Sweat, de Magnus von Horn

LA SONRISA AMARGA.

“La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”.

Henry Van Dyke

El nuevo milenio es un espacio online, un espacio donde las redes sociales se han convertido en “espacio”, donde millones de usuarios abarrotan de publicaciones sus perfiles, mostrando su vida y mostrándose continuamente, desinhibiéndose a todo trapo, y convirtiendo sus dominios en auténticos escaparates de sus existencias, a nivel físico, emocional y demás. Muchos de ellos han generado auténticos negocios con su contenido, convirtiéndose en los llamados “influencers” para muchos, y empresas han visto una forma de anunciar sus productos promocionando a estas nuevas “stars” de la imagen. Sylwia Zajac es una mujer de treinta años que ha construido toda una legión de cientos de miles de seguidores a través de sus redes, motivándolos a través del fitness, con sus clases, entrenamientos y esa actitud perfecta y llena de felicidad. Pero… ¿Qué ocurre cuando Silwia apaga su móvil?.

El segundo trabajo de Magnus von Horn (Göteborg, Suecia, 1983), después de la interesante e incisiva Después de esto (The Here After), que dirigió en el 2015, en la que retrataba la difícil vuelta a la vida de un joven que ha cumplido condena en un reformatorio. Con Sweat (traducido como “sudor”), el director sueco, afincado en Polonia, que se formó en la prestigiosa Escuela de Lodz, nos sitúa en la vida de Sylwia durante solo tres días, en la ciudad de Varsovia. Tres días en las que la joven experimentará lo feliz y amargo de su existencia. La película tiene un ritmo y una aceleración como la vida de esta joven, una vida “online”, donde todo es carne de publicación, en que el móvil es una parte más de su cuerpo y mente, donde la veremos de aquí para allá, casi sin descanso ni tregua, como ese arranque tan vertiginoso como la clase de entrenamiento que hace en directo con sus seguidoras. Un cámara pegada a ella, metida en su interior, en un gran trabajo del cinematógrafo Michal Dymek, bien acompañado por el inmenso ejercicio de edición de Agnieszka Glinska, que ayudan a convertir Sweat en una película de ahora, con los métodos y elementos que tanto se utilizan, aunque eso sí, también, hay tiempo para plantar la cámara y mirar la vida de Sylwia de forma más pausada.

La joven vivirá una experiencia que solamente no le cambiará su forma de trabajo, sino su interior, un espacio donde no es exitosa, sino todo lo contrario, pero la película no lo transmite de forma simple, sino con estilo y elegancia, con la figura de un acosador, alguien que como ella siente su soledad cuando los focos se apagan, alguien que despertará en la joven cosas que debería empezar a plantearse porque tarde o temprano deberá enfrentarlas para crecer como persona y mejorar en su vida y por ende, en su trabajo. Las miserias de las redes sociales, y todos aquellos que se benefician y las sufren, la dictadura de la felicidad y los cuerpos aceptados por la industria, y todos aquellos que encuentran sentido a sus vidas en los que siguen en redes, son varios de los aspectos en los que incide el director sueco, construyendo una película de aquí y ahora, pero sumamente sobria, sensible y sólida. Secuencias bien planteadas que explican lo necesario pero haciendo hincapié en su estado emocional, son algunas como las de la comida con su madre y familia, y la experiencia con el acosador y otro entrenador colaborador, momentos que la resignificarán hacia otras posiciones que le ayudarán a verse como es, todo aquello que oculta y todo lo que le duele y le impide estar bien consigo misma.

Una estelar y maravillosa Magdalena Kolesnik, en su primer papel protagonista, después de haber trabajado con nombres de la industria polaca tan potentes como Jan Komasa y Krystian Lupa, entre otros, dando vida con convicción y naturalidad a la compleja Sylwia, una mujer exitosa en las redes y los medios de comunicación, una mujer fuerte, segura de sí misma, y alguien capaz de todo, una mujer perfecta, digna de admirar y un ser admirable. En cambio, la real, la del día a día, es alguien frágil, que no muestra sus sentimientos, muy resentida, y con una mala relación con su madre, llena de reproches y errores del pasado. Entre el personaje y la persona, una confrontación en la que deberá lidiar la futura Sylwia que salga mejor de ese trance. Debemos a hacer mención a otra presencia interesante de la película, la del actor Zbigniew Zamachowski, que muchos recordamos como el inolvidable Karol de Blanco, de Kieslowski. La joven deberá buscarse y encontrarse para salir más fuerte, enfrentándose a quién es, qué quiere, y sobre todo, empezar a pretender ser tan perfecta en su vida como en su trabajo, aprender a ser lo más humana posible, sin miedo, dejándose las inseguridades, olvidándose de los “haters”, y sabiendo que siendo ella misma, y aceptándose, podrá mostrarse como lo que es y ser de verdad un referente para todos los que la siguen, y la quieren, en cierta manera, aunque sea a su personaje y no a ella. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La teoría sueca del amor, de Erik Gandini

aaff_novembre_2016_castLOS CIUDADANOS INFELICES.

“No es verdad que la felicidad signifique una vida libre de problemas. Una vida feliz implica tener que superar problemas, lidiar con ellos, solucionar dificultades y retos. Haces frente a los retos, lo intentas y te esfuerzas. Y entonces llegar al momento de felicidad cuando ves que has podido controlar los retos del destino. Y es precisamente esto: la felicidad de haber superado las dificultades, de luchar contra los problemas, de afrontarlos y superarlos… Esto es lo que se pierde cuando crecen las comodidades”

Zygmunt bauman

La película arranca con un prólogo en el que unas imágenes de archivo que pertenecen a los tiempos de gobierno de Olof Palme, en Suecia, cuando en 1972 puso en práctica el manifiesto titulado “La familia del futuro: una política socialista  para  la  familia”, con el fin de romper la estructura que hasta entonces sustentaba el concepto tradicional de familia, para modernizarlo, y fomentar a nivel estatal que toda relación humana verdadera se tiene que asentar en las bases del principio de independencia entre las personas. Seguidamente, la película se instala en el 2015 y nos informan de los resultados devastadoras de aquel sueño: la mitad de los suecos vive solo, y un 25% muere en soledad.

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La película de Erik Gandini (Bérgamo, Italia, 1967) indaga e investiga profundamente sobre la sociedad sueca y se centra en su forma de vida y en sus relaciones, construyendo un interesante documento sociológico y psicológico sobre no solo las formas de vida y relaciones de los ciudadanos suecos, sino del modo occidental demente y su miserable individualidad y perfeccionismo, tan arraigados en la sociedad, y cómo provoca estas conductas tan nocivas, provocan unos seres aislados y tremendamente individualistas. Gandini que alcanzo un merecido prestigio con la película Sacrificio. Quién traicionó al Che Guevara (2001), en el que investigaba la verdad sobre la captura y asesinato del célebre revolucionario,  vuelve a uno de sus temas que más le interesan: las sociedades occidentales y sus relaciones. Preocupaciones que ya recogía en Surplus. Terrorismo de consumo (2003) sobre las formas de compra y consumo en la sociedad sueca, abocadas al gasto innecesario y a la acumulación sin medida, al que siguió Videocracia (2009) en el que retrató a Berlusconi y como había construido su impero de popularidad gracias al control de la televisión.

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Gandini se centra en la cotidianidad de la vida de los suecos, y en sus actividades diarias, retratando diversos aspectos para analizar que ha llevado a sus ciudadanos a vivir tan aislados de los demás y seguir las directrices de las sociedades capitalistas occidentales, basadas en el trabajo, bienestar y la autonomía personal. Observamos a una joven que quiere ser madre soltera, y contrata a una empresa de Dinamarca que ofrece los servicios de autoinseminación artificial a domicilio, también, vemos a unos funcionarios que buscan los familiares de los fallecidos que mueren solos, las actividades grupales de los suecos como forma de actividad compartida, grupos de personas, cansados de la rutina infeliz a la que están sometidos, han dejado las ciudades y se han refugiado en los bosques, llevando una vida basada en lo físico, el contacto personal con los otros y las relaciones profundas entre los seres humanos, y los inmigrantes que llegan a Suecia y su acomodo en la vida cotidiana. Y finalmente, Gandini, abandona Suecia y se traslada hasta Etiopía, que según el mapa de valores sociales que nos enseñan, se encuentra en el otro extremo de Suecia. Allí, conocemos al Dr. Erichssen, un extravagante y peculiar doctor que en mitad de la nada, y habituado a unas carencias terribles, ejerce su profesión a favor de los más débiles, utilizando materiales precarios y reutilizables, derrochando una imaginación sin límites, y ejerciendo una desbordante alegría y felicidad, para cerrar su propuesta, con la aportación de Zygmunt Bauman, el sociólogo polaco nos habla de la felicidad, sus causas y conflictos, y nos invita a experimentar con nosotros mismos y a mirar al otro, en su interior, profundidad y complejidad.

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Gandini ha huido del documental al uso, no quiere manipularnos ni hablarnos de las ventajas y desventajas de optar por una vida u otra, abre el debate para que los espectadores tomemos partido y saquemos las oportunas refelxiones. el realizador sueco simplemente investiga, y recorre las vidas que reflejan el problema existente de soledad e infelicidad que contamina el país con mejor bienestar personal del mundo, tampoco quiere sentar cátedra, ni mucho menos, aborda el problema desde varias perspectivas, de diferentes miradas, a través de la quietud del ritmo y personalidad sueco, reposando cada historia y cada encuadre, contado con mucha ironía y sarcasmo, en el que la sociedad automatizada, repleta de ciudadanos zombies, que se desplazan de un lugar a otro, demasiado ensimismados en su realidad y sus objetivos personales y económicos.