El poeta y el espía, de Gianluca Jodice

LO QUE FUIMOS Y LO QUE SOMOS. 

“El fascismo es la antítesis de la fe política, porque oprime a todos aquellos que piensan de forma diversa”

Sandro Pertini

En El conformista (1970), de Bertolucci, se profundizaba de manera directa y transparente la complejidad de los ideales enfrentados a lo personal en la oscura y terrorífica Italia de los treinta bajo el yugo fascista de Mussolini. Aquella Italia de camisas negras, de fascismo desbocado y en puertas de la guerra, ha sido y será la parte más convulsa del país transalpino, y como no ha podido ser de otra manera, el cine lo ha mirado desde distintos puntos de vista. En Vincere (2009), la maestría de Marco Bellocchio, relataba con mano firme el ascenso del joven Mussolini hasta llegar al poder y sus amores con Ida Dalser. En El poeta y el espía, el director Gianluca Jodice (Nápoles, Italia, 1973), hace lo propio, pero no mira directamente al dictador italiano, sino a su contrario, el poeta y militar Gabriele D’Annunzio (1863-1938), héroe de la Gran Guerra y recluido en un palacete. En la primavera de 1936, cuando arranca la película, nos encontramos a un D’Annunzio de 74 años, pero muy envejecido, aquejado de grandes problemas de salud, intranquilo y olvidado por todo y todos, solo acompañado por unos pocos familiares y ayudantes.

Conocemos al poeta a través de Giovanni Comini, un joven idealista fascista que acaba de ser nombrado federal, al que le encargan la difícil misión de espiar al poeta, ya que advierte del peligro de Mussolini y su inminente alianza con Hitler. El joven Comini mantiene una relación con Lina, una joven enamorada y solitaria que también mantiene sus dudas respecto a la función de Giovanni. Jodice debuta en el largometraje de ficción, después de sendos documentales, uno dedicado a su ciudad Nápoles, y otro, sobre La gran belleza, de Sorrentino. La película se sustenta en dos grandes nombres en la parte técnica, Daniele Ciprì en la cinematografía, con varias películas con el citado Bellocchio, y la edición corre a cargo de Simona Paggi, con trabajos con Gianni Amelio y La vida es bella, de Benigni. Una parte ejemplar en su forma de contar el relato, así como su ambientación y oscuridad en la que se había instalado un país donde el fascismo que viene a cambiar y modernizar el país, acaba volviendo a la violencia para eliminar a sus críticos. Comini es una de esas personas manejables que la dictadura acoge en su seno y lo maneja a su antojo, alguien que al relacionarse con D’Annunzio verá la realidad en la que se está metiendo, y sobre todo, cuando le afecta a nivel personal.

La película se basa en los encuentros y conversaciones del joven fascista y el veterano poeta, de vueltas de todo, vencido por todos, que sabe perfectamente que sus días están contados, y hace lo imposible para parar la locura de Mussolini. El poeta y el espía es una película de corte clásico, muy estática, la acción se manifiesta a través de sus diálogos, llamadas de aquí a Roma y viceversa, y mucho despacho de las altas esferas fascistas, en un relato in crescendo, donde la mirada del joven Comini se convierte en nuestra mirada, todo lo conoceremos a través de él, de su cambio como joven fascista a enfrentarse a la cruda realidad del fascismo y su violencia para mantener el poder y llevar a cabo sus siniestros planes. Un reparto bien escogido que interpreta con seguridad personajes complejos, humanos y muy cercanos, entre los que destaca Francesco Patanè como Giovanni Comini, el joven que despertará y verá la realidad que se negaba a creer, Lidiya Liberman como Lina, la joven superviviente que manifiesta sus dudas al trabajo de su enamorado Comini.

Mención aparte tiene el grandísimo trabajo interpretativo de un extraordinario Sergio Castellitto, actor de gran talla que ha trabajado con nombres tan ilustres como los de Rosi, Ferreri, Scola, Monicelli, Rivette, entre otros, amén de dirigir varias películas, realiza una composición maravillosa de D’Annunzio, con sus taras y virtudes, un tipo consumido por la historia, su personalidad, por la cocaína que llenaba sus agujeros imposibles, ese caminar aturdido y lento, esa mirada lejana y ausente, todos sus movimientos pausados y sin rumbo, encerrado en un palacete, mitad ruinas y mitad en continua construcción, cautivo en una vida que ya no le pertenece, en un mundo que ha pasado de largo, e incapaz de llegar a todos esos italianos ensimismados en un Mussolini que él sabe muy bien que los llevará al abismo y a la miseria más absoluta, un tiempo que se va y sobre todo, un tiempo que se llenará de terror, y él viejo poeta y enfermo ha quedado ya demasiado olvidado. El poeta y el espía gustará a todos aquellos que no conozcan esta parte de la Italia fascista, conociendo a todos esos personajes que vieron como sus ideales eran arrastrados a la muerte, y otros, como el poeta, donde su razón y su poesía eran reducidas al olvido, convertido en un pobre títere de sí mismo y su pasado. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Una razón brillante, de Yvan Attal

EL DISCURSO DE LA RAZÓN.

“La dialéctica erística es el arte de discutir, pero discutir de tal manera que se tenga razón tanto lícita como ilícitamente — por fas y nefas

Arthur Schopenhauer

Neïla Salah, de origen argelina, ha vivido toda su vida en el extrarradio parisino, pero siempre ha querido ser abogada, y de esa manera, romper con lo establecido y llevar una vida diferente a la que dice su condición humilde. Su primer día de clase, en la prestigiosa Facultad de Derecho Assas de París, llega cinco minutos tarde, y entonces su profesor, Pierre Mazard, con formas arrogantes y provocativas, la humilla delante de cientos de alumnos, hecho que derivará en las oportunas sanciones administrativas para el profesor, pero obligado por el decano puede detener si prepara a Neïla para un concurso estatal de oratoria. El profesor no tiene más remedio que aceptar si quiere mantener su cabeza, y la joven hará lo mismo si quiere salvar el curso. El director Yvan Attal (Tel Aviv, Israel, 1965) ha desarrollado una interesante carrera como intérprete dirigido por nombres tan ilustres como Kassovitz, Doillon, Winterbottom, Lelouch o Rappeneau… pero, a su vez, también se ha pasado detrás de las cámaras en tramas de índole social y personal, donde sus personajes se ven inmersos en situaciones graves que les harán tambalear todo su mundo, siempre en un tono cómico.

Ahora, siguiendo ese tono de explorar temas serios pero con momentos divertidos, nos presenta a un solitario profesor, magníficamente interpretado por Daniel Auteuil, cínico como el que más, egocéntrico, y algo mezquino, que micrófono en mano, provoca a su audiencia para levantarlos de sus cómodos asientos de estudiantes y guiarles por otros caminos, a través del conocimiento, la cultura y el lenguaje. En la otra esquina tendrá que batallar con su antítesis, la joven alumna de primero, interpretada por Camélia Jordana, en las antípodas de lo que espera el profesor de su alumna, aunque el trabajo que les ha unido, lentamente les apartará de sus posiciones antagónicas y les llevará hasta ese punto en que sorprendentemente, no somos tan diferentes los unos a los otros. A través del libro “El arte de tener razón”, de Arthur Schopenhauer (1788-1860) Mazard prepara y provoca a Neïla para que argumente sus razones, convenza a su rival, y sobre todo, se convenza ella misma de su potencial, y su discurso, porque es más importante los argumentos y la forma de expresarlos que tener razón, porque no se trata de buscar la verdad, sino convencer al que tenemos delante, y ya que estamos en un concurso de oratoria, dejar claro al jurado que nosotros expusimos nuestro argumento con más claridad y nervio.

El profesor conoce el potencial de su alumna y lo explota hasta sus últimas consecuencias, adoptando métodos que tienen poco de ortodoxos, que seguramente serían rechazados por la comunidad educativa, pero consiguen sus objetivos, despertar a sus alumnos, y provocarles ese pensamiento crítico, que les llevará a replantearse muchísimas cosas y a emprender caminos diferentes, espacios que hasta ahora nunca habían explorados. Attal construye una especie de revisión de Pygmalion, de George Bernard Shaw, moderno y ágil, en el que el burgués se ha convertido en profesor, y la florista ahora es una estudiante, y el objetivo de convertir a una humilde joven en una dama de clase alta y distinguida, pasa a ser en una magnífica concursante de oratoria, seduciéndonos en un emocionante combate dialéctico de primera línea, en un tour de force con dos actores que rayan a una grandísima altura, en largas secuencias donde la palabra se apodera de los encuadres y  de nuestros sentidos, en una película de fuerte ritmo, donde constantemente nos hacemos preguntas.

Del profesor poco sabemos, su soledad es evidente y su forma de protegerse ante ella (resulta muy cómico y relevante el incidente con la señora y el perro por la calle) y sus maneras de profesores, rechazadas por casi todos, aunque sus alumnos lo recuerden como gran provocador de ideas y reflexiones. De la alumna, conocemos que vive a las afueras, donde parece que la vida y la libertad pasan de largo, en esa Francia que aboga por convivencia y fraternidad, pero que separa por clases, aunque Naïla trabaja para salir de ahí, para construirse una vida diferente, como hace con su novio, para que trabaje por su vida, aunque cueste mucho. Attal presenta unos suburbios que huyen de lo convencional y el dramatismo de otras películas, la película va por otro sitio, se plantea los diferentes prejuicios que todavía debemos vencer para liberarnos de nuestras maletas emocionales, y quizás la educación, el conocimiento, y el amor hacía la lengua y la cultura, sea francesa o de cualquier lugar, puede ser el mejor vehículo para crecer como persona y dejar de mirarnos a nosotros constantemente, y empezar a mirar al otro, y no sólo mirarlo, sino también a escucharlo, y a entenderlo, acercarnos más a los otros, y dejarnos esos estúpidos prejuicios convencionales y sociales que arrastramos y nos alejan mucho más de esas personas que también tienen mucho que mostrarnos y amarnos.