Entrevista a Victòria Morell Salom, directora de la película “Petricor”, en el marco de IMPACTE! Festival de Cinema i Drets Humans de Catalunya, junto a los Cinemes Girona en Barcelona, el sábado 6 de mayo de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Victòria Morell Salom, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Alex Gil de comunicación del Festival, por su trabajo, amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Miguel Eek, director de la película “La primera mujer”, en el marco de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, en el Teatre CCCB en Barcelona, el miércoles 17 de noviembre de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Miguel Eek, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Sandra Carnota de Begin Again Films, y al equipo de comunicación de L’Alternativa, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Estoy más o menos bien. Estoy estable y estar aquí para mí ahora es aturdirme más. Aquí los problemas son con gente que no está bien, que no tiene culpa. (…) Necesito estar con gente normal. Tener amistades, un trabajo o unos estudios para poder trabajar. Tener una casa, pareja. Y nada más. Quiero ser una persona normal”.
Tanto Lilith (1964), de Robert Rossen y Monos como Becky (1999), de Joaquím Jordà, tienen en común que, a partir de premisas entre el documento y la ficción, abordan de manera profunda y sensible todos los conflictos relacionados con las enfermedades mentales. Además, la película de Jordà, junto con En construcción (2001), de José Luis Guerín, abrió nuevos terrenos a la no ficción y sobre todo, acercó a muchísimos jóvenes a estudiar el cine desde otras perspectivas, realidades y posiciones políticas. Seguramente, uno de esos jóvenes inquietos fue Miguel Eek (Madrid, 1982), que creció en Mallorca, y ha dedicado toda su filmografía como productor, guionista y director a temas relacionados con su ciudad. En Vida divina (2015), se acercó a tres religiosas de clausura, en Vida y muerte de un arquitecto (2017), nos explicaba los pormenores del arquitecto Josep Ferragut, en Ciudad de los muertos (2019), la trama giraba en torno a los trabajadores del cementerio de Palma, y en Próximamente últimos días (2020), se adentraba en la gestión cooperativista del Cineciutat.
Un cine muy cercano, intimista, transparente y conmovedor, que abre resquicios de luz en una sociedad que va demasiado deprisa y con un rumbo muy fijado. Ante eso, el cineasta mallorquín abre diferentes ventanas para asomarse a temas y elementos que se evitan y se destierran de la cotidianidad. En La primera mujer, vuelve a tocar uno de esos temas de los que la sociedad huye y oculta, la enfermedad mental vista en primera persona, sin adornos ni nada que se le parezca, a través de una mujer llamada Eva, de pasado muy oscuro que, después de quince años acarrando sus problemas mentales, ahora se encuentra curada, y está a la espera de salir del hospital psiquiátrico de Mallorca, donde se ha pasado los últimos seis años. Eek divide su película en dos partes bien diferencias. En la primera, asistimos codo con codo a la cotidianidad de Eva, en sus talleres de cerámica, sus quehaceres domésticos, sus comidas y la interacción con los otros pacientes. La espera es difícil, pero la mujer no desespera y sigue con buen humor y su voluntad en dejar atrás toda esa vida dura y de toxicómana. En la segunda parte, todo cambia para Eva, le dan su piso tutelado, un trabajo, encuentra una pareja, visita a su madre en la residencia donde vive, y también, espera poder ver a su hijo que no ve desde que la diagnosticaron.
Eek construye una película sensible, íntima y naturalista, todo desprende verdad y autenticidad, acercándose a la enfermedad mental desde el alma y el respeto y honestidad de una enfermedad devastadora, visibilizando a todos los pacientes que la sufren diariamente, revolviendo entre ellos y extrayendo su humanismo, sus secretos, sus conflictos, y sus ilusiones y reflexiones. La primera mujer nos sitúa en el centro de todo, nos convierte en testigos privilegiados para mirar y observar a todos los pacientes, nunca se juzga a nada ni nadie, todo está filmado con muchísimo respeto y esperanza, porque el film huye completamente de la estigmatización, la tristeza y el paternalismo que rodea el universo de la salud mental, convirtiendo a los pacientes en seres como nosotros, y sobre todo, metiéndonos en el meollo de todo, para ver qué sucede y para reflexionar porque uno de ellos podemos ser nosotros en cualquier momento. Un montaje magnífico que resuelve una película que trata un tema muy complejo en solo 76 minutos, que firma Aina Calleja Cortés, que también actúa como guionista, y ya había trabajado con Eek, que cuenta con una filmografía al lado de nombres tan poderosos como Mar Coll, Liliana Torres y Nely Reguera, entre muchos otros. Destacar la cinematografía naturalista y con esa luz que da brillo y empaque a todo lo que se cuenta, que hace Jordi Carrasco, que ha estado en los equipos de Agustí Villaronga, e hizo la misma labor en Próximamente últimos días.
