ANSELM SOBRE KIEFER.
“Ruinas, para mí, son el principio. Con los escombros, se pueden construir nuevas ideas. Son símbolos de un principio”.
Anselm Kiefer
Del más de medio siglo que Wim Wenders (Düsseldorf, Alemania, 1945), ha dedicado a su gran pasión del cine nos ha regalado grandes obras de ficción como Alicia en las ciudades (1974), El amigo americano (1977), París, Texas (1984), El cielo sobre Berlín (1987), Tierra de abundancia (2004), hasta llegar a su última maravilla Perfect Days (2023). En el campo del documental tampoco se ha quedado corto en su brillantez como lo atestiguan magníficas películas como Tokio-Ga (1985), sobre las huellas de Yasujiro Ozo en la ciudad de sus películas, Buena Vista Club Social (1999), que describe unos ancianos músicos cubanos y su relación con Ry Cooder, en Pina (2011), filmaba en 3D un homenaje a la gran coreógrafa a partir de un espectáculo y el testimonio de sus colaboradores, y en La sal de la tierra (2014), codirige una aproximación a la figura del fotógrafo Sebastiâo Salgado. Con Anselm vuelve al retrato fílmico construyendo una bellísima y profunda película sobre uno de los artistas más transgresores y brillantes del último medio siglo.

Resulta revelador el arranque de la película con Kiefer subido a una bicicleta mientras pasea por los pasillos y espacios de su gran taller-almacén donde trabaja y deposita sus grandes obras: pinturas, esculturas y toda clase de objetos se amontonan en un orden preciso y muy detallado donde vemos las herramientas de trabajo e infinidad de objetos-materia prima y demás piezas de todo tipo, tamaño, textura y demás. El director alemán no se nutre esta vez de testimonios, todo lo contrario, aquí escuchamos a hablar al artista, en los que repasa sus comienzos, sus trabajos, sus almacenes y el impacto o no de sus obras, relacionándolas entre sí, contextualizando cada una de ellas, acompañadas de calculadas imágenes de archivo que ayudan a ilustrar todo el relato. La película se adapta al personaje, y no lo hace para embellecerlo sin más, sino que hay un recorrido de verdad, es decir, de forma muy íntima, alejada de los focos, y capturando lo humano por encima de todo, sin caer en la sensiblería ni en la película del fan. Wenders es el primer admirador de Kiefer, y acoge su cámara a la mirada del observador que está fascinado por una obra capital, una obra gigantesca en todos los sentidos, una obra política que ha querido ser testigo de su tiempo y también de ese oscuro pasado nazi del país en el que ha crecido.

Para ello, se ha relacionado con cómplices como el cinematógrafo Franz Lustig, que ya hecho cinco películas con el cineasta alemán, que ha vuelto a rodar en 3D (aunque la versión que vi es la 2D), imprimiendo esa cámara que no sólo registra, sino que se convierte en un espectador inquieto, altamente curioso y reflexivo. La música de Leonard KüBner capta con atención y detalle toda la singular obra de Kiefer, así como sus tiempos, sus texturas, sus complejidades y sus posicionamientos políticos y sociales. El sonido de Régis Muller, que ya estuvo en la citada La sal de la tierra, ejemplar y fundamental para adentrarse en la obra de Kiefer y captar toda la fusión que existe en su trabajo. El montaje de Maxine Goedicke, también en La sal de la tierra, en sus intensos 93 minutos de metraje, y anda fáciles, por el hecho de recorrer toda la vida y obra de un artista tremendamente inquieto y consumado trabajador que ha tocado tantos palos no sólo la pintura, la escultura, la ilustración y las visuales, añadía una dificultad grande porque había que contar muchas cosas y hacerlo de forma singular, nada aburrida y encima generar interés a todos aquellos espectadores que no conocían la obra del artista (como es mi caso), y han construido una cinta espectacular, tanto en su forma como en su relato, sin embellecer ni adular en absoluto.

Menudo año de Wenders en el que se ha despachado con dos grandes obras como la mencionada Perfect Days, en el campo de la ficción, y con Anselm, no iba a ser menos en el terreno del documental. Dos bellísimas obras sobre la capacidad del ser humano de encontrar su lugar en el mundo siendo lo que quiere ser, es decir, siendo fiel así mismo, sin importar lo que el resto quiera o opine. Dos obras que nos hablan sobre la libertad, y el derecho que tenemos todos los seres humanos, eso sí, cuando nos dejan las leyes estúpidas y convencionalismos, de ser libres, de encontrar ese lugar en el mundo e instante en la existencia de estar bien con tu entorno y contigo mismo. Anselm nos devuelve al mejor Wenders, en un viaje extraordinario que retrata de forma íntima y profunda al hombre y al artista y a su obra, y sus circunstancias, en una película que se ve con muchísimo interés independiente que el espectador tenga o no interés en el trabajo de Kiefer, porque la película a modo de investigación y análisis propone un increíble viaje al alma de un hombre y artista haciendo un recorrido exhaustivo y nada convencional, con múltiples saltos en el tiempo y en la historia. No se la pierdan y podrán ver todo lo que les digo y no lo hagan con prisas, porque la película quiere que seamos observadores inquietos y muy curiosos, pero con pausa y en silencio. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
