LA HISTORIA NO CONTADA.
“Los mitos que son creídos tienden a convertirse en verdaderos”
George Orwell
Los cineastas Helena girón (Santiago de Compostela, 1988), y Samuel M. Delgado (Tenerife, 1987), llevan desde el 2015 dirigiendo películas cortas que profundizan sobre la historia, los mitos y demás aspectos construidos por una historia oficial que olvida el aspecto humano y misterioso. De ellos hemos visto Sin dios ni Santa María, Montañas ardientes que vomitan fuegos, Plus ultra e Irmandade, amén de instalaciones y performance. Un cine que explora la mitología e irrealidades, sino que lo hace desde una forma experimental, tremendamente visual, en diferentes formatos y texturas, haciendo de cada trabajo una aproximación a unos universos únicos e irrepetibles. Para su primer largometraje Eles transportan a morte, no se mueven de esos lugares sin tiempo, espacios de la memoria que la historia ha olvidado para construir su mito y leyenda.
La película se abre de forma impresionante, mágica y fantástica, primero con la sobreimpresión en la pantalla del año 1492, y luego bajo el mar, con las imágenes ralentizadas, van entrando al agua los palos de vela y una vela que se confunde con el mar embravecido, y luego, tres figuras masculinas, tres hombres proscritos, tres individuos que huyen de una muerte que ya debería estar ejecutada, tres espectros que recalan en un islote de Las Canarias, transportando una vela, un vela que Colón quiere a toda costa para proseguir su viaje al que luego llamaran “Nuevo Mundo”. Con el 16mm que firma José Alayón, que ya había firmado las cinematografías de películas tan importantes como La ciudad oculta, de Víctor Moreno, Blanco en blanco, Théo Court y Entre perro y lobo, de Irene Gutiérrez, amén de coproducirlas, creando esa textura y cercanía, con esa pesadez que acompaña a los tres fantasmas en perpetua huida de los otros y de sí mismos, intentando esquivar a la muerte. El espectacular montaje de Manuel Muñoz Rivas, otro de la factoría de Alayón, que condensa de forma sencilla y rítmica los setenta y cinco minutos de metraje.
El cuidadoso y detallista trabajo de la banda sonora, que firman dos de los nombres más importantes en el cine colombiano de autor, tanto del sonido que firma Carlos E. García, componiendo toda una atmósfera absorbente, en el que cada sonido en off inunda cada plano y encuadre de la película, envolviéndonos en esa aura mística, misteriosa y oculta que inunda toda la historia. Y la composición musical de Camilo Sanabria, que aboga por los ritmos fantásticos e industriales para ir creando todo ese universo tanto físico como emocional que persigue la historia. Eles transportan a morte se estructura a través de dos caminos. El de los tres hombres huidos y/o fantasmales, en las Islas Canarias, que también fueron arrasadas en ese camino del “Nuevo mundo”, en el que los cineastas buscan la esencia y pureza cinematográfica, como hacían los pioneros, como Sjöström y Dreyer, el Tourneur de Yo anduve con un zombie, el universo de Pedro Costa, y el Zombie Child, de Bonello, con esos tintes propio del cine de terror y fantástico, y luego, el otro lado, el “Viejo mundo”, esa Galicia de mediados del XVI, con esas mujeres que les han llevado obligados a sus hombres a la conquista del “Nuevo mundo”, tildadas de brujas y peligrosas.
La película se sustenta en un relato muy físico, en el que apenas hay diálogos, donde todo se explica mediante el silencio, o mejor dicho, mediante los sonidos, el off, y la relación de los tres proscritos. Los intérpretes del que solo conocemos a David Pantaleón, actor y también, estupendo cineasta como corrobora en Rendir los machos, entre otras, como uno de los huidos, acompañado por Xoán Reices y Valentín Estévez, las gallegas Sara Ferro y Nuria Lestegás y Josefa Rita Míguez Cal, componen unas vidas ajadas, solitarias, aisladas, pero llenas de humanidad y verdad, toda la que les falta a esa otra realidad, la que ha quedado plasmado en los libros de historia. Eles transportan a morte se detiene en lo humano, en lo íntimo, acercándonos a los anónimos, a todos esos hombres y mujeres que también estuvieron y fueron, desmitificando toda la historia de la conquista, el “Nuevo mundo”, y demás, como se deja patente en esas imágenes apropiadas de Alba de América, de Juan de Orduña, producida en 1951 en pleno franquismo para dar rienda suelta a la falseada gloria del Imperio español conquistando nuevas tierras.
La película de Girón y M. Delgado es una película totalmente inmersiva, muy sonora, y espiritual, en la que es tan importante lo que vemos como aquello otro que no se ve, que queda oculto, que permanece en las sombras, en el misterio, en ese lugar que la película investiga y extrae del tiempo y el espacio, porque todo aquello remite indudablemente en nuestro presente, en nuestra cotidianidad, en lo que somos, y sobre todo, de dónde venimos, todo lo que se ha hecho y lo que no, todo lo que se ha contado y todo lo que se nos ha ocultado. Un viaje a nuestra historia, contada desde el lado opuesto a la oficialidad, en una propuesta que no estaría muy lejos de las de Albert Serra, en el concepto de hablar de los mitos y leyendas, desde la desmitificación y lo humano y cercano, respirando, comiendo, caminando y escuchando a estas personas totalmente ninguneadas por la historia, y dándoles el lugar que se merecen o al menos, recuperando sus relatos, sus rostros y sus cuerpos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA