Entrevista a Marija Kavtaradze, directora de la película «Slow», en la terraza del PalauCafé en Barcelona, el miércoles 10 de enero de 2024.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marija Kavtaradze, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Rafael Dalmau, por su gran labor como intérprete, y al equipo de comunicación de la distribuidora Surtsey Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Aunque el amor llegue un día, me da miedo que tan sólo sea esto; y, aunque el amor llegue un día, también me da miedo que sea mucho más”.
Sylvia Plath
Nada hay escrito sobre el amor, y sobre las diferentes formas de amar. Aunque, en muchas ocasiones, cuando estamos en mitad de una relación sentimental, es muy difícil deshacerse de tantas pautas y formas convencionales que nos llevan a tener relaciones que se parecen demasiado a las del resto. Seguramente no lo hacemos de una forma consciente, sino que, sin darnos cuenta, actuamos de forma automatizada creyendo que hay formas correctas de relacionarnos y debemos ajustarnos a los cánones establecidos para tener relaciones buenas. Algo así le ocurre a Elena, bailarina y profesora, que lleva una vida sexual promiscua y en libertad, cuando conoce a Dovydas, un intérprete de lenguaje de signos, que se gustan, aunque el joven le desvela una peculiaridad: es asexual, nunca ha sentido desea sexual por alguien. Elena se enfrenta a algo nuevo y desconocido en su vida, y la palabra “normal” dejará de tener sentido para ella, y junto a Dovydas deberá encontrar ese difícil equilibrio en una relación totalmente diferente para ella.
La directora Marija Kavtaradze (Vilna, Lituania, 1991), que ya nos convenció con su ópera prima Summer Survivors (2018), en la que proponía un viaje protagonizado por una psicóloga novel enfrentada a un reto mayúsculo: acompañar en un viaje a un joven con trastorno bipolar y a una mujer que ha intentado suicidarse, en una película vitalista y nada convencional. Con su segundo trabajo, que tiene producción de Lituania, Suecia y España, a través de Luisa Romeo y su compañía Frida Films, que ha producido películas tan estimulantes como María (y los demás), de Nely Reguera, Trote, de Xacio Baño y Tres, de Juanjo Giménez, entre otras. Una cinta que nos sitúa en otro gran desafío, adaptarse a una nueva forma de amar en la que no hay sexo, en una trama construida a partir del gesto y el movimiento, ya sea con el baile y la performance de Elena, y el gesto del lenguaje de signos que interpreta Dovydas, a partir de una bonita y sensible historia de amor muy diferente, nada convencional que, requiere por parte de ella toda una inmersión hacia una relación novedosa para ella, acostumbrada a una promiscuidad sexual que la ha hecho libre en el sexo. Ahora, deberá enfrentarse al no sexo, a lo romántico y a descubrir una relación que no será nada convencional ni nada sencilla.
La película nos cuenta una historia muy íntima, muy sensitiva, y tremendamente corporal, en la que cada pliegue y textura del cuerpo explica cosas de los protagonistas, cómo si la cámara estuviera dentro de ellos, relacionándose con el otro y a la vez, metidos en un proceso de psicoanálisis constante en el que todo lo conocido deja de ser importante y se adentran en un continuo descubrimiento y desafío diario. La música del tándem Irya Greyner y Martin Hederos juega un papel fundamental con las canciones que nos van descubriendo las emociones de esta peculiar y diferente pareja. Un gran trabajo de cinematografía que firma Laurynas Bareisa, que ya estuvo en Summer Survivors, con esa cámara de 16mm con esa textura y grano, con una imagen transparente, como si pudiéramos atravesar, en la que se perciben los rostros, cuerpos y sentimientos, que entra y sale de esos cuerpos, de esas almas, y descubre con exactitud cada sentimiento alegre y oscuro, y el exquisito trabajo de montaje de Silvija Vilkaite, que condensa con gran acierto una película muy física, de gran ritmo y detalle en sus intensos 108 minutos de metraje.
Una trama lineal pero muy sorprendente, que emociona por su cercanía y su forma de contar los sucesos que viven los personajes, donde lo inmediato se vuelve una forma de definición, donde entramos en una juego de roles y de intercambios y de descubrimientos absoluto, en que la trama va desvelando sus continuos misterios, en que los espectadores estamos expectantes a lo que va sucediendo, inmersos en un relato que se va haciendo y deshaciendo con un gran ritmo pero sin aceleramientos, con esa pausa tan importante que cuenta y se detiene en lo necesario para hacer crecer tanto a lo que se cuenta y cómo se cuenta. La inolvidable y transparente pareja protagonista se convierte en estas almas que se encuentran y (des) encuentran y ya nada será igual. Tenemos a Greta Grineviciûté que da vida a Elena, una mujer que ha tenido que luchar a contracorriente con los prejuicios de una madre castradora, y hacerse valer en el difícil y competitivo mundo de la danza contemporánea, que lleva una vida tranquila y sexualmente muy activa, se encontrará con Dovydas, que hace Kestutis Cicénas, la antítesis de Elena, que puede dar todo el amor del mundo pero sin sexo.
Estamos ante una pareja nada convencional, porque Elena y Dovydas tampoco lo son en su forma de entender la vida y su entorno, como demuestran en la boda del hermano de él, con ese instante maravilloso. Un amor que tendrá que construir y construirse a cada momento para encontrar los lazos que los unen, aunque no será nada fácil, porque tanto uno como el otro deberán desafiar al amor y a sí mismos para mantener su amor. Kavtaradze nos propone una película que nos hace cuestionar nuestras relaciones sentimentales y nos abre la mente en las diferentes formas de amar que hay y todas las que desconocemos, en un relato incómodo, que requiere una open mind, porque nos desafía y nos descoloca, nos propone un viaje muy emocional y a nuestros prejuicios y nos interroga constantemente, en un espacio de reflexión a partir de unos personajes que aman, y también, mienten, se equivocan, y están expuestos a una relación que les agobia, que quieren pero no pueden, que desearían que fuese distinto, que están a nada de lanzarlo todo por la borda y huir a toda prisa, pero que siguen intentándolo, porque quizás no vuelven a tropezar con un amor así, un amor diferente, que requiere mucho trabajo o quizás, sólo necesita mirarlo desde perspectivas nuevas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Había una vez una joven de 17 años llamada Sangailé que vivía fascinada por los aviones acrobáticos, pero su vértigo le hacía imposible aprender a pilotarlos. Sangailé vive con sus padres una vida acomodada en una casa en medio de un bosque, en una habitación vacía, en una existencia traumática que la ha llevado a una vida de aislamiento y distante con su familia. Un día, conoce a Austé, de su misma edad, pero de personalidad totalmente diferente, Austé es entusiasta y vitalista, vive junto a su madre en un piso alto sin ascensor de un barrio obrero de Vilnius, y tiene la habitación repleta de sus diseños de ropa y decoración. Alanté Kavaïté (1973, Vilnius, Lituania) después de su opera prima rodada en Francia con Écoute le temps (2006), con Émile Dequenne (la Rossetta de los Dardenne, entre otras) en la que nos hablaba de una joven que investiga la muerte de su madre en extrañas circunstancias, y un par de incursiones como guionista de Lucile Hadzihalilovic (en Tropique, del 2010, y en Évolution, del 2014) vuelve a centrarse en la figura de una joven que, en este caso, se encuentra en pleno tránsito de abandonar la infancia y convertirse en adulta, con todas las decisiones que conlleva ese proceso. Sangailé no hace nada, vive rodeada de miedos y frustraciones, no sabe qué camino elegir, y va dando tumbos y mostrándose aislada ante las personas que la quieren. Frente a ella, y en un maravilloso contrapunto en la película, nos encontramos a Austé, de orígenes humildes que, además de prepararse para ingresar en la escuela de diseño, trabaja en una cafetería en verano, y su personalidad arrolladora y soñadora se convierten en la persona que removerá a la perdida Sangailé para conocerse a sí misma y de esta manera, encarar sus miedos y complejos.
Kavaïté ha construido un bellísimo relato ambientado en verano, con una luz preciosa que baña suavemente los paisajes, la luz brillante de esos días de veraneo, con el agua cristalina del mar, y los atardeceres que nos atrapan el alma, y esas noches silenciosas o a la luz de un fuego con amigos. Días de verano, días para conocer a alguien que nos despierte lo que ocultamos, o nos atrevemos a sacar, entre risas, miradas y confidencias Sangailé y Austé se enamoran, se besan, hacen el amor, observamos sus cuerpos retozando en la hierba, impregnándose de esa naturaleza salvaje y libre, o en la intimidad de la habitación de Austé (abarrotada de sus diseños a cual más estrambótico y rompedor, pero sobre todo, viscerales, nacidos desde el interior de un alma inquieta, observadora y vital). Dos almas jóvenes, dos cuerpos al sol, acariciándose, disfrutando del sexo de forma natural, sensual, que las invade y atrapa. Una historia mínima en la que seguimos la respiración, el roce de los cuerpos, el deseo sexual, y los deseos y dudas, contradicciones y miedos de dos mujeres jóvenes que despiertan a un amor sincero y puro.
Kavaïté que, acompaña su película de un grandioso trabajo de sonido, en el que nos invade una sonoridad que recorre de forma hipnótica nuestros sentidos, junto a la radiante y acogedora música de JeanBenoît Dunckel (autor de los score de las películas de Sofia Coppola) edifica una película muy íntima, minimalista, de deseo y carnalidad, que nos sobrecoge desde su sencillez, pero de una energía desbordante y arrolladora, con esos momentos mágicos, llenos de una poesía abrumadora, que nos arrastran hasta ese mundo de la iniciación de la juventud donde todavía todo es posible, (instantes que nos recuerdan a la forma y tratamiento de la naturaleza que impregnaba Peter Weir en la maravillosa Picnic en Hanging Rock), tiempo de verano, de amigos, de amores en la hierba, descubriéndonos a nosotros mismos, a través de los ojos de otros, superando lo que nos atenaza y nos detiene, en el que sólo nosotros somos capaces de cambiar el rumbo de nuestras vidas, y posiblemente, las personas que tenemos a nuestro lado pueden hacer mucho más por nuestras vidas de lo que imaginamos, si somos capaces de abrirnos a ellas y escucharlas.
<p><a href=»https://vimeo.com/171896009″>El verano de Sangailė Tráiler VOSE</a> from <a href=»https://vimeo.com/cinebinariofilms»>CineBinario</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>