LA LARGA NOCHE FRANQUISTA.
“Hacer la revolución es volver a colocar en su sitio cosas muy antiguas pero olvidadas”.
Jean-Marie Straub
En la obra teatral Terror y miseria en el primer franquismo, de José Sanchis Sinistierra, que a su vez hacía referencia a Terror y miseria en el Tercer Reich, de Bertolt Brecht, se hacía un retrato cotidiano de los años de la posguerra, a través de nueve piezas, en el que nos adentrábamos en las existencias difíciles y durísimas de los vencidos y aquellos que apoyaban el régimen, todo contado con una crudeza e intimidad que helaba la sangre. El cineasta galego Eloy Enciso (Lugo, 1975) ya había dejado síntomas de su talento narrativo y formal en películas como Pic-nic (2007) en el describía con acierto y crítica el llamado “tiempo libre” de unas personas en una playa en pleno mes de agosto. Con Arraianos (2012) nos situaba en un pequeño pueblo perdido en las montañas de la frontera entre Galicia y Portugal, para describirnos un mundo mágico, sincero y cotidiano, entre la verdad y el sueño, protagonizado por los mismos habitantes.
Ahora, y siguiendo el marco que proponía en su obra Sanchis Siniestierra, se adentra en aquel primer franquismo, aquel que abarca del año 1939 al 1953, para contarnos la vuelta de un represaliado de nombre Anxo a su pueblo en la montaña, a través de tres capítulos o partes, en un camino con el que se cruzará a diferentes personajes en su cotidianidad, unos vencidos y otros vencedores, como un hombre y una mujer pobres que piden en la puerta de una iglesia, una viuda que no quiere recordar, un comerciante que emigra, un prisionero republicano que describe su calvario, un comerciante con ideas liberales, o una señora en una estación con un discurso de derrota, o el alcalde populista y demás historias de exilio, miedo y represión de aquella España rota y desangrada. Todo articulado a través de diálogos basados en textos de autores como Rodolfo Fogwill, Max Aub, Alfonso Sastre, José Mª Aroca, Luis Seoane, Ramón De Valenzuela, Marinhas del Valle, Ángeles Malonda, divididos en los tres bloques anunciados. El exilio sería el primero, el segundo abarcaría aquellos que se quedaron, los que sufrieron la venganza y la represión franquista, y finalmente, en el tercer tramo, escucharemos las cartas de prisioneros y prisioneras que envían a sus familias y amigos desde la cárcel.
Enciso realiza un bellísimo y aterrador viaje hacia las profundidades del franquismo, a través de la figura de Anxo, que lentamente se irá convirtiendo en ese fantasma envuelto entre la bruma y la espesor del bosque de los espectros, de aquellos olvidados, de los que ya no tienen voz, de los desaparecidos, de todos los que perecieron ante la crueldad franquista. Una película poética, sincera e íntima que evoca aquellos años para entender los actuales, para analizar desde el prisma cotidiano de tantas personas ejecutadas y perseguidas, lanzando una mirada llena de amargura y soledad de cómo se construyeron los cimientos del estado actual, a partir de tantos olvidos, desaparecidos y crueldad. La exquisita y hermosísima luz de Mauro Herce, cinematógrafo indispensable en el cine gallego actual más crítico y audaz, nos envuelve de ese aroma cotidiano del aquí y ahora, a través de la sinceridad y la dureza de unos rostros perdidos y rotos, y unos espacios que van desde la más absoluta cotidianidad urbana, con esa luz apagada y cruda, para lentamente adentrarnos en la naturaleza y en ese bosque perdido, con esa luz más artificial y espectral, con ecos a la luz que hizo Teo Escamilla para Feroz, de Gutiérrez Aragón, donde parecen encontrarse todas las almas torturadas y olvidadas.
El penetrante y suave montaje de Patricia Saramago (habitual del cine de Rita Azevedo Gomes o Pedro Costa) que sabe captar esa armonía que tanto necesita una película que no solo muestra rostros y cuerpos sino que abre la puerta para que nos adentramos en las almas y conciencias de sus personajes, y sobre todo, en todo aquello que han perdido y jamás volverá. Y qué decir de la conmovedora y sensibilidad de las interpretaciones de este grupo humano que encarnan a los personajes, reclutados entre los grupos de teatro aficionados gallegos, de gran tradición en Galicia, que construyen unas miradas, rostros y diálogos desde la verdad, desde lo más profundo, y desde lo poético. Enciso recoge el aroma de las películas del este como el cine de Klimov o Tarkovski, como ese viaje por el río donde nos adentramos en otro mundo, en otra dimensión, cruzando esa frontera, tanto física como emocional, donde el agua y el sueño se confunden para crear un espacio espectral y poético, con aquel aroma de viaje-pasado-sueño que podemos ver en el Carlos Saura de La prima Angélica, en el cine de Theo Angelopoulos de La mirada de Ulises, el de Pedro Costa de Cavalo dinheiro (2014) el de Apichatpong Weresethakul de Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010) o el de Bi Gan en Largo viaje hacia la noche (2018) con resonancias evidentes con la película de Enciso, en la que sus personajes volvían de manera física y emocional a aquellos momentos de su memoria que siguen vivos en su interior.
Enciso vuelve no solo a la memoria de unas gentes sino a toda la memoria de un país, evocando aquellos años de oscuridad, con una película evocadora, de rescate, de mirar al pasado, a nuestro pasado, siguiendo a Anxo, a alguien que no habla, que no emite palabras, porque quizás ya no quedan, que entrega una carta, convertido en testigo de todo, en una voz y cuerpo de tantos otros que ya no están. El cineasta galego ha construido una obra de gran calado cinematográfico, envolviéndonos en aquellos años de terror y miseria del franquismo, evocando aquellos fantasmas olvidados, aquellos fantasmas tan presentes en la actualidad, aquellos muertos sin dignidad, tantos y tantos que murieron en el olvido, abocados a la fosa del olvido, que siguen violentando un presente demasiado ensimismado en sí mismo, aterido de frío, incapaz de mirar al pasado y rendir cuentas de todo aquello, a mirarse en aquel espejo de violencia y muerte y no sentirse cobarde y ciego ante tanta injusticia cometida, donde la película de Enciso se erige en una película de recuperación y memoria, sobre la dignidad de tantos, sobre lo que fuimos y somos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA