Angry Inuk (Inuit enfadado), de Alethea Arnaquq-Baril

LOS INUIT: VIDA, LUCHA Y ESPERANZA.

“Debemos frenar el prejuicio cultural que se nos impone y no nos permite beneficiarnos de nuestro entorno natural sin tener que perforar el suelo… Eso es lo que queremos como pueblo”

En 1922 Robert J. Flaherty dirigió Nanuk, el esquimal, un documento antropológico, considerado el primer documental de la hsitoria, que reivindicaba y daba a conocer las durísimas condiciones de vida de los inuit en el Ártico (en las tundras del norte de Canadá, Alaska y Groenlandia) y su forma de vida naturalista y ancestral indígena que vivía de la caza de las focas, por su carne y comercialización de pieles. Ahora, casi un siglo después, ese tipo de vida se ve seriamente amenazada por la tremenda oposición de las grandes organizaciones animalistas internacionales que promueven campañas millonarias en contra de la caza de las focas, aunque hay excepciones para la comunidad inuit, pero paradójicamente, esos movimientos promueven la prohibición de comercializar con las pieles, elemento comercial básico para la subsistencia de los inuit. La directora Alethea Arnaquq-Baril, inuit de nacimiento, coge la cámara y siguiendo con su filmografía, vuelve a mostrarnos su cultura, su vida y sus gentes, como ya hiciera en su anterior largo Tunniit: Retracing  the  Lines  of  Inuit  Tattoos, donde daba buena cuenta del espíritu inuit, reivindicando su forma de vida, y sus necesidades vitales para su subsistencia ante leyes que les obligan a su casi desaparición.

Arnaquq-Baril nos sitúa en Kimmirut, en el territorio de Nunavit, en el Ártico canadiense, en la zona más extensa de Canadá, en un paisaje helado, de temperaturas extremas y durísimas condiciones de vida, arrancando su película de forma antropológica, mostrándonos la forma de caza de los inuit, acompañando a un pariente y su nieto en su cotidianidad, donde después de cazar una foca, todo el proceso de despiece del animal, y la utilización de las diferentes partes, la comida entre familiares, la venta de otras partes, y la preparación de la piel para finalmente venderla. Un proceso que contribuye a la preservación del ecosistema y la forma de vida de la comunidad inuit. Después, nos habla de un poco de la historia de los inuit, cómo ha evolucionado el ajetreado siglo XX en la comunidad, donde han tenido que hacer frente al impecable contaminación del capitalismo que les ha llevado a cambiar de tierras, verse hostigados por las multinacionales porque su tierra es rica en minerales, tales como el petróleo y el gas, y hacer frente a los elementos naturales, en un ambiente sumamente hostil, helado, y temperaturas que alcanzan más de -30º. Ante este panorama, la comunidad se ha movilizado y ha viajado hasta Europa para reivindicar su forma de vida, y protestar contra leyes que atentan ante su futura existencia. La película arranca en el año 2008 y finaliza en el 2016, después de seguir un itinerario viajero que lleva a algunos representantes de los inuit, entre ellos la propia directora, que llevan una campaña a favor de la caza de focas, explicando las campañas internacionales ecologistas que utilizan las focas para enriquecerse y favorecer a grandes multinacionales que comercializan con otro tipo de animales.

Una comunidad pequeña, aislada, que se caracterizan por su vida solitaria, tranquila y sosegada, intentan hacer ruido para que la comunidad internacional (Unión Europa) les haga caso y les ayuden a mantener su estilo de vida, donde la caza de focas es primordial. La directora inuit coloca su cámara en su campaña de protesta, en sus viajes, en las entrevistas con parlamentarios europeos, concentraciones, y demás actos políticos, pero no olvida, mostrar la forma de vida de sus paisanos, en su día a día, y lo hace desde la sencillez y la honestidad, capturando cada detalle, cada mirada, situándonos en el centro de la acción, desde la modista que hace sus diseños con piel de foca, los cazadores que hacen lo imposible por mantener a su familia, y los estudiantes universitarios que colaboran para que su comunidad siga latiendo y tenga un futuro digno, en una película sobre un modo de vida invisible, pero muy humanista, donde hay cabida para la política, lo social, lo cultural y lo económico, parte fundamental para la subsistencia de cualquier modo de vida del mundo, aunque algunos políticos y empresarios opinen de diferente manera, sin profundizar en la cuestión, aplicando leyes que sólo benefician a las grades empresas, sin tener en cuenta a las comunidades indígenas que plantean una forma de vida diferente y saludable con su entorno.

Cómo cambiar el mundo, de Jerry Rothwell

CZzif1TXEAAGNQ5TODO EMPEZÓ EN VANCOUVER EN 1971.

“Me di cuenta que había olvidado una cosa que había aprendido en los años 60, que mi existencia aislada es un espejismo, que la ecología es una corriente de la cual tú y yo formamos parte. Todo lo que hacemos afecta a esta corriente y lo que hace la corriente nos afecta a nosotros”.

Bob Hunter

La película arranca en 1971, en Vancouver, en plena época del hipismo, donde un grupo de jóvenes activistas y ecologistas liderados por Bob Hunter (periodista e ideólogo del movimiento), Paul Watson, Rex Weyler, David “Walsrus” Garrick y Carlie Truman, se lanzan en un pesquero de 25 metros y armados con cámaras de 16mm para filmarlo todo, con el fin de detener el ensayo nuclear en la pequeña isla de Amchitka, en Alaska, por parte del Gobierno de EE.UU. presidido por Nixon. Debido a problemas con la policía aduanera, la aventura no llegó a buen puerto, pero estos jóvenes amantes de la naturaleza y de la vida, volvieron a la carga. Su nuevo objetivo era salvar a las ballenas que eran exterminadas cruelmente. El reconocido documentalista inglés Jerry Rothwell, interesado en las personas a contracorriente y apasionadas, como ya testimonió en su anterior película, Deep wáter (2006), codirgida con Louise Osmond, donde relataba la odisea de un joven marinero inexperto que, a finales de los 60, desafió a la naturaleza con una travesía alrededor del mundo.

Ahora, documenta, a través de material de archivo y valiéndose de los testimonios de los implicados, los orígenes, auge y evolución del movimiento ecologista Greenpeace. Aquellos jóvenes canadienses que pensaban que era más fácil cambiar el mundo con una cámara que con una arma, se lanzaron con todo en contra para parar la catástrofe natural que infringían las naciones contra nuestra naturaleza y los animales. La segunda campaña que les dio gran relevancia internacional se llevó a cabo en las frías aguas del norte con el objetivo de parar con la caza indiscriminada de ballenas, se enfrentan a un potente ballenero soviético, y aunque no consiguen su objetivo, si que filman el arpón que pasa por encima de ellos. Una imagen que les valió la repercusión internacional que buscaban, y el grupo comienza a crecer y estallan los primeros conflictos internos. La siguiente campaña los divide, ahora la actividad se desarrolla en un pequeño pueblo de Terranova donde se asesina ferozmente a las crías de focas para conseguir su piel blanca. Las negociaciones con los pescadores de la zona que se muestran en contra de la protesta del grupo.

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Estallan las opiniones contrarias dentro del grupo, las distensiones amenazan la unidad, y también, el desgaste personal y emocional que implica constantemente tomar decisiones, recaudar dinero para financiar las campañas, y las múltiples ideas que florecen a la hora de afrontar los diferentes proyectos. La película de Rothwell recoge fielmente las aventuras y avatares en las que se involucran las personas del grupo, mediante los diarios de Hunter, donde se documentan todas las acciones, los conflictos de la actividad, y los personales, y cómo se desarrollan las acciones. Una cinta que cuestiona la idea de cómo se organiza una revolución, los sacrificios que eso implica, y de qué manera se gestionan los egos y los conflictos internos de sus integrantes, y cómo afecta al desarrollo de las actividades. Un documento que testimonia la idea y ejecución de unas personas que se lanzaron al vacío por la naturaleza y sus animales, que arriesgaron sus vidas por lo que creían y soñaban, un grupo de amantes de la vida y su entorno que hizo estallar la conciencia internacional de seguir luchando y peleando por un mundo mejor y más humano, creando uno de los movimientos globales más potentes de la historia. Porque como argumenta Hunter: “Si tenemos que esperar a los pacientes para heredar la Tierra, no nos va a quedar nada por heredar”. Una frase que advierte que siempre hay que estar alerta y seguir incomodando y protestando contra aquellos poderes que se sienten amos del mundo.