Entrevista a Patricia Franquesa

Entrevista a Patricia Franquesa, directora de la película «Diario de mi sextorsión», en su domicilio en Barcelona, el martes 22 de octubre de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Patricia Franquesa, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Paula Borja de comunicación de la película, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Diario de Mi Sextorsión, de Patricia Franquesa

CHANTAJE A UNA CINEASTA. 

“La vida se contrae o expande en proporción a tu coraje”. 

Anaïs Nin 

En noviembre de 2022 bajo la gran iniciativa del DocsBarcelona a través de El Documental del Mes conocimos el trabajo de la directora Patricia Franquesa (Barcelona, 1989), a través de su ópera prima Querida Sara (2021), en el que de forma íntima y cercana nos hablaba de Sara Bahai, la primera taxista de Afganistán. Un trabajo no sólo de documentar y observar una mujer valiente, decidida y luchadora, en el que también se generaba un vínculo muy especial e interesante  entre cineasta y retratada. Una historia breve, de apenas una hora de metraje, donde el retrato iba y venía, en un revelador juego de espejos donde realidad, ficción y documento se cruzaban generando un relato caleidoscópico y lleno de matices y grises que generaba una aproximación muy directa y transparente tanto de la protagonista como de la cineasta. Un trabajo de extrema sencillez y complejidad que la directora catalana asume desde la sencillez y transparencia de una película que se pregunta y responde constantemente. 

Después de aquella primera experiencia tan interesante y rompedora, se generó en mi mucha expectación ante Diario de Mi Sextorsión, segundo trabajo de Franquesa, donde no solo afirma las buenas sensaciones de su debut, sino que va más allá, y vuelve a construir un relato íntimo y muy personal, esta vez sobre una experiencia vivida en sus propias alma y carnes, cuando el 14 de mayo de 2029 mientras se encontraba en un bar le fue sustraído su ordenador portátil. La sorpresa fue que pasados dos meses de aquel fatídico suceso, recibió un correo en que un hacker le exigía una cantidad de dinero para no hacer públicas tres fotos íntimas de ella. La directora coge ese material y lo convierte en el tema de su segunda película, y nos va relatando su experiencia del chantaje y su sextorsión, a través de grabaciones vía móvil y conversaciones personales, todo contado a través de pequeñas pantallas o ventanas tanto del pc como del citado móvil, mientras escuchamos de la propia Franquesa todos los sucesos y pormenores de esta travesía donde hay dolor, miedo, preocupación, amigos, un ex, familia y demás agentes, de los que se ayuda la cineasta para contar su periplo, donde hay llamadas y visitas a la policía, reflexiones personales y demás asuntos y trasuntos de una situación de terror. 

Aunque la película tiene oscuridad, tiene también ese tono de humor y ligereza para contrarrestar tantos momentos de angustia y horror, y es esa mezcla que la hace tan cercana y tan especial, porque hay una enriquecedora aproximación a las actividades criminales de los hackers, a sus formas de extorsión, y a la vez, todo ese material se convierte en una película, con una atmósfera similar a la que había en la citada Querida Sara, donde la película se va construyéndose a sí misma, y todo lo que vemos tiene esa textura de borrador/película, donde ficción, documental y retrato se vuelven a mezclar generando esas bifurcaciones profundas y muy reflexivas. No obstante, las dos vuelven a tener una duración similar, apenas una hora más o menos, tiempo en el que no dejan de suceder cosas, eso sí, también hay tiempo para mirar y observar, sin que la agitación de las situaciones vividas se convierta en elemento para enfatizar. Estamos ante una película donde Franquesa asume la técnica de rodaje, tanto en cámara como en sonido, donde lo doméstico emerge de forma natural y nada artificial, en que el borrador de la película es la propia película y viceversa. Eso sí, con la complicidad en postproducción de la composición musical de Laura Casaponsa, que tiene en su haber una extraordinaria película como Más allá del espejo (2006), de Joaquim Jordà, y el extraordinario diseño sonoro de una grande con más de 100 títulos como Laia Casanovas. 

En Diario de Mi Sextorsión, la cineasta construye una trabajo nada convencional, que acoge las nuevas formas de lenguaje y comunicación derivas de internet, para conseguir una película que en algunos momentos recuerda a Host (2020), de Rob Savage, un formidable cuento de terror filmado a través de videollamada y en plano fijo, donde se palpa la tensión y se consigue una atmósfera inquietante y fuera de lo común como sucede en la película de la directora barcelonesa, donde la sensación de soledad, secuestro y amenaza están muy presentes generando ese bucle de laberinto sin salida y persecución. Un diario filmado que se aproxima sin prejuicios a un tema demasiado cotidiano para muchas personas que se ven extorsionadas y acosadas a estos niveles, y faltaba una película que lo mostrará con toda la crudeza, sencillez y honestidad posibles y aquí está, directa y transparente como sólo se podía contar una experiencia como la experimentada por la propia cineasta. Una película/experiencia, donde el cine y la vida se vuelven a cruzar, fusionar y retroalimentar como el cine de Chantal Akerman, por ejemplo, en sus maravillosas home movies, donde no hay límites marcados, sino de la profunda reflexión de lo que se filma y su porqué, y el hecho de compartir con el público como herramienta de mostrar las oscuridades de la existencia y la forma que ayuda para gestionar el conflicto propio, donde la cineasta usa su propia experiencia para construir su cine y su forma de mirar su entorno. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Matria, de Álvaro Gago

RAMONA EN EL ESPEJO. 

“Hacia dónde debería mirar es hacia dentro de mí”.

Haruki Murakami 

Conocíamos al personaje de Ramona a través de Matria (2017), un corto de 21 minutos que contaba el relato de una mujer en ebullición, trabajando de aquí para allá, con un marido poco marido y una vida a rastras, una vida luchada cada día, cada sudor y cada instante. Ramona era Francisca Iglesias Bouzón, la mujer que cuidó del abuelo del director Álvaro Gago (Vigo, 1986). El cortometraje viajó muchísimo y agradó tanto a crítica como público, aunque el director vigués sabía que la historia de Ramona todavía quedaba mucho por contar y así ha sido, porque ahora llega Matria convertido en su primer largometraje que profundiza aún más en el intenso y breve espacio de la vida de su protagonista. Un relato que se abre de forma contundente y brutal con Ramona dirigiendo la limpieza a destajo de la fábrica de conservas. Se mueve en todas direcciones, aquí y allá, con mucha energía y vociferando a una y a otra, en ese estado de alerta y tensión constante, pura energía, en un estado constante de nerviosismo, de tremenda agitación, donde siempre hay que estar en movimiento, porque detenerse es pararse y mirarse, y eso sería el fin. 

Gago vuelve a contar con parte del equipo que le ha acompañado en cortos tan significativos como Curricán (2013), el mencionado Matria y 16 de decembro (2019), como la cinematógrafa Lucía C. Pan, que hemos visto en algunas de las películas más interesantes del cine gallego más reciente como Dhogs (2017), de Andrés Goteira, Trote (2018), de Xacio Baño, montada por el propio Álvaro Gago, y otras cintas como ¿Qué hicimos mal? (2022), de Liliana Torres, en un trabajo de pura carne, piel y sudor, en que la cámara retrata la existencia de Ramona, esa vida a cuestas, de velocidad de crucero, sin ningún alivio, en que se filma la verdad, la tristeza, la dureza y la inquietud de una vida a toda prisa, de trabajo en trabajo, de un marido que no quiere y exige, y una hija que quiere pero no a ella. Otro colaboradores son el montador Ricardo Saraiva, que sabe condensar y dotar de un ritmo de afuera a adentro, en sus vertiginosos minutos del inicio para ir poco cayendo en ese otro ritmo donde Ramona empieza a no saber adónde ir ni tampoco qué hacer, a ir más despacio, en unos intensos y emocionantes noventa y nueve minutos de metraje que dejan poso en cada espectador que se acerque no sólo a mirar sino también, a sentir a Ramon y a sentir su vida o lo que queda de ella. 

El concienzudo trabajo de sonido de Xavi Souto, que ha estado en películas tan importantes como A esmorga (2014), de Ignacio Vilar, A estación violenta (2017), de Anxos Fazáns y O que arde (2019), de Oliver Laxe, entre otras, y también el mezclador de sonido Diego Staub, que tiene una filmografía junto a directores de renombre como Isaki lacuesta, Amenábar, Bollaín, Martín Cuenca, Paco Plaza y Luis López Carrasco, entre otros. Matria nos devuelve a las tramas de la gente sencilla, esa gente invisible, esa gente que trabaja y trabaja y vuelve a trabajar, una clase obrera, que todavía existe aunque no lo parezca, porque ha perdido su lucha, su reivindicación y sobre todo, su coraje de plantarse en la calle y pedir derechos y mejoras salariales y de lo demás. Unas obreras que ha sido muchas veces retratadas en el cine como aquel Toni (1934), del gran Renoir, pasando por los trabajadores del neorrealismo italiano, o aquellos otros del Free Cinema, deudores de los currelas de las películas sociales y humanas de Leigh, Loach y demás, sin olvidarnos de los trabajadores de Numax presenta… (1980), de Joaquím Jordá, o los recientes de Seis días corrientes, de Neus Ballús. 

La Ramona de Matria, no estaría muy lejos de aquella luchadora a rabiar que protagonizó la portentosa Sally Field en Norma Rae (1979), de Martin Ritt, ni de aquellas otras que retrató de forma magistral Margarita Ledo en su estupenda Nación (2020), obreras gallegas también como Ramona que explicaban una vida de trabajo, de luchas y compañerismo. Matria, de Álvaro Gago es una película sobre una mujer, pero también, es una película sobre un lugar, sobre la tierra difícil y dura de Pontevedra, del Vigo de pescadores, de fábricas de conservas y olor a salitre y sudor, de una forma de ser y de hablar, de también, una forma de estar y hablarse, de esas amistades que van y vienen, y que vuelven, que se alejan y se acercan, de tiempo que va y viene, del maldito trabajo que es un alivio y una maldición tenerlo, al igual que cuando no se tiene. Matria  nos habla de esos días que cambian y parecen el mismo, de paisajes que parecen anclados en el tiempo, o quizás, el tiempo pasó por encima de ellos, quién sabe, o tal vez, ya no se sabe si el paisaje y el tiempo se transmutó en otra cosa y sus habitantes lo habitan sin más, en continuo movimiento, atrapados sin más, sin saber porque no pueden detenerse, o sí que lo saben, y por eso no cesan de moverse, de ir y venir. 

Matria es también el magnífico y potentísimo trabajo de una actriz como María Vázquez, que descubrimos como mujer de guardía civil en Silencio roto (2001), de Montxo Armendáriz, y las miradas penetrantes que se tenía con Lucía Jiménez. Una actriz que nos ha seguido maravillando en películas como en Mataharis (2007), de la citada Bollaín, o en la más reciente y mencionada Trote, sea como fuere su personaje de Ramona es toda vida, toda alma, toda fisicidad y emociones que irrumpen con fuerza y avasallan. Su personaje sumergido en esa inquietud y fuerza arrolladora es un no parar y también, es una mujer frágil y vulnerable, también, fuerte y rabiosa, llena de vida y de amargura, de risas y tristeza, de vida y no vida. A su lado, le acompañan Santi Prego, Soraya Luaces, E.R. Cunha “Tatán”, Susana Sampedro, entre otros, componiendo unos personajes con los cuales Ramona se relacionará, se peleará y amará. No se pierdan Matria, de Álvaro Gago, porque les podría seguir explicando más razones, aunque creo que las aquí expuestas resultan más que suficientes, por eso, no lo haré, sólo les diré a ustedes, respetado público, como se decía antes, que Matria no es sólo la ópera prima de Gago, es sino una de las mejores películas sobre las mujeres y el trabajo, qué buena falta nos hace mirar y reflexionar sobre la actividad que condiciona completamente nuestras vidas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA