Belle, de Mamoru Hosoda

A TRAVÉS DEL ESPEJO Y LO QUE SUZU ENCONTRÓ ALLÍ. 

“Siempre quiero ver cualquier lado de ti, lo que escondes dentro de tu corazón”

Pudiera parecer a simple vista que Belle, de Mamoru Hosoda (Kamiichi, Prefectura de Tomaya, Japón, 1967), fuese otra versión del clásico cuento de hadas escrito por Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve publicado en 1740. Pero, conociendo la trayectoria del cineasta japonés, la cosa no iba a quedar en una simple traslación en imágenes del imaginario visual que contiene la extraordinaria fábula. Si repasamos la filmografía de Hosoda, en la que después de varias películas cortas, fundó junto a Yuichiro Saito el Studio Chizu con el que nos deslumbró con La chica que saltaba a través del tiempo (2006), en la que abordaba de forma precisa y concisa las consecuencias de manipular el tiempo y sus acontecimientos, en Summer Wars (2009), entraba lleno en las nuevas tecnologías y los conflictos incalculables de las redes sociales, en Los niños lobo (2012), se adentraba en una excelente cuento de niños-lobo y las dificultades de una madre soltera, con El niño y la bestia (2015), nuevamente volvía al tema humano-animal, y todo aquello que nos une y separa, y en Mirai, mi hermana pequeña (2018), un relato de dos hermanos y los viajes en el tiempo como conflicto, que ya había planteado en la citada La chica que saltaba a través del tiempo.

Belle, que se presentó mundialmente en la sección oficial del prestigioso Festival de Cannes, se erige como una película que recoge buena parte de los temas de la filmografía de Hosoda, ya que parece un compendio de sus anteriores trabajos, ya que aparecen dos temas ya tratados como las relaciones de humano con los animales, y las redes sociales, su funcionamiento y las consecuencias que tienen en la vida real. La bella es Suzu, una joven que recuerda a Makoto, la heroína que saltaba en el tiempo, que vive en un pueblo en mitad de unas montañas, junto a su padre, ya que su madre falleció cuando era ella pequeña. Makoto, de vida anodina, triste y vacía, encuentra en “U”, la mayor red virtual del mundo con cinco billones de usuarios. En “U”, Makoto se convertirá en “Belle”, la cantante de moda con sus pegadizas canciones, y con una legión mundial de seguidores. La otra cara de “U”, la encontramos en “La bestia”, una misteriosa criatura que siembra el terror en la red virtual, siendo temida por todos, menos por Belle que, a diferencia de los demás, provocará su fascinación y un misterio que debe resolver.

Vuelven los temas importantes del director nipón como el enfrentamiento de dos mundos en apariencia opuestos: el virtual y el real, y dentro de cada uno de ellos, las diferencias existentes que separan a los personajes, la mezcla de humano y animal, en la que los roles cambian constantemente y las emociones en forma de oscuridades del alma convergen en el tema central de la trama, las dificultades para relacionarse con los demás, las gestiones de la pérdida, y el dolor que están conllevan, y el eterno aprendizaje tanto propio como ajeno, y las relaciones sentimentales como eje para generar movimiento en todo lo que se cuece en el relato. El fondo es complejo y sumamente interesante, pero la forma y la textura de la película no se queda atrás, ya que casan con suma sensibilidad y transparencia con unas imágenes bellísimas y llenas de colorido, formas, sonidos y demás, en un magnífico espectáculo visual que es infinito, apabullante y grandioso, pero no lo hace como algunos otros que se dedican a cuanto más mejor, sino todo lo contrario.

Todo lo que vemos en el cine de Hosoda tiene un porqué, no juega a la complacencia, ni al esteticismo fácil, porque nada está por casualidad, todo tiene su sentido y busca su consecuencia, todo funciona como una armonía serena y constante, como una pieza de orfebrería cuidada al mínimo detalle, donde cada invisible pieza debe funcionar a la perfección para que el conjunto brille en su apariencia y profundidad. Unos profesionales al servicio de la imaginación argumental y visual como los Anri Jôjô y Eric Wong, todo un gran especialista, en el diseño de producción, el montaje de Shigeru Nishiyama, que ha estado presente en todas las producciones de Hosoda, Nobutaka Ike en arte, toda una institución que trabajó en todas las películas del desaparecido Satoshi Kon, y como supervisor de animación, un nombre como el de Takaaki Yamshita, que ha estado en casi toda la filmografía de Hosoda, y nombres tan ilustres como los del mencionado Kon, y Tarantino. La adaptación más sublime y extraordinaria en acción real de La bella y la bestia, la encontramos en la película homónima de Jean Cocteau de 1946, basada en la versión que apareció en 1756 de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. Una poesía de las imágenes, un encuentro especial y humano, y sobre todo, todo un clásico que ha trascendido su tiempo y ha quedado como uno de las grandes obras del cine.

Por su parte, Belle sería un buen ejemplo de cómo abordar un clásico y trasladarlo a nuestros días, con la presencia de las nuevas tecnologías, con sus bondades y males, y no desmejora en absoluto la película de Cocteau, sino que se enriquecen mutuamente, cada una con su forma, estilo y narrativa, pero las dos son miradas interesantes sobre el mismo imaginario. La película de Hosoda confirma a uno de los cineastas que mejor han recogido el relevo de los Miyazaki y Takahata y han construido su propio sello personal, creando mundos y personajes inolvidables, porque con Belle, podemos afirmar que sería la mejor adaptación en animación del famoso cuento, porque recoge con gran sensibilidad esos mundos enfrentados, y a su vez, enfrentados con ese otro mundo, donde todo reside en las apariencias, y en lo físico y en todo aquello que mostramos y por ende, ocultamos a los demás, donde la imaginación de Hosoda y su equipo resulta admirable, ya que han visto que las redes sociales en forma de mundos virtuales que nos vapulean diariamente, sería un buen espacio para volver a hablar de La bella y la bestia, y sobre todo, lo poco que hemos evolucionado en materias de humanismo y empatía, y lo mal que gestionamos el dolor ante los demás y ante nosotros mismos, aunque el ejemplo de Suzu y la criatura, podría servir como ejemplo para tratar estos temas de forma más cercana, transparente y sencilla. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

10.000 KM, de Carlos Marques-Marcet

10000 KM cartelLas consecuencias del amor

“Tú no quieres estar conmigo, quieres que yo este contigo”

¿De qué seríamos capaces de renunciar por seguir con la persona de la que nos hemos enamorado? Alex y Sergio son una pareja de Barcelona que llevan 7 años juntos y quieren tener un hijo. Alex, fotógrafa, le ofrecen una beca de 1 año en Los Angeles, a partir de ese momento mantendrán su relación mediante la pantalla del ordenador. 10.000 KM, de Carlos Marques-Marcet es la crónica de cómo un amor sólido se ve maltratado debido a las circunstancias en las que se ve sometido. El realizador catalán, afincado en Los Ángeles, hizo un viaje parecido al de su protagonista hace seis años, de aquellos sentimientos y miedos nació su película, en la que aborda el tema de la necesidad de irse fuera a nivel profesional con los problemas que eso conlleva a nivel afectivo. Alex es independiente, quiere tenerlo todo sin renunciar a nada, por el otro lado tenemos a Sergio, que cree en el amor por encima de todo. Dos maneras antagónicas de posicionarse ante la disyuntiva de enamorarse y mantener una relación sentimental. Marques-Marcet construye una película sincera y emotiva, y también, muy dura. El proceso que siguen estos personajes que se ven abocados a enfrentarse a ellos mismos y a investigar la naturaleza real de sus sentimientos. El arranque de la película en un minucioso y espectacular plano secuencia de unos 20 minutos donde el director nos introduce la acción, y pone en situación al espectador, deja paso a una realización básicamente en interiores donde abundan las secuencias y planos cortos, y sobre todo, el discurso en el que sustenta la película, el plano real en Barcelona/Los Ángeles y su contraplano virtual en la pantalla del ordenador. Alex y Sergio se ven abocados a la ausencia del otro, a la falta del yo, a vivir un amor sin el contacto físico, a estar en una relación donde el otro se encuentra en el mismo espacio, pero de un modo diferente, sólo está de forma virtual, sólo habita en una pantalla, pero se encuentra en otro lugar y en otro tiempo. La película aborda el tema de las nuevas tecnologías, de cómo los nuevos medios para comunicarse están cambiando nuestras formas de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. El cineasta catalán, debutante con esta película, ha fabricado una historia hija de su tiempo, un relato que plantea situaciones que se viven en la actualidad. Podríamos verla como un análisis profundo sobre los límites de comunicación, y también de cómo sorteamos y reaccionamos ante los embates de la vida, de las decisiones que tenemos que afrontar en las diferentes situaciones que nos colocan las circunstancias vitales. Película que arrasó en el último Festival de cine de Málaga, donde recogió el primer premio, director, actriz, y guión. Un relato donde la pareja protagonista, Natalia Tena y David Verdaguer, estupendos en sus registros, destila mucha química y hace creíble unos personajes que se expresan a base de miradas y silencios. 10.000 KM es una historia que nos habla sobre el amor y la comunicación, pero también sobre lo solos que nos sentimos, aunque estemos rodeados de dispositivos para comunicarnos, porque al fin y al cabo, cómo le ocurría al protagonista de Her, de Spike Jonze, que se enamoraba de un sistema operativo informático en un futuro no muy lejano, las nuevas tecnologías quizás hacen nuestra vida más cómoda, pero no más feliz.