El joven Ahmed, de Jean-Pierre y Luc Dardenne

CUENTO SOBRE EL ODIO.

“Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga”

Víctor Hugo

De los 11 largometrajes de ficción, amén de sus más de 80 documentales dirigidos y producidos, de Jean-Pierre Dardenne (Engis, Bélgica, 1951) y Luc Dardenne (Awirs, Bélgica, 1954) muchos de ellos están dedicados a retratar y profundizar en la vida de adolescentes y sus conflictos, tantos internos como exteriores. Muchos recordarán a Igor, el chaval de La promesa (1996) tercer largometraje de los Dardenne que los lanzó internacionalmente, que se encontraba en la tesitura de llevar a cabo la última voluntad de un inmigrante y enfrentarse al déspota de su padre. En Rosetta (1999) una adolescente que vivía en una caravana junto a su madre alcohólica hacía lo imposible para mejorar su existencia. En El hijo (2002) Francis, un niño problemático recién salido del reformatorio entraba a trabajar en una carpintería. En El niño (2005) una pareja de pipiolos padres de un niño se enfrentaban a las duras condiciones de vida con trapicheos y ayudas sociales. En El niño de la bicicleta (2011) Cyril era un niño desamparado que encontraba consuelo en una peluquera de gran corazón.

El nuevo chaval se llama Ahmed, el niño musulmán de 13 años de El joven Ahmed. Un niño sin la figura del padre y con una madre alcohólica y desbordada por la difícil situación en casa, un hermano muerto convertido en mártir para su religión, encuentra en un imán manipulador el guía no solo espiritual sino también el camino para adentrarse cada vez más en el fanatismo religioso e intentar asesinar a su profesora. Después de ese suceso, Ahmed es internado en un centro de reeducación de menores, en el que utilizan terapias como trabajar en una granja, hacer deporte para redimir sus acciones y enfrentarse a sus consecuencias. Los Dardenne, como es habitual en su cine, colocan el foco de la acción en la mirada y movimientos de Ahmed, al que seguimos día y noche, a partir de sus acciones en un drama social íntimo y valiente.

La película está compuesta en tres actos, más o menos reconocibles. En el primero, conocemos a Ahmed, su instituto, su relación distante y fría con u profesora y familiar, la fraternidad con la que lo trata el imán, un líder religioso y paternal para él, y su modus vivendi de rezos, su hermetismo y su inalterable carácter completamente supeditado a los deberes y órdenes de su imán y su religión. En el segundo acto, después de su intento de asesinato, Ahmed ingresa en un centro para menores conflictivos, en que Francis, el niño de El hijo, tendría muchos paralelismos con la vida de Ahmed, con el añadido de la religión, espacio de espiritualidad, pero también de fomento del odio y la diferencia, convirtiendo a Ahmed en una víctima más de tipos como el imán que se utilizan de la religión para radicalizar a chavales y llevarlos a una ruina segura. En el tercer acto, quizás el más breve, la película se sumerge en las continuas idas y venidas de Ahmed, a nivel emocional, en el que descubrirá el despertar a la vida, los cambios de su edad o los primeros coqueteos con el amor, a través del personaje de Louise, la hija de los granjeros donde va a trabajar, y los conflictos internos de ser infiel a su religión y liberarse de tanto odio.

La cinta bañada por esa luz íntima y cercana, donde los cuerpos y la piel adquieren una textura táctil, obra de Benoît Dervaux, operador de los Dardenne desde La promesa, que aquí coge las riendas sustituyendo al gran Alain Marcoen, el cinematógrafo de casi toda la filmografía de los hermanos belgas, con el excelente y cortante montaje obra de Marie-Hélène Dozo, habitual de los Dardenne, con esa forma tan característica del dúo, donde la cámara sigue implacable a los personajes, encuadrándolos en unos planos asfixiantes y muy cercanos, dejándolos casi sin aliento, recorriendo junto a ellos sus movimientos, miradas y gestos, mostrándolos de esa realidad construida que tanto les gusta a los Dardenne, donde el personaje se mueve no solo en un espacio físico, sino también, en un paisaje político y social, y en este caso, religioso, donde anidan las diferencias sociales, las injusticias y las desigualdades. En esos lugares donde vivir se convierte en un desafío constante, donde la indiferencia de los gobernantes provoca que muchas personas, entre ellas adolescentes, vivan tirando del carro de unos padres despreocupados y en la indigencia, eso sí, el carácter social y férreo del cine de los Dardenne no cae en la caricatura ni en el sentimentalismo como pasaba en Plácido, de Berlanga, sino que el retrato acoge una parte de esa durísima existencia, suficiente para imaginarse como ha sido esa vida antes y como será después.

Los cineastas belgas siguen fieles a su forma de ver el cine y retratar a sus personajes, envueltos en esos barrios periféricos donde las existencias jodidas de muchos se mueven dando bandazos y caídas, si bien hay que puntualizar que en El joven Ahmed, con sus coqueteos con el género, como ya ha ocurrido en otras películas del tándem como El silencio de Lorna o La chica desconocida, el centro de todo se deriva de la religión y sus malas praxis en la mente de un chaval de 13 años que acaba creyéndose ese odio hacia aquellos que no piensan como él, convirtiendo a los amigos y familiares en enemigos de su religión, una educación negativa que lleva a la ruina a chavales que buscan referentes y desgraciadamente, los encuentran en figuras fanáticas como el imán de turno. Una cinta magnífica e intensa, con una cálida y difícil interpretación de Idir Ben Addi, dando vida al esquivo y conflictivo Ahmed, bien secundados por el resto del reparto, creando esa naturalidad y espontaneidad que tan bien reflejan los Dardenne. El relato, conciso y rítmico, sabe manejar las complejas relaciones entre unos y otros, entre la educación y la religión, colocando en el centro de la acción todos los conflictos que se generan en Europa debido a todas estas situaciones difíciles de manejar, donde cohabitan múltiples formas de vivir, religiones y relacionarse socialmente. Situaciones que los Dardenne saben explorar y transmitir de un modo íntimo y desgarrador, mostrando la vulnerabilidad de tantos adolescentes como el caso de Ahmed, víctimas propias de la sinrazón. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Memorias de un hombre en pijama, de Carlos Fernández de Vigo

EL SOLTERO EMPEDERNIDO Y EL AMOR.

Durante el 2010 y 2011 aparecieron en el diario “Las Provincias”, publicado en la Comunidad Valenciana, las primeras tiras cómicas de Memorias de un hombre en pijama, donde el dibujante Paco Roca (Valencia, 1969) explicaba las vicisitudes, más o menos autobiográficas, de un alter ego cuarentón y soltero hasta la médula que cumplía uno de sus sueños infantiles, trabajar desde casa y en pijama, reflexionando sobre su vida, amigos y amores o no, siempre en un tono cómico e irreverente. Debido al gran éxito, saltó a “El País”, de tirada nacional, y luego se convirtió en una novela gráfica. Con la mente puesta en el éxito cinematográfico de Arrugas (2011) otra novela gráfica de Roca, donde explicaba la vejez y contaba el proceso de la enfermedad de Alzheimer del padre de un buen amigo, y contando con un equipo parecido en la escritura con el propio Roca, Ángel de la Cruz y el fichaje de Diana López Valera, le dieron forma a la adaptación de la novela gráfica, contando con el director Carlos Fernández de Vigo, debutante en el universo de Roca. Siguiendo el espíritu que recogían las páginas de los diarios, donde conocíamos a Paco, un tipo cuarentón, soltero empedernido y libre como el aire, que consigue vivir de su talento y en pijama, explicando a sus lectores las desventuras de alguien que se relaciona con sus amigos de toda la vida, con nombres de signos del horóscopo, y sus tribulaciones con el amor y esa cosa de conocerse y conocer a alguien, a través de mucho humor y algo de crítica, que nunca viene mal.

Aunque toda esa vida aparentemente tranquila y feliz, si exceptuamos el amor, donde la fluidez del dibujo se torna torpe y nada delicado, todo cambiará con la llegada de Jilguero, una mujer joven (diez años menos que él) atractiva, risueña y todo un ciclón para la vida encajonada, y a ratos sosa de Paco, lo que arranca como un rollo más o menos interesante, se irá convirtiendo en una relación de pareja, con sus muchos altibajos, y todo lo ello conlleva. Roca, De la Cruz y Fernández de Vigo construyen una película de animación, con la salvedad de su prólogo y epílogo, que utilizan imagen real protagonizada por Raúl Arévalo y María Castro, que prestan sus voces a las dos criaturas protagonistas. La película cuenta la vida de Paco, en una especie de diario de soltero que trabaja como dibujante desde casa, con sus heroicidades y fracasos de sus salidas con sus amigos, para luego añadir la relación con Jilguero, la vida en común y los problemas de pareja más cotidianos y cercanos.

Los 74 minutos de la película avanzan rápido y con gracia, si bien estamos ante una película algo convencional, que a ratos sabe sortearlo con astucia e inteligencia, cuando Paco se relaciona con sus amigos y sus problemas, la love story que nos cuentan es más interesante y divertida a sus inicios, donde todo fluye de manera ingeniosa y cómica, y a medida que avanza, tiene momentos que parece anclarse y la fluidez del principio se resiente, no obstante, remonta en la parte final, creando toda una serie de situaciones divertidas y recurrentes, donde la historia parece devolvernos a la pericia y la inteligente que desborda en su inicio. Resulta interesante y novedosa la elección de la música pop y reflexiva de Love of lesbian como banda sonora, no sólo como seguimiento, sino como algo más, donde las canciones nos cuentan las interiores del personaje protagonista, dotando a la música de una relevancia muy propia. A parte de las voces citadas, tenemos la del actor Manuel Manquiña, a través de uno de los personajes más interesantes de la función, ese repartidor de correos exprés, que será despedido por un encontronazo con Paco, y seguidamente, iremos viendo en los trabajos más diversos y extravagantes, y sus continuos desencuentros con el protagonista (a modo del amigo que le pide siempre dinero a Antoine Doinel en Besos robados).

Memorias de un hombre en pijama es una película entretenida, a ratos, muy divertida, y en otros, afortunadamente en los menos, demasiado evidente, pero en conjunto un buen ejercicio de cine de animación que atrapa y hace pasar un buen rato, en el que a través de su sencillez y ligereza, logra hacernos reflexionar sobre nosotros mismos y en la sociedad en que vivimos, en esos tipos afortunados en el trabajo y desorientados, casi perdidos en el amor, o los vaivenes de lo romántico, las difíciles convivencias, aceptar al otro, los vacíos creativos, compartir espacios, las dificultades de sentirse bien, y sobre todo, lo que nos cuesta sentir amor y expresárselo al otro. Todo eso y más, explica la película de Fernández de Vigo, De la Cruz y Roca, que sin llegar a la elegancia narrativa y emocional de Arrugas, han creado una comedia romántica digna, con altibajos, pero digna y eficiente, con momentos divertidos e inteligentes, que no es poco.

Entrevista a Lydia B. Smith

Entrevista a Lydia B. Smith, directora de «¡Buen Camino!». El encuentro tuvo lugar el lunes 15 de junio de 2015, en Barcelona, en el Parque El Putxet.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Lydia B. Smith, por su tiempo y generosidad, y a Alex Tovar (autor de la instantánea que ilustra esta publicación), Agente de prensa, por su paciencia, generosidad y amabilidad.