Entrevista a Xavier Artigas, codirector de la película “Idrissa. Crónica de una muerte cualquiera”. El encuentro tuvo lugar el jueves 7 de noviembre de 2019 en el domicilio del director en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Xavier Artigas, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Katia Casariego de Comunicación, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.
“Con Idrissa, crónica de una muerte cualquiera (2018), el tándem Artigas-Ortega se radicaliza llevando su concepción del cine-acción al extremo: toda la realidad que se relata en el documental ocurre gracias al hecho de que se está haciendo una película. A modo de profecía autocumplida se huye así del llamado cine de denuncia para dar paso al cine de reparación”.
(Textos recogidos en el dossier de prensa)
Xavier Artigas (Sabadell, 1980) y Xapo Ortega (Barcelona, 1972) se conocieron durante las protestas del 15M, donde pertenecieron a la comisión del audiovisual filmando todo lo que allí aconteció. En el 2010 había nacido Metromuster, que se define como una cooperativa independiente dedicada al cine político y social siguiendo los principios de la Cultura Libre. De ahí han surgido trabajos tan interesantes como [NO-RES] vida i mort d’un espai en tres actes (2011) que recogía los últimos días de la Colònia Castells, una de las pocas colonias fabriles todavía en pie en Barcelona a punto de ser derruida. Su segunda película fue Ciutat Morta (2014) que a través de imágenes de archivo y testimonios directos, se adentraban en un caso que llevó a la cárcel a cinco víctimas de un sistema podrido y deshumanizado, destapando así la corrupción policial de Barcelona.
Su tercera incursión es Idrissa, crónica de una muerte cualquiera, en el que nos sumergen en la vida de Idrissa Diallo, un joven guineano de 21 años que falleció en un centro de detención de extranjeros en Barcelona. Artigas y Ortega y su equipo de colaboradores, entre los que destaca Laia Manresa, en labores de escritura, emprenden una investigación farragosa y kafkiana para esclarecer los hechos que se produjeron aquella noche aciaga donde Idrissa perdió la vida, y localizar su cadáver. A modo de cine directo, y work in progress, seguimos la crónica diaria de una investigación, donde la película se va haciendo a medida que la investigación sigue su curso, en la misma línea que el cine de Hubert Sauper, donde la cámara filma para mostrar, reparar y concienciar, en el que los propios cineastas participan de manera activa y visible en las pesquisas, moviéndose de aquí para allá, desde Guinea, con ese primer plano que alumbra el relato, donde las alambradas, como símbolo triste de un mundo que separa la riqueza de la pobreza, y el siguiente encuadre con el señor blanco en la piscina del hotel y unos niños, al otro lado del muro, jugando en una playa.
En Melilla, Francia o en Barcelona, en una suerte de road movie, enmarcada en un thriller de investigación, para intercambiar información, muy escasa, con abogados, activistas y agentes sociales que al unísono trabajando pro reparar la dignidad enterrada de Idrissa, así como miembros de su familia, amigos o personas que lo conocieron o viajaron con él en la travesía terrorífica desde su Guinea natal hasta el CIE de Barcelona donde encontró la muerte. Las obstaculizaciones de las autoridades les llevan a un callejón sin salida respecto a su muerte, y siguen con su camino localizando el cuerpo de Idrissa enterrado en un nicho anónimo. El equipo de la película logra sacarlo y mediante un crowfunding logran llevarlo al pequeño pueblo de Guinea donde salió en busca de un futuro mejor. Artigas y Ortega construyen una película de una belleza plástica exultante, contándonos sin prisa pero sin pausa su investigación, las movilizaciones sociales que llevan a cabo, en una película vivida, donde el activismo social y político se confunde y se mezcla de forma natural con el cineasta, donde todo es un conjunto.
La película se convierte en una forma de cine reparador, cine de justicia, cine de memoria, cine que devuelve a la vida a Idrissa, aunque sea de forma emocional o espiritual, la biografía de este joven guineano, así como su existencia y circunstancias, como ocurría con Patricia Heras en Ciutat Morta, en que el cine recupera su memoria, reparándola y situándola en el lugar que merece, restituyéndola, con el propósito de rendirle homenaje, que no quede relegada al olvido, como en el caso de Idrissa a un nicho anónimo de Barcelona como pasa con tantos otros, volviendo como en el caso de Ciutat Morta, otro caso de corrupción y racismo del estado, con prácticas deleznables e impropias de una democracia en el que se practica una violencia estructural demencial y modus operandi, con esa terrible y triste mención que escuchamos en la película: “Es sintomático que el estado persiga al inmigrante para expulsarlo cuando está vivo y lo oculte en el país cuando está muerto”.
Un cine político, reivindictivo, justo, necesario y valiente, sin concesiones ni nada por el estilo, cine de primer orden, un cine hecho desde la necesidad de reparación, de devolver la justicia a quién no la tuvo, de recuperar su cuerpo y entregárselo a su familia como sentido humanitario, de utilizar el cine para aquello necesario y humanista que mencionaban cineastas como Renoir, Rossellini o Kiarostami, donde el objetivo principal de el hecho cinematográfico residía en mirar con detenimiento los problemas de las personas y devolverles su lugar en el mundo y su importante en la sociedad, visibilizar a todos aquellos desfavorecidos, desplazados o anónimos, a “los nadie”, que escribía Galeano. Cine reposado, cine que repara y lo hace desde la belleza de unas imágenes y una planificación formal brillante y soberbia, mostrándonos las diferentes realidades desde el respeto y la mirada del otro, sumergiéndonos en las diferentes formas de ver y sentir las cosas, con imágenes y hechos aterradores pero descritos desde lo más profundo, desde la sencillez y la humildad del cineastas que quiere conocer, aclarar y reivindicar de forma humanista a un chico desconocido que la película lo visibiliza, lo desentierra del olvido institucional, y lo devuelve a su tierra, con ese último plano sobrecogedor donde su pueblo lo acoge en su seno. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
El pasado domingo 20 de noviembre hecho el cierre la edición número 23 de l’Alternativa, certamen plenamente consolidado en el panorama cinematográfico de la ciudad, sigue manteniéndose fiel a un estilo marcado por un cine diferente, nacido en los márgenes de una industria demasiado obsesionada en embellecerse y dar la espalda a la reflexión y el conocimiento del mundo en el que vivimos, alejándose de las realidades del hombre y su tiempo. L’alternativa propone cine resistente, cine furioso y lleno de energía, un cine venido de diferentes lugares del mundo, heterogéneo en su esencia, pero cercano en su materia. Unos trabajos muy necesarios que nos muestran realidades complejas, oscuras y tremendamente vivas, orgánicas y sinceras. Cine con espíritu dialoguista que huye de convencionalismos, y construido en base a una identidad muy personal que lo hace muy reivindicativo, profundo y bello.
Mi viaje por la 23 edición arrancó en la sección oficial con BEIN GDEROT (BETWEEN FENCES), de Avi Mograbi. El director israelí continúa con su compromiso social, político y cultural en el que propone diferentes formas de entender su entorno y los conflictos que se generan. Ahora, nos encierra en Holot, un centro en pleno desierto de inmigrantes africanos a la espera de asilo. Su propuesta se asienta en un taller de teatro en el que los propios internos escenifican su propia vida y de esta manera extraen sus propias reflexiones y sobre todo, una herramienta para mirar al futuro con optimismo. Mograbi arranca el experimento con los africanos pero a medida que avanza el metraje, incluye a los propios israelís que participan en el taller, creando un paisaje homogéneo en el que todo se mezcla y el otro, o la idea que se tiene del extranjero, se reformula convirtiéndose en alguien que no está tan lejos y se encuentra muy próximo a uno mismo. Seguí con PAULA, de Eugenio Canevari. El cineasta argentino debuta en el largometraje con un relato intimista y muy cercano, en el que ahonda en las relaciones sociales mediante la diferencia de clases, en el que sigue la cotidianidad de una joven que cuida a los hijos de una familia burguesa impertinente y estúpida, que al quedarse embarazada de un paria se ve abocada a solicitar ayuda a sus patronos que se la niegan, y así arranca un periplo vital en el que la joven se siente cada vez más sola y aislada. Con reminiscencias al cine de Albertina Carri, Lucrecia Martel y Lisandro Alonso, la película indaga de forma sencilla y con una utilización ejemplar del encuadre y el fuera de campo, de una realidad incómoda y sucia que estructura la degradante condición del marginado en el capitalismo.
MIMOSAS, de Oliver Laxe. Una de las películas más esperadas del certamen que levantó ánimos contradictorios y semejantes. La segunda película del director gallego afincado en Tánger, después de su sonado debut Tóts vós sodes capitáns (2010). En esta ocasión, se ha marchado a las planicies y llanuras del desierto rocoso de la cordillera del Atlas, para contarnos una aventura épica sobre la fe y el destino de uno mismo. A través de un estilo minimalista y muy cercano, Laxe consigue sumergirnos en la ensoñación de unos hombres en eterna búsqueda de algo que de sentido a sus existencias, aunque seguramente, no lo encontrarán, y deberán mirar hacia dentro de ellos mismos para obtener esas respuestas que tanto ansían. El cine de Herzog y el western crepuscular se manifiestan en una película con ritmo cadencioso que nos descubre a un director que sigue en su búsqueda de formas y representaciones de un cine nacido desde las entrañas. HAVARIE, de Philip Scheffner. La película ganadora del certamen, propone un análisis profundo y reflexivo sobre el mediterráneo y su historia. A través de un vídeo de youtube que dura tres minutos, en el que observamos una frágil embarcación con inmigrantes, que ralentizado que serán las imágenes que componen la película del realizador alemán que añade diferentes conversaciones de toda el micorocosmos relacionado con el mediterráneo, en las que traza la historia convulsa del mar, desde sus primeros viajeros a la caza de conquistas y tesoros, hasta los inmigrantes que arriesgan sus vidas para llegar a la Europa del bienestar y la tranquilidad. Escuchamos policías, inmigrantes, turistas y demás personajes que pueblan ese universo que lleva a tantos a desaparecer y a otros, a disfrutar de sus aguas. Fuertes contrastes de un mundo cada vez más alejado de sí mismo, y podrido, en el que la humanidad se ha transformado en un espejo deformante en el que el reflejo ya no se vislumbra.
BEHEMOTH, de Zhao Liang. El realizador chino nos traslada a un mundo desértico, lleno de llanuras y rampas de vértigo, plagado de hombres y mujeres ennegrecidos por el carbón y otros minerales, que trabajan en condiciones extremas extrayendo los materiales para empresas mastodónticas que se hacen de oro. Los trabajadores hablan a la cámara y explican sus vacías existencias. Cercano a la mirada de los trabajadores del cineasta Michael Glawogger, Liang nos interpela directamente hacía ese capitalismo atroz y devorador que construye sin parar con la necesidad imperiosa de seguir produciendo para aumentar sus beneficios económicos a costa de quién sea y triturando los recursos naturales y provocando efectos desastrosos para el planeta. Dentro de un estilo minimalista y consiguiendo imágenes de una belleza que duele, finaliza este viaje a la sinrazón, en las infinitas avenidas de un barrio plagado de rascacielos donde no vive nadie, en un estado vegetativo y de ruina posmoderna vacía de humanidad. Para finalizar me dejé llevar por COMO ME DA LA GANA II, de Ignacio Agüero. El cineasta chileno como hiciera hace treinta años en la que hablaba con los directores chilenos sobre la dificultad de filmar en Chile en plena dictadura, de la que rescata diversas imágenes de aquel trabajo, nos sumerge ahora, valiéndose de la misma estructura, en un ejercicio en el que vuelve a hablar con los directores chilenos que se encuentran en pleno proceso de rodaje, y les formula la cuestión de lo cinematográfico, excusa que le sirve a Agüero para profundizar en la representación cinematográfica y hacer un retrato profundo sobre la creación artística y sus dificultades, llevándonos por diferentes lugares de la geografía de su país y dialogando, no sólo con cineastas, sino también con transeúntes que pueblan los diferentes paisajes que visita.
En la sección Panorama que recoge los trabajos más interesantes producidos en el terreno nacional me acerqué a GURE HORMEK (NUESTRAS PAREDES), de Maider Fernández Iriarte y Maria Elorza. Pieza de 16 minutos en la que las jóvenes directoras vascas nos invitan a penetrar en las vidas de las mujeres de sus vidas y entorno, a través de la información que nos transmiten las paredes. Una película llena de humor, en la que su sencillez y la magia de sus historias nos transportan a otros lugares y escenarios que han marcado la vida de estas mujeres, como la guerra, el miedo, la ilusión y la extrañeza de unas vidas que no tienen tiempo ni lugar. También, destaco LAS VÍSCERAS de Elena López Riera. La realizadora de Orihuela vuelve a su pueblo natal para enfrentarnos a las tradiciones que siguen manteniéndose y que forman parte de la idiosincrasia de sus habitantes. En su anterior y celebrado cortometraje Pueblo, nos mostraba a una joven que volvía a su Orihuela y no encontraba su lugar en un ambiente que le era ajeno y lejano. Ahora, nos sumergimos en una tarde de verano calurosa en el que unos niños asisten a la muerte de un conejo, dentro de un estilo cercano al documental, en el que la observación deviene una reflexión sobre las costumbres ancestrales y los diferentes ritos que siguen perviviendo en nuestra sociedad. Y finalmente, CC1682, de David Reznak. Autor del celebrado documental La osa mayor menos dos, en el que se sumergía en la cotidianidad de un psiquiátrico, ahora, se adentra en la terrible situación social de Malí, para profundizar y analizar las devastadoras consecuencias del capitalismo en la realidad africana. Con un tono cercano y naturalista, Reznak habla con los habitantes malienses que nos explican los conflictos generados por la situación de desempleo y falta de oportunidades en los ámbitos relaciones con la subsistencia de recursos naturales, derivados por la sangrante utilización por parte de empresas extranjeras (francesas en su mayoría), en la que se hace un recorrido desde la época colonialista hasta la actualidad, donde el colonialismo solamente ha cambiado de denominación, pero sigue manteniendo unas prácticas desarrollistas en contra de la población de Malí. Un trabajo que recuerda al cine de Rouch o Saubert, en su acercamiento a mostrar la realidad africana desde su idiosincrasia, sin adornos ni sentimentalismos, retratando su complejidad y sus eternos problemas provocados por el invasor sin escrúpulos.
Del estupendo y estimulante ciclo de Maurice Pialat que se sigue llevando a cabo en la Filmoteca de Catalunya doy buena cuenta de PASSE TON BAC D’ABORD, en la que el genio francés hace un retrato de aquella juventud francesa de 1978, más concretamente en la oscura, aburrida y fría Lens, una ciudad industrial sin más allá. Pialat sigue fiel a su estilo, su tono documental y su fealdad en describir la cotidianidad de unos chicos abocados a una vida rutinaria y cotidiana, como la de sus padres, pierden su tiempo entre el sexo, las drogas y la diversión porque si. Una película cercana que profundiza en los conflictos entre las relaciones de adolescentes con profesores y padres, en esa difícil convivencia y sobre todo, en la falta de expectativas de una vida diferente y alejada de la triste realidad de una ciudad fea y proletaria. También, pude ver NOUS NE VIEILLIRONS PAS, en la que Pialat retrata las idas y venidas de una pareja que no saben vivir el uno sin el otro, pero tampoco con ellos. El retrato de la energía que acompaña a estos (des)enamorados que parecen quererse a rabiar, y al momento, parecen odiarse hasta la muerte. El cineasta francés continúa fiel a su estilo, la fealdad que acompaña a sus personajes es patente, los mantiene en continuo movimiento, no les deja respirar, a cada instante están haciendo cosas, la cámara los sigue sin descanso, provocando esa sensación de agobio que parece presidir las vidas de estos seres que ni saben ni intentan mantener un amor que les ayude a seguir con la persona que se supone que quieren.
El Hall sirvió de escenario a la proyección de piezas en el que el tema de debate era el turismo de masas. En esta ocasión, seguí con expectación la presentación de IDRISSA, la nueva película de los responsables de la imponente y desgarradora Ciutat Morta, que destapaba uno de los casos más flagrantes de corrupción policial en Barcelona. Ahora, los integrantes del colectivo Metromuster emprenden su investigación de la muerte de un joven guineano inmigrante en el Centro de Inmigrantes de Zona Franca, y siguen su viaje a la inversa para conocer sus orígenes y componer su propia identidad desaparecida en la Europa del “bienestar y la solidaridad”. La presentación estuvo acompaña de las canciones de una joven guineana que servía de contrapunto a las explicaciones que tanto ella, como los integrantes de Metromuster nos iban acercando al espíritu que recorrerá su nuevo trabajo. Finalmente, me acerque a la conversación que mantuvieron el crítico Manu Yañez con el guionista Santiago Fillol, que bajo el título “Cinema i Èpica: Rodatges que no caben en les butxaques de la nostra experiencia., nos hablaron del rodaje de Mimosas, de Oliver Laxe, mediante explicaciones y la lectura por parte de Fillol del diario de rodaje que fue escribiendo. Una sesión francamente interesante y reflexiva repleta de grandes instantes, de la sutil ironía y espíritu libre en los textos de Fillol, que nos transporta a la materia orgánica de la cotidianidad de un rodaje que lo más vivido y pensado es aquello que se vive en ese instante, que la película acaba adquiriendo de una forma espiritual. Y hasta aquí mi periplo por l’Alternativa 23, que sigue más enérgica, más audaz, y provocadora que nunca, ofreciendo un cine que gustará más o menos, pero que sigue fiel a su espíritu contestatario, complejo y sumamente radical tanto en su forma como en su contenido. GRACIAS POR TODO A AQUELLOS QUE HACEN POSIBLE L’ALTERNATIVA 23 y nos vemos el año que viene…