Somos uno más, somos testigos de la experiencia vital de Eva, una mujer que empieza una vida nueva, una vida llena de esperanza y dificultades, pero con la voluntad de olvidar y alejarse de su vida anterior, una película que navega entre la lucidez y la oscuridad, entre lo que hemos sido y somos, que hace especial hincapié en las segundas o terceras oportunidades, y sobre todo, ayuda a desenterrar muchos prejuicios y gilipolleces en torno de la salud mental y todos aquellos que la padecen. Eek no solo ha hecho una película sobre la salud mental, sino también sobre todos nosotros, nuestra posición moral ante una enfermedad de estas características, ante como la juzgamos y la tratamos, siempre de forma injusta y muy alejada de su realidad más cercana, y la película ayuda y no veas como ayuda, a verla con otros ojos, desde otras posiciones, una posición frente a frente, de igual a igual, de ser a ser, y también, de tomar conciencia a no estigmatizarla, a no ocultarla, y a abrir diálogos y debates en torno a ella, porque ya no es ese enemigo que se ocultaba en todos los ámbitos de la sociedad, ahora, es una enfermedad como cualquier otra, quizás muchísimo más salvaje que otra, porque no se ve, pero está ahí, y sus consecuencias pueden ser devastadoras. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Sabemos lo que somos, peor aún no sabemos lo que podemos llegar a ser”
William Shakespeare
En Monos como Becky (1999), fascinante y hermosísimo documento del maestro Joaquim Jordá, exponía la enfermedad mental desde las personas, dese sus sueños e inquietudes, desde sus más profundos anhelos y existencias, enterrando tantos prejuicios, miedos y barreras que la sociedad ha impuesto a los enfermos de salud mental. Una película que ayudó a mirar a los enfermos como personas, huyendo de la compasión y el victimismo, y sobre todo, situándolas en un marco humanista. Un proceso parecido es el que ha emprendido la directora Rosa Berned (Madrid, 1981), que ya había tratado de una manera diferente la inmigración a través de interesantes cortometrajes, debutando con un relato desde el alma, desde la mirada, desde la cercanía, desde la espontaneidad de un grupo de personas de salud mental, que asisten a un taller de teatro, donde cine y teatro se funden, donde cada uno de ellos empieza a soltar amarras, a bucear en sus dolorosos recuerdos del pasado, y sobre todo, a cambiar, a convertirse en personas diferentes, en esta película catártica, en este proceso único y honesto, que convierte a estas personas en seres que miran al presente con otros ojos, donde el miedo empieza a doler menos y la vida se viste de amor, amistad y abrazos.
Una película nacida de la experiencia de Pilar Durante, productora de la cinta, con más de tres décadas trabajando como terapeuta ocupacional con personas con enfermedad mental, y el incondicional apoyo de Rosa García, la integradora social, y asistente de dirección, y la propia directora, que crearon talleres de fotografía y de teatro, y durante el proceso se encontraron con un grupo de siete personas que sufren de enfermedad mental: María Jesús Rodríguez, Pedro Lara, Silvia Jiménez, Nieves Rojo, Emilio Garagorri, Manuel Jiménez y Julia Vera. Siete personas adultas que a través del taller van experimentando sus propias enfermedades, sus existencias, sus pasados, y su identidad, y la cámara de Berned, con la ayuda del rítmico y naturalista montaje de Amaya Villar Navascués, registra la vida, todos esos momentos en los que asistimos como testigos de excepción a sus aperturas emocionales, donde se muestran lo que son, con sus rupturas emocionales, sus pasados de maltratos y abusos por parte de sus progenitores, sus trastornos, sus intentos de suicidio, sus manifestaciones reivindicativas a ser tratados como personas y no como niños u objetos, a sus luchas para acabar con el estigma de la salud mental, sus presentes, donde se van abriendo a los demás, y sobre todo, compartiendo su dolor y sus alegrías, donde reivindican los abrazos y la vida, en contraposición a tanta pastilla e invisibilidad.
Descubrimos a siete seres maravillosos, con sus luces y sombras, con sus pesadillas y alegrías, llenos de bondad y gratitud, en un relato honesto e íntimo, que apenas habla de salud mental, lo necesario, el resto lo dedica a descubrirnos el interior de esas personas, unas personas que podríamos ser nosotros, si hubiéramos pasado por situaciones parecidas a las de ellos. Berned ha construido una ópera prima de gran calado emocional, llena de sabiduría e inteligencia, una conmovedora y nada compasiva lección de humanismo, rescatando todas las bondades y herramientas del arte, en este caso del teatro y el cine, como terapias catárticas que ayudan de forma profunda y personal a aliviar y reconducir los males emocionales, extrayendo todo aquello que daña y reparándolo, a través de lo que sentimos y como lo extraemos, del proceso para sentirse bien, mirando de frente nuestros dolores, miedos e inseguridades, pasando del aislamiento emocional a el espacio de compartir, de explicar, de hablar, de sacar todo aquello que nos hace mal, para convertirlo en algo que podamos compartir con los demás, y de esa manera, sentirnos más ligeros y aliviados.
La película no solo documenta el taller de teatro, sino que entra en sus hogares, en las relaciones familiares y personales, los acompaña en sus profundas reflexiones sobre la vida, la muerte, la existencia, el tiempo, etc…Un documento honesto y sensible, que trata la enfermedad mental sin condescendencia ni sentimentalismo, sino de forma sincera y personal, de frente, sin miedos ni atajos, cara a cara, mostrándola en toda su crueldad, pero también, el otro lado, ese que proyecta el taller de teatro, que ayuda a curar heridas, siendo otros, expresando lo que tanto cuesta en la realidad, atreviéndose a sentir lo que tanto duele, a trabajar cada día en ser lo que otros tanto tiempo le negaron, a aceptarse para que los demás acepten, a sentirse libres, independientes y seguros, a sobrellevar la enfermedad y a no sentirse solos y vacíos, a saber compartir la alegría y el dolor, en fin, a vivir con todo lo que ello conlleva, pero con menos miedo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
A partir del 2008, con el estadillo de la crisis, ese país que nos vendieron como un paraíso de abundante trabajo y riqueza por doquier, se vino abajo. En ese instante, apareció su triste y verdadero rostro, los parados se amontonaban en las interminables colas del paro, los desahucios estaban a la orden del día y el gobierno era incapaz de frenar la hemorragia. Por el contrario, sus políticas conservadoras la hacían aumentar con recortes de todo tipo y ayudas a la banca, origen de la burbuja inmobiliaria. Ante este panorama social, el cine se ha mostrado comprometido en abordar estos temas y contar el drama cotidiano de las millones de personas que lo han sufrido, y desgraciadamente, lo siguen sufriendo.
El grupo es una de esas películas, su director Gustavo Vizoso (1971, Barcelona) que empezó como fotoperiodista y autor de documentales de compromiso social, vivió en carnes propias la tragedia de quedarse sin trabajo, y entró a formar parte de uno de los grupos de parados de larga duración de más de 40 años, a través de una idea de los Servicios Sociales del Barrio de Sant Antoni de Barcelona, en los que se toma como hipótesis de trabajo el Observatorio de Salud Mental de Catalunya (OSAMCAT). El psiquiatra al cargo el Dr. Josep Moya de la Fundació Parc Taulí (desde donde se desarrolló el documental Una cierta verdad, de Abel García Roure, que filmaba a enfermos mentales) propuso a Vizoso que filmase estos encuentros terapéuticos. El realizador barcelonés captura de forma inquieta y cercana estas conversaciones, en las que cada uno expone sus inquietudes y reflexiones para ayudar y ayudarse, y de esta manera encontrar apoyo para pasar el trance de su mala situación personal. Vizoso sigue atento con su cámara todo lo que va sucediendo, no participa de forma activa, se mantiene al margen, capturando la inmediatez del momento, filmando sus miradas, sus rostros y las palabras que emiten. Son testimonios personales dentro del colectivo, de esta agrupación/cooperativa que nace con el propósito de que no se sientan solos, y entre todos, produzcan herramientas que les ayuden a conseguir trabajo y salir adelante.
En un par de ocasiones, Vizoso, deja la sala de las reuniones, para seguir a dos miembros del grupo, a los que les cede su cámara y su drama personal, las personas nos cuentan su cotidianidad, las idas y venidas de trabajos precarios que se van encontrando, su modus operandi a la hora de buscar trabajo, y las diversas actuaciones y dinamizaciones en las que participan. Vizoso estructura su película a través de dos tiempos que vienen marcados por las reuniones que se van celebrando. Primero, en tres meses de primavera y verano del 2014, y luego se traslada al invierno del 2015, en los que vemos el origen del grupo y las actividades que realizarán, para luego, ser testigos de todo el proceso que han vivido y como ha sido su desarrollo. Un documento necesario y honesto, construido a través de historias mínimas, de personas como nosotros, personas que tienen que volver a empezar, reconstruirse interiormente y mentalmente para afrontar el durísimo proceso de buscar trabajo y sobre todo, una película sobre la solidaridad humana y el trabajo cooperativista, en el que trabajar unidos con el objetivo de tener una vida digna para seguir sobreviviendo en una sociedad, que parece ser que sólo cuenta para la riqueza económica y se olvida demasiado de lo humano, que al fin y al cabo, debería ser el epicentro de la riqueza de las sociedades.