor Velázquez (1599-1660) sino de la historia del arte, se convierte en la primera película de Andrés Sanz (Madrid, 1969) en el centro de todo, en la materia de investigación y en el objeto a estudiar, desde múltiples puntos de vista. Sanz vinculado con el mundo del arte desde sus estudios y realizador de piezas relaciones con el universo pictórico, enmarca su película en un thriller intenso y profundo sobre los misterios de Las meninas, convocando a expertos en la obra de Velázquez y en su célebre pintura.
Algunos de estos estudiosos pasan por delante de su cámara como si fuesen testigos de un crimen y ofrecen sus testimonios para esclarecer los hechos que plantea la famosa pintura. Veremos y escucharemos al historiador estadounidense Jonathan Brown; los conservadores del Prado Manuela Mena, Javier Portús, Matías Díaz Padrón; el académico Félix de Azúa, el crítico Francisco Calvo Serraller; y los expertos del Metropolitan Keith Christiansen y Michael Gallagher, o el pintor Antonio López, especialistas del Museo Nacional del Prado y del Metropolitan Museum de Nueva York, entre muchos otros. Todos mantienen una relación estrecha con Velázquez y Las meninas, todos aportan su mirada al misterio del cuadro, lanzando sus ideas sobre lo que oculta la obra, cada uno a su forma, cada uno desde el convencimiento de que algo se oculta, algo misterioso ronda por la pintura. Ideas, planteamientos y formas de ver una obra y estudiarla, que choca contra las de otros expertos.
Entre todos nos ofrecen una idea de cómo acercarse al cuadro, como introducirnos en su interior y viajar por ese espacio que plantea la pintura de Velázquez. “Mirar a través del cuadro”, como espeta uno de los testimonios que aparecen en la cinta, o lo que es lo mismo, viajar por su interior, mirando con detenimiento sus figuras, sus sombras, sus espejos y sus múltiples reflejos que nos interpelan constantemente, produciendo esa fascinación que sigue hipnotizando a todos los observadores del cuadro desde hace tres siglos y medio. Sanz escenifica el tiempo, allá por el año 1656, en que se pintó la obra en la corte de Felipe IV, las relaciones entre Velázquez y el rey, y todo aquello que se cocía entre ellos y en mitad de un tiempo de decadencia de un reino que desaparecía entre las sombras, por medio de secuencias de miniaturas animadas por la técnica de stop motion, creando ese mundo laberíntico y absorbente que encierra la pintura, en una película que arranca proponiéndonos un sueño, un sueño recurrente del propio Sanz desde que era niño, cuando alguien le invitaba a mirar a través del agujero de una casa que escondía otros mundos infinitos e imposibles donde se desarrollaban escenas de la realización del cuadro.
La enigmática y magnífica música de Santiago Rapallo, la cinematografía misteriosa y sombría de Javier Ruiz conforman ese haz de misterio y enigma por el cual se estructura la película convocándonos a los espectadores a un juego de fantasmas, espectros y sombras en que dilucidar lo que se oculta, en un juego detectivesco en la mejor tradición del género, de la misma forma que se desentrañaban las formas de trabajo de Picasso en el fascinante documento de El misterio de Picasso, de H. G. Clouzot, o en La ronda de noche, de P. Greenaway, en que el cuadro de Rembrandt, también ocultaba un misterio en forma de asesinato, y que era desentrañado en la película. Sanz ha hilvanado con paciencia quirúrgica una obra fascinante, hipnótica y maravillosa sobre la pintura, el arte, los misterios materiales e inmateriales, el tiempo, los fantasmas y la increíble capacidad del arte para detenernos en una imagen, que sea cual sea su misterio o enigma que encierre, seguirá sometiéndonos a su belleza, a sus trazos, colores, juegos de espejos, espacios infinitos y sobre todo, seguirá manteniendo en suspense todos sus misterios que oculta, porque cada generación de espectadores seguirá elucubrando nuevas teorías, conspiraciones, hipótesis y demás ideas sobre Las meninas, Velázquez, Carlos IV y sus profundas e inagotables interpretaciones. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